Edición NÚMERO 54
Agosto 2011

Entrevista al Padre Jaime Fernández, delegado episcopal de la Pastoral Hospitalaria del Arzobispado de Santiago

“Tenemos una gran necesidad de capellanes, y todo sobre el voluntariado”

-¿Cómo se estructura la pastoral?

Se estructura básicamente en base a los capellanes y a los voluntarios que son los que impulsan toda la pastoral. Pero también trata de incorporar a los funcionarios católicos. De hecho, hay doctores dentro del hospital que preparan para la Confirmación, por ejemplo. Hay bastantes funcionarios que realizan labores propiamente pastorales, pero el grueso, el peso de la pastoral está sobre los hombros de los capellanes, que son pocos, tenemos una gran necesidad de capellanes, y todo sobre el voluntariado.

-¿Cuántos hospitales cubren?

Entre hospitales y clínicas, 44. Público y privado. Es la presencia de la Iglesia en el mundo del dolor. Esa es nuestra tarea: Evangelizar y acompañar a las personas.

-¿Cuántas personas participan en la pastoral?

Hay muchos hospitales en los cuales no tenemos sacerdotes. Y en voluntarios, es bien difícil saber, pero en torno a unos 450. En el fondo hablar de un voluntariado es un término ambiguo porque son distintos voluntariados, y nosotros nos preocupamos básicamente de los voluntarios que se dedican a la evangelización, al cuidado espiritual. El grueso es voluntariado de la Cruzada de Cáritas. Pero está también el de la Visitación, los tarcisios, los nazarenos. O sea, hay distintos voluntariados, uno más activos, otros menos; unos más grandes que otros.  

-¿Distintos, autónomos, que caben bajo el paragua de pastoral hospitalaria?

Lo que hemos hecho en estos tres años ha sido tratar de coordinar. Entonces tenemos reuniones con los coordinadores, las cabezas de los voluntariados, y después tenemos una parte, que es la más permanente, que consiste en dar formación a los voluntarios de los hospitales o clínicas, todos los días, reuniendo por grupos. Con los capellanes, normalmente unos 12 o 14, me reúno una vez al mes. También ahí tenemos formación.

-¿En qué consiste la formación?

Formación, orientación, planificación. O sea, la tarea del delegado episcopal es mantener vivo el personal que se dedica a la evangelización.

La persona que está pasando por una situación crítica, se siente sola, se siente frágil, tiene dudas y muchas veces percibe que se va acercando el fin de su vida y quiere poner las cosas en orden. Por ejemplo, ayer me tocó la parte de diálisis en la católica y tuve que poner 12 unciones, de personas que están en situaciones difíciles. En esa conversación muchas personas se empiezan a reencontrar con su fe. En lo esencial, a nosotros nos interesa que la gente llegue a la vida eterna. Nos interesa continuar la obra redentora de Cristo.

-¿Cuál es el perfil de los voluntarios?

El grueso son mujeres, pero hay bastantes hombres también, viudos en su mayoría, que son católicos participativos y cuando han quedado viudos se dan cuenta que ahí tienen una labor muy rica y se entusiasman, son los más entusiastas también. Cada vez más. Son todas personas yo diría abuelas. Son poquísimas las que son más jóvenes.

Son gente extraordinaria, muchas de ellas heroicas, que dan mucho de sí, tiempo, recursos, con un anhelo de santidad extraordinario. O sea, nadie da lo que no tiene. Entonces, la labor mía es que estén llenas de fe, de esperanza, de amor, porque eso es lo que van a transmitir. Ellos tienen que crear nuevamente un lazo de confianza con Dios.

-¿Por qué?

Porque las reacciones frente al dolor son es un Castigo de Dios, Dios no me quiere, Dios me abandonó, Yo le he pedido tanto y no me hace caso.

-¿Cómo responder esas cosas? Hay que estar como voluntario muy preparado.

Exacto. Esa es la formación, yo incluso les he escrito libros y hemos escrito manuales. Pero ahora lo que más interesa es mantener la vida espiritual de todo ese personal, que ellas y ellos estén llenos de fe, llenos de amor, llenos de entrega.

Hay de repente conversaciones muy personas, muy individuales, que van permitiendo a personas que se reconcilien con Dios, que descubran el sentido de su vida, que se abran. Pero siempre la consigna es la misma,  y es lo que hacen todos los voluntarios: cómo se le abre camino para que se enfrente con la vida eterna.

-¿Por ese momento de fragilidad?

Eso hace que la gente, ya sea por el dolor, por la inseguridad, etc., tienda a mirar la vida con mayor seriedad. Y entonces es ahí donde nosotros le mostramos la dimensión más fundamental, hacia dónde quieres caminar. Es impresionante la reacción que tiene la gente.

-¿En ese camino de reconciliación con Dios se pasa, por ejemplo, por reconciliaciones con su familia, con su vida?

Sí. Pasó con un señor que estaba en quimioterapia. 52 años. Y tuvo un proceso de conversión. El último día cuando se iba de alta tuvimos una conversación y se puso a llorar. Me dijo, padre, siento que he perdido tanto tiempo en mi vida, hice sufrir tanto a mi familia, pero tengo que aprovechar el tiempo que me queda. Para muchas personas es un reencuentro consigo mismo, con sus familias, etc. Y este tipo tenía una manera muy exuberante de hablar, decía padre le doy gracias a Dios porque me mandó esta enfermedad, pasé susto, renegué, y hoy día me doy cuenta que era un saludo de amor de Dios.

El punto de partida es mirar a una persona que está sufriendo, como persona, acogerla, apoyarla, valorarla, animarla, y ahí en ese clima de empatía y de confidencia, comienza a aparecer poco a poco el tema de Dios, y poco a poco nos vamos acercando hacia la puerta fundamental que es Cristo, la roca sobre la cual uno construye, y esto culmina con el sacerdote, que en el fondo qué es lo que hace el sacerdote, lleva a Cristo para que Él perdone, o sea, es Cristo el que actúe. La evangelización culmina con el encuentro con Cristo y Cristo es el que nos lleva al padre en el Espíritu Santo.

-¿Sin riesgo de imponer?

 ¿Qué cosas son contrarias y casi lejanas a lo que nosotros esperamos? Entrar predicando. Y eso ha sido la labor mía en estos tres años, el ir liberando de muchas actividades… Que partían con una oración y una lectura. No. Se acoge una persona y se respeta su proceso. Cuando la persona comienza a vincularme a mí con ese mundo misterioso que es de Dios, yo lo voy a ir acercando a Cristo, pero no le meto a Cristo por las narices porque eso es falta de respeto. A nosotros lo que nos interesa es una cosa básica, que las personas aprendan a vivir como hijos de Dios. La Iglesia católica reconoce que Jesucristo es el hijo, que se hizo hombre pero es el hijo de Dios, y ser cristiano significa identificarse, incorporarse por el bautismo para aprender a ser hijo. Entonces, ¿qué me interesa lograr, que la persona se sienta segura, identificada con el Padre. ¿Quién te creó? ¿Tú crees que Dios no te quiere?

-La confianza.

La confianza. Ese es el punto clave. Y eso es en todos los ámbitos de la vida. Cuando las personas pierden la confianza en Dios, todo se les oscurece, cuando llega un momento de la fragilidad, y quedan en el aire porque no tienen ese reposo, y hay que devolverles la confianza, la entrega, la apertura, porque el día antes de morir, Jesucristo nos da una pista que tenemos que trabajar en toda la pastoral: Mi paz os dejo, mi paz os doy.