AGOSTO 2007 / NÚMERO 6

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Al servicio de la salud integral de la persona

La medicina va más allá de un simple diagnóstico o de la medicación que se le pueda dar a un paciente. Cómo enfrentar una enfermedad con dignidad, cómo apoyar al enfermo y a su familia de manera integral, especialmente cuando quien padece el dolor es un niño, es una experiencia que le doctor José Alvear ha vivido de cerca en su servicio en el Hospital Roberto del Río, a través de su unidad de acompañamiento espiritual. Además desde hace cinco años es diácono.

“Soy cirujano dentista y trabajo hace 25 años en el servicio de urgencia del hospital por lo que me toca de cerca todo lo que se relacione con casos de urgencia odontológica y de traumatismo maxilofacial, las 24 horas. Por ser éste un hospital pediátrico, uno está cerca del dolor que lleva una familia cuando uno de sus hijos sufre alguna enfermedad y eso nos toca profundamente sobretodo a quienes somos papá. A través de los años me he dado cuenta que un enfermo no es un órgano, no es un sistema dañado sino una persona en su total integridad”. Esta convicción sumada a su vida de fe en el diaconado se tradujo en una vocación de acompañamiento a las personas que viven un periodo de dolor ante una enfermedad propia, de un ser querido o de un paciente. “Estos periodos son crisis en la familia, en el enfermo y en los funcionarios a raíz del estrés de estar sometido a  vivir con el dolor, el sufrimiento y la muerte a diario”. Viendo todo esto nació la necesidad de  acompañar a los padres de menores enfermos y así se creó la unidad de acompañamiento espiritual, de la cual hoy es jefe  y  además de  ser el Capellán del hospital, y encargado de la unidad a nivel del ministerio de salud. 

“Cada vez que un médico tratante ve mucho sufrimiento tanto en el paciente como en sus familiares y ve la necesidad de acompañar a esas personas acude a quienes componemos la unidad para ir a apoyar profesionalmente, tratando de que las personas comprendan las etapas de la enfermedad, de entablar una relación de ayuda, de insertar los temas de enfermedad y fe en la familia afectada porque muchas veces se trata de casos de niños con enfermedades graves, muy avanzadas, terminales o que requieren cuidados paliativos. Hacemos un caminar junto a ellos, siendo una presencia cercana, entablando un a relación en la cual puedan expresar sus temores que les permita generar un proceso de sanación,  de mejorar su relación con Dios, que comprendan que una enfermedad no es un castigo . En esta experiencia de ayuda he conocido a Maribel y Hans, su hijito de dos años, quienes han vivido todo el proceso de un diagnostico complicado ante una una enfermedad muy limitante, el tiene un daño cerebral y nos pidieron a todo el equipo de asistencia espiritual acompañar a esta mamita joven, que es muy empeñosa y entregada al bienestar de su hijo. En este trabajo juntos hemos ido entregándoles las herramientas a Maribel para que tenga la fortaleza de ir desarrollándose y asumiendo esto porque en un inicio no quería reconocer lo que los médicos le estaban diciendo. Ha sido un proceso de ir caminando junto a ella en lo que significa el avance de la enfermedad y demostrarle que no es un castigo divino y que Dios está presente en este sufrimiento, darle un sentido salvífico, es decir con la presencia de la enfermedad el pequeño en la vida de ella es el mismo Cristo que está ahí. Somos herramientas de Dios para decirle que no está solita en esto... uno ve que el niño ha ido evolucionando, es un niño que se ríe, que si tu le haces cariño, te mira y se mueve, y que  te reconoce y eso a la mamita le da la fuerza para seguir adelante. Tiene una familia que nosotros le hemos ido generando en este tiempo y demostrarle que cada uno hemos sido una herramienta de Dios en la sanación de su hijo y de ella también.

¿De qué manera lo ha marcado este testimonio de Maribel y su hijo?

Salimos fuertemente fortalecidos quienes tenemos la posibilidad de participar , sentirnos muy útiles en la recuperación de enfermedades, esto genera fuerzas para seguir luchando te permite ver resultados, vas viendo una percepción positiva de las familias y de tus propios colegas, no solo en el caso de Hans sino de tantos ostros pequeñitos, alguno desahuciados, en que nos involucramos, empezamos a acompañar a la familia, a orar y vemos la lucha por la vida que dan y van creciendo, con todas las secuelas de una enfermedad grave, pero contentos de estar en sus hogares.

Maribel, madre de Hans

Maribel Pizarro es una joven de 24 años, nació y vivió en la ciudad de Ovalle, no conoció a su madre biológica, sin embargo se crió al alero de una familia con la que compartió y creció. Hace dos años fue mamá de un bebé que hoy lleva por nombre Hans.

De dos años, diez meses, el pequeño Hans se encuentra con un atención médica constante en el Hospital Roberto del Río ya que presenta un daño cerebral severo. “Aparentemente mi hijo había nacido normal, solo con algunos rasgos débiles porque fue prematuro, pero yo notaba que algo tenía, me daba cuenta que no lograba desarrollar sicomotricidad, su cabecita siempre estaba para atrás, estaba irritable, con mucho llanto y con movimientos que no correspondían, hasta que un día convulsionó y quedó muy mal”

Luego de extenuantes meses de exámenes y estudios por fin se llegó a un diagnóstico final y difícil de aceptar para Maribel “los doctores me dijeron que Hans tenía una parálisis cerebral que no le permitía coordinar sus extremidades, además de un síndrome convulsivo y desnutrición crónica. Debido a esto ahora es alimentado a través de una sonda que va directo a su estómago. Creo que para mí fue más doloroso que para él quizás saber que no iba a poder comer por su boca, que no iba a asentir los sabores, todavía sigo odiando esa sonda pero gracias a Dios le ha permitido subir de peso y así no debilitarse”. También va a rehabilitación a la Teletón.

El doctor José Alvear y un equipo de personas que pertenecen a la unidad de acompañamiento del hospital han acompañado a Maribel y su hijo durante los largos meses que ha vivido en Santiago desde que se definió el diagnóstico médico, proceso que no ha sido nada de fácil de aceptar y comprender para ella, pero que con el tiempo y el apoyo de estas personas ha sobrellevado para luchar y dedicar su vida a su pequeño hijo. “en los momentos más duros me acuerdo que me preguntaba ¿dónde está Dios? hasta que una hermana llegó  a la sala donde estaba hospitalizado Hans, lo conoció y se encariñó y desde ahí nos ha acompañado junto al doctor. Gracias a ellos aprendí que Dios no se me va a aparecer y a decir aquí estoy, te voy a ayudar, sino que pone en tu camino a las personas precisas y los mensajes exactos. Nuestra familia son el doctor, la hermana y toda la gente que nos a ayudado en el hospital y en la casa de acogida en donde vivo. Ellos me han visto caer, levantarme, desilusionarme. El doctor Alvear siempre se ha preocupado por nosotros, siempre que nos ve en el hospital se acerca a Hans para hacerle cariño y para mi que alguien quiera a  mi hijo es muy lindo. Hay muchas personas que se acercan a mi hijo diciendo pobrecito y  a mi personalmente no me gusta ese término porque él tiene a su mamá pero el doctor cuando se acerca a Hans siempre es con respeto, eso se valora. Contamos con él de todas maneras, si tengo alguna consulta o preocupación el siempre va a tener un consejo para darme o si necesito cosas mínimas como pañales o un café mientras Hans es hospitalizado el está ahí para tender una mano. El y las demás personas que nos acompañan son una de las razones de porqué aún sigo aquí en Santiago porque no tengo  más familia que ésta”.