Febrero 2009 / NÚMERO 24

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Padre Carlos Cox, rector del Santuario Nacional de Maipú
“Santo es quien ha seguido profundamente a Jesús”

Hay un estudio de la Universidad Católica que dice que los dos santos que tienen más peso en Chile son el Padre Hurtado y Teresa de Los Andes. Creo que la experiencia con ellos es una de las más logradas. Los santos, en general, tienen dos dimensiones: la dimensión del amigo de Jesús, por lo tanto uno los mira cariñosamente como “cuñas” en el sentido de su poder de intercesión, pero santo es quien ha seguido profundamente a Jesús. El santo tiene esas dos dimensiones, la intercesión y la virtud. La tendencia es cargarse a lo primero. Creo que en Teresa de Los Andes y el Padre Hurtado hubo un trabajo muy serio y profesional en estos dos ámbitos. Por un lado la gente tiene una relación personal con el santo y por otra los ilumina en su proyecto de vida.

En el caso de San Sebastián, sin duda está unido a la primera dimensión y tiene que ver con que es la época de la cosecha, entonces hay algo de ofrendar a Dios, a través del santo, en agradecimiento por lo recibido a través de la cosecha. El peso que tiene en la zona sur es enorme.

En el caso de San Expedito la dimensión de intercesión es la más fuerte porque objetivamente de su vida se conoce muy poco. Dios tiene muchas formas de tocar los corazones de las personas y la clave es hacer que esta intercesión primera experimentada se vaya transformando en un encuentro más profundo con Dios. El rol de los santos es despejar el camino hacia lo que significa la plenitud de la vida cristiana, es la perfección del amor en todas sus dimensiones: en su relación con Dios, consigo mismo, con los hermanos y con la sociedad. El santo es el que vive esas cuatro dimensiones en la perfección del amor.

¿De qué manera educar en el tributo con el dinero?

El dinero para el cristiano es un instrumento al servicio y es una forma de agradecer los dones recibidos. Siempre me impresionó la forma de relacionarse con el dinero de los mexicanos y los alemanes, dos pueblos tan distintos, pero que son muy generosos con el dinero. Unos después de las revoluciones sociales y otros  después de la guerra valoran la vida, la salud, la gente que los quiere. Cuando uno se siente escogido, cuidado, querido, retribuye. Lo que la gente experimenta es que si es muy regalado, regala. 

¿Cómo es la espiritualidad popular que se da en los santuarios?

En los santuarios es donde las personas experimentan ser queridas y amadas por Dios por lo que son, por ser hijos de Dios y no porque “blanquean su situación”. En la presencia de la Virgen y la cercanía del santo, sienten que Dios los acoge como son, por eso los santuarios son lugares donde se ve la misericordia del Señor. En Aparecida se habla de las murallas que recogen la oración, la petición y los sollozos del pueblo.

Aparecida insiste en los santos como quienes se encontraron con Jesucristo. Vuelven al núcleo: como han tenido un encuentro con Jesucristo, se sienten hijos amados y por eso son discípulos misioneros. Los santos ayudan para que la gente se experimente como hijo querido de Dios, por lo tanto, que tengan un encuentro vital con Cristo y que sean discípulos misioneros. Esas cosas no funcionan automáticamente, tiene que haber una predicación y un camino pastoral que desafía permanentemente, porque no se hace solo. La caminata a Los Andes hay que estar permanentemente evangelizándola. Ahí la Iglesia tiene una riqueza muy grande y una tarea tremenda. Para que sea un lugar de encuentro con Cristo hay una pedagogía. La tarea de los santuarios es fortalecer la pedagogía de la espiritualidad popular.

¿Qué opina de los sacrificios fisicos?

Es un tema bien delicado. La percepción del citadino –y yo soy de ciudad- es distinta a la del hombre más de campo. Un hombre que ha pecado necesita, psicológicamente, una reparación. Necesita sentir en su cuerpo el dolor que él cometió a otro. Esto que choca, como la gente que llega arrastrándose, es porque quiere percibir en su cuerpo que merece el perdón. No le basta con un Padre Nuestro y un Ave María. Esto viene de muy antiguo, el camino a Compostela, era hecho como penitencia, porque muchas veces los peregrinos cometieron un asesinato y, en el camino podrían sufrir eso que causaron. Eso no es fácil de comprender. La espiritualidad popular está llena de signos que acentúan lo corpóreo, como los bailes religiosos que bailan horas de horas a pleno sol. Así la persona manifiesta el agradecimiento por su amor y su perdón.