Entrevista

Padre Andrés Moro
“Tenemos gran capacidad de ser gratuitos”

A pocos días de la Navidad, el vicario de la Pastoral Social invita a sumarse a tantas campañas solidarias que se realizan para mostrar la presencia de Cristo entre los más pobres y vulnerables.

La gratuidad es un concepto que en último tiempo ha sido abordado desde distintos ámbitos. Es así como el Papa Benedicto XVI se ha referido explícitamente al tema, al igual que destacados economistas. En Chile, esta conversación tampoco está ausente, y así lo hizo saber la Conferencia Episcopal que, en septiembre de este año, dedicó parte importante de su Carta Pastoral a esta materia.

El padre Andrés Moro, como vicario de la Pastoral Social, es testigo de cómo la gratuidad está presente en el trabajo que realizan muchos voluntarios que dedican tiempo y energía a servir a otros sin recibir nada a cambio. En este contexto, el sacerdote reflexiona sobre este tema y sobre cómo está inserto entre chilenos y cristianos.

¿De qué manera cree que está entendido el concepto de gratuidad en la sociedad actual?
Se entiende como un concepto un poco interesado. Tenemos gran capacidad de ser gratuitos, especialmente en momentos puntuales, como campañas de emergencia o solidarias, como la Teletón, la Colecta de Cáritas Chile, entre otras, pero estamos más acostumbrados a dar que a darnos. Eso es un desafío que nos plantean los obispos en la Carta Pastoral (septiembre de 2012), donde nos recuerdan que lo mejor de la persona es, justamente, la capacidad de darse por entero y lo que se entrega gratuitamente es lo que llena más el alma y el corazón.

El Papa Benedicto XVI dijo que "la economía tiene la necesidad de ética, pero una ética amiga de las personas… Sin valores como la confianza, la solidaridad e incluso la gratuidad y el don la actividad económica no puede funcionar bien”. ¿Qué falta para que este concepto sea comprendido y asimilado en el mundo de hoy?
En la encíclica “Caridad es verdad”, el Papa nos plantea que la fraternidad es un elemento constitutivo de la solidaridad; es una palabra que viene del latín “frates” que significa “hermano”, por lo tanto, lo importante es considerar al otro como un hermano. Es decir, la persona siempre en el centro.

En la carta pastoral, los obispos dicen que la economía es un elemento importante de la vida de la sociedad, pero lo que siempre debe estar al centro es el ser humano.

Se dice que los chilenos somos solidarios, ¿cree que la gratuidad está presente en la cultura chilena?
Yo diría que no podemos caer en una cultura apocalíptica ni desgarrada, y quejarnos de todo. Yo creo que no hay que descalificar los momentos gratuitos que tenemos si no que, a partir de ellos, ayudar a crear una cultura de la solidaridad.

¿Cuál cree usted que es lo que motiva a voluntarios y colaboradores a dedicar tiempo y energía para servir a otros?
El espíritu de gratuidad debe ser transversal a toda persona. Obviamente, quienes trabajan en la Iglesia, en instituciones sociales o del Estado, donde hacen una labor que va mucho más allá de lo que se les exige en un contrato, en un proyecto o por rendiciones, realizan además un gesto de gratuidad. A esto se suma esa enorme masa de voluntarios que a lo largo de todo el país nos van mostrando que la gratuidad tiene que estar presente tanto en los deberes que uno tiene que cumplir de acuerdo a sus responsabilidades, como en lo que el señor va inspirando en cada uno de nosotros para poder entregarse con más profundidad.

El padre Hurtado no solamente era gratuito en el tiempo que dedicaba a los demás, sino también en el esfuerzo que hacía para formarse mejor y cumplir así con fidelidad sus responsabilidades. Cada una de las personas que trabaja en instituciones que quieren hacer de este país un lugar cada vez mejor -más hermoso, profundo y gratuito- deben tener la capacidad de descubrir cómo darse el uno al otro y también como sociedad. La Carta Pastoral nos desafía a pensar qué proyecto de país queremos en el futuro, considerando que hay tantas posibilidades que nos muestra la economía para llegar a ser un país desarrollado, pero lo importante es a qué tipo de desarrollo queremos llegar.

La Carta Pastoral dice que: “Ligada a la visión de gratuidad frente al universal deseo de lucro, está la visión de la vida como servicio”,  ¿cómo se puede promover una cultura del don y la gratuidad entre los que nos rodean?
Primero, visibilizando a todas las personas que de una u otra forma van mostrando desde su cotidianeidad, en sus proyectos de vida y en los momentos que implican grandes sacrificios, esa gratuidad. Tenemos que ser capaces de dar a conocer sin prepotencia ni soberbia todo lo que vamos haciendo, no para que nos alaben o feliciten, sino porque Jesús dice “muestren su luz para que ilumine toda la casa”. La luz del servicio y de la justicia tiene que alumbrar, especialmente, situaciones tan duras como el lucro, el desempleo, y la falta de respeto a los derechos humanos, a la vida por nacer y también a la que está envejeciendo. Es decir, en situaciones de sombra y oscuridad, la luz del amor y de la de justicia tiene que hacerse presente, en nuestra patria y el mundo entero.

¿Ese aprendizaje comienza en el hogar?
Eso parte desde la familia, en la educación de los más pequeños y también como una reflexión que tenemos que hacer cada uno, a través de una mirada empática, pero crítica a nuestra sociedad, a la globalización -como afirman los obispos-, a la economía -como dice el Santo Padre-, y también a los distintos desafíos que nos van planteando las movilizaciones sociales. Quizás uno no siempre esté de acuerdo con todo lo que reclaman o con la forma en que lo hacen, pero detrás de ese descontento, existe un desconcierto que hay que acompañar, acoger y ayudar a resolver.

En Navidad, hacer regalos es una tradición. En este contexto, ¿qué mensaje le daría a la comunidad y especialmente a quienes somos cristianos?
Recordar que todo el concepto de regalo, de dar a alguien, es un gesto que tiene un profundo significado para los cristianos. Jesucristo, Él mismo se dio por nosotros, se encarnó, se hizo pequeño y frágil en Belén, para recordarnos que este Dios que es todo poderoso, todo creador, se hizo hombre para entregarnos todo su amor, que es lo que nos lleva a todos los seres humanos a donarnos también. Por eso Navidad es un tiempo no solo de paz, solidaridad y familia, sino ante todo es momento de recordar que el Señor siendo todopoderoso se hizo pequeño para estar cerca, especialmente de los más humildes y sencillos. Hay que invitar a todas las personas, desde lo propio, lo personal, lo familiar y lo institucional, a sumarse a tantas campañas solidarias que se realizan, para mostrar la presencia de Cristo entre los más pobres y vulnerables de nuestra sociedad y también de nuestra Iglesia.


 

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