Edición NÚMERO 50
Abril 2011

Monseñor Pablo Lizama

La esperanza de la gente sigue estando puesta en la Iglesia

Arzobispo de Antofagasta sostiene que se debe  revertir el daño causado por denuncias de abusos sexuales con una vida transparente, cercana, fraternal; de defensa de cada niño y de cada joven.

Monseñor, este año cumplió las Bodas de Plata Episcopales y va a cumplir 70 años de vida, ¿Qué significó para usted esta celebración episcopal?

Dos actitudes. En primer lugar asombro; darme cuenta de lo rápido de la vida, lo apasionante que ha sido la historia de la Iglesia y del país en este lapso de tiempo.

Lo segundo, fue y es mi sincero sentimiento de humildad, porque sé que he trabajado pastoralmente y algo se ha hecho. Todo me ha ayudado a dar gracias a Dios que se ha servido de mí, para hacer crecer su Reino.

Después de 7 años de Arzobispo de Antofagasta ¿Cuál es el alma de esta arquidiócesis? ¿Qué la caracteriza?

Antofagasta es una ciudad que ha cambiado aceleradamente.  La he visto crecer en gente, edificios y poblaciones, aunque también en desigualdad económica y social.

Muchas son personas que están de paso…uno, dos años de trabajos importantes como gerencias, altos cargos públicos.

El estándar de vida es alto por los sueldos que se pagan.  Hay dinero, pero todo es más caro.

Antofagasta es una ciudad minera con esas virtudes, de trabajo duro, de respuestas técnicas y de riesgo constante, también de defectos, en especial la poca vida familiar, producto del sistema laboral de turnos y del auge comercial.

En lo propiamente pastoral ¿Qué es lo más logrado? ¿Qué ha sido lo más difícil?

La Iglesia de Antofagasta con los obispos que me han antecedido ha caminado con la Iglesia de Chile en su vida pastoral.

Destaco trabajos laicales como la catequesis de los sacramentos particularmente lo propio de esta zona: los Bailes Religiosos; esta actividad une a generaciones completas de familias, manteniendo la fe, la devoción a la Virgen que es obra de laicos, incluso  a veces con dificultades con los mismos sacerdotes. Hoy estamos en el proceso de construir una sede propia y así puedan efectuar su trabajo y devoción con más facilidad.

Lo difícil pastoralmente hablando, es al igual que toda la Iglesia: la perseverancia. Preparamos para los sacramentos seriamente, pero después de la Confirmación o Primera Comunión nuestros jóvenes desaparecen.

Nos cuesta mucho la permanencia del clero religioso y religiosas realizando bien un trabajo, son trasladados a otras diócesis y reconozco que tienen todo el derecho para realizar estos cambios. Aún así, nuestra actitud es siempre generosa y de disponibilidad a los desafíos de evangelizar el norte.

Imagino que tiene relación con las grandes mineras instaladas en el territorio de la Arquidiócesis ¿Qué opina de la responsabilidad social de las mineras?

Las mineras son sociedades cuyas cabezas están en Santiago, Australia o Japón. Las autoridades zonales son cercanas y hay una política de responsabilidad social.

Nuestras organizaciones juveniles, de ancianos, etc., hacen proyectos pequeños (que ellas financian) y en general, si bien, no son propiamente religiosos, ayudan en un comedor, en un club deportivo, centros de adultos mayores, organizaciones de infantes, etc.

No disponemos de un sacerdote para dedicarlo a trabajar pastoralmente en las mineras, pero frecuentemente estamos celebrando  misas en dichos lugares, las que tienen una gran e increíble asistencia.

¿Cómo calificaría la situación social de la Arquidiócesis? ¿La desigualdad social es un desafío para los católicos de Antofagasta?

La situación social de la diócesis me ha impactado y no me he podido acostumbrar, gracias a Dios esta Iglesia que peregrina por estos desiertos no tiene muchos medios, pero igual da diariamente unos mil almuerzos entre Hogar de Ancianos, Hogar de Cristo, Fundación “André Jarlan” y algunas parroquias y capillas.

Es paradójico, la ciudad más rica del país, aún debe mantener comedores abiertos y lo seguirá haciendo hasta que haya necesidad.

Usted fue Obispo Castrense durante 5 años ¿Hoy existe mayor confianza entre el mundo civil y el militar? ¿Qué opina de la posibilidad de indultar a personas que han cometido violaciones a los derechos humanos? ¿Es pre requisito el arrepentimiento?

Pienso que el tiempo ha ido sanando heridas, que la franqueza y confianza de hoy permite hablar estos temas de derechos humanos con mayor libertad.  La justicia ha hecho su camino, a veces lento, pero permanente.

No me gustan las cárceles, aunque las visito bastante seguido, y quisiera que nadie estuviese preso, pero eso es imposible.

El indulto es una gracia, un don que va más allá de la justicia, por eso es indulto.

Y si para indultar, quién lo otorga pone requisitos, pienso que éstos deberían ser para todos iguales. Es un medio para dar ejemplo de misericordia como país, y que la venganza sólo engendra más violencia.

Estoy orgulloso del trabajo de la Iglesia, que ayudó a quienes sufrían violación a los derechos humanos y serví desde mi puesto de Capellán y de Obispo a ese trabajo.

¿Cuál es su visión de la Iglesia chilena en la actualidad? ¿Cuáles son hoy sus principales logros y dificultades? ¿Hacia dónde se encamina la Iglesia?

Los tiempos son distintos y la respuesta no puede ser la misma de hace 40 años.

Pienso que la sociedad más laica trata de encerrar a la Iglesia en la sacristía, de buscar respuestas sólo sobre moral sexual, pero que no opinemos de una ética económica, seguridad en el trabajo, de defensa de la vida, etc.  y esto nos ha hecho daño.

Creo que la Conferencia Episcopal de Chile ha jugado un gran papel en esta historia de hoy. Con humildad, con propuestas más que con leyes, así la sociedad se ha dado cuenta que la Iglesia quiere el bien de Chile.  Así propone el matrimonio entre un hombre y una mujer, defiende la vida desde que es concebida hasta su muerte natural, los indultos por consideraciones humanitarias, la propuesta de un salario digno para los trabajadores, entre otras.

Nos cuesta más que destaquen nuestra voz, pero saben que siempre que recurran a la Iglesia van a encontrar apoyo para las grandes causas del país.  Un paradigma es la ayuda solicitada por el conflicto mapuche, donde Monseñor Ezzati, hizo un importante trabajo para el bien de Chile, que en un momento no se le veía salida y más bien se encaminaba a la muerte de los que llevaban una larga huelga de hambre, su acción logró lo que parecía imposible.

La Iglesia en el futuro será la que viva el espíritu de Aparecida, firmemente unida a su Señor y salvador, misionera y discípula cerca de su pueblo y solidaria de los más pobres.  Esto porque nunca en la Iglesia podrá separarse el amor a Dios y el amor al prójimo.

¿Cómo ha vivido las denuncias de abusos sexuales por parte de los Sacerdotes? ¿Cree que estas denuncias han deteriorado la imagen de la Iglesia?

Un dolor tremendo.  Cuántas preguntas me surgen de esta situación.

En las diócesis que he estado todo el clero ha debido escucharme el rechazo a este “delito y pecado horrible”. No hay justificación ni explicación posible,  aunque sea un sólo caso, pero hay más de uno.

A partir del año 2002 se nos dieron instrucciones precisas ante estos casos y se ha ido perfeccionando esta reglamentación.

Ciertamente que estas denuncias han afectado la imagen de la Iglesia, pero más que su imagen, ha afectado su credibilidad, ha roto la confianza de los jóvenes y niños, de algunos padres y fieles.

Sin embargo, me asombra que la esperanza de la sociedad sigue puesta en nosotros.  Por lo mismo, tenemos que revertir este daño con una vida transparente, cercana, fraternal; de defensa de cada niño y de cada joven.

Nuestras parroquias y colegios tienen que ser los lugares más seguros para nuestros niños y jóvenes, para todos.