Febrero 2009 / NÚMERO 24

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Verano laboral: Trabajar sin descanso
Por Ramón Ulloa, periodista CNN Chile

Levantarse cada mañana sabiendo que la mitad del país disfruta de un merecido descanso y otra buena parte prepara las maletas para intentar hacer lo mismo, no es el mejor incentivo para enfrentar un día laboral de febrero. Cuesta sin duda, porque el calor  se hace agobiante y la mente pareciera pedir a gritos reemplazar el murmullo de la ciudad por el sonido de las olas,  el canto de las gaviotas o el aroma del campo.

Trabajar en verano podría transformarse entonces en una larga letanía, en un sinfín de reclamos y una serie de lamentos. Ojalá pasará entonces el mes volando para que aquellos que tienen la suerte de disfrutar ese descanso se  les acabara rápido. Como si mi desgano e infortunio estival se aplacara  sólo por el hecho de saber que a esos “otros” el tiempo de relajo se les acaba.

No se trata de ser autocomplacientes, pero tampoco se puede pasar el mes entero sintiendo pena de sí mismo y alimentando con envidia un espíritu ya maltratado por las tensiones laborales de un año agotador.

Mejor es pensar en las oportunidades que ofrece un ambiente laboral que por lo general es más amigable en verano.

Se nota desde el principio con mucho menos gente en las calles y con un tránsito en las grandes ciudades que ya quisiera uno tenerlo durante todo el año. Desaparecen los tacos y con ellos esa tensión asociada a uno de los grandes problemas del stress laboral, el tiempo que demoramos en desplazarnos desde nuestras casas a nuestros trabajos.

No exagero al afirmar que hasta media hora más se puede ganar con el ahorro de tiempo asociado a un traslado que cruce Santiago  en verano a diferencia del invierno.

Pero claro, ¡seguimos trabajando!

Entonces, una segunda mirada es concentrarse en las ventajas comparativas que puede haber en nuestro entorno laboral.

Suele haber menos gente y eso puede ser sinónimo también de más trabajo, pero también de oportunidades y desafíos.

Son los períodos de las suplencias, la época en que muchos titulares dejan en manos de subordinados las responsabilidades laborales. Una época que puede servir para demostrar lo capacitado que se está para enfrentar nuevos desafíos o una etapa para aprender  en áreas que el resto del año están restringidas.

¡Cuántas veces me ha tocado ver lo mismo! En mi experiencia profesional he visto a muchos colegas dar un paso importante en su carrera aprovechando los tiempos del verano. Asoma como “la oportunidad”, no sólo para mostrar lo que uno puede ser capaz, sino también para que uno mismo se mida frente a desafíos más importantes.

En mi caso particular, los veranos siempre fueron una oportunidad. Desde que entré a la Universidad, la época estival fue mi cancha de entrenamiento para “aprender haciendo”. Sin requisito académico de por medio y a veces con el pago sólo de la experiencia, más algunas monedas, enero y febrero se transformaron en llaves que más tarde abrirían muchas puertas.

Sólo una anécdota…Teniendo 22 años, haciendo la práctica laboral en TVN, estalla la Guerra del Golfo a una hora en que ya todo el mundo había partido a su casa y en donde sólo los estudiantes cumplían  horario de vigías. Muchos, y más de alguno de mis compañeros seguramente, vieron desde la playa cuando un tipo flaco y desconocido comenzó a entregar en vivo las noticias del inicio de ese desastre. El único mérito fue simplemente estar en el momento y el lugar adecuado, trabajando en verano cuando el resto tomaba su merecido descanso. Ese día comenzó mi carrera laboral.

A propósito de aprendices, el verano también da la oportunidad de ser solidario y compartir los conocimientos. El resto del año por la velocidad y la falta de tiempo, suele haber muy poco tiempo para hacerlo. En verano es común que muchas empresas recluten a jóvenes profesionales ávidos de aprender. Es el momento también para ayudar en esa tarea, para conducir  con el ejemplo y los buenos consejos a aquellos que están transitando seguramente por el mismo camino que nosotros lo hicimos hace ya bastantes años.

Principalmente aquellos que  en sus inicios tuvieron la suerte que “algún” experimentado le regalara en verano algo de su tiempo, no debe olvidar que antaño la relación entre el maestro y el aprendiz era forma más sólida y respetuosa con que se crecía en el conocimiento, algo que en estos tiempos de individualismo cada vez más hemos perdido.

Planificar el año, adelantarse a los contingencias y en los ratos de ocio descubrir una ciudad que el resto del año nos suele parecer siempre más gris y hostil  parecen completar otras actividades que le dan un sentido distinto a la carga laboral en el verano.

Podríamos quedarnos sentados sintiendo pena de nosotros mismos y sólo cumpliendo con la pega. Lamentándonos de la fortuna de los “otros” y de la “desgracia” de nosotros mismos. Pero más edificante puede ser pensar en positivo en esta etapa, esperando que ya llegará el momento  para  nuestro también merecido e irrenunciable descanso.