AGOSTO 2007 / NÚMERO 6

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Raquel González: “Lo que más tengo es amistad y cariño”

Raquel González (24 años, casada, 4 hijos que viven con ella de 6 años, 4, 3 y 1 año tres meses)

“Los vi rezando en la calle, por primera vez, hace dos años. Los vi compartiendo con la gente de la calle en oración. Siempre estaban pidiendo por todos nosotros con cariño. Ahí entablamos una amistad.

Ellos tratan con gente que quizás es inferior y para ellos eso no importa, sino que lo que importa es estar con la gente que realmente necesita.

A la tía Roxana la conocí porque fue un viernes con Misión Urbana a la calle y conoció al Byron, mi segundo hijo. Y entre conversa y conversa salió que el viernes siguiente Byron estaba de cumpleaños. Mi hijo estaba jugando feliz a la pelota con una botella plástica y eso a ellos les llamó la atención. Al viernes siguiente ellos volvieron y de regalo le llevaron al Byron una pelota de fútbol, dulces y le pidió el número de teléfono para seguir hablando con nosotros. De ahí surgió una bonita amistad. Siempre estamos en contacto. Ella siempre nos va a ver, si los niños están enfermos me llama siempre, por ejemplo, me fue a ver cuando nació mi guagua (la menor)”.

Trabajar en la calle es sacrificado

“Trabajar en la calle es sacrificado y muchas veces humillante porque la gente te grita cosas que anda a trabajar, que eres una mujer joven, pero ellos no saben realmente lo que uno vive a diario. Uno también tiene hijos. A veces uno se va prácticamente con nada. Cuando me han tratado mal yo también respondo de la misma manera, porque yo también soy mamá y las puertas se cierran ya sea por eso o por no tener cuarto medio. Ellos creen que las cosas son fáciles.

Llevo un mes sin salir porque no quiero exponerme más de lo que ya me he expuesto. Mis hijos van creciendo y ellos se dan cuenta. Uno se expone a que la gente le grite, a irse presa. Una vez me llevaron presa con Byron y tuve que ir a buscarlo al otro día al Juzgado de Menores y me prohibieron salir a la calle, pero si yo no lo hacía nadie le daba a mis hijos.   

Llegué a pedir a la calle por necesidad hace 7 años. No tengo mis papás vivos. Mi mamá murió hace 15 años y a mi papá lo mataron hace cuatro años. Yo no molesto a nadie. Con mis hermanos no hay relación. Cada uno va por su lado. Cuando murió mi mamá me crié con mi hermana en un Hogar de Menores y mi hermano quedó en otro. Años después nos reencontramos. Estudié hasta 8º básico, después me puse  atrabajar en una casa particular y también trabajé de temporera en la uva. Ahora no puedo hacer eso porque tengo niños.

El papá de mis hijos mayores no me ayudaba y él mismo me dijo que fuera a la calle. Empecé vendiendo parches curitas y pañuelos desechables.

A los 18 años tuve mi primer hijo. Tengo mi pareja definitiva, el papá de los dos niños más chicos. Pero es como si estuviera sola porque él es un poco flojo por decirlo así para trabajar. Ahora yo le dije que si él no trabajaba, no se comía, porque yo no me iba a exponer más. Además el mayor y el menor de los niños son crónicos asmáticos. El otro papá aparece una vez cada tres meses y da 10 mil pesos para comprar pañales. Nada más.

Más allá de la calle

Mi visión de la vida va mucho más allá de la calle. Quiero, en primer lugar, tener mi casa, que es por lo que estamos luchando ahora. Y me gustaría tener un negocio en mi casa y así de a poquito ir surgiendo. Tener un almacén, aunque sea pequeñito al principio y de a poquito ir subiendo. Y después, cuando mis hijos estén un poquito más grandes, pertenecer al grupo que me ayudó a mí. Pertenecer a la parroquia San Isidro, a Misión Urbana y poder hacer lo que hicieron conmigo: ayudar a los demás sin importar si se va a recibir algo a cambio.

Cuando me he sentido ahogada, los tíos siempre han estado acá. Lo que más tengo es amistad y cariño de parte de ellos. Cuando mis hijos han estado en el Hospital siempre me llaman, me dan algo para los niños, etc. No es solamente lo material, sino la amistad personal lo que ellos dan. Ellos siempre están ahí para orientarme”.

He aprendido hartas cosas

“He aprendido hartas cosas, que hay gente de otro nivel, por decirlo así, que puede entenderme. A cualquier persona yo no le paso a mis hijos, en cambio a ella se los entrego a ojos cerrados porque sé cómo es.

Uno de los momentos más difíciles que he tenido y cuando Roxana me ha acompañado fue cuando mi hijo mayor estaba en el Hospital El Pino por una afección respiratoria. Como no podía ir, hablábamos por teléfono todos los días y hablaba con Patricio también. Ella nos daba fuerzas y ánimo. Si ella no hubiese estado, nadie me hubiese dicho una palabra de aliento.

Al conocer a Roxana mis esperanzas crecieron, me siento más acompañada, tengo más ganas de vivir. Cuando quedé embarazada de Juan Ignacio yo no quería a mi guagua, no quería estar embarazada. En cambio ella me decía: hay que asumirlo, te va a alegrar la vida, de alguna manera vamos a salir adelante. 

Los momentos más bonitos son cuando nos juntamos para los cumpleaños o para la Navidad. Cuando mis hijos son felices yo también lo soy, se me olvida todo lo demás.

Algo especial para mí fue cuando nació Juan Ignacio y llegaron ellos al Hospital. Roxana es como lo que yo no tengo. Me regala alegría”.

Roxana Meza: “Es tan apegada a sus hijos como lo soy yo con las mías”

Roxana Meza (43 años, casada, dos niñas)

“A mi marido le llamaron la atención los niños que estaban jugando fútbol con una botella de bebida. Y como a él le gusta mucho el fútbol enganchó inmediatamente. A la semana siguiente estaba de cumpleaños Byron y llegamos con una pelota de fútbol de regalo para él. Lo que más me llamó la atención es que es tan linda, estaba embarazada de Luchito y nosotras enganchamos por los niños. Desde ahí nunca nos hemos dejado de ver.

Tengo un nexo especial con ella porque la Raquel es súper buena mamá. Es tan apegada a sus hijos como lo soy yo con las mías. Nos parecemos. Tenemos las mismas problemáticas con el ingreso de los niños al colegio, con las tareas y yo le traspaso mis enseñanzas, mi modo de vida a ella. Y ella también me enseña cosas a mí. He tratado de traspasarle lo que yo sé como mamá. Como la importancia del estudio y que no estén en la calle. Son cosas chicas las que le tengo que traspasar, porque la Raquel es una mujer súper inteligente. Somos amigas, soy como la tía, la hermana mayor o la mamá.

Por lejanía: yo vivo en Pudahuel y ella vive en El Bosque no nos vemos más seguido. Si pudiera darle más cosas se las daría. En este tiempo estamos planificando ir al cine juntos.

Siempre pienso en la Raquel. (La amistad) se fue dando con el tiempo, no fue planificado. Es una confianza súper grande que ella me tiene entregándome a sus hijos para que yo los cuide. Mis hijas son súper tranquilas. Yo estaba acostumbrada a echarme en la playa y ahora que me los llevé a ellos (los 4 hijos de Raquel) tuve que estar parada toda la tarde porque son hombres e inquietos, pero yo feliz. La Raquel, Rubén y sus hijos son parte de mi familia. A lo mejor no tenemos tantas cosas materiales para darles, pero igual vamos a verlos y ellos nos están esperando”.

Educar en la solidaridad

“Yo a las niñas también las llevo a los recorridos que hacemos de noche, porque vengo de una mamá que entregaba mucho cariño y afecto. Entonces lo que podemos, lo entregamos y no sólo eso, sino que significa estar más con la gente. Escucharnos aunque sea tres minutos y compartir.

Los niños de la Raquel me cautivan. A mi familia, Raquel le ha regalado seis miembros más. Tengo una hermana chica a quien acoger. Me hacen rabiar, pelear, pero eso es rico. He aprendido otra faceta de ser mamá. Me siento mamá 100% de ellos. Los reto igual que si fueran míos. No hago ninguna diferencia.

La sociedad actual y la clase media están tan apegadas a lo material, donde todo es bello y planificado. Pero la vida no es así. La gente cree que es fácil estar en la calle, pero no es así. Ahora estamos peleando para que Raquel obtenga su casa. Por medio de Serviu estamos viendo qué se puede conseguir.

Raquel ha llenado mi vida en un 100%. Estamos en una sociedad demasiado superficial. Siento que Raquel me muestra el otro lado de la moneda.

Uno de los momentos más felices fue la Navidad pasada, cuando nosotros llegamos con nuestros regalitos y ella también tenía regalos para los cuatro. Habían agendas para las niñitas, cosas que yo no esperaba… Pensaba que yo iba a llegar con una sorpresa y terminé siendo yo la sorprendida.

En un mundo donde las relaciones humanas son cada vez más desechables, el lazo que hemos creado con Raquel es para siempre. Es un regalo de Dios y lo quiero cuidar. Uno no puede cortar relaciones cuando uno quiera porque ya están, ya son así. Raquel me tiene a mí en la vida.

Yo creo que Dios quiso que nos juntáramos y que estuviéramos así para siempre. Ella tiene un tipo de carencias y yo otro. Si estamos juntas nos alimentamos  y salimos adelante.

Yo tampoco tuve mamá como Raquel, fueron tiempos duros, pero gracias a Dios el tiempo me ha dado muchas cosas: un marido, hijas inteligentes, puedo elegir su colegio, pero cuando chica lo pasé mal. Dios me ha dado harta fuerza”.