Abril 2010 / NÚMERO 38

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Andrea Machuca, psicóloga, Subdirectora Centro del Buen Trato, Pontificia Universidad Católica

No es bueno acallar las emociones

 

¿Cuáles son las consecuencias de una catástrofe como la que vivimos?

Luego de ocurrida una catástrofe como la que experimentamos, especialmente en las familias del sur que vivieron el terremoto y maremoto, lo esperable  es que al menos un mes después la mayor parte de la población va a tener algún tipo de alteraciones emocionales y sicológicas. Lo normal es que las personas experimenten miedo, ansiedad, que estén hiperalertas. Con los días van apareciendo sentimientos de tristeza, en la medida en que son reacciones esperables en un porcentaje importante de la población esas emociones van a ir cediendo en el tiempo. En ese sentido el enfrentamiento tiene mucho que ver con darle espacio a esas emociones y afectos. No negar que estamos asustados, que hemos pasado por una situación difícil, tener canales de expresión. Lo que no contribuye es tratar de acallar esas emociones.

 

¿Es bueno distraer a los niños?

Frente a una catástrofe todos vamos a reaccionar. La mayor parte de las personas va a tender a recuperarse en el tiempo con sus propios recursos y también con el apoyo familiar y comunitario. En ese sentido, en el caso de los niños es muy importante la combinación que los niños tengan espacio para hablar de lo que ocurrió, que los adultos les ayudemos a nombrar las emociones y también ir construyendo espacios libres de la catástrofe, como puede ser, tener cine, ir recuperando la capacidad de juego…La expresión gráfica o los trabajos manuales también son vía de elaboración de la experiencia, son una contribución.

 

¿Cómo enfrentar este tipo de situaciones como familia?

En los adultos es muy importante la conversación respecto a lo que ha ocurrido. Tenemos  una tendencia cultural a decir que es mejor no acordarse. Sin embargo, lo que sabemos por la ciencia en esta área es que poder hablar y reconstruir los momentos es una contribución al proceso de elaboración. Entre adultos el poder hablar. A veces uno necesita reconstruir con una persona la situación, es decir, dónde estaba yo, dónde estabas tú, qué vistes, qué te pasó y expresar sentimientos. En la medida que vamos teniendo canales de expresión vamos liberando recursos para la recuperación. Si acallamos las emociones si negamos el impacto, lo más probable es que esas emociones tengan una salida mucho más compleja que esta que consideramos natural en el primer mes.

 

¿Qué rol juega la solidaridad?

Hay una consigna teórica que dice que si no tuviéramos desarrollado inclusive biológicamente la tendencia a la solidaridad y al cuidado, probablemente no hubiéramos sobrevivido como especie. Humanamente tenemos una buena cantidad de herramientas para responder solidariamente. Frente a situaciones críticas, la tendencia es a vivirlas gregariamente. Si te fijas, las familias se juntaron, pasaron esa noche juntos. En las comunidades de edificios ha sido bien notable. Los edificios están construidos de una manera tal que uno puede no ver a los vecinos en mucho tiempo, sin embargo, en estas situaciones aflora la tendencia  a cuidar de los otros. Efectivamente la gente comenzó a preocuparse, a tocarse la puerta, a bajar entre varios, a ayudar a las personas que tienen mayor dificultad para movilizarse, a entretener a los niños. Biológicamente tenemos una dotación orientada al cuidado que explica que hemos llegado hasta aquí como especie. Uno puede entender que en una situación de emergencia se nos activa ese aspecto afectivo y cognitivo.

 

¿Hay más solidaridad en sectores populares?

Tiene que ver con la manera en cómo se ha ido organizando la vida social. En sectores medios y altos la tendencia ha sido a la lógica de que cada cual se las arregla con sus recursos. Todo el sistema económico, de salud, de previsión social en Chile está estructurado de manera que cada quien junta sus pesos y se las arregla o que su fondo de salud le alcanza para un plan o para otro. De alguna manera hay una instalación de una modalidad de vida que tiene correlación con el modelo económico y de desarrollo. Esto ha tendido a la lógica que cada uno se las arregla por sí mismo o con su familia nuclear. Esto es distinto en sectores más populares y vulnerados, donde la necesidad hace que los vínculos sean más gregarios. En Chile está toda la historia de las ollas comunes, hay mucha historia del enfrentamiento de crisis de manera comunitaria.  

 

¿Es saludable mostrarse vulnerable en familia?

Haría una distinción. Entre adultos poder compartir la fragilidad es una estrategia para compartir apoyos y, a ratos, para relevarse. En la pareja es importante saber que en unos momentos la persona está mejor que en otros para enfrentar situaciones. En el contacto con niños la idea es hablar de ciertas emociones, pero de manera que un adulto aparezca en control de las emociones, sin desbordarse, para proveer de seguridad a los niños. La reacción de los niños está conectada con la reacción de los adultos duran te el terreno.

 

¿Cómo reaccionan las personas ante experiencias límites?

Las experiencias límites hacen replantearse el sentido de la vida. Esta fue una catástrofe de tal gravedad y magnitud que efectivamente gatilló un sentimiento de vulnerabilidad que uno sabe que tiene, pero niega y sigue viviendo. Las catástrofes ponen en jaque la vida. Para muchas personas va a significar replantearse. Si uno le pregunta a los demás, la gente está priorizando ciertas cosas. Hay problemas cotidianos que uno vive y que se empiezan a poner en perspectiva. Uno jerarquiza ciertas cosas.

 

¿Cuáles son las lecciones tras el sismo?

La primera es una obviedad: que Chile es un país sísmico. Es una primera experiencia para poder ir educándonos como sociedad para enfrentar situaciones sísmicas y difíciles. Vamos a tener muchos aprendizajes en materia de prevención y en enfrentar situaciones difíciles, cómo canalizar esas emociones y cómo facilitar procesos que uno va a vivir, los sismos no se pueden evitar. Reposicionar el enfrentamiento de situaciones difíciles creo que va a ser el gran aprendizaje a nivel individual y de políticas públicas.

 

¿Cómo podemos caminar hacia la normalidad?

Lo deseable es que la mayor parte de las personas retome su vida normal lo antes posible en la medida en que estén dadas las condiciones de seguridad. En la medida en que se van chequeando las condiciones de seguridad, todos vamos recobrando nuestra vida cotidiana. Esto permite ir integrando esta experiencia en la historia de vida. También permite ir generando recursos para la elaboración.

Uno no debe llegar a exponerse a situaciones que se perciben como muy amenazantes. La sobreexposición no ayuda. Si una persona todavía tiene susto de tomar el metro, no es bueno que se fuerce. La idea es que cada uno retome su vida en la medida en que se sienta seguro.

 

¿Cuándo hay que consultar por las secuelas psicológicas del sismo?

Todo dice que a las 6 semanas la persistencia de una angustia invasiva, de la dificultad para retomar las actividades cotidianas, siempre que estén las condiciones dadas, de la dificultad del sueño es motivo de atención. En los niños es esperable que tengan miedo en la noche. La idea es que no se haga crónico y que no se hagan trastornos de ansiedad o del sueño.

 

¿Qué cuidados se deben tener con los adultos mayores?

Ellos en Chile ya han vivido hartos terremotos. Esto tiene dos consecuencias: Muchos los tienen integrados, pero para los que han estado muy expuestos, la memoria emocional puede ser un factor de complicación en un momento. Los cuidados tienen que ver con la provisión de seguridad. Hay adultos mayores que tienen mayores dificultades para desplazarse, para tomar decisiones, hay que cuidar que tengan un buen plan de seguridad en el sentido que hay que ver cómo están las casas, dónde tienen que ubicarse, que tengan espacios para hablar, que tengan personas a quienes recurrir si se sienten angustiados, proveer un dispositivo que les permita reasegurarse.