Edición NÚMERO 50
Abril 2011

Consuelo García Huidobro

Una mujer “resucitada”

Consuelo García Huidobro (53 años), casada con Robert Nicholson, madre de tres hijos, creía que tenía la vida asegurada. Aunque participaba en una comunidad de vida era católica a su manera, recuerda. Tenía un buen pasar, sus hijos estaban sanos y estudiaban en un buen colegio. Todo transcurría normalmente hasta que su marido, que se dedicaba al sector comercial, quedó sin trabajo. “Tuvimos problemas económicos muy complicados y tuvimos que sacar a mis hijos del colegio, a  mitad de año, porque no podíamos seguir pagando”, relata. “Para mí fue macabro, me lo lloré todo. El matrimonio andaba también súper mal y además tuvimos que vender la casa”. Reflexiona: “Uno va poniendo todas sus seguridades en la parte económica, aunque uno sea apegada a la Iglesia”. Fueron días en que se destruyó su matrimonio e incluso llegó a irse un par de días a la casa de su hermana. La mujer risueña que es hoy en ese tiempo no veía salida, reconoce. “Sentía una pena y un vacío enorme, no le encontraba sentido a lo que estaba viviendo”. Dice que estuvo a punto de separarse, sin embargo, “siempre tuve presente el sacramento del matrimonio”. Se casó a los 21 años, pero dice que la promesa de cuidarse en salud y enfermedad, en las buenas y en las malas la marcó profundamente.

Su comunidad la aconsejó mucho y volvió a su casa “a regañadientes”. Recuerda que le costaba mucho decir lo que le estaba pasando, sin embargo, conversaron. “Si no hubiese estado en comunidad, me separo”, confiesa. Ese mismo año le descubrieron cáncer al sistema linfático. “Seis meses antes que me enfermara le ofrecieron un trabajo a mi marido y otro a mí”. Después de 14 sesiones de quimioterapia el tratamiento no tuvo el resultado esperado. “Cuando me dieron el diagnóstico nunca me revelé, nunca dije por qué a mí. Al contrario, dije por qué no”. Aunque sus hijos eran adolescentes ella se “entregó”. Cuando su hija le dijo que “no se podía morir” ella le respondió que si Dios permitía eso, “ustedes van a ser capaces de resistirlo”. Como el tumor no disminuía, la operaron y luego le hicieron más quimioterapias. “En este trayecto, mi matrimonio fue otro”, dice emocionada. Pasó muchos meses en la clínica y su esposo se hizo cargo de la casa, de los niños y de cuidarla. “Todo lo que te diga es poco para decirte como fue mi marido. Olvídate el cariño, la donación, la entrega. Si no es por él, yo no estoy viva hoy”. Después de unos meses el cáncer volvió y le hicieron trasplante de médula. “En todo ese tiempo tuvimos mucha oración de la comunidad”, agradece. “Si no te aferras a Dios en la cruz en esos momentos jamás vas a salir gloriosa”. Cuatro meses después que vuelve a su casa, a su marido lo operan del corazón y le ponen 4 bypass. Le tocaba “devolverle la mano”. Cuenta: “En la clínica casi no dormía, por eso tuve mucho tiempo para pensar”. Confiesa: “Uno siempre cree que la vida sea ‘a la pinta de uno’ y que las personas sean como uno quiere, pero uno no piensa qué puede hacer para dar a los demás lo que te piden”.

Recuerda: “Siempre traté que mi marido me diera lo que quería, que me dijera que sí y lo único que Dios me pedía era que lo quisiera como era. Así mi matrimonio se fue renovando de manera impresionante. No somos idílicos, porque la vida sigue teniendo dificultades, pero fue distinto porque siempre hablamos con la verdad, siempre vimos el bien para el otro. De un matrimonio tortuoso se formó otra relación con un amor más profundo. Fue milagroso porque cuando la relación está muy deteriorada es difícil recomponerla porque quedan heridas, es importante que haya perdón de verdad”.

Prosigue: “Mi marido se recuperó, se reintegró a su trabajo, cuando a ella le tuvieron que hacer nuevamente radioterapia. En todo ese tiempo nunca desesperé, pero hubo un momento en que me lo lloré todo. Yo le pedía fuerza a Dios. Me aferré a la cruz. Le decía no me la puedo, porque yo con mis fuerzas no salgo si no es contigo”.

Finalmente concluye: “De enfermedades, cesantía y destrucción se puede salir, siempre que no sea con la fuerza de uno, sino con la confianza en Dios”. Cree firmemente que si Dios la tiene con vida es por una misión: dar testimonio del Señor resucitado.