Abril 2008 / NÚMERO 14

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Entrevista con el Pbro. Lionel De Ferrari:

“La cultura de hoy no favorece el preguntar ni confrontarse con Dios”

¿Cómo se aborda el desafío de la pastoral vocacional en la Iglesia?

Tradicionalmente la Iglesia trabajó la pastoral vocacional de manera independiente a la pastoral juvenil. Desde hace 8 años se ha tomado conciencia de la necesidad de vincular ambas pastorales. El campo específico de la pastoral vocacional se encuentra en la pastoral juvenil, entonces qué mejor que vincularlas. Los chiquillos ¿dónde están? En la pastoral juvenil de las parroquias, en los movimientos, en los colegios, por tanto la pastoral vocacional debe estar ahí también.

El gran desafío de la Pastoral Vocacional es vincularse a la pastoral juvenil y desde ahí invitarlos a soñar un proyecto de vida en el cual esté la vocación cristiana, en primer término, y después cada persona va escogiendo su vocación particular en la Iglesia y en el mundo. Esta vinculación es para ayudar al chiquillo a elaborar su proyecto de vida y en él su vocación.

La pastoral juvenil tiene que ser vocacional. La misma catequesis de preparación a la Confirmación, entrega elementos para hacer la pregunta: Qué quiere Dios para mí, qué quiero hacer en la vida, con qué sueño. Ese debería ser el camino normal de toda pastoral. En muchos jóvenes se despierta el deseo de tener un acompañamiento más cercano con algún sacerdote, religiosa o con un agente pastoral para elaborar este proyecto de vida. Los jóvenes que se hacen la pregunta por la vocación religiosa buscan a alguien que los acompañe. Y, en general, se acercan a un adulto que le inspira confianza y con el que se siente identificado. Cuando un chiquillo piensa en la vocación sacerdotal inmediatamente piensa en modelos y tratan de buscarlos. Va a enganchar con alguien que lo interprete, que lo acoja. Por lo mismo es fundamental el primer encuentro. No se trata de que los sacerdotes los interroguen, sino de escuchar lo que les pasa, lo que sienten. Después uno de a poco va interpelándolos a una mayor entrega.

¿Cuándo se presenta a un joven al Seminario?

Después de un camino, después que ya se conoce al chiquillo y su contexto: su familia, sus amigos, sus estudios. Hay que atender todas las dimensiones del joven. No se conversa sólo de la vida espiritual o de la participación en la misa. Cuando uno se da cuenta que hay un crecimiento y una decisión genuina, se postula al Seminario.

¿Cuál es el criterio para el discernimiento vocacional?

La clave es que sea amigo del Señor, más que si hace muchas o pocas actividades pastorales. A la hora de considerar la vocación lo que realmente importa es la calidad de la amistad, de la cercanía, de la intimidad con el Señor. Uno no se hace cura para hacer pastoral, sino para estar con el Señor, como todo cristiano. Lo demás viene por añadidura. Si soy amigo de Jesús y busco la Gloria del Padre, luego viene la misión y el apostolado, pero si no hay amistad con Jesús van a ser actividades sin fundamento y sin sentido.

¿Cuáles son los obstáculos culturales para favorecer la pastoral vocacional?

La Pastoral vocacional, como toda pastoral, tiene procesos. En la cultura de hoy todo es de inmediato y madurar una vocación toma tiempo, a veces años. Muchos chiquillos quisieran ser profesionales sin pasar por la Universidad; por el contrario, la vocación  requiere tiempo, paciencia y ponerse en la búsqueda de lo que quiere el Señor. Frente a una cultura que ofrece tantas posibilidades con envoltorios muchos más atractivos, hacer un proceso vocacional hacia el sacerdocio, la vida religiosa y hasta la vida matrimonial es visto como anacrónico.

18 jóvenes ingresaron este año al Seminario Pontificio ¿Existe un renacer de la Pastoral Vocacional o más bien se hace una lectura de “sequía” al respecto?

Se pueden hacer interpretaciones de acuerdo a los contextos culturales, pero no se puede olvidar que la vocación es un misterio, Dios es el que llama. El Señor siempre hace su trabajo con nuestra colaboración. Tal vez muchos jóvenes no llegan a escuchar este llamado o no lo concretizan porque no los acompañamos debidamente. Falta, de parte del mundo adulto en general y no sólo del clero, escuchar a los chiquillos. El papá y la mamá trabajan y a veces quedan solos o se los entregan al colegio y éste tiene que hacerse cargo. A todo el mundo adulto le cuesta hacerse cargo de los jóvenes porque nos desafían. Ellos necesitan ayuda de parte de los adultos para resolver la pregunta interior, para saber qué quiere Dios para su vida. No me cabe duda que la crisis vocacional es porque el mundo adulto también está en crisis.

¿Cuál es su sueño para la pastoral vocacional?

Que las pastorales juveniles y todos los espacios que los atiendan sean espacios donde el joven no sólo reciba catequesis para un sacramento, sino que sean espacios de crecimiento en lo humano, en la vida cristiana, en la fe y que eso signifique que pueda hacerse preguntas con libertad y que encuentre herramientas para responderlas.

La comisión nacional de pastoral vocacional ha tratado que cada diócesis tenga equipos vocacionales vinculados a la pastoral juvenil. También ha buscado, sobre todo, al interior de la Iglesia y en la sociedad que se geste una cultura vocacional, es decir, una cultura que sea capaz de hacerse preguntas vitales, que permita la pregunta por el sentido de la vida. La cultura de hoy no favorece el preguntar ni confrontarse con Dios.