Agosto 2008 / NÚMERO 18

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La alegría
El verdadero realismo mágico de Colombia

Este país vive un momento donde la negociación es una vía posible para la pacificación.

Por Clara Bustos

Años de violencia y dolor, tantos que el pueblo gritó al unísono “Sí a la paz”. Sin embargo, aunque parezca paradójico, esa nación es alegre y esperanzada. Una encuesta realizada por la Universidad de Michigan señaló que Colombia es el tercer país más feliz en el mundo y el primero en América Latina. Según los investigadores a cargo, en las sociedades subdesarrolladas el estudio muestra que la felicidad está estrechamente vinculada con la solidaridad del grupo, la religión y el orgullo nacional. Para el analista Libardo Buitrago, hay una explicación clara. “Es la cultura la gran base fundacional del pueblo. El gran hilo conector es el orgullo que tiene el pueblo colombiano por su tierra”, manifestó. “El realismo es la violencia en todas sus formas; lo mágico, un pueblo maravilloso que aún con esa tragedia, es capaz de superarla. García Márquez no podría haber nacido en ningún otro lugar”, asegura.

Afirma que hoy Colombia está saliendo de una crisis, y que el peor momento fue hace 6 años, cuando “daba la impresión que la violencia se imponía: la guerrilla controlaba el 60% del territorio, los grupos paramilitares eran dueños de otro porcentaje importante, así como las bandas criminales y el Ejército de Liberación Nacional”.

Hora de negociar

Considera que las medidas tomadas por el Presidente Álvaro Uribe por medio de la Política de Seguridad Democrática dieron pie a la actual situación, la que a su juicio es una alentadora oportunidad si todas las partes se sientan a negociar; percepción que comparte la Iglesia.

El presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, monseñor Rubén Salazar, expresó que “el mundo ha cambiado sustancialmente en los últimos años y las guerrillas se han quedado ancladas en el pasado. Han perdido el contacto con la realidad. La violencia nunca podrá ser el camino para alcanzar una renovación profunda de la sociedad hacia la justicia y la paz. La guerrilla debe reconocer que ha llegado el momento de liberar a todos los secuestrados y de sentarse a la mesa de negociaciones. De esta manera todavía pueden dar su contribución al futuro del país”.

En esta misma línea, comentó el analista: “Para la salud de la política colombiana, el cuadro ideal es una negociación, dado que la penetración del narcotráfico y la laxitud de los mandos intermedios de las FARC,  pueden hacer que terminen convertidas en unas bandas de criminales regadas por el suelo colombiano al servicio del narcotráfico”. 

“Por la vía armada ya no tienen ningún piso en Colombia desde hace mucho, y Uribe les quitó el internacional que intentaron ganar. El mundo comenzó a pedir la liberación de los secuestrados, emblemáticamente colocados en la figura de Ingrid Betancurt”, precisó.

“Coincido mucho con el llamado que han hecho los Obispos, porque ayuda a construir espacios de un futuro donde quepan todos. Yo no quiero excluir a la FARC de un proceso democrático. Este es el momento de que los espíritus incendiarios que están desatados en Colombia desde hace mucho más que 60 años, se pacifiquen y empiecen a pensar en algo: ya no resultó la lucha armada, debe resultar la lucha ciudadana, que es la que se gana con propuestas, con votos, con alternativas, con ideas”, concluyó.

Colombianos oran por la paz

El 20 de julio, día de las Fiestas Patrias de Colombia, en la parroquia Latinoamericana de la Arquidiócesis de  Santiago, cientos de colombianos celebraron el aniversario de su independencia y oraron por la paz nacional, a los pies de la Virgen del Rosario de Chiquinquirá, patrona  nacional.

Reunidos en una eucaristía, que contó con la presencia del embajador de Colombia en Chile, Carlos Julio Gaitán, los participantes revivieron los valores patrios y expusieron sus alegrías y pesares.

La misa fue presidida por el secretario de la Nunciatura Apostólica, monseñor Mauricio Rueda, quien hizo un llamado a la paz y a la construcción de una Colombia con más vida y menos muerte, más transparencia y menos corrupción, más justicia y menos inequidad social, más luz y menos tinieblas.

Concluida la eucaristía, se realizó por las cercanías de la parroquia una marcha por la paz. Chile se unió así a los numerosos actos efectuados en el mundo. Posteriormente, en los salones de la parroquia hubo una fiesta con comidas, música y bailes tradicionales.