Abril 2009 / NÚMERO 26

volver

Hermana María:

“El Señor no espera que nos hagamos buenos para que nos acerquemos a El”

 

Sonriente y sencilla, es la menor de siete hermanos, tiene 46 años y 23 en el Carmelo de San José Ubicado en Pedro de Valdivia casi esquina de Irarrázaval. Quisimos conocer su experiencia como carmelita descalza como una manera de adentrarse en la comunidad de hermanas que han sido elegidas por el Señor para esta particular vocación. En palabras de ella, viven su vida sumergidas en el Señor. Al contrario de lo que muchos piensan, ellas sí están conectadas con el mundo porque toda su vida rezan y ofrecen sacrificios por las personas. Por eso el Carmelo es una especie de puente entre el mundo y el amor de Dios.

 

¿Cómo nació su vocación?

Mi vocación fue algo lindo, especial, sentí muy claro en el corazón que el Señor me llamaba para pertenecerle a Él. Tenía un director espiritual, fui a hablar con él y me dijo que creía que era vocación para el Carmelo.

Hasta ese momento tenía muchos anhelos de formar una familia, pero no me llenaba totalmente nadie de las personas que conocía o de mis amigos. Entonces me preguntaba con quién la formaría. Lo que me preocupaba saber era lo que Dios quería para mi vida. Cuando me di cuenta que Él me llamaba para sí, para consagrarme, me dio vuelta todos los planes, porque yo imaginaba que me iba a casar e iba a tener una familia con hartos niños. Al mismo tiempo, ese llamado me llenó completamente el corazón. Nunca antes había sentido que me llenara completamente algo. Entonces sentí una profunda paz, una alegría profunda que no se me fue nunca más.

Después fui a conocer el monasterio e hice una experiencia de vivir un tiempo acá, pero sin compromiso y todo me confirmaba la decisión. Tenía cada vez más paz y estaba más contenta. Todo calzó y el amor de Dios se me hizo muy vivo y verdadero.

En mi interior pensaba que no podía, porque humanamente nunca pensé en ser monja. Me imaginaba que era una vida muy dura, distinta. Pensaba que había que ser muy buena para ser monja entonces yo encontraba que no era capaz. A la vez sentía en el corazón que Dios lo haría todo, que no era cosa mía, sino de Dios. Después que hice la experiencia vi que las monjas eran completamente normales, que hacían lo que podían y que Dios hacía el resto, que eran enamoradas del Señor. Después que ellas me aceptaron, porque era importante que también ellas vieran que yo era para esta vida, entré.  Esto fue hace 23 años.

También fue muy importante para mi vocación que yo fuera devota de la Virgen, porque el Carmelo es mariano entonces creo que ella me trajo. Mirando mi vida hacia atrás, todo me fue diciendo que sí y la Virgen fue uniendo los lazos.

 

¿Qué significa ser carmelita descalza?

Ser carmelita descalza es ser una mujer, una persona normal, plena, enamorada de Jesucristo en el sentido que Dios la quiere entera para sí, buscando la unión con Dios. Si Dios me llamó a esto es porque es mi camino, pero no es mejor que otros, porque lo importante es cumplir lo que Dios quiere para uno. Ser carmelita es vivir con María como modelo, porque ella es tu madre y te muestra el camino para vivir enteramente para Jesús. Aquí uno vive para Él y no ve frutos ni resultados, sino que uno se entrega a Dios y Él con esto hace lo que quiere. Es una vida completamente sencilla, como la que vivía la Virgen; como dueña de casa se hace el aseo, se cocina, pero con el corazón puesto en cómo contentar a Jesús, cómo hacerlo feliz.

 

¿Por qué en un claustro?

Hay un llamado especial para vivir acá. El claustro es un espacio cerrado porque uno se dedica completamente al Señor. Tiene que haber un ambiente de mayor silencio, mayor recogimiento para poder estar en la presencia del Señor. Mientras más uno vive hacia el interior, sin cosas que distraigan, más profundamente uno va conociendo su verdad y sus miserias; entonces eso me hermana a todos los seres humanos, veo que todos somos de la condición humana, que tenemos todo dentro: el pecado, las tentaciones, lo que sea, y también uno siente que todo lo puede cuando Dios nos ayuda. Como dice Santa Teresa, “sólo Dios basta”, pero basta en la medida en que uno deja otras posibilidades, porque si uno busca soluciones rápidas, se va llenando de cosas superfluas y no dejas que Dios salve, no dejas que Dios haga su obra.

En esta soledad emerge mi verdad y el conocimiento de Dios. Dios es amor y me acoge tal cual soy, no me pide otra cosa. Así puedo comprender a cualquier ser humano, traerlo a mi oración y ponerlo frente a Dios sin escandalizarse, sin temores. Si una persona está sufriendo, está en un mal momento, puedo comprenderlo porque sé que Dios es Padre, Dios es amor, que quiere salvarnos, como me ha salvado a mí. Por experiencia propia uno experimenta lo que es ser humano, lo que es ser amado y salvado por Dios. Dios lo que quiere es derramar su amor, que comprendamos que nos ama y que nos ha salvado, que somos sus hijos. El amor de Dios es algo muy grande y gratuito.

En este ambiente uno puede vivir su vocación. Nosotras estamos por los demás, por las personas, entonces tiene mucho sentido estar al medio de la ciudad. En la ciudad o en el campo, el monasterio irradia el amor de Dios igual. Tener un monasterio es tener un espacio donde Dios derrame su amor por la gente. Entonces uno puede ser un canal para recibir este amor y que le llegue a todo el mundo y, al mismo tiempo, tomar las intenciones de todos y ponérselas a Dios, como una especie de puente.

 

¿Cuénteme más profundamente esa relación de puente?

Rezo por las personas y ofrezco por las personas. En la vida fraterna, en la medida en que yo cedo por el bien de la comunidad, cuido la vida fraterna, renuncio a mi pequeñez y egoísmo por hacer comunidad. Todos esos pasitos redundan en bien de todos y estoy segura que eso también ayuda al matrimonio que tiene dificultades para que conversen, dialoguen. Si uno se ha sentido amada por Dios puede aceptar al hermano como es y amarlo gratuitamente y no cobrarle ni exigirle, por pura gracia. Uno vive por los demás. No es que mi sacrificio valga especialmente, creo que ese poquito que yo puedo, se une al sacrificio de Jesucristo en la cruz y eso redime. Aunque sea muy poquita cosa, si uno lo une a la Pasión de Jesús, toma otro valor. Lo importante no es lo que uno es, sino lo que Él es. Dios, en su gran amor, junta este poquito, y nos bendice.

 

¿Qué significa realmente orar?

Santa Teresa dice que la oración es un trato de amistad, estando muchas veces a solas, con quien sabemos nos ama. Es precioso rezar oraciones establecidas: el Padre Nuestro, el Ave María, el Gloria, las novenas... pero tiene que estar cargado de amor, de sentido. Tiene que haber una amistad con el Señor y esa amistad, como toda amistad, se hace estando muchas veces con la persona que uno quiere. Al final decimos: “somos grandes amigos”, porque nos hemos dado el tiempo y el espacio para estar juntos, para contarnos las verdades, nos hemos visto en las buenas y en las malas, nos hemos apoyado en la alegría y en el dolor. Esa misma imagen puede trasladarse a Dios, si espero ser perfecto para acercarme a Dios nunca voy a poder hacerlo, pero es distinto si voy, tal cual soy, a contarle cómo estoy, a mostrarle mi pobreza, mi debilidad, mi alegría y hacerlo partícipe de mi vida. Entonces se empieza a llenar de sentido la palabra Jesucristo, comienza a ser parte de tu vida, empiezas a comunicarle tu verdad y a escuchar qué dice Él. Puedes tomar la Biblia y preguntarle “¿qué dices hoy para mí?”, todos los días la Iglesia nos regala una lectura en la misa, se puede empezar con 10 minutos o media hora. Nosotros hacemos dos horas en silencio, pero la idea es estar las 24 horas del día con Él en un lazo de vida. Así el Señor pasa a ser alguien vivo para ti, no es un Dios para ponerle incienso en un altar allá lejos. El mejor altar es el propio corazón y vivir con Él ahí. Es esencial cultivar esa relación con la lectura de la Sagrada Escritura, con la celebración de la Eucaristía, porque los sacramentos alimentan el alma, no son puramente preceptos que la Iglesia pone, los pone porque son alimento para nuestra vida espiritual.

La oración es un trato de amistad para mostrarle mi verdad a Jesús sin miedo y si tengo miedo decírselo y hacer un momento de silencio para ver qué dice Él. Callarme para ver su mirada, cómo me mira Él y voy a encontrar cosas muy diferentes a las cuales yo me estaba diciendo. Nos podemos encontrar con la sorpresa que Dios nos puede dar vuelta el criterio que teníamos, abrirnos puertas inmensas que dan una libertad interior que te hace hija y no esclava. De repente uno puede estar con mucho sufrimiento, pero ser libre y feliz. Tiene sentido porque lo vives con Él.

 

En su vida hay oración y también trabajo ¿cómo combinan ambas cosas?

Trabajamos haciendo hostias y velas, además todos los trabajos del monasterio: el aseo, la enfermería, la cocina, las cosas de la casa. En el trabajo uno continúa rezando. La idea es que las 24 horas uno ore, que todo el día uno esté amando y alabando a Dios. La oración es un trato de amistad, un momento de amor. Tú cuando quieres a alguien, no es por un rato, sino siempre. Se trata que seamos orantes, no que “hagamos” oración. Uno vive para Él, para dejarse cambiar por Él. El Señor no espera que seamos buenos para que nos acerquemos, Él vino a hacernos buenos, esto es muy diferente y muy liberador.

 

¿Quién es Jesús para usted?

Jesús es mi vida, es mi amor, es todo para mí, no podría hacer nada sin Él y todo por Él. Es alguien que está absolutamente vivo, en Él he encontrado la identidad absoluta de mi ser. El ha llenado absolutamente mi vida en todos los ámbitos: afectivo, psicológico, espiritual, intelectual. En Él he aprendido a ser mujer, a ser persona, a madurar, a donarme, he aprendido a sentirme acogida en mis caídas, amada y perdonada.

 

¿Cómo vive la maternidad espiritual?

Yo soñaba con tener muchos niños y al tener vocación tuve que renunciar a eso. Aquí encontré el don de la maternidad espiritual que es algo real y maravilloso. Es esa donación gratuita por dar vida a otro. De repente uno puede morir un poco a sí misma por dar vida a otro y lo impresionante es que de verdad da vida. Muchas veces uno no sabe, pero otras veces el Señor muestra y las personas agradecen. A veces dicen tal día necesitaba ayuda y justo el Señor ese día te puso en el corazón rezar por esa persona. Rezamos sobre todo por los sacerdotes, por la Iglesia y por toda la gente. Es una pequeña renuncia no saber concretamente a quién le llega la oración. Nosotros vivimos de fe y la fe es lo que no se ve, entonces cuando uno empieza a ver que la oración es muy fecunda, la fe no es necesaria. Por eso es valioso ese aspecto de la entrega oculta, silenciosa, anónima.

 

¿Cómo se relacionan con la gente que vive afuera?

Siempre la gente llama para pedir oración, pero si no llamaran rezaríamos igual porque sabemos las necesidades de las personas. Hay gente que pide oración y nunca más sabemos de ellas. Eso es parte de la gratuidad, porque es por amor, no para que le devuelvan la mano.

 

¿Qué es lo que más le gusta de ser carmelita y qué le ha costado más?

Me da gozo pertenecer a Él, da una libertad interior, una plenitud infinita. Lo que más me ha costado he sido yo misma, ver mis pequeñeces, mis egoísmos, mis orgullos. Ver que no respondo como quisiera. Muchas veces me antepongo yo y no dejo que obre Él y que los demás estén primero. Vencer eso es crecer. Palpo todo lo que el amor de Dios me ha dado, veo la gracia que es vivir en comunidad y yo muchas veces no respondo a la altura, entonces da pena.

 

¿Cómo se enteran de lo que pasa en el mundo? ¿leen noticias?

El domingo compramos el diario y la que quiere y tiene tiempo lo lee. Los periodistas podrían hacer tanto bien si comunicaran más las cosas buenas. Cuando hay noticias muy graves, como lo de Chaitén, por ejemplo, lo seguimos de cerca, estamos muy interesadas de lo que le pasa a las personas. Alguna vez hemos visto televisión por cosas muy importantes, por ejemplo, el cónclave donde se eligió al Papa.

 

¿Qué opina respecto a la crisis económica?

Estamos muy preocupadas por la crisis económica porque al aumentar la cesantía hay  hogares que se quedan sin sustento. Es preocupante que no tengan lo necesario para vivir y le pedimos mucho a Dios que quienes vean la posibilidad de abrir fuentes de trabajo, aunque sean chicas, que lo hagan, que se arriesguen a no ganar mucho para dar trabajo a otro y que paleen este momento para que todos tengan con qué superar el día a día. Por otra parte también pienso que el Señor está sobre esta crisis y que no está ajeno a ella. Creo que en Chile tenemos un mayor bienestar económico, ha crecido mucho la ciudad y de repente estamos más apoyados en eso que en los valores espirituales. Una crisis hace apretarse el cinturón y volver a la realidad: no hace falta que haya celular, no importa si uno come más sencillo o andar en micro en vez de en auto. Cuando uno tiene muchos bienes materiales cree que todos son esenciales y se vive esclava de cuidar sus cositas y después al no tenerlas valoramos el tener familia, estar el domingo juntos y no ir a comprar… Es un remezón para la escala de valores. Puede que esta crisis nos ayude a poner lo esencial al centro: Dios y la familia. La escala de valores centrada en el amor de Dios que no se acaba, todo lo demás es pasajero. El amor dura para siempre, es eterno.

 

¿De qué manera colaboran con el llamado de la Conferencia de Aparecida  a ser discípulos misioneros?

Estamos muy cerca de la misión desde la Conferencia de Aparecida. En el monasterio palpamos que Dios está vivo, que Dios es amor, que es una persona, que existe, entonces quisiéramos que realmente con esta misión continental todos pudieran comprender eso, que Dios está a la puerta, está llamando. Uno es discípula porque tuvo ese encuentro personal con Él y misionera porque lo quieres dar a conocer a otros. Esto, por nuestra vocación, lo vivimos en carne propia, entonces creemos realmente que puede cambiar el mundo. Es fundamental que Latinoamérica tenga esta experiencia vital de Jesucristo, que sacie su vida, que les llene el corazón, que les dé sentido para todo. En Jesucristo uno puede encontrar respuesta para todas las necesidades: ¿cómo rearmar hogares?, ¿cómo llevar el sentido de la vida a los jóvenes? Tú ves que están buscando, con toda justicia, necesitan tener sentido a su vida y a veces las personas no se los dan porque si no hay un encuentro con quien es la Vida, con mayúscula, qué respuesta le vas a dar?: la droga o la adicción al trabajo. Si todo va a ser para comprar un auto o una tele, es bien fome la cosa, porque los jóvenes tienen ideales altos y no creo que se sacien con un par de cosas materiales. Hay que abrirles las puertas a Cristo, que realmente hay una oferta mucho mayor que están llamados para la vida eterna, es para el cielo, para una vida grande, para entregarse por entero, para ser plenos.

 

¿Cómo se imagina el cielo?

Santa Teresa dice que esta vida es el cielo si lo puede haber en la tierra. Creo que el cielo es la comunión total, donde Dios te comprende y conoce enteramente y nosotros a El. Por eso es tan importante escuchar qué dice Dios sobre lo que uno le plantea. Esa comprensión, esa mirada, ese amor total y de verdad. Ahí todos somos uno, no hay barreras ni diferencias. No quisiera que nadie quedara fuera, porque Dios nos creó por amor. La idea es irnos todos con Él, que nadie se nos quedara atrás. Que todos lleguemos a la plenitud, para eso nos creó y no para que viviésemos sufriendo o amargados. Si tú miras la naturaleza todo es precioso y alegre todos los días. Si tú miras los pájaros y las flores están felices de alguna manera, entonces el ser humano no tendría por qué tener la mirada hacia abajo, debiera ser pleno, para eso nos creó Dios. Que haya problemas y dificultades es porque estamos de camino y quizás superándolos vamos a tener un corazón más grande para amar, para crecer en otras áreas, pero no para hundirnos en el problemita, no bajar la mirada. Quizás este obstáculo me prepara para algo mucho más importante después. Entonces confiar, vivir en la confianza que Dios lleva mi vida, que es mi Padre, que es el Dios de la historia, y que ya nos ha redimido y salvado, somos sus hijos.

 

La vida en el monasterio

  • 5:45 hrs. Oración personal

  • 6:50 hrs. Oficio Divino: Laudes

  • 7:30 hrs. Eucaristía

  • 8:20 hrs. Tercia

  • Desayuno

  • Trabajo

  • 11:30 hrs. Lectura espiritual, personal

  • 12:30 hrs. Oficio Divino: Sexta

  • Almuerzo

  • Recreación comunitaria 

  • 14:45 hrs. Oficio Divino: Nona

  • Trabajo

  • 17:30 hrs. Oración personal

  •  18:30 hrs. Oficio Divino: Vísperas

  • Comida

  • Recreación comunitaria

  • 21:00 hrs. Oficio Divino: Completas

  • Oficio de Lecturas

  • 22:15 hrs. descanso