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Edición NÚMERO 59
Enero 2012

Ante predicciones catastrofistas:

“Más que en una destrucción del mundo, debemos pensar en su plena realización”

¿Se acaba el mundo el 2012? ¿Por qué tantas predicciones del fin del mundo? ¡Qué dice la Iglesia acerca de estas profecías? Conversamos con padre Samuel Fernández, profesor de la Facultad de Teología, sobre la actitud del creyente ante este tipo de vaticinios.

Por Rodrigo Montes B.

Miles de páginas en internet, programas especiales de televisión, libros y películas dan cuenta en el último tiempo de una “predicción” que ha causado inquietud en algunos sectores de la población, especialmente en niños y jóvenes, y que dice relación con una gran catástrofe que ocurriría el año 2012, provocando el fin del mundo. Este vaticinio se ha visto reforzado por cierta interpretación del Calendario Maya (civilización precolombina de América Central y sur de México que existió desde el año 1.000 a.C. hasta fines del siglo XVII), cuya cuenta termina exactamente el 21 de diciembre de 2012, fecha sindicada por estos catastrofistas como el día final. Para otros, sería el nacimiento de una nueva era.
Desde siempre -y en todos los tiempos- han existido personas que han profetizado el fin del mundo. El doctor en teología y profesor de la Facultad de Teología de la Universidad Católica, padre Samuel Fernández, tiene una explicación al respecto: “Nuestra experiencia nos enseña que no podemos tener todo bajo control y que, finalmente, la muerte nos rodea, y todo eso nos causa temor, lo cual nos puede llevar a creer en cualquiera de esas tantas predicciones”.

¿Existe para la Iglesia el fin del mundo?
El mundo y la vida de los hombres no están orientados a desaparecer, sino hacia una meta: esa meta es la plenitud de la comunión con Dios y con los hermanos.  Es sano recordar que este mundo, tal como hoy lo conocemos, se acabará, de hecho el Señor nos promete "cielos nuevos y tierra nueva". Pero más que pensar en la destrucción del mundo, debemos pensar en su plenificación, en su plena realización. El amor, la bondad, la comunión, la generosidad y todo lo bueno que hoy gustamos parcialmente, encierra en sí algo de eternidad, y por eso nuestra vida tiene tanto valor.

¿Qué dice la Iglesia sobre las profecías que anuncian el fin del mundo?
No las toma en cuenta, pues sigue las palabras de Jesús: "Velad, porque no sabéis ni el día ni la hora" (Mt 25,13). Y el mismo Concilio Vaticano II dice: "Ignoramos el tiempo en que la tierra y la humanidad llegarán a plenitud, y la forma en que se transformará el universo" (GS 39). Nuestra confianza no se apoya en vaticinios o augurios, sino en la persona de Cristo, el que nació de María, el que pasó por el mundo haciendo el bien y curando a los enfermos, el que por amor a nosotros entregó su propia vida y que, una vez resucitado, está junto a Dios Padre, y prepara un lugar para nosotros.

¿Cuál debiera ser la actitud de un cristiano, de una persona de fe, frente a estas ideas apocalípticas del fin del mundo?
Este tipo de predicciones tienen el riesgo de que nos desentendamos de este mundo: si el mundo se va a acabar, entonces ya no somos responsables de él. Pero estamos llamados a amar y a comprometernos con el mundo y su progreso: el reino definitivo comienza hoy, y algún día alcanzará su plenitud. Lo que hoy hacemos, de algún modo, dura para siempre: hoy tenemos la oportunidad de entrar en comunión con Dios por medio de su Iglesia, por los sacramentos y por la oración, y hoy podemos acercarnos a Cristo en cada hermano que nos necesita, de acuerdo a las palabras de Jesús: "Lo que hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis" (Mt 25,40).

¿Existen signos actuales (calentamiento global, armas nucleares, asteroides que podrían impactar la Tierra, pestes y otras amenazas) que hagan pensar que hoy el fin del mundo es más posible que en otras épocas?
Todas las épocas han ofrecido signos alarmantes, también la nuestra. Más que prepararnos para el fin del mundo en el 2012, debemos cuidar la paz, la creación y la fraternidad entre todos los seres humanos. San Alberto Hurtado solía repetir una frase de san Agustín: "Decís que los tiempos son malos, sed vosotros mejores y los tiempos serán mejores: vosotros sois el tiempo".

¿No es acaso el temor ancestral al fin del mundo una metáfora del miedo que sentimos por nuestro propio fin, nuestra propia muerte?
Sabemos que nuestra vida es corta, y eso nos produce angustia: encontramos nuestros límites. Pero la fe nos invita a confiar en que no estamos solos en el universo, abandonados a fuerzas anónimas, sino que, en definitiva, estamos en las manos de Dios, un Dios que nos ama, que es Padre y que nos conoce a cada uno con su propio nombre y su propia historia: ahí reside nuestra esperanza.

 

Recuadro:

Sobre teorías y “conocimientos secretos”
L’Osservatore Romano, publicación oficial de la Santa Sede, abordó el tema de estas predicciones del fin del mundo, en entrevista realizada al astrónomo jesuita estadounidense Guy Consolmagno, publicada en su edición en español del 15 de enero pasado. “No hay ningún motivo para creer que las teorías que predicen el fin en 2012 sean verdaderas”, dice el científico y religioso. “Estas creencias proliferan porque todos sentimos la tentación de desear poseer un ‘conocimiento secreto’ del futuro, como si esto nos hiciera más poderosos que los demás. En realidad se trata sólo de una señal de mala ciencia o de mala religión”, concluye. (Ver entrevista en www.periodicoencuentro.cl )
¿2012? No es el fin del mundo