Enero 2009 / NÚMERO 23

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Columnas completas de Oscar Godoy y de Jorge Navarrete

Los acápites del mensaje dirigidos a la clase política, de cara a las próximas elecciones presidenciales y parlamentarias, fueron comentadas positivamente por dos expertos: el abogado y columnista Jorge Navarrete y el cientista político de la Universidad Católica, Oscar Godoy, quienes resaltaron también las dificultades que representa acoger el llamado del Cardenal.

Entregamos a continuación los textos completos de esos comentarios

Jorge Navarrete

“Las palabras del Cardenal vuelven a recordarnos el sentido más profundo de la actividad política: el amor al prójimo. Para los católicos, y sólo después del sacerdocio, la política es la vocación más noble a la que puede aspirar un ser humano.

El deterioro de la política es un síntoma de la menor profundidad de nuestro compromiso por construir una sociedad más justa e igualitaria. El camino de hacer de nuestra tierra algo más cercano al paraíso, no puede transitarse con una excesiva beligerancia en el lenguaje, la falta de respeto hacia nuestros adversarios o la mentira y el engaño.

El tipo y la forma de nuestra política determinan lo genuino de nuestras convicciones. El desafío que nos propone el Cardenal, es que para recuperar el prestigio de esta actividad y reencantar a los ciudadanos, hay que atender especialmente a las formas de nuestra política.”

Oscar Godoy

En el mensaje navideño de nuestro pastor, Cardenal Francisco Javier Errázuriz, se evocan las próximas elecciones presidenciales y parlamentarias. Nos invita a extender, al campo de la política, el espíritu de la Navidad. Y ello nos parece difícil y complejo, porque en las luchas por el poder prevalecen la animosidad, la descalificación e incluso el odio. Pero nuestro pastor nos da dos claves: responsabilidad y respeto. Allí está condensada la conducta del cristiano en la política. El debate y la competencia política son los vehículos para exponer a los ciudadanos “proyectos de país”, portadores de nobles fines, como eliminar la pobreza, mejorar la educación y la salud, promover la justicia y la igualdad, etc. Todas esas propuestas deben y pueden ser hechas de manera responsable, es decir, acreditando su factibilidad y comprometiendo su realización. Y en el debate mismo solamente valen los argumentos y nuestra capacidad persuasiva, fundada en la verdad, y no la destrucción del antagonista político. El respeto a la dignidad del otro, a su integridad intelectual, moral y física, valen para la política y ellas no son sino expresiones de la esencia del cristianismo: el amor al prójimo.