Entrevista

Descubrir la vocación al sacerdocio

A pocas semanas de haber ingresado al Seminario Pontificio Mayor, Hernán Jiménez (22 años) y Ricardo Peralta (22 años) fueron entrevistados por dos de los siete diáconos en transición que en abril se ordenarán sacerdotes.

Hernán estudió cinco años medicina en la Universidad Diego Portales y Ricardo estuvo tres años en ingeniería civil en construcción de la Universidad de Chile. Estos propedeutas respondieron las preguntas de los diáconos Ricardo Acosta (33 años) y Rodrigo Quintanilla (34 años), donde abordaron temas como su vocación, su llamado y del nuevo Papa Francisco.

Ricardo Acosta entrevistó a Hernán Jiménez:

- Hernán, ¿Cómo fuiste descubriendo que el Señor te llamaba al sacerdocio?

Es una pregunta que no es fácil de responder, porque ha sido un proceso. Un proceso que cada cual que ha entrado lo ha vivido de una manera muy diferente, y en mi caso por lo menos, yo creo que ya tuve algún indicio desde mi infancia, si bien nunca me lo pregunté, ni tomé conciencia de eso, sino que hasta las 14–15 años. Y el proceso se dio más que nada por la participación en una parroquia, con la participación en las pastorales, en la confirmación, en diferentes grupos, sobre todo porque a medida que iba pasando el tiempo, me iba integrando más en la vida de la Iglesia. Sobre todo como acólito, iba también creciendo el sentimiento con el Señor. Y sobre todo ahí en la oración y gracias a la dirección espiritual. Así como –como decirlo– leyendo las señales de los tiempos, las diferentes circunstancias de la vida, uno va como aclarando las cosas, como que uno va tomando conciencia o dándose cuenta de cosas que antes se había fijado. Y a parte surge del corazón esa como chispa, ese ardor, ese deseo muy fuerte de darle la vida entera a Dios. Pero, es un proceso por lo menos en mi caso largo, que también requiere de mucha oración, de muchos cuestionamientos y también de mucha compañía de parte de un sacerdote –que es el padre Eduardo– y de una comunidad muy hermosa, que es Santa Rita.

- ¿Sientes que la comunidad entera te acompaña?

Si totalmente, o sea yo partí mi vida de fe en esa parroquia. Como que en esa parroquia comenzó mi vida de fe, como un católico de verdad y ellos me vieron crecer, desde muy niño ellos me vieron hasta ahora que tengo 22 años. Siempre me acompañaron, siempre rezaron por mí. Y estuvieron también en momento muy duros de mi vida, ahí junto a mí. Entonces también uno ahí vive la experiencia de la iglesia y se da cuenta también de la gran importancia que tiene el sacerdote, como el pastor, como el que estimula, impulsa, acompaña, aconseja a los hermanos.

- Hernán, tú estudiabas medicina en la Universidad Diego Portales, ¿Te licenciaste? ¿Qué te faltaba para terminar?

Los dos años de internado, y con eso uno ya se titula como médico cirujano, pero es lo mismo que médico general. Estudié cinco años.

- ¿Desde muy pequeño querías ser cura?

Desde los 14-15 años, porque antes de eso yo no había vivido la fe, no me había ni siquiera cuestionado la existencia de Dios. Pero cuando ya comencé a vivir mi fe y a vivirla en serio, que ahí fue como el click este es el lugar donde debería estar toda la vida, aquí soy pleno, feliz, siento paz y puedo ayudar a mucha gente, pero por sobre todo me siento muy cerca de Dios. Como que toda la vida adquiere sentido.

- Y en ese ayudar  a la gente, ¿también lo buscabas a través de la medicina?  

Claro, o sea cuando me dijeron que no entrara en cuarto medio. A parte que igual fue un periodo un poco duro, porque uno viene con todos los sueños e ilusiones, también me plantee eso, que la medicina por un lado tenía la gracia de que ya en tercer año uno va todas las mañanas al hospital, entonces lo que uno estudia un día al otro lo aplica inmediatamente para atender a la gente. La medicina es mucha práctica, permite ese contacto con la gente. Muchas veces uno ve los efectos de ese contacto.   

-¿Qué piensas que puedes entregar a la iglesia como seminarista y futuro sacerdote?

Me lo tomo con mucha humildad, uno es joven con el discernimiento se da cuenta que el Señor es el que llama y se pone al servicio de Dios y la Iglesia. Donde el Señor quiera que esté ahí será mi servicio, en una parroquia pequeña o grande, donde sea. Yo espero estar a la altura del camino trazado que tiene para mí.

-¿Cómo llegaste a la parroquia, por tus papás que participaban o porque tú te involucraste por la confirmación o lo pastoral?

Llegué a los 13 años a Nuestra Señora de la Paz, en Ñuñoa. Para prepararme para la primera comunión, porque yo quise. Les dije a mis papás, y tenía unos amigos que vivían allá que participaban de la parroquia. Santa Rita está en la esquina de mi casa, mientras me preparaba en la catequesis allá, empecé a ir a misa acá. Conversé con el padre Eduardo y me hice acólito. Y así se puede decir que empezó mi inserción en la parroquia Santa Rita.

-¿Tu familia es de vida dominical? ¿Tus papás son de ir a misa?

Mi papá va todos los domingos misa ahora, en ese tiempo no lo hacía. Pero debo reconocer que mi papá fue el que me motivó más a ser acólito, a él le gustaba mucho la idea. Aunque no éramos mucho de practicar la fe. Y de a poco mis padres empezaron a ir conmigo. 

-¿Cómo reaccionó tu familia?

Mi mamá falleció el 2008. Yo vivo con mi papá y mi hermana. Él reaccionó al principio muy hostilmente, no fue agresivo pero me intentó disuadir, porque claro me quedaban dos años para terminar medicina, que no era lógico y todo eso. Durante el año pasado cambió, y hoy está muy feliz, está contento. Mi hermana sentía que la estaba dejando sola, reaccionó un poco agresiva y también trató de convencerme de que terminara la universidad. Ella sentía que era un fin egoísta y me decía: “No entiendo la lógica esto de entrar al Seminario, si te va tan bien en la universidad y si tienes tanto amigos”. Cuando entré al Seminario igual estaban contentos, pero mi hermana estaba afectada, estaba como angustiada me decía que terminara, pero porque yo creo que le falta madurar el proceso de mi ingreso y que al final es un proceso de toda la familia.

-Tus amigos, ¿qué te comentaron?

En la universidad, ya sabían que quería ser sacerdote, yo le había contado hace tiempo. Cuando les di la respuesta del Seminario se pusieron muy contentos, algunos de ellos se emocionaron, porque éramos muy amigos. Una amiga cercana, me preguntaba si sinceramente era lo que quería, pero nunca fue con el afán de cuestionar, finalmente estaba muy de acuerdo con mi decisión. En la parroquia también sabían, así que para nadie fue una sorpresa. Mi mejor amigo de toda la vida, que éramos amigos de segundo básico, no le había contado. Tenía miedo de contarle, porque no sabía cómo podría reaccionar, pero su reacción fue espectacular. Hubo un momento de silencio, me abrazó y me felicitó. Algunos compañeros que tienen más distancia con la Iglesia, me cuestionaron un poco. Pero en lo general, fue una reacción muy buena.

-¿Cómo sentías en este ambiente universitario, con las personas que cuestionaban a la Iglesia?

Desde temprano en la formación médica se habla de la bioética, era complicado, porque era tomado desde un punto de vista que iba en contra de lo que siente la Iglesia, lo sentía como un desafío a mi fe y mi vida como católico,  me gustó porque me di cuenta que conocía muchas posturas, fue muy enriquecedor. Eso me ayudo a profundizar y afianzar mi vocación. Tuve que afirmar mi identidad católica, recibí insultos, tuve que defender a la Iglesia cuando pasaban cosas un poco escandalosas, pero me dio la oportunidad de demostrar muchas cosas. Me dio la posibilidad de explicar muchas cosas y explicar que la Iglesia no esta tan lejana a las personas, que tiene un rostro y que tiene respuestas para darle al mundo.

-¿Qué decías cuando la gente te sacaba en cara estos escándalos?

Siempre hay que ir por delante con la verdad, hay que mostrar el rostro humano de la iglesia, alguien me dijo: “La iglesia no es un club de santos, es un hospital para pecadores”, o sea no todos los que están en la iglesia son perfectos, eso demuestra que es más que una institución meramente humana. Después de mucho tiempo de seguir existiendo, después de tantos escándalos, sigue en pie porque el espíritu que la sostiene. Si hay un sustento auténtico como dijo el Papa Benedicto, es el mismo Señor, él es el autentico pastor de la Iglesia. Mi fe esta en Cristo, en su promesa y en su palabra.

-¿Cómo a pesar de las dificultades que enfrenta la Iglesia te atreviste a dar el paso en este camino del seguimiento del Señor?

La vocación es un llamado de dios, es un regalo, un don, no es algo que uno busque, realmente es un regalo. Como dijo el padre Carlos (formador), en nuestro retiro en Longotoma: “Nosotros no merecemos nada, si estamos aquí y si nosotros somos llamados, es sólo porque él nos ama.” Yo estoy seguro de eso al igual que mis compañeros, que si el nos llama es porque él sabe que podemos salir a adelante.

-¿Cómo viviste el nombramiento del Papa Francisco?

Nos habían dicho que cuando el Papa fuera nombrado iban a tocas las campanas por mucho rato. En el tiempo de descanso me fui a practicar algunos de los ejercicios espirituales, iba volviendo a la casa para empezar con la meditación. Entré a la capilla y empezó a sonar la campana, entonces pensé, Martín –compañero encargado de las campanas– se equivocó, se adelantó. Pero me di cuenta que fue muy largo el tiempo que duró. Y ahí me di cuenta que era Cristóbal –otro compañero que las tocaba– supe que ya teníamos Papa, así que salí corriendo y empecé a hacer señas como loco, porque se supone que estábamos en retiro de silencio. Llegué a la casa y nos juntamos todos en el living de la casa, rezamos un misterio por él. Y cuando salió nos quedamos todos helados. Todos especulábamos que de donde era, pero jamás pensamos que era argentino.

-¿Qué esperas de él?

Cada Papa es tan diferente. Sinceramente yo no conozco mucho al nuevo Papa, y claro, ahora uno va a saber de su historia y de todo lo que ha hecho. Estoy muy atento a su impronta a su sello. Lo que si tengo claro, es que él también sintió el llamado a la vocación, que ha estado muy ligado a los pobres. Espero que acerque mucho a la Iglesia con las personas.

Rodrigo Quintanilla preguntó a Ricardo Peralta:

-Ricardo, ¿Qué es lo que más te ha gustado y lo que más te ha costado de estos primeros días de Seminario?

Lo que me ha gustado mucho es el silencio, porque días previos al ingreso tuve muchas despedidas, comidas, mucho ruido con familiares, amigos, compañeros, en fin con todos. Después cuando uno entra, con la misa de ingreso, estas como una hora repartiendo muchos abrazos, saludos fotos y todo eso. Pero al finalizar el día se van todos, tus papás, los amigos, la gente de la parroquia y quedas solo con tus maletas. Y cuando pasa eso, llega un silencio que es hermoso, y ese silencio me ha encantado. Y lo otro es poder tener en el centro de la casa la capilla con el Santísimo, es bonito poder palpar esa sensación de entrega, renuncia total. La oración es importante, sobre todo en un hombre de fe, la parte espiritual ha sido muy fuerte. También ha sido una gran riqueza tener a estos seis nuevos compañeros, en los cuales compartimos la fe y este llamado. Lo más difícil es haber dejado la familia, la separación ha sido fuerte. Y creo que también para ellos ha sido difícil.

-¿Cómo se puede ser fiel al ministerio toda la vida?

Lo esencial es la intimidad con Dios. Si es él quien llamó, y es el sustento de la vocación, si es el fundamento, no puedo sacar el fundamento de la vocación porque se desmoronaría, si yo quiero llegar a ser un sacerdote santo y mantenerme fiel en el servicio, a fin de cuentas es un don. De ahí va a brotar la vida pastoral, el servicio.     

-¿Qué significa esta intimidad con Dios, como se lo explicas a las personas?

Significa oración, pero entendida como algo más que un dialogo. Es como la intimidad, es como el tomar conciencia de ser, como un ser más que uno mismo. Es en el secreto, en el silencio, tal como pasa entre los esposos. Esa es la unión perfecta entre ellos, lo mismo pasa con los  seminaristas y Dios. Llevar una vida de oración, cuando hay una gran comunicación. Uno va descubriendo quien es Dios, así podremos saber a quién amamos. 

-¿Cuánto años estuviste en la universidad?

Alcancé a estar tres años completos en la universidad, si hubiese seguido este hubiese sido mi cuarto año. Yo estuve con dos años de discernimiento vocacional fuerte, terminé mi pololeo y empecé mi acompañamiento.   
 
-¿Cuáles son las dificultades exteriores que piensas que te pueden afectar en este tiempo formación?

Creo que el tema de la soledad es complicado, porque muchos sacerdotes viven solos. Si bien están acompañados por la gente en la misa los domingos, después se van  sus casas y son sólo ellos. Esto uno igual lo vive dentro del proceso vocacional. Así también afloran otros cuestionamientos, como que no voy a tener hijos ni familia, si bien son temas o cuestionamientos más personales, más humanos. Igual son un tema, son pruebas y hay que saber encausarlas, porque en definitiva el celibato y la vida del sacerdote es también una apertura al amor, al amor que Cristo les dio a los demás, él se dio por el amor que nos tenía a nosotros.

-¿Qué le dirías a un joven que tiene inquietudes vocacionales?

La verdad es que este tiempo ha sido tan bonito que lo primero que le diría es que no sea leso, este proceso de postular al seminario y de contarles a los padres tiene muchas cosas buenas. El proceso es de mucho acompañamiento. Es una etapa en que hay que disfrutar mucho, es una gran alegría poder ir descubriendo este llamado, la vocación. Te vas dando cuenta que se va cumpliendo la promesa del Señor, porque en definitiva no hay mayor alegría que hacer la vocación del Señor. No hay que tener miedo a sentir ese llamado, yo tuve un poco de temor y quise muchas veces escapar, pero al final uno se da cuenta también es una bella realización.

-¿Cómo viviste el nombramiento del Papa Francisco?

Estábamos en nuestro retiro en Longotoma, que era de silencio. Tuvimos el almuerzo y después de eso hay un rato libre y cada uno hace lo que quiere. Yo me fui a la playa a rezar y pensar en lo que había vivido en el retiro y también pensado en mi vocación, que cosas tenía que mejorar, que quiere el Señor de mí. Y empiezo a sentir las campanas, miré el reloj y pensé que el encargado de las campanas se había equivocado, porque igual faltaba para entrar a  la meditación, y me fui a la casa y vi que la televisión estaba prendida y todos estaban reunidos viendo el nombramiento del Papa. Escuchamos sus primeras palabras, la indulgencia plenaria que dio y la bendición que le pidió al pueblo congregado en la Plaza San Pedro. Lo bonito fue que este retiro comenzó al mismo tiempo que el cónclave, espiritualmente lo vivimos muy fuerte, después de eso nos fuimos a la capilla a una adoración al santísimo.    

-¿Qué esperas de él?

Lo que más me llamó la atención fue el nombre del Papa, es primera vez que tenemos uno jesuita y con el nombre de Francisco. Yo lo asocie inmediatamente a San Francisco de Asís, y si uno ve su historia, él quiso venerar a la Iglesia y vivió fielmente el evangelio, la transformó y desde la pobreza él hace su aporte. Jesús no hubiese dejado el evangelio, lo tomo como un llamado a volver a vivir fielmente el evangelio. Y espero poder ser ordenado sacerdote en el pontificado de Francisco.   

Ricardo Peralta consulta a Rodrigo Quintanilla, diácono en tránsito al sacerdocio:

¿Cuáles han sido las alegrías más grandes en tu formación sacerdotal?

La amistad con Jesucristo que va creciendo con los años, porque cuando uno entra al Seminario tiene harto entusiasmo por seguir la vocación a la que uno siente que ha sido llamado, pero en este tiempo uno va confirmando la vocación y eso se debe a que uno va conociendo más y va profundizando en la oración, en los conocimientos y eso permite que uno tenga una amistad mucho más fuerte.

También me alegra ir descubriendo esta vocación de pastor. A mí no me ha tocado mucho estar en parroquias, pero sí en el Seminario donde pude acompañar a los seminaristas, ahora que estoy en parroquia es la alegría de la gente por la vocación de uno. En la ordenación diaconal lo vimos. Es muy bonito el cariño de la gente que hemos conocido en este tiempo de formación y antes de entrar al seminario.

Siento que he vivido muchas más alegrías que penas en este tiempo y esas alegrías me gusta transmitirlas, que se vea que uno es feliz en esto.   

Cuáles son los peligros y las dificultades en el camino hacia el sacerdocio

El padre Arturo, que era un sacerdote español del Seminario, me decía que había tres cosas que no había que perder: la amistad con el Señor, la amistad con los pares y sacerdotes y el acompañamiento espiritual. En la amistad con el Señor se toma en cuenta la vida de oración. Creo que eso ayuda mucho a llevar las dificultades y peligros que están en el mundo, porque somos personas y si descuidamos la oración nos podemos desviar del camino. Si no tenemos un amigo o una comunidad a quien contarle nuestros problemas, podemos aislarnos. Hay muchos sacerdotes que cuando han caído en problemas se han retraído y se han guardado las cosas para ellos, han descuidado la oración y la dirección espiritual. Creen que porque se ordenaron ya no lo necesitan, pero con mayor razón uno requiere un acompañamiento que te ayuda a ver luces, porque uno puede engañarse.

Peligros y dificultades creo que pueden ser las mismas de cualquier persona. Por ejemplo, el tema afectivo si uno no lo sabe llevar bien puede ser una dificultad. Que uno no sepa acompañar a otros y creerse dueño de esa persona o buscar en otras personas el consuelo o el refugio. También uno se puede refugiar en la plata o en distintas cosas o descuidar la pastoral y privilegiar lo propio a la de los demás. Lo mismo se da en el matrimonio. Si la pareja no conversa o no lleva en unidad su matrimonio cualquier descuido empiezan a mirar para el lado o a refugiarse en el trabajo, el dinero, etc.

¿De qué los podría alejar estos obstáculos?

Siento que nuestra vocación es configurarnos con Cristo buen pastor. Esta vocación no es nuestra solamente, sino una vocación al servicio de los otros. Estamos llamados a acompañar a este rebaño a esta parroquia y acompañar no solo a la gente que participa, sino a la que vive en el territorio parroquial: los que están alejados, los enfermos, los más pobres.

Nos aleja de nuestro centro que es llevar a Jesucristo a quienes lo necesitan  y a las personas de la comunidad, acompañar en momentos de alegría o de tristeza. Uno es el propio peligro cuando se está pendiente de uno mismo. Por eso es importante no alejarse de la oración, de los amigos que te corrigen y del director espiritual.

¿Qué quiere Jesús de los sacerdotes hoy?   

Creo que quiere que nos adaptemos al mundo en que estamos viviendo y seamos evangelizadores. A veces nos cerramos mucho en moldear un tipo de sacerdote. Jesús quiere que vayamos hacia las personas. Sin dejar de ser sacerdotes, no significa que no podamos alegrarnos con las personas ni comunicar el Evangelio y ayudar a las personas que dentro su vocación puedan seguir el camino de santidad de Jesucristo.  La dueña de casa tiene que seguir al Señor siendo dueña de casa y cómo le ayudamos en eso. En la Biblia uno ve que Jesús se acerca al publicano, a la samaritana, les respetó su persona. A la mujer pecadora le dijo que no pecara más, pero en ningún momento le cuestionó su esencia de persona. Uno condena al pecado, no al pecador. Eso es lo que Jesús quiere en este tiempo, que está bien difícil. Tenemos que tener una mentalidad atenta a las modas, a  lo que el mundo va entregando, pero sin perder atención a lo que Jesús quiere que entregamos.  

¿Qué dirías a los jóvenes que se han preguntado alguna vez por la vocación?

Creo importante que todos alguna vez nos hagamos la pregunta sobre la vocación. Y si alguna vez un joven siente el llamado, creo que no hay que pensar tanto, porque ahí uno le busca “la quinta pata al gato”. Hay que dejárselo al Señor no más y dejarse llevar. Hay que saber dar el paso, confiar. Yo también entré con miedo, obviamente uno entra con la esperanza de ser sacerdote, pero pensando en hacer la voluntad de Dios, que pudo ser un paso en la vida y a lo mejor no. Hay que ser valiente y echarle para adelante. El Señor es tan bueno que si no fuera por aquí el camino, uno sabría.

¿Qué esperas del nuevo Papa?

Me ha impactado positivamente la forma en que ha comenzado su pontificado porque lo veo muy cercano. Llama la atención que sea argentino. Pero su cercanía me da mucha esperanza. Justamente estaba conversando sobre aprender a escuchar y a dialogar. Creo que él es una respuesta a muchas de las necesidades de la gente católica y no católica. Esta misma actitud sencilla ha logrado que mucha gente lo sienta cerca en poco tiempo. Para mí es importante. El ha acercado el pontificado a la gente. Uno lo ve por televisión y lo siente cercano. Uno siente que algo positivo y grande va a pasar en la Iglesia. Ojalá que venga a Chile. Me da la impresión que va a hacer cosas importantes. El diálogo con otras religiones y la cercanía que puede tener hacia las personas. El es un ejemplo para nosotros.

Hernán Jiménez interroga a Ricardo Acosta

¿Qué se siente estar cerca de recibir el sacramento del orden?

Se trata de una doble sensación. Por una parte, lo que se siente es paz. Paz de saber que lo que uno puede dar en el ministerio no es gracias a los propios méritos, sino gracia a los  dones que recibiremos de Dios desde  nuestra ordenación y para siempre, y por tanto vamos descubriendo que el mérito es solo de Él y que nosotros somos solo puentes, elementos de unión del cuerpo (su Iglesia, todos nosotros), con la cabeza que es Cristo.

El descubrir que nosotros somos elementos insuficientes (tal como lo afirmó el Papa emérito Benedicto XVI en el  inicio de su pontificado), nos permite darnos cuenta que este no es un buque que conducimos nosotros, al contrario, se trata de dejarnos conducir por Él para poder llevar a los cristianos a puerto seguro, que es el corazón del Crucificado. Por ello la importancia de saber que para conducir, hay que dejarse conducir.

La otra sensación es la responsabilidad, que en una primera instancia nos deja helados por la dimensión que esto significa, ya que tendremos que rendir cuenta de aquello que se nos confió: Las comunidades, el acompañamiento, la confesión, los enfermos, los que sufren, el hecho mismo de que la gente abra su corazón y te permita entrar para hacer camino con Dios de la mano, son temas que sin duda alguna nos exige responsabilidad y sobre todo disponibilidad.

Este tiempo de preparación es tiempo de configuración con el corazón de Cristo, tiempo para disponerse a lo que el Señor quiera de ti, es tiempo de ir decantando cómo el Señor ha hecho camino contigo, con mis pequeñeces y debilidades, con lo bueno y con lo malo, de manera de llegar al día de la ordenación despojado totalmente de sí, para la total entrega de sí, diciendo con convicción y amor al Señor: “Esto que soy, esto te doy”. 

¿Qué nos recomendarías ahora que damos inicio a la formación sacerdotal?

“NO LE QUITEN LA VISTA A DIOS”. En el momento en que le quitamos la vista al Señor pasan a ser otras cosas el centro de nuestras vidas  y entonces empezamos a vivir en función de aquellas cosas superfluas y siempre haciéndonos la pregunta ¿y por qué no?

El riesgo que esto significa, es que dividimos el amor (tal como lo leí en una oportunidad). El amor es siempre divino y humano y así se debe entender, siempre en una reciprocidad. Sin embargo, vivimos en una sociedad en el que solo queremos ser amados por Dios, mientras que a nosotros nos cuesta amarlo, consumidos por el cotidiano o propuestas tentadoras.

Lo que quiero decir con esto, es que cuiden los espacios de oración, de adoración, las Misas, la comunión, en el fondo los lugares de encuentro con Él. Sólo así haremos de este amor un único amor, que nos re-encantará día a día y por tanto nos hará perseverantes y fieles a Él en nuestra formación y sobre todo en nuestra vocación.

Finalmente recordarles que lo bueno de mantenernos en esta relación con Dios, es que amándolo a Él, amamos al prójimo y en eso consiste nuestra vocación. Por esto, les recuerdo  la pregunta que nos hace San Juan en su Evangelio: “¿cómo puedes decir que amas a Dios si no amas al prójimo?” Para ello hay que tener experiencia de ese amor, amor que descubriremos en el otro, amor de alguien que nos amó primero.

¿Qué ha significado la Santísima Virgen en su vida y en su vocación?

Toda mi vida estuvo marcada por la presencia de la Virgen María. Mi primer servicio pastoral fue en la Parroquia Nuestra Señora de las Mercedes en Vitacura donde me confirmé y participé de un grupo de vida. Allí conocí a muchos sacerdotes que inculcaron y marcaron en mí una franca devoción a nuestra madre. Luego de un tiempo, participé en la parroquia Santa María de las Condes, donde claramente la Virgen María acompañó mi discernimiento vocacional. Al mismo tiempo participé en la comunidad de Schoenstatt, allí hice mi alianza de amor con la Mater.

En el año 2005, año de mi ingreso al seminario, siempre se nos inculcó la devoción mariana. Tengo muy presente una frase de San Alberto Hurtado que dice: “María, has de mi vida una misa prolongada”, palabras que pasaron a ser nuestro lema y distintivo de curso. Ella es madre de todos nosotros y en la medida en que la hacemos parte de nuestra vida, de nuestros logros y fracasos, es ella quien pasa a ser nuestra formadora para siempre, ya que hacemos vida ese lema en todo momento y en todo lugar. Es ella quien nos lleva y nos muestra a Jesús. Es ella quien finalmente toma nuestras vidas en sus manos haciendo que nos sintamos tan protegidos,  que es imposible dejar de decir como ella: “hágase en mí según tu palabra”

Finalmente, y a modo de anécdota, hace ya una semana, don Ricardo Ezzati, me pidió que sirviera una comunidad maravillosa en Puente Alto y adivinen qué: se llama “Nuestra Señora de las Mercedes”. Esto ya no es coincidencia, sino que es la demostración del inmenso amor que ella me tiene y la inmensa devoción que yo le tengo.

¿Qué esperas del nuevo Papa?

Francamente, el Santo Padre Francisco nos ha impresionado a todos. No se trata solo de su humildad, sino que de su cercanía, sencillez y acogida. Siento que enseña desde lo concreto, es decir, desde el ejemplo que él da en cada una de sus apariciones públicas y que es también testimonio de quienes están cerca.

Creo que viene a romper esquemas, a demostrarnos que la Iglesia aún está viva y quizás más que nunca debido a todos los problemas que han suscitado desconfianza y en algunos casos repudio. Siento que viene en estos tiempos difíciles a poner los puntos sobre la “íes” a exigir más de los obispos y sus iglesias particulares, de nosotros futuros curas y de aquellos que ya llevan años en el ministerio, para nuevamente poner los ojos en Cristo (tal como se los mencionaba anteriormente).

Espero, como dice San Alberto Hurtado, que sea un pastor con “la mano firme en el timón”, convencido del poder que tiene para transformar nuestra iglesia y con clara certeza de que es Dios quien la conduce y que hoy le está pidiendo a Francisco, que vuelva a hacer de ella una iglesia creíble, sencilla, acogedora como madre y misericordiosa como el Padre, que busque la verdad y aborrezca el mal y que le haga frente con amor, justicia y paz.
 

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