Febrero 2009 / NÚMERO 24

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Aborto terapéutico “ni en broma”
Los Derechos Humanos hoy en Chile

Antes de dejar su cargo de Vicario de la Zona Sur para asumir nuevas funciones, Monseñor Cristián Precht, ex secretario ejecutivo del Comité pro Paz y ex Vicario de la Solidaridad, respondió la siguiente entrevista del periódico Encuentro.

El tema de los derechos humanos -que a usted le tocó abordar directamente durante el gobierno militar- sigue hoy en el debate público. ¿Cómo ve usted hoy este tema en Chile?

Yo creo que en Chile hemos tenido el coraje de dar pasos muy importantes en materia de derechos humanos. La Iglesia lo tuvo durante el tiempo del régimen militar y los sucesivos gobiernos de la Concertación han tenido el coraje de enfrentarlo: Comisión Rettig, la Mesa de Diálogo, la Comisión Valech. Esto es algo muy honroso y no todos los países se han atrevido a mirar a la cara las heridas de los derechos humanos. En ese sentido creo que es algo muy positivo.

Sin embargo, hay heridas que permanecen en el tiempo. Los familiares de los detenidos desaparecidos siguen mereciendo una respuesta de verdad y de  justicia. Los familiares de personas que fueron ejecutadas también merecen saber lo que ha sucedido y restaurar el buen nombre de sus familiares. Los que sufrieron directamente es obvio que la sociedad tiene una deuda con  ellos y que las cosas no se arreglan simplemente por el paso de los años. Hay dolores que nos acompañan toda la vida. Y por eso que la sociedad tiene que ser muy respetuosa con este dolor.

No ser superficial

¿Ha habido un mal uso del tema de los derechos humanos? ¿Se ha politizado, por ejemplo, el tema de los detenidos desaparecidos?

Acabo de decir que hay que ser muy respetuoso con estos temas, pensando en lo que ha sucedido. Que haya una o dos personas que estaban equivocadamente en la lista de los detenidos desaparecidos, ya se sabe cómo fue y se sabe que una de ellas no calificó en ninguna lista sino hasta el final…  Pero esto no debilita el hecho de que desgraciadamente en Chile se cometió un crimen atroz. Hay que ser muy respetuoso con el dolor de las personas y no simplificar y menos ser superficial. Yo ceo que en los últimos acontecimientos se ha sido muy superficial. Ojalá se empleara toda esta energía para encontrar a personas vivas. Y, por último, ¡qué bueno que haya dos personas que se pensó que estaban muertas y que están vivas! Yo me alegro por la vida. Otra cosa es si esas personas han engañado. En ese caso tendrán que dar la cara por lo que hicieron. Pero, ¡por el amor de Dios! ¡Ojalá estuvieran todos vivos!

Otro tema que se mantiene es el de la reconciliación. ¿Estamos ya reconciliados en el país? Si no, ¿qué falta?

La reconciliación  siempre ha sido un proceso  no terminado e interminable. La reconciliación va a culminar el día en que en el Reino de los Cielos nos encontremos cara a cara y será el Señor quien nos reúna. Y, por lo tanto, siempre va a haber caminos que recorrer en la reconciliación. Sin embargo, si uno mira para atrás, hemos dado pasos enormes. En el Parlamento de Chile hay personas muy antagónicas, que antes ni siquiera se hablaban. Cuando el Cardenal Fresno logró el Acuerdo Nacional lo hizo con personas muy antagónicas que tampoco se hablaban. Es decir, de estar atrincherados en distintas posiciones hemos logrado ser capaces de sentarnos a la mesa a conversar, a discutir, aun manteniendo distancias. Ese es un paso enormemente grande .Y creo que hay más, todavía. Si miramos el Chile de la desconfianza, del miedo y el Chile de la convivencia, creo que tenemos mucho que agradecerle a Juan Pablo II en su venida.

Hemos dado un paso muy grande. Que quede mucho más no cabe duda, pero esa es la tarea cotidiana del cristiano y de toda la gente que cree en la reconciliación, porque habrá gente que no cree.

En primer lugar, falta cuidar lo que hemos obtenido y no caer de nuevo en  la guerra de descalificaciones mutuas, menos aún en tiempos electorales, porque el que descalifica pierde. Chile no quiere descalificadores. Chile quiere encontrar un destino común. En segundo lugar, falta  la audacia del perdón, que mencionó Monseñor Ysern el día que celebramos 30 años de la Cantata (de los Derechos Humanos). Y esto es muy serio. Hay distintas maneras de hacer historia. La historia la podemos hacer con venganza y esperar el día en que a mi adversario le vaya pésimo. La historia podemos hacerla matando al adversario, como se hace en todas las guerras. La historia podemos hacerla con indiferencia, sin darle espacio o pretendiendo que el otro no existe. Todas esas formas son viejas, gastadas, ineficientes. La historia las ha vivido una y otra vez  y ninguna vez que las hemos vivido hemos logrado algo.

En cambio, lo único original que hay en la historia lo ha traído Jesucristo en su vida con  el per-dón, que etimológicamente significa “el mayor don”. Hacer la historia incluyendo el perdón en la historia es la manera más novedosa y original de hacer historia, tanto en un pueblo entero como en las relaciones personales. Nos falta creer en la eficacia del perdón. Es bien curioso, cuando uno dice “reconciliémonos en la verdad”. ¡Bien!. Una vez que tengamos la verdad, vamos a dar pasos nuevos. “Reconciliémonos en la justicia”. ¡Bien! Era que no. En cambio, si uno dice: “Reconciliémonos en el perdón”, inmediatamente hay que dar explicaciones: “Ni perdón ni olvido” ¿Y por qué no? Simplemente, porque tenemos la mirada vieja de la historia y no la mirada nueva que trae Jesucristo. Y no me estoy refiriendo solamente a lo social. También entre las personas. Cuando una persona le dice a otra “espérate, no más, la vida es muuuy larga”: Venganza. O cuando una mamá le dice al niño “quítese  de mi vista, m’hijito. No lo quiero ver más”, es otra manera de sacarlo de la historia. “Bórrate”, como dicen los lolos. O cuando practicamos la ley del hielo: “a esa persona no la miro más”: Venganza, guerra, frialdad. Lo único que termina construyendo la historia es el perdón. El otro día cayó en mis manos -y me alegré mucho- un libro del Arzobispo sudafricano Desmond Tutu, célebre por su liderazgo en la causa de los derechos humanos, titulado precisamente “Cómo el perdón  hace la historia”.

¿Chile ha avanzado más en materia de justicia y reconciliación que otros países que han vivido situaciones similares?

No me cabe duda. Chile y Sudáfrica. No así España, que un día metieron la mugre debajo de una alfombra y ahora la alfombra empieza a apestar. De repente, con el juez Garzón, pareció que España era campeona de los derechos humanos, y no.

Los derechos humanos a defender hoy

¿Cuáles son los derechos humanos que hay que defender hoy?

Cuando hablamos de derechos humanos estamos hablando de aquellos derechos que tienen las personas o la comunidad frente  al Estado y el Estado tiene que proteger. Cuando se trata de crímenes de personas -desgraciadamente los crímenes que se comenten todos los días- para eso está la justicia ordinaria. Pero el Estado tiene que preocuparse de los pobres, y una sociedad sana, dice el Papa Benedicto XVI en su carta sobre la escatología, es la que se preocupa de los enfermos, de los desvalidos, de los excluidos. Y hay que preocuparse de los pobres eficientemente. Tenemos hoy que cuidar los derechos de los encarcelados, sea cual sea la situación de la cárcel, Colina, Punta Peuco o cualquiera otra cárcel. Y ahí el país tiene una deuda tremenda, porque los encarcelados viven  situaciones anómalas y, más aún, no hay justicia expedita, que también es injusticia. Y eso afecta tanto al reo común como al que está por causa de derechos humanos.

Obviamente tenemos que garantizar la igualdad de oportunidades en cuanto al estudio, que es un derecho humano tremendamente potente.

Creo que hay otro tema en el que no hacemos suficiente, que es cautelar la vida de las familias. Si es verdad que nos interesa que la familia sea la clave de la sociedad, que el Estado tenga mucho más que ver con la familia.

Y hablando de familia, no hay que decir ni por broma que se apruebe una ley de aborto, Hay en Chile una médica muy famosa que hizo un juramento de respetar la vida y, por lo mismo, no puso en su programa de gobierno el aborto terapéutico. Esa doctora se llama Michelle Bachelet. Y creo que hay que imitar la claridad de conciencia que ha tenido esta mujer. Todas las personas que en el pasado cercano llevamos la bandera de la vida, no tienen derecho a levantar la bandera de la muerte en el aborto.

¿Ni siquiera aborto con apellido?

Ni siquiera aborto con apellido. Esta misma médico de que estamos hablando, personalmente, me enseñó que quizás hace 30 años había situaciones en que uno podría decir, “mire, la vida de la madre…” y se habría podido hasta pensar… (en el aborto terapéutico). Hoy día eso sucede rarísima vez. Luego, aborto con apellido es para entronizar el aborto sin apellido.

¿Quisiera agregar algo más sobre el tema de los derechos humanos?

Me gustaría rendir un homenaje a todas las personas que consistentemente han trabajado en la defensa de los derechos humanos desde hace muchísimos años a esta parte. Que no se nos olvide la gratitud que les debemos. A los antiguos trabajadores de la Vicaría de la Solidaridad en Santiago y otras diócesis, a personas que quizás no estuvieron en ninguna vicaría, pero que trabajaron por ella en el sindicalismo, en el campo y en otros lugares, y que no nos olvidemos, por lo tanto, que estas no son decisiones políticas de alto nivel. La decisión de cautelar los derechos humanos depende de ti y de mí y dejemos de echarle la culpa al gobierno por lo que podemos solucionar cada uno de nosotros, cualquiera sea el gobierno.