Abril 2009 / NÚMERO 26

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Entrevista con Antonio Cancino, el primer trasplantado de hígado en Chile:

Viviendo de “yapa”

Antonio Cancino (66 años, casado, cuatro hijos) es el primer trasplantado de hígado en el país. Este abogado de la Universidad de Chile sufría de una enfermedad autoinmune que destruyó su hígado. En 1989 sufrió de una crisis que lo dejó al borde de la muerte. En ese entonces el menor de sus hijos tenía apenas 13 años, “yo me daba cuenta que los niños me necesitaban; no sólo por el tema económico, también el apoyo moral” y la compañía que les daba. A partir de ese momento recurrió a todo lo que le podía ayudar: desde métodos naturistas hasta viajar a Cuba a un hospital donde probaban unos fuertes medicamentos para tan inusual enfermedad. Consultó todos los hepatólogos en el país hasta que un día me 1993 se puso en las manos del Señor. “Conversé con mi mujer y ordenamos todo; en el fuero interno acepté morirme”, declara. Esa era su vida hasta que llegó al país un especialista que le ofreció hacerle un trasplante, el primero de hígado en Chile porque antes se habían realizado sólo de riñones. Sólo faltaba un donante y en su caso, fue una mujer con muerte cerebral. “Yo quería darle las gracias a su familia, ero mi doctor me dijo que no fuera, porque esto era anónimo. Yo siempre he rezado por ella, siempre me acuerdo de ella, me siento un agradecido de ella y de su familia”, declara.

El trasplante le cambió diametralmente su vida: “Ratifico los lugares comunes que dice toda la gente que ha pasado por esto, porque los he vivido: valorar las cosas más sencillas de la vida, compartir con mi señora, aprecio las cosas que me pasan, no tengo ambiciones, se me fueron todos los deseos de ser cualquier cosa. Trato de vivir la vida lo más feliz posible y de compartir mis cualidades, mi espíritu de servicio”. Añade que le falta vida para agradecer a su familia, en especial a su esposa, y a “tanta gente que me ayudó, que me prestó dinero, que me donó sangre, no voy a terminar nunca de agradecer”.

Después de 16 años del trasplante dice: “Nunca pensé que iba a vivir tanto. Siempre dije que volvía por un rato, porque otro doctor me dijo que no me hiciera ilusiones. Los trasplantes son sólo una prolongación de la vida no más. Estoy súper consciente de que estoy viviendo de yapa y si me dicen que me vaya, así será”.

Al consultarle si es donante dice que sí. Que si hay algo bueno lo donará. “Soy donante, cómo no voy a serlo, algo que sirva y que puedan ocupar. Mi mujer y mis hijos también. Cómo voy a dejar que cuando ellos mueran sus órganos se pierdan, si no sirven para nada después. A mí me cambió la vida, ha sido lo mejor que me ha pasado haber vuelto a vivir y haber sentido el cariño de tanta gente”, reconoce. Respecto a la falta de órganos para trasplantar sostiene: “Hay un problema cultural. Muchas personas quieren donar, pero las familias no los dejan. Hay una serie de leyendas asociadas. Porque se dice que al donante lo único que quieren es sacarle los órganos. También hay gente que tiene la voluntad de ser donante y, al sacar la licencia no le preguntan y asumen que no son donantes”. Agrega: “Soy partidario de todo lo que sea ayudar a que aumenten los donantes, pero hacerlo con mucho cuidado, sin presionar, hay que cuidar mucho eso. De por sí el tema es difícil y si se cometen errores de filtrar el nombre no se puede hacer, no hay respeto por las personas. Esto tiene que ser voluntario”.