Agosto 2010 / NÚMERO 42

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Entrevista al Padre Rodrigo Tupper, vicario de la Pastoral Social y de los Trabajadores

Solidaridad, la receta frente a una pobreza que clama al cielo

Señala que  para superar la creciente brecha entre ricos y pobres es necesario salir del egoísmo y centrar el desarrollo en el compartir.

 

La Encuesta Casen indica que han aumentado los pobres en Chile, ¿cuál es su primera apreciación de esta realidad?

En el Consejo de Equidad al que convocó la ex Presidenta Bachelet, uno de los temas que se discutió en la comisión en que me tocó participar fue que la línea de medición de la pobreza estaba un poquito obsoleta y había que revisarla. Y eso surgía con la preocupación de que efectivamente había más pobres de los que las encuestas nos dicen.

Hoy día los resultados de la encuesta Casen de nuevo nos dice que hay que revisar el modelo para medir la pobreza en Chile. Aquí tenemos que tener un gran consenso nacional. Hace tiempo que los obispos vienen hablando de la importancia de alcanzar un acuerdo nacional sobre los temas más graves del país y qué duda cabe que uno de ellos sigue siendo la pobreza, con todos los avances que ha habido. Eso todos lo reconocemos, especialmente aquellos que han salido de los niveles de pobreza, pero persiste un núcleo de pobreza en el país que nos tiene que escandalizar. Los obispos ponen la atención en la inmensa inequidad que aún persiste en el país. Eso clama al cielo, han dicho.

Esta noticia no nos puede paralizar, no nos puede poner en bandos de unos contra otros, sino que hay una responsabilidad de todos, para que no empecemos a apuntarnos con el dedo de quién hizo o quién dejo de hacer. Debemos tener mucha más generosidad, en virtud de que “los pobres no pueden esperar”. Llevamos 23 años de la visita del Papa y hay pobres que siguen esperando y eso no lo podemos permitir.

 

¿Por qué, estando todos de acuerdo en que es necesario combatir este flagelo, empresarios, trabajadores, políticos, gobiernos, Iglesia, se mantiene y aumenta la pobreza?

Yo creo que son  muchos los factores que inciden. El Papa Benedicto en su encíclica “Caritas in veritate” apunta a un tema esencial: la clave que tiene la solidaridad en el desarrollo de la vida humana. La solidaridad tiene no sólo que permear, sino influir en el modelo económico, en las relaciones laborales, en todas aquellas dimensiones que ayudan al pleno desarrollo human en toda su dignidad.

Hemos vivido una catástrofe con el terremoto y para muchos hoy día es fantástico ayudar con bienes y en la reconstrucción. Son muchos desgraciadamente los que hicieron esa ayuda e hicieron un “check list” y sigamos adelante. Y tenemos cientos de miles de chilenos que todavía siguen sufriendo las consecuencias catastróficas de esa calamidad. Si no estamos profundamente motivados desde la solidaridad, creo que los pobres van a seguir existiendo en Chile. La solidaridad es la justicia. Porque los problemas de inequidad son un problema de injusticia, donde hay una injusta distribución de los bienes; una injusta distribución de los ingresos, una injusta distribución de los conocimientos; una injusta distribución de las capacidades. Ese modelo, en que importa sólo mi propio crecimiento y mi propio desarrollo personal, nos lleva a construir modelos de sociedad como los que estamos sufriendo hoy en Chile, donde seguimos siendo uno de los países que tienen una de las peores distribuciones del mundo. Eso no nos puede dejar tranquilos. Ahí está el por qué crecen los pobres en Chile. Entonces hay que hacerse una pregunta por el modelo de desarrollo que queremos implementar para el Bicentenario del país.

Habrá que volver a profundizar en el tema de las relaciones laborales, en la participación de los trabajadores; habrá que volver a revisar el tema de los impuestos, del salario mínimo; habrá que seguir discutiendo los temas que tienen que ver con la educación, que son clave en la superación de la pobreza. Si eso no se logra en una mesa en que nos ponemos de acuerdo, vamos a continuar en un diálogo de sordos. Por eso  adquiere tanta vigencia el llamado que nuestros obispos han hecho reiteradamente en los últimos años de concretar grandes acuerdos nacionales que nos ayuden en los grandes problemas que todavía tenemos como sociedad.

 

¿Ve usted una voluntad real de buscar una solución radical a este problema o hay una mirada centrada en los intereses propios de cada uno?

Yo creo que hay mucho egoísmo todavía. Veo que persistimos en la construcción de una  sociedad que es muy egoísta. No veo actos de generosidad. Por ejemplo, no veo que se hayan fortalecido en estos años las organizaciones de trabajadores de manera que permitan una equiparidad en el diálogo con el mundo de los empresarios. Falta mucho camino que recorrer ahí. Vemos en las discusiones en el Parlamento y el mundo de la política que estamos en una permanente discusión de quién tiene la culpa, quién hizo y quién no hizo esto o lo de más allá. Y uno quisiera ver que se estén realizando las grandes discusiones de los grandes problemas que tenemos como país. Eso es falta de generosidad. Creo que hay falta de generosidad en el diálogo y en el ánimo general de querer solucionar los grandes problemas que tenemos como país.

 

¿Ha habido un uso político partidista del tema de la pobreza, una politización en esta materia?

Cuando uno mira la reacción que hubo respecto de la Casen y otros, si uno no tiene la mínima capacidad de una autocrítica y de reconocer las cosas que uno ha dejado de hacer; si uno está buscando en el otro la responsabilidad y no en uno mismo, vamos a continuar en un diálogo de sordos. Yo creo que hay aquí un diálogo de sordos y los pobres que viven en la marginalidad siguen en una condición de miseria que clama al cielo. Por lo tanto, hay una falta de autocrítica en las cosas que hacemos.

 

Para un cristiano –y hay cristianos que tienen poder económico, poder político, poder legislativo- y desde la mirada de la fe, ¿qué es un pobre?

Es el mismo Dios, es Cristo el que está ahí. El mismo Señor se ha querido identificar con ellos. Eso es lo que le da toda la dignidad –también a toda persona humana- especialmente a ese hermano o hermana pobre que está sufriendo a causa de la injusticia. El Padre Hurtado en muchos pasajes de su vida nos dice que tenemos que ser consecuentes. Si yo adoro a Jesucristo en la Eucaristía tengo que adorarlo en la historia que está en aquel hermano y hermana que están sufriendo la pobreza, la indigencia física, material y espiritual. En ellos tengo que reconocer a la persona de Jesucristo, si no, hay una incoherencia en esa fe. Por eso creo que la fe verdaderamente tiene que involucrar todos los actos de mi vida. No puede ser sólo el momento de la oración de la lectura de la  Palabra de Dios, de la Eucaristía, que alimentan mi vida de fe y, por lo tanto, me transforman interiormente. Si no provocan esta transformación interior y la fe no entra en mi billetera, si no entra en mi vida afectiva y sexual, en mi vida familiar, en mis relaciones humanas, es una fe que al menos deja de ser auténticamente cristiana. Porque el misterio de Cristo encarnado en la historia, en la vida, invita permanentemente a la conversión. Por eso el primero llamado del Señor Jesús en la evangelización es anunciar la cercanía del Reino de Dios, y ante ese reino, nos invita a convertirnos en nuestras actitudes, nuestra manera de vivir, de pensar, de ser, para que toda mi vida sea un ser cristiano en todo lo que hago, digo, pienso y creo.

 

Se ha criticado que la Iglesia haga propuestas en materia de indulto ¿Por qué la Iglesia se incumbe en estos temas, como ése y la pobreza? ¿Le corresponde entrar en estos ámbitos?

Por supuesto que le corresponde, porque todo lo que tenga que ver con el ser humano desde el punto de vista de la fe es algo de competencia de la vida religiosa. Otra cosa es que nosotros no tenemos participación político partidista. Pero, desde el punto de vista de la fe, toda realidad humana nos interpela. Nuestra fe, que es una fe en la persona de Jesucristo, recibe la riquísima herencia de nuestros hermanos mayores. Por ejemplo, la tradición de los jubileos viene del mundo judío, del Antiguo Testamento, que tenía una radicalidad: no sólo había indultos para aquellos que estaban encarcelados, sino que llegaba a la radicalidad de restituir la tierra a sus primitivos propietarios y a condonar deudas. Por lo tanto, estos son ámbitos de acción de la Iglesia. Si ella no estuviera promoviendo un acto de construcción de misericordia, como es la propuesta de los obispos para un indulto, callaríamos algo que para nosotros es muy esencial, que es la construcción de una sociedad que sea mas justa, más libre, más fraterna y más misericordiosa. Eso es un mandato que recibimos el del Evangelio y, por lo tanto, creemos con todo respeto que es un ámbito de acción en el cual la Iglesia no sólo tiene el derecho sino el deber de participar.

 

Este Mes de la Solidaridad está centrado en la acción, “Una acción vale más que mil palabras”.  ¿Cuál es el alma, la riqueza de la acción que se pide?

Queremos que la solidaridad sea una actitud permanente de vida, no que sea sólo un mes. Pero queremos relevar en este mes un modo de vivir. Este año hemos vivido un cataclismo que nos ha movilizado internamente. Por eso queremos que la acción que ha surgido tras la tragedia vivida se pueda plasmar en una forma de vivir la vida, de tal manera que la solidaridad se transforme en una actitud permanente. Por eso la acción nos parece muy importante. Hay mucho discurso, mucha palabra, pero si no se concretan en acciones reales, las palabras se las lleva el viento. La fe tiene que traducirse en obras. La fe que no tiene obras es una fe muerta. Vamos a crecer en pleno desarrollo, a incorporar a todos en una mesa de la vida en la medida en que tengamos acciones decididas en favor de aquellos que de múltiples maneras están viviendo fuera de la mesa del pleno desarrollo.

Por eso la invitación a comprometernos en la acción, desde visitar a un enfermo hasta en mi trabajo, cómo el trabajo bien hecho tiene que ayudar a transformar la sociedad en que estamos. Cómo puedo aportar desde los bienes que tengo a favorecer, en el mundo de la empresa, relaciones que sean cada vez más cercanas, más cordiales con los trabajadores, que permitan la participación y la asociatividad más activa. Hay múltiples caras de la acción y queremos que todas ellas apunten a construir una sociedad más solidaria.

 

¿Qué reporta a la vida de quien practica la solidaridad el tener esta actitud permanente hacia los demás?

Cuando una ha tenido la oportunidad realizar una acción a favor de otro sale fortalecido en la gratuidad. La gratuidad es un elemento en la vida que cuando lo descubrimos nos damos cuenta de qué manera nos acerca a una vida de gracia, a una vida en Dios. Aspiramos a vivir una vida en Cristo, a ser otro Cristo, porque ese es el modelo pleno de desarrollo y vida humana. Por eso me acerco más a ese modelo cuando tengo la capacidad de entregarme. Porque si hay un modelo que el Señor nos dejó es su entrega plena a la voluntad del Padre.

 

Los chilenos reaccionamos con mucha solidaridad en momentos de catástrofes y tragedias grandes, hasta que pasan. La encuesta Casen nos muestra un estado permanente de terremoto. ¿Cuál es  su llamado ante esta realidad?

Teresa de Calcuta decía muchas veces que pretender eliminar toda la pobreza del mudo es imposible. Pero que con un mendigo de los basurales de Calcuta en sus brazos que muere con la dignidad de saberse persona, ya habrá  cambiado en algo el mundo. Y hay que ver todo lo que hizo esa santa mujer. La transformación de la sociedad pasa por la transformación personal. Así como el pecado estructural de la sociedad está compuesto por los pecados personales que aportan al pecado estructural, la conversión personal es la que va a ayudar a la conversión social. Nosotros construimos la sociedad en que vivimos. Si las leyes de la sociedad no las hacemos desde la solidaridad, vamos a seguir construyendo una sociedad desde el individualismo, desde el egoísmo y desde el lucro personal. Y vamos a vivir en un choque permanente. Queremos promover un modelo de desarrollo que se sustente en la solidaridad, en la gratuidad, en el regalo. En definitiva, en el amor. Lo que el Papa Pablo VI llama “la construcción de la civilización del amor”.