Diciembre 2008 / NÚMERO 22

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Entrevista al general ® Ernesto Videla Cifuentes, Jefe de la Oficina Chilena de Mediación Papal por el diferendo austral con Argentina.

¿Hasta qué punto había llegado la tensión? Concretamente ¿qué se evitó con la mediación? ¿Qué habría pasado?

Efectivamente, salimos de una guerra inminente. Una guerra que tenía fecha y hora determinadas por parte de Argentina: 22 de diciembre a las 22:00 horas. Lo dijo el periodista argentino Bruno Passarelli en su libro “Historia Secreta de la Guerra que evitó el Papa” y que no sólo no fue desmentido sino que aparecieron otros testimonios de los mandos argentinos que lo reconocieron. Ese era el día D. Y la intervención del Papa fue el 21 de diciembre…

Fue un diferendo entre los dos países donde Chile defendió la aplicación del Derecho y Argentina pretendió desconocerlo con el fin de obtener, por otras vías, lo que éste no le otorgaba. Argentina desconoció el laudo arbitral que dictó Su Majestad Británica el 2 de mayo de 1977 y que le asignó a Chile la soberanía sobre las islas Lenox, Picton y Nueva y trazó una línea dentro del Canal reconociendo que todas las islas al sur de ella eran chilenas, como lo dice claramente el Tratado de 1881.

Así empezó un camino largo de conversaciones y luego negociaciones donde Argentina fue cambiando de posición, desde la invitación original a delimitar los espacios marítimos a una limitación a secas, con lo que perseguía incluir tierras (islas). Este proceso de negociación directa entre las partes que a fines de 1977 fracasó se vio ensombrecido con la primera crisis, como consecuencia del despliegue que hizo el Gobierno argentino de sus FF.AA., amenazando con agredir a Chile. La amenaza del uso de la fuerza era para evitar que, no habiéndose alcanzado un acuerdo, el Gobierno chileno recurriera a la Corte Internacional de Justicia en virtud del Tratado de 1972.

Para salir de la delicada situación se reunieron en Mendoza los presidentes Pinochet y Videla y acordaron reanudar las conversaciones directas.

El día 25 de enero de 1978 Argentina declaró “insanablemente nulo” el laudo arbitral, con lo que introdujo un hecho político muy serio en la relación entre los dos países. Pero dada la crisis que se estaba viviendo, el gobierno chileno aceptó proseguir las negociaciones directas. Y lo hizo porque el laudo arbitral era válido no porque lo quisiera o no lo quisiera Argentina, sino que era válido “per se”. Era inapelable y su cumplimiento entregado al honor de las naciones.

Esta negociación se desarrolló durante todo el año 1978 con manifestaciones militares argentinas en la zona austral, como la violación de los espacios marítimos, aéreos e, incluso, terrestres, durante todas las negociaciones. La instrucción del Presidente Pinochet fue clarísima: las FF. AA. chilenas no deben reaccionar ante los actos de intimidación que están haciendo las FF. AA. argentinas. La disciplina que demostraron allí fue fundamental. Los hechos que se produjeron fueron de tal agresividad y realismo que cualquier comandante pudo perder la calma. Nunca se sabía si la acción era efectiva o no.

Con el tiempo se fue constatando que no habría posibilidad de alcanzar un arreglo. Por eso, Chile realizó paralelamente una acción diplomática destinada a informar a la comunidad internacional acerca de los términos del diferendo y de la conducta que observaban las partes, porque mientras Argentina hacía público todo lo que sucedía, Chile se mantenía en reserva, para no exacerbar los ánimos. Nuestro país estaba en una manifiesta inferioridad militar frente a Argentina. Chile venía saliendo del problema en el norte, donde se había evitado la guerra gracias a que se concentró a partir de 1974 todo el poder militar que tenía. Por eso Chile usó la diplomacia para contrarrestar en parte la inferioridad de potenciales en que se encontraba.

El canciller Hernán Cubillos, tan pronto fue ungido Papa Juan Pablo I, consiguió que lo recibiera. Le explicó en detalle tanto los términos del diferendo como la difícil situación que se vivía porque podía derivar en un conflicto y, por tanto, pidió la intervención de la Iglesia para que no se alterara la paz. El Papa le manifestó: “Si la situación empeora, no vacile usted en recurrir al Secretario de Estado. Y si es necesario hablar conmigo, habla conmigo. Este  problema lo quiero seguir muy de cerca”. Esa intervención fue el origen de la carta autógrafa del Papa Juan Pablo I a los episcopados de Chile y Argentina pidiéndoles que se interesaran en el tema e, incluso, actuaran frente a los gobiernos para evitar un conflicto que se veía inminente.

Como murió el Papa Juan Pablo I, Cubillos logró una entrevista con el recién ungido Papa Juan Pablo II, quien lo recibió rápidamente. La conversación fue más extensa, porque lo recibió en su biblioteca. Con mapas en mano le explicó de qué se trata el problema, en qué situación estábamos. El Papa le dijo: “En esta ocasión hablaremos en inglés y en la próxima vamos a hablar en castellano”, lo que efectivamente ocurrió, porque el Papa después habló maravillosamente bien el castellano. Cubillos le pidió lo mismo que al Papa Juan Pablo I y recibió la misma respuesta de Juan Pablo II: “No  vacile usted en avisarme porque estoy preocupado del problema que están viviendo y la dimensión que tiene esto”. En esa oportunidad conoció el Santo Padre el fondo del problema.

Las negociaciones entre Chile y Argentina terminaron el dos de noviembre del año 1978 sin acuerdo. A esas alturas en Argentina existía una presión muy fuerte sobre el gobierno para que no se  aceptara una invitación chilena a la Corte. Se decía que el recurso a la Corte sería considerado “casus belli” (motivo de guerra). El Presidente Jorge Rafael Videla declaró que el único sistema pacífico para la solución del diferendo era la negociación directa. El 2 de noviembre, cuando se certificó que no se había alcanzado acuerdo, Chile invitó a Argentina a la Corte Internacional de Justicia y, como alternativa, le ofreció la mediación de un  gobierno amigo. Sin perjuicio de que si en ésta tampoco se alcanzaba acuerdo se recurriría a la Corte. Ahí entrampamos un poco la estrategia de fuerza  argentina, porque ya era muy difícil que no solamente la Corte sino que también la mediación pudiera ser negada por Argentina. El Gobierno trasandino aceptó la mediación pero la condicionó a un previo acuerdo directo. Decía: “Y después que logramos este acuerdo le decimos al mediador que lo proponga”.

Si no habíamos llegado a acuerdo en todos esos años, cómo íbamos a lograrlo en un par de días y manteniendo las mismas posiciones. Argentina insistía en lograr que Chile le cediera territorios que le pertenecían incuestionablemente, según el Derecho y eso Chile no estaba dispuesto a aceptarlo.

Se produjo un tira y afloja frente a la propuesta de mediación de un país amigo a través de un nutrido intercambio de notas. Paralelamente Argentina intensificó su presión militar porque empezaba a sentir el efecto de la acción diplomática que había desarrollado Chile. En eso momento se esperaba sufrir un manotazo en cualquier momento. Sumadas a las acciones militares en la zona austral, se efectuó una masiva expulsión de chilenos, poco a poco Argentina fue cerrando los pasos fronterizos y unidades argentinas partieron a la frontera, siendo despedidas en los andenes con llantos y bendición de estandartes. Partían a la guerra.

Como no hubo acuerdo en concretar  la mediación, el Presidente Pinochet instruyó a Hernán Cubillos para que concretara un encuentro con Washington Pastor, que era el Ministro de RR. EE de Argentina. Viajamos el 12 de diciembre. Previendo el planteamiento argentino se prepararon las respuestas para que las objeciones no siguieran dificultando una mediación. Por eso, los ministros llegaron a un acuerdo de inmediato. Pastor le dijo a Cubillos que Argentina acepta al Papa como el único mediador. Ante la sorpresa de Pastor, Cubillos le respondió en el acto: “Conforme, para nosotros es perfecto, el Papa es mediador”. Argentina suponía que Chile no lo aceptaría. Como nadie entendería que después de estar al borde de la guerra, los dos hubiesen arreglado el problema en tan poco tiempo, conversaron sobre sus respectivas vidas.

Cuando Cubillos empezó a contarle a su delegación lo sucedido, golpearon a la puerta y un diplomático le dijo que Pastor necesitaba conversar con él. Cuando volvió nos dijo que nos desplazáramos a la embajada. Allí relató que Pastor estaba desolado porque “sus asesores” lo habían desautorizado. Aunque el canciller Transandino logró el apoyo presidencial, más tarde volvió a ser desautorizado y fracasó el acuerdo sobre la mediación.

Lo primero que hicimos fue avisar a Chile, “alerta, alerta,” porque podía venir cualquier cosa. Regresamos a Chile y no quedaba más salida que la Corte. Esa propuesta se le presentó a Pinochet el 18 de diciembre. Después que la aceptó, dijo “esperemos 24 horas. Siento algo aquí (en el estómago). Démosle 24 horas”.  Saliendo de esa reunión empezamos a recibir las informaciones de Estadios Unidos, Brasil la Unión Europea, en el sentido de que si Chile acudía a la Corte la guerra era ineludible.

De vuelta al Ministerio de Relaciones Exteriores preparamos la “Nota de Navidad”, del 20 de diciembre. Invocando la Navidad, se le dijo a Argentina que después de haber acordado el mediador, depositáramos la confianza en él y le remitiéramos todos los antecedentes para que nos ayudara. La repuesta Argentina vino al día siguiente  (21 de diciembre) rechazando absolutamente el planteamiento chileno. En ese momento, en Roma, el Cardenal Agostino Cassaroli, Secretario de Estado, había llamado sucesivamente a los embajadores de Chile y Argentina, para manifestarle que el Papa estaba más que interesado, deseoso, de que los gobiernos aceptaran un enviado especial suyo a ver si podía ayudar  a distender las relaciones entre los dos países. Ese es  el momento crucial en el que Argentina acepta la intervención del Papa. Todos los indicadores estaban en rojo y la frontera enteramente cerrada.

Y aquí llegamos al día “22 a las 22” horas. Felizmente, ya se había dispuesto poner el seguro a las armas.

El Papa llamó al Cardenal Antonio Samoré (73 años), quien tomó el primer avión y viajó a Argentina arribando el 26 de diciembre. Su gestión duró hasta el 8 de enero de 1979, cuando en Montevideo ambos gobiernos solicitaron formalmente la mediación de la Santa Sede (No del Papa, porque así se le dio institucionalidad al proceso). Ahí recién empezó el proceso de mediación, que duró hasta el 2 de mayo de 1985.

¿Los mayores escollos que tuvo el proceso de mediación?

Los voy a poner por año. El año 1980 el Papa hizo su “Propuesta, Sugerencias y Consejos” con su idea de solución, la que entregó personalmente a los ministros de RR.EE. en una ceremonia de gran relieve. Chile la aceptó, pero Argentina no la aceptó ni la rechazó. Aunque el Papa había pedido un pronunciamiento claro a favor o en contra, optó por pedir aclaraciones, lo que equivalía no aceptarla.

En 1981 hubo un problema con chilenos detenidos en Argentina acusados de ser “espías” chilenos. En Chile se detuvo en Los Andes a dos oficiales argentinos acusados del mismo delito. El General Leopoldo Galtieri, siendo comandante en Jefe del Ejército, ni siquiera Presidente, decretó el cierre de la frontera, una decisión tan seria que se usa comúnmente como una manifestación previa al inicio de una guerra. Todo esto en plena mediación del Papa. En esos días se produjo el atentado al Santo Padre, un momento dramático, absolutamente dramático, la repercusión que eso podía tener, era de una gravedad enorme porque Argentina podía desahuciar la mediación. Salimos de esa crisis gracias a la decisiva intervención del Papa Juan Pablo II y a la prudencia con que el Gobierno chileno manejó la situación. Es notable, cuando salió de la Clínica Gemelli,  le preguntó al Cardenal Samoré si se había arreglado el problema de los detenidos. La primera preocupación que tenía el Papa era el tema de los prisioneros.

El año 1982 vino la guerra de las Malvinas. Chile estaba en medio de un conflicto y se había dado a conocer el Plan Rosario, por el cual el gobierno argentino pretendía ocupar esas islas y las chilenas en forma sucesiva. La intervención del Papa había hecho que la acción militar empezara por el Reino Unido. Eso fue muy difícil. Ese año Argentina también denunció el Tratado de Solución Judicial de Controversias de 1972, con lo cual, si no había acuerdo en la mediación -y así como íbamos había pocas esperanzas de que caminara esto- nos quedábamos sin la alternativa de la Corte y, por tanto, volvíamos al juego de la fuerza, pues desaparecía el tercero que nos mantenía separados. Entonces, el Papa entendió perfectamente bien el problema y logró que Argentina conviniera con Chile la prórroga de ese Tratado pero para el sólo hecho del diferendo austral,  lo que se firmó el 15 de septiembre de 1982.

El año 1983, vino el cambio de gobierno en Argentina. Las FF. AA  estaban listas para entregar el poder después de haber perdido una guerra y hecho una mala gestión de gobierno. La situación en la mediación se presentaba muy difícil, porque el gobierno no se había movido de su posición original. En esas condiciones le sería muy difícil al futuro gobierno abrirse a buscar una solución razonable, ya que tendría la presión de las FF.AA. Nos concentramos en que su última posición ofreciera condiciones para un arreglo. Finalmente, el gobierno militar argentino sugirió buscar una solución simple. La Propuesta del Papa era una cosa bien compleja, donde se consideraba una zona marítima de explotación común, algunas facilidades para Argentina en islas chilenas, etc. La idea fue convenir una línea de delimitación donde cada país quedara a su respectivo lado y se suprimían las facilidades. El mediador acogió la iniciativa y se iniciaron las aproximaciones.

En medio de la jornada murió el Cardenal Samoré, el 3 de enero de 1983.

En 1984 entramos a  la negociación de fondo, hasta que se llegó al 18 de octubre, cuando los  representantes de ambos gobiernos, Marcelo Delpech y yo, recibimos del mediador el Acuerdo. El Gobierno argentino lo sometió a una Consulta Nacional donde fue aprobado. El Tratado se firmó en el Vaticano el 29 de noviembre, fue aprobado en el Senado argentino por un voto.

El 2 de mayo de 1985, en una solemne ceremonia efectuada en el Vaticano, con la presencia del Papa Juan Pablo II, se intercambian los instrumentos de ratificación.

¿Quedaron  cosas pendientes en el Tratado? ¿Chile perdió algo en relación a lo que tenía antes?

Es muy importante ese punto, porque el Tratado lo dice con todas sus letras que esto es una “transacción”. Es importante analizar el Tratado no sólo en su conjunto, sino que también considerar las condiciones en que se desarrollaron las negociaciones desde su origen. El contexto de las circunstancias es muy importante, porque estuvimos al borde de una guerra. El tratado, fuera de resolver complejas materias, descansa sobre dos pilares: el afianzamiento de la paz  y la cooperación e integración de ambos países. Contempla un sistema de solución de controversias y una Comisión binacional de cooperación económica e integración física. Son los dos elementos sobre los cuales se está construyendo la relación entre los dos países. Es un  tratado vivo. Todas sus disposiciones están permanentemente siendo aplicadas. Solucionamos el problema de  Laguna del Desierto. Esta vez nos fue muy mal, pero se aplicó el sistema. A través de las comisiones mixtas de límites, se solucionaron  22 puntos pendientes que había en la frontera. El problema de la navegación, que era le más serio que teníamos en la zona austral, fue solucionado eficientemente y hoy los buques están navegando conforme a las disposiciones del tratado. Todas sus disposiciones están siendo usadas. El estado de nuestras relaciones es la mejor demostración que se está cumpliendo tanto la letra como el espíritu del Tratado de Paz y Amistad.

¿Qué fue lo que allanó el camino y que permitió llegar a la firma del Tratado?

Primero, la perseverancia del Papa. El Papa demostró una valentía enorme. Primero valentía para separar a las dos partes, porque ningún país en el mundo quiso hacerlo, sabiendo que estábamos al borde de la guerra. El único que fue capaz de hacerlo fue él. Segundo, después aceptó ser mediador en un tema que ya sabía lo difícil que era. Tercero, después que una de las partes le dijo que no a la Propuesta, cuando con ello podía haber dicho “hasta aquí no más llego”, continuó hasta alcanzar el acuerdo. Me imagino la presión que tiene que haber tenido el Papa en el Vaticano, porque su decisión acarreaba un gran riesgo. Si fracasaba el poder político de la Iglesia sufriría un golpe muy dañino. Hay que recordar que el Santo Padre estaba desarrollando una política muy delicada en Polonia. El caso chileno argentino fue un caso muy importante en su política internacional.

El  Papa nos ayudó a nosotros a consolidar la paz. La intervención del Papa fue decisiva para que se impusiera nuestra búsqueda de una solución pacífica del diferendo. La posición de Chile fue absolutamente en búsqueda de la paz y gracias a su intervención pudimos salir adelante. Creo que ambos pueblos le deben un reconocimiento imperecedero al Papa y, por cierto al Cardenal Antonio Samoré que murió sin poder ver coronada su inteligente y sacrificada labor. .

¿Qué lección dejó el proceso?

Que la paz no está asegurada. Es una gracia que teniendo una frontera con Argentina de más de 4.500 kilómetros, en estos casi 200 años hemos sabido solucionar pacíficamente nuestras diferencias limítrofes. Pero, con la misma claridad, tenemos que tener presente que varias veces hemos estado al borde de la guerra. Esto lo destaco porque hemos pasado de un excelente nivel de relaciones en breve plazo a estar mirándonos con las armas en la frontera. Existe una animadversión oculta que cuando aparece nos damos cuenta que es muy grande.

¿Están los países trabajando por mantener esta paz?

Creo que se ha avanzado mucho, porque la confianza nace del conocimiento. Hoy día hay mucha más gente, por las  condiciones de vida actuales, que viajan entre ambos países. Jóvenes que van a estudiar, que tienen amigos. Eso es fundamental, si nace esa amistad desde la juventud, va a ser más difícil que se rompa más adelante.

¿Es importante que la generación actual conozca todo este proceso?

Sí. Esa es la razón por la que hice este libro (“La Desconocida Historia de la Mediación Papal”). Me pareció que no era oportuno relatar la historia en el momento en que se logró el acuerdo, porque habría echado a perder todo lo que se había avanzado. Esperé que pasaran estos 30 años y saqué este libro donde está con bastante detalle todo lo que ocurrió. Aquí está el reconocimiento muy claro de la conducta que ha tenido Chile y, felizmente, después Argentina, que entendió que tenía que llegar a una solución pacífica.