Abril 2010 / NÚMERO 38

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Somos ciudadanos del Cielo 

Entrevista al Padre Francisco Cáceres Vargas, hijo mayor de diez hermanos, oriundo de de Pichilemu, 39 años de sacerdote, párroco de Nuestra Señora del Carmen de Graneros, cuyo templo debe ser demolido. Actualmente vive en la antigua comisaría de Carabineros, donde también se celebra la misa, al quedar inhabilitada la casa parroquial.

 

¿Cómo impactaron en sus fieles en el aspecto espiritual el terremoto y la certeza de que el templo tendrá que ser demolido?

Mucha gente llegaba al templo y lloraba. Recibí muchas cosas positivas de la gente. Yo les decía que si nuestros abuelos fueron capaces de construir la parroquia ahora nos tocaba a nosotros. Y tenemos que hacer una cosa que aguante otros cinco terremotos (se ríe). La gente decía que Dios sabe por qué pasan estas cosas.

 

¿Ha experimentado algún cambio de actitud en los fieles después de terremoto?

Sí, la gente como que está más buena para rezar. Se han acercado muchas personas a conversar cosas bien interesantes.

 

¿Cómo está su ánimo?

El ánimo mío es que la vida sigue, y uno como párroco tiene que orientar a la gente y darle ánimo. A mí el ánimo nunca se me ha acabado. La gente me pregunta: “Padre, ¿cómo está?” Y les digo: “¡Psshhh!  Muy re bien. Estoy vivo”.

Dios me preparó para este sufrimiento, porque un hermano mío  murió en el accidente automovilístico del 12 de setiembre pasado, entre Graneros y Pichilemu en el que fallecieron el padre, la hija, la suegra y el novio de su hija. El novio era mi hermano.

 

Ahora uno entiende por qué Cristo nos redime en una cruz. Yo he tenido muchos sufrimientos en mi vida. Estos sufrimientos nos ayudan a pasar de una etapa de la vida a otra. El problema es que nadie le enseña a uno cómo asumir el sufrimiento. Solamente Cristo. Entonces, cuando uno lo mira a Él en la cruz se da cuenta de eso. Ahora entiendo también por qué tanto dolor que llevó el Papa Juan Pablo II. También el Padre Pío. Entonces una gota de eso que le toque a uno.

 

¿Qué le dice a la gente que sufre?

Que confíe en Dios, porque es un Padre nos ama, que nos quiere y que nosotros no somos de aquí. Nosotros somos ciudadanos del cielo. Desde el momento en que fuimos aceptados en el Bautismo hemos recibido toda calase de bendiciones celestiales y espirituales para ser capaces de enfrentar el sufrimiento. Pero eso supone ser hombres de oración. Eso me lo enseñaron mis padres, que eran hombres de oración. Mi papá murió a los 92 años y mi mamá a los 82. Ellos eran personas de oración y me enseñaron esto.