Agosto 2009 / NÚMERO 30

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Les anunciamos el amor de Dios y les cambia la vida

Testimonio de Fernando Vial, gestor inmobiliario y de seguros de vida, integrante de uno de los tres equipos de catequistas del Camino Neocatecumenal que desde noviembre del año pasado están evangelizado en los penales Colina 1, Colina 2 y San Miguel.

“Los internos son como esponja. Es tal la necesidad de conocer la Palabra del Señor que te estrujan. Termino la catequesis y piden más. Uno de ellos, que parece que mató a toda una familia en el sur, tiene cadena perpetua y ha acogido con mucha fuerza la predicación. Hay una sed de Dios muy fuerte.

Un interno que lleva 23 años preso y que asiste a las catequesis, salió por primera vez con  permiso dominical para ver a su familia y nadie lo ‘pescó’. A las dos horas estaba de vuelta en la cárcel. Hay una pobreza humana y espiritual enorme. La gente está feliz de vernos todas las semanas”.

“Más cristianos que yo”

“A mí me ha cambiado la vida. Veo tanta necesidad que no me puedo quejar de nada. Veo lo pobre que soy. Pienso que yo debiera estar metido con ellos en la cárcel y, sin embargo, estoy libre, porque mis pecados no son conocidos. Encuentro que le Señor los quiere enormemente y por gracia me ha librado (de la cárcel). Para mí ha sido algo muy fuerte.

Encuentro testimonios que me conmueven y los encuentro muchas veces más cristianos que yo, porque ellos tienen su pecado a la vista. Mis pecados nadie los conoce y me puedo ‘hacer el leso’. Pero ellos son como son, se han ‘echado’ a varias personas, han estado metidos en la droga, etc.

Les anunciamos, la Buena Nueva, que Dios los quiere ‘a concho’ y pasa por encima de todo el desastre que han hecho en su vida, que no hay nadie que los quiera más que Él, a fondo, y que les está dando una maravilla, que es la vida eterna. Es el “kerygma” (proclamación de la muerte y resurrección de Jesucristo), que nos transforma la vida. Mucha gente que está afuera, que no entiende el kerygma, está mucho más prisionera que estos reos que están acogiendo la Palabra”.

Descubren la maravilla de ser cristianos

“Yo veo que los internos se creen la predicación, las catequesis. Contrastan la Palabra de  Dios con sus propias vidas y acogen esa Palabra. Uno de ellos dice que cuando está muy deprimido encuentra una gran ayuda en el salmo (121) que dice: “Levanto mis ojos a los montes. ¿De dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor”.

Se apoyan en Dios y ven que Él es la salida. Cuando uno está metido en el fango y encuentras que alguien te tira la mano y descubres al Señor, esa es tu conversión. El problema es que la mayoría de la gente no se siente en el fango, sino en la ‘cresta de la ola’. Entonces andan por ahí no más por la vida. Pero cuando estás metido en el fango y, como el Hijo Pródigo, vuelves a la casa de tu padre y te abraza, ese abrazo vale mucho. Es una vivencia muy fuerte de ellos y nosotros. Uno nota en ellos la necesidad de la Palabra y la alegría de recibirla, de saber que Dios, que los creó, los quiere. Ven la maravilla de lo que es ser cristianos”.

No sabía lo que era el perdón

“Tuvimos una liturgia penitencial, que la preparamos con ellos. Después lloraban de emoción por el perdón recibido. Uno, después de confesarse, decía: ‘Mi padre era interventor en una textil y yo tenía 12 o 13 años. Llegaron los milicos y lo mataron. Quedé con ‘sangre en el ojo’ y me ‘eché’ a dos uniformados. Y aquí estoy con cadena perpetua. Yo no he perdonado nunca en mi vida y hoy día he visto lo que es el perdón’”.