Edición NÚMERO 47
Enero 2011

Monseñor Ricardo Ezzati explica sus prioridades como nuevo Arzobispo de Santiago

Asume el 15 de enero, en una misa que presidirá en la Catedral Metropolitana a las 10:00 horas. El nuevo pastor de Santiago, Monseñor Ricardo Ezzati Andrello, que cumple 69 años el 7 de este mes, aborda en esta entrevista diversos temas que interesan a la Iglesia, en los cuales aporta su visión de pastor y educador.

Desde su experiencia, ¿cuál es la educación que Chile necesita hoy?

Necesita una educación centrada en la persona humana, la que no es sólo conocimiento. Es también corazón, voluntad y capacidad de relacionarse. Una educación de calidad no se limita sólo a adquirir más conocimientos, lo cual es una parte de la necesidad de la educación. Los jóvenes necesitan también crecer en su capacidad de amar verdaderamente, sintiendo que la propia vocación y el crecimiento humano tienen, además del conocimiento, una dimensión constitutiva, fuerte, en la capacidad de amar.

La educación que necesitamos impartir tiene que ser una educación que permita que la persona humana no se crea una isla, sino que la realización plena personal está en la comunión con los demás, es decir, una educación a la solidaridad, que permita vivir en la sociedad recibiendo y aportando a ella con mucha responsabilidad. Requiere también que la dimensión espiritual de la persona sea adecuadamente educada y tenga espacio en el proceso educativo. Cuando la educación pierde de vista que debe ser integral, comete un error muy grave que la sociedad va a resentir en los años siguientes.

Es muy justo que nos preocupemos de la estructura educativa, de que las escuelas tengan buena enseñanza, pero no basta. El educador es lo fundamental. No basta el profesor. El profesor tiene que llegar a ser maestro, maestro de vida.

¿La actual reforma educación va en la dirección que usted plantea?

La reforma actual tiene muchos aspectos positivos en lo metodológico, en dimensiones que son esenciales y necesarias para el proceso educativo, pero pierde de vista el sujeto de la educación, porque no tiene una antropología adecuada. Si yo considero a la persona humana solamente un ser que tiene que desarrollar sus conocimientos y que la felicidad, el futuro de la persona humana estriba en los conocimientos que adquiera, por supuesto voy a poner los conocimientos por encima de todo. Pero voy a olvidar que la persona humana no es solamente cabeza, es también corazón, espíritu, es una persona que se desarrolla a sí misma y llega a su plenitud en la relación con los demás y está llamada a compartir en la solidaridad la suerte de toda al humanidad, porque hemos sido creados como hermanos y hermanas. Una auténtica educación tiene que abarcar todos estos aspectos. No quiere decir que el desarrollo de los valores intelectuales sean malos, Son buenos, pero tienen que crecer y desarrollarse en forma armónica con las otras dimensiones esenciales de la persona, una persona que está llamada a vivir en comunión y en solidaridad con otras.

La educación católica tiene esta gran finalidad. Lo que queremos ofrecer es una educación de calidad. Par ello queremos que todos los ámbitos -el intelectual, el afectivo, el relacional, de solidaridad con los pueblos- puedan alcanzar la estatura alta, que es la medida que el Señor le pone a cada persona. Esa es la gran tarea, desarrollar todos los talentos, las dimensiones de la persona humana, porque es la persona que Dios ama. La que Jesucristo ha redimido y que está destinada a participar de la Gloria.

¿Por qué la Iglesia se opone al "aborto terapéutico"?

El primer elemento es de orden teológico, desde la perspectiva de la Iglesia. Y es que Dios ha creado a la persona humana y nos ha creado desde su libérrima voluntad y naturalmente ha puesto en la persona humana el reflejo, la imagen de lo que Él mismo es. Nadie tiene derecho, por consiguiente, a suprimir esa imagen de Dios que está inscrita en la misma naturaleza creatural de las personas. Pero hay motivos también de orden racional. La vida es el primero y fundamental derecho que sustenta todos los demás derechos. ¿Cómo podemos decir que una nación está respetando los derechos de las personas si no respeta el primero y el fundamental de esos derechos?

En segundo lugar, ¿quién es el que determina que una persona se realiza simplemente porque físicamente no tienen ningún defecto? Pensemos lo que ha significado en la ideología nazi este concepto. La persona no puede se sometida a ningún otro criterio que no sea el de la propia dignidad humana. Toda vida es preciosa y, por consiguiente, llamada a encontrar el respeto y el apoyo para que alcance el mayor desarrollo posible.

¿Incluso en el caso de una violación?

¡Es una persona! ¡Es una persona! La violación es condenable. Nadie dice "¡Qué bueno, ha habido una violación!". Lo que se condena en el hecho de la violación no puede traducirse en la violación del derecho fundamental de quien ha sido concebido.

¿La Iglesia insistirá en un indulto para los reos? ¿Tiene alguna propuesta concreta para permitir una verdadera rehabilitación?
El tema fundamental es aportar y pedir que el sistema de Justicia que se aplica a los reos, especialmente en las cárceles, tal como lo hemos conocido en estos últimos tiempos. El indulto es el camino para algunos casos, pero no es el único. Hay una cantidad enorme de iniciativas –gracias a Dios algunas se están proponiendo y se ve que se están ejecutando- que están llamadas a solucionar este verdadero drama que ha quedado al descubierto de una forma mucho más patente este último mes. La Iglesia va a seguir clamando para que nuestros hermanos que están privados de libertad sean tratados con la dignidad que le corresponde a la persona humana y puedan tener los medios para reeducarse y reinsertarse positivamente en la sociedad.

Las encuestas señalan que las dificultades que ha vivido y está viendo la Iglesia han hecho que pierda credibilidad. ¿Cuál es su opinión y qué hacer para que la Iglesia sea más creíble?

En primer lugar, éste no es el peor momento de la historia de la Iglesia. La historia de la Salvación va siempre de menos a más, porque nos estamos acercando a la escatología, la parte final de la historia, 'cuando el Señor sea todo en todos'. El mejor momento, la época mejor de la Iglesia no está en el pasado, sino en el futuro. La tarea que tenemos los miembros de la comunidad eclesial es hacer presente ese futuro, que será definitivo, pero que en la historia debe ser cada vez más transparente, más signo de la presencia del Señor junto a la gente; despertar cada vez más esperanza, suscitar más comunión y solidaridad; ser cada vez más un instrumento que haga sentir que la caricia de Dios es la dimensión más fundamental de nuestra propia vida.

No somos hijos abandonados, seres humanos dejados a su suerte. Somos personas amadas por Dios, que ha enviado a su Hijo para que la redención fuera posible. Y por consiguiente, una Iglesia que anuncia la Buena Noticia, la alegre noticia de que estamos salvados aun siendo pecadores.

¿Cómo se expresa hoy esa afirmación de que estamos salvados siendo pecadores?

La experiencia de cada cristiano, de los que tenemos fe, es la experiencia de sabernos pecadores, pero perdonados; sabernos caídos, pero levantados. Y esto no porque tengamos méritos o fuerzas propias, sino porque Dios nos tiende la mano en su Hijo, es la mano del Hijo de Dios, que realiza lo que significa. La Iglesia tiene esa gran tarea: como signo de Jesucristo, ser muy cercana, una Iglesia que expresa la paternidad de Dios, la caricia de Dios. Especialmente en este tiempo en que pareciera que los hombres y mujeres estamos satisfechos de todo y que no necesitamos nada. Lo que más necesitamos es esa caricia de Dios, que nos diga 'tú vales no por que tienes, porque posees, no porque tienes poder, sino porque eres hijo amado'. Eso es lo que más necesita la gente de hoy".

¿Qué dice de la opinión de que la Iglesia se caracteriza por imponer reglas?

La tarea que tiene la Iglesia es anunciar la verdad, la verdad que nos hace libres. Si alguien concibe la verdad como una imposición no está en lo cierto. La mentira es una esclavitud. Acercarse al misterio de la Iglesia -si uno la quiere comprender verdaderamente- significa acercarse desde la fe, porque la Iglesia es una realidad de fe, encarnada en la historia, en las limitaciones humanas, y tenemos, sin duda alguna, una gran tarea de conversión permanente. El Concilio Vaticano II dice que la Iglesia es santa y, al mismo tiempo, necesitada constantemente de conversión. Esa conversión pasa por asumir las actitudes propias de Jesús, manifestadas en el Evangelio, y por dejar de lado –convertirse significa vaciarse- la autosuficiencia humana, la soberbia humana, de creer que con el poder, con el dinero lo podemos hacer todo. Una Iglesia, por consiguiente que sabiéndose hecha de hombres de carne y hueso, limitada y pecadora, contiene, sin embargo, una gracia extraordinaria, que es el mismo Hijo de Dios, al cual tiene que convertirse cada día más.

¿Cuáles son sus planes de renovación pastoral para la arquidiócesis de Santiago?

No vengo a imponer ningún plan. En la época en que estuve en Santiago como Obispo Auxiliar, he tratado de meterme en un proceso que no es de una persona, sino de toda la Iglesia. La Iglesia la formamos todos. Como dice Aparecida, cada uno de los ministerios en la iglesia están íntimamente vinculados con la vocación de la persona, todos somos discípulos y misioneros de Jesucristo. El obispo lo será como signo de Cristo, Buen Pastor; el sacerdote lo será como signo de Cristo que se preocupa de hacer crecer la vida de gracia; el laico lo será como luz del mundo; el consagrado lo será como profecía del Reino. Pero todos juntos somos la Iglesia. En la medida en que vayamos con la ayuda de todos profundizando la conciencia de ser una gran convocación, con dones específicos, podremos hacer mucho más fecundo nuestro testimonio y también nuestra misión, que tiene que ser mucho más incisiva en la vida y en la historia de hoy. Tenemos que darle espesor a nuestra vida cristiana, lo que significa cultivar mucho la interioridad, la vida espiritual. Tenemos que darle a nuestra Iglesia la visibilidad que un signo requiere para que sea conocido y reconocido y darle a ese signo el contenido que tiene, que es la salvación que Jesucristo les ofrece al hombre y a la mujer de hoy.

La prioridad pastoral de la Iglesia para 2011 son los jóvenes vulnerables. ¿Cuál es su mayor preocupación por este sector?

La generación mía y la posterior a la mía hemos cometido varios errores, especialmente el que se refiere al acompañamiento del crecimiento de nuestros jóvenes. Hemos creído que dándoles más medios materiales, más conocimientos, más posibilidades de diversión y cosas de esa naturaleza, les íbamos a dar lo mejor. El Papa Benedicto XVI, en un documento muy hermoso sobre al emergencia educativa, reconoce que nuestra generación no ha sido capaz de dar a nuestros jóvenes lo mejor, lo más bello, lo más entusiasmante, lo más motivador. Y estamos viviendo una realidad juvenil que transparenta esta pobreza de nosotros adultos en la transmisión de los valores de la fe, del amor a Jesucristo, de la pertenencia a la Iglesia.
Tenemos el gran desafío, sobre todo para los jóvenes, de resignificar el mensaje de Jesucristo transmitido por la Iglesia. La conversión pastoral nos tiene que hacer capaces de amar mucho a los jóvenes, de creer mucho en sus potencialidades, y por eso poder entregarles también lo que más vale, lo que nadie puede arrebatar: el sentido de la vida, la vocación. Y esto únicamente lo puede dar Jesucristo, que es el Hombre perfecto.

¿Cuál es el mejor servicio que la Iglesia puede ofrecer hoy a la sociedad?

No por pecar de soberbia, lo saco de mi lema episcopal ("Para evangelizar"): la Iglesia existe para evangelizar. El gozo y la misión de la Iglesia es evangelizar. El aporte más grande que la Iglesia le puede ofrecer a la sociedad chilena es que cada chileno y cada chilena se pueda encontrar con Jesucristo y pueda encontrar en él el sentido de la propia vida. Si de verdad este encuentro es auténtico y logramos ser mediación de este encuentro, la Iglesia estará dando un aporte a la construcción de una sociedad chilena bella, buena, que tiene futuro.

¿Qué opina de la cultura de hoy frente a la familia, que es diversa de la visión cristiana de la misma?

En primer lugar, no hay que confundir cultura con fenómeno. El que en la sociedad de hoy día se den varios tipos de familia no necesariamente es una expresión cultural, es un fenómeno que hay que tenerlo en cuenta, porque interpela fuertemente. Cultura significa cultivar lo que es bueno, verdadero, lo más noble. Por consiguiente, el ideal de una familia, es decir, que sea santuario de la vida, del amor, de la comunión, del crecimiento personal y comunitario; que sea vehículo para que uno se pueda adentrar en la sociedad, es fundamental, y eso es lo que hay que promover.

Unas palabras, Monseñor, para los fieles de Concepción

Pedirles de una manera muy particular que recen por mí, porque cuanto más es pequeño el elegido más necesita de la ayuda de Dios. Delante del Señor me siento muy pequeño para esta misión y por eso necesito que mis hermanos y hermanas, los ancianos, enfermos, adultos, jóvenes y niños recen mucho por mí. Confío mucho en la oración de las almas consagradas en los monasterios, en la vida contemplativa. Estoy muy convencido de que todo lo que nosotros hagamos será simplemente una pequeña colaboración a la tarea del Espíritu, porque él es el que conduce a la Iglesia y él es el que la santifica y renueva constantemente.