Febrero 2010 / NÚMERO 36

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Martín Cárcamo, animador:
Un ingeniero con alma de comunicador

Ingeniero comercial de profesión, el conocido rostro de TVN se considera un hombre constante y dice tener una relación “muy cercana” con Dios. Convencido de que su trabajo en pantalla tiene un rol social, aspira a través de él transmitir valores positivos a la gente.

¿Cómo sobrellevas el tema de la fama? ¿Qué pasa con tu ego?

El tema del ego y la fama es la ilusión más complicada del trabajo de la televisión, básicamente porque hoy día generalmente llega de golpe y eso hace que se provoque un desorden no solamente a nivel personal, sino también a nivel familiar, porque todo el mundo opina de ti. Es una ilusión que hay que saber manejar muy bien, porque generalmente termina traicionando la personalidad o la emocionalidad de los que la viven. En mi caso ha sido algo muy gradual, porque partí muy joven y he ido como de menos a más en la TV, entonces ha sido como un proceso el hecho de ser conocido. Yo no creo en los famosos chilenos, yo creo que la gente es conocida o no es conocida. Y en ese sentido uno tiene que tomar precauciones para que no te liquide.

¿Como cuáles?

He tomado algunas precauciones que tienen que ver con mi vida más familiar, más íntima, de no exponerla. Todo el mundo sabe que estoy casado, que tengo 2 hijos, pero no me saco fotos con mi señora, con mis niños, no salgo en las portadas de la revista como la familia feliz. Todo ese sistema que a veces se vende, yo no lo hago, para mantener la independencia de mi vida familiar, y generalmente cuando salgo en la prensa es por mi trabajo o por cuestiones que tienen que ver con la pega.

Y a nivel íntimo, ¿cómo lo has sentido, te ha cambiado la personalidad, te da pudor?

Tengo una relación con el público muy cercana. Hay gente que provoca histeria, otra reacciones adversas, yo tengo una relación muy cercana con el público y me gusta caminar mucho en la calle (camino porque me gusta y porque además tengo una hernia y es como la receta que me dio el doctor), hago muchos trámites caminando, salgo del canal y camino por Providencia y en ese sentido tengo una relación con el público muy cercana.

¿Te gusta?

Sí, me gusta. Creo que también es un motor para nosotros los que trabajamos en este medio. Y también cuando el público te hace alguna crítica, también hay que tomarla. Es un tema que hay que saber administrar. Yo al principio tenía un poco de pudor y me guardé, como que me afectó en términos que no quería salir a lugares donde había mucha gente, porque te sientes muy observado, o porque la gente te dice alguna pachotada o te dice algo que tú no estás de acuerdo, o de repente quieres estar tranquilo con tu pareja, con tus hijos, y alguien se te acerca en momentos que no son adecuados, pero la gente no tiene porqué saber también que uno quiere tener algo más de intimidad.

¿Pero en general la gente es respetuosa?

Respetuosa, muy cariñosa. No tengo nada que decir, al contrario, muy cariñosa. Entonces, después ya empecé a asumir que era conocido, y empiezas a asumirlo no más; es parte de tu vida.

¿Te relajaste?

Sí, me relajé totalmente, pero además creo que es bonito y me tendré que preocupar cuando no pase.

¿Siempre has tenido buen humor?

Sí, pero tengo mi genio también. Soy una persona que tiene un muy buen humor y que siempre anda muy alegre y en ese sentido creo que es una virtud, porque me considero equilibrado emocionalmente, pero -sobre todo en el ámbito laboral- cuando las cosas no se hacen bien o cuando cometemos errores y pasa algo con nosotros como equipo, me manifiesto absolutamente…

¿Apasionado?

Es propio también porque a uno le corre sangre por lo que  hace, hay una cuestión vocacional y siempre he dicho que los animadores somos como los productores emocionales de los equipos. Es decir, uno tiene que estar bien pero también tiene que liderar bien los equipos en términos emocionales para que estén motivados y para que también se crean el cuento de que las cosas se pueden hacer, que se puede obtener sintonía, que en los programas se pueden obtener gratificaciones, que los programas se pueden hacer bien. Tengo un muy buen humor y una relación horizontal con la gente que trabajo, tanto arriba como abajo.

¿Es importante el trabajo en equipo?

Sí, lo que pasa es que yo tengo bien controlado el ego, no quiere decir que no lo tenga, lo tengo bien desarrollado, pero creo que dentro de los animadores soy de los menos egocéntricos que hay, partiendo de la base que soy egocéntrico. Pero he tratado de administrar bien eso. Y creo mucho en el trabajo en equipo. Un animador no es nada sin un buen equipo; uno finalmente pone la cara y el resultado final. A un mal animador con un buen equipo le puede ir bien, pero un buen animador con un mal equipo está destinado al fracaso.

¿De dónde vienen esas convicciones?

Tengo una formación que tiene que ver con eso, estudié en un colegio inglés, siempre hice deportes que tienen que ver con el trabajo en equipo y después estudié Ingeniería Comercial. Creo mucho en los trabajos en conglomerado, como grupos de trabajo que van más allá de sólo trabajar, que tienen que ver con un compromiso de amistad.

¿Y de tu familia de origen, qué valores rescatas?

Yo tengo una familia bien particular: mi mamá es artista, pero conservadora, y mi papá, que siempre ha sido ejecutivo de empresa o independiente, es más liberal. Es una mezcla bien particular. Y yo también soy un poco así. Rescato sobre todo el hecho de ser buenas personas y de priorizar la vida familiar. Yo tengo una familia en la que además a todos les han pasado cosas fuertes, que ha sufrido, y que ha tenido momentos muy alegres, pero que siempre se ha mantenido muy unida.

También prima mucho el tema de los croatas, porque mi mamá es hija de croata, de la posguerra y ahí hay todo un tema que tiene que ver con el ser todos unidos, una familia más bien crítica, con mucha opinión y con mujeres muy importantes dentro de la familia. A mí me formaron sin hacer diferencias entre hombres y mujeres, que los hombres y las mujeres tienen que cooperar en la casa. Eso también trato de inculcárselo a mis hijos.

Además, el valor del trabajo. Todos en mi familia han trabajado mucho, desde muy jóvenes y muchas veces sin necesidades, y eso tiene que ver con una cuestión de formación, de querer ser independiente, agarrarle el gusto a la pega.

Estudiaste Ingeniería Comercial pero eres animador, ¿eso es reflejo de la mezcla particular de tus padres?

Un tiempo yo estuve como bien perdido… era un alumno con intereses artísticos en medio de un colegio de donde no salían muchos artistas. Estuve en teatro, en música, pintura. Desde chico era hiperactivo y me metí a muchas cosas artísticas para cansarme, y obviamente tenía que ver con lo de mi mamá. Pero cuando salí del colegio en realidad tampoco tenía una vocación para ser actor y entré a Ingeniería, porque sentía que era una cosa aplicable a cualquier cosa. Como en tercer año me vino una crisis muy potente, porque me di cuenta que lo que quería ser era animador de televisión.

¿Así de claro?

En el fondo me di cuenta que yo era un comunicador y que no lo había dimensionado de manera formal o clara hasta que tuve 20 años. Había animado muchas fiestas de colegio, después de universidades, tenía personalidad para pararme frente al público, me salía natural, me resultaba fácil. Fui donde mis papás a decirles y me preguntaron dónde se estudiaba y les respondí que no se estudiaba, que en el fondo era como un oficio, como una vocación y me dijeron ‘qué rico, sigue estudiando ingeniería comercial…’ Y de ahí lo que hice fue armar un plan de egreso para poder estudiar y probarme para saber si servía para ser animador. Como estudiaba en Viña, empecé a venir a Santiago a hacer algunas pruebas y dije ‘esto es lo que quiero hacer toda mi vida’, pero seguí estudiando paralelamente Ingeniería Comercial.

¿Por tu familia?

Sí, es que sabía que en el fondo tenían razón, dejar botada la carrera al tercer o cuarto año no tenía ningún sentido y agradezco también a mis papás que me hayan dicho eso, porque es también hoy día un seguro de  vida en términos profesionales. Además, el paso por la universidad me dio una visión distinta, una visión más universal de las cosas. Y también metodología de trabajo, que aplico hoy como animador.

¿Crees que ser comunicador implica alguna función social?

Absolutamente. En este trabajo obviamente que hay un rol social y eso se manifiesta en entregar valores; en mi caso, en los programas que hago inculco valores positivos como la competencia, la lealtad, la superación, el trabajo en equipo. También en actos no mediáticos, colaborando en animaciones de eventos no masivos de instituciones cercanas y confiables para mí, como el Hogar de Cristo y la Teletón. Son las dos instituciones con las que trabajo directamente y que no tiene que ver con pantalla ni con prensa, sino que muchas veces hacemos cosas que tienen una repercusión pequeña a nivel mediático, pero sí en sectores puntuales y yo voy feliz, sin cuestionamientos y me pongo a disposición de ellos.

¿Pero en los programas masivos de entretención de la televisión también crees que puedes hacer labor social?

Sí, sí. Ese es el desafío, eso es lo más difícil: buscar programas que sean entretenidos, que junten a la familia, que marquen sintonía, que sean buenos comercialmente y que, además, promuevan valores positivos.

Esa es labor de un ingeniero…

Y es muy difícil, por eso que a uno también a veces le cuesta más que al resto quizás, porque TVN tiene una misión ahí súper clara, entonces es difícil, porque de repente uno cae en la tentación de hacer algo más fácil, hacer una entretención más burda, pues los números de rating se obtienen cuando el contenido de repente es más liviano y sin algo de trasfondo, pero yo creo mucho que en el mediano plazo el contenido con la entretención ganan. Y eso me lo han demostrado los programas que he hecho: El Último Pasajero, Calle 7, el mismo Pasiones –que era un programa de mucha entretención, pero que transmitía valores positivos como era juntar parejas. Entonces son programas que tienen que tener esa variedad, que son obligaciones que nosotros tenemos pero que la competencia no.

¿Y si no fuera una misión impuesta, te desligarías de ese tipo de televisión?

No, porque siento que eso tiene que ver también con la responsabilidad de uno, con la forma de ser de uno. Yo creo mucho en la televisión de verdad. Creo que engrupirse al público o engrupirse a uno mismo no tiene ningún sentido.

Cuando fui papá de la primera hija que tengo, me liberé de mis prejuicios y culpas y me mostré al público tal como era. Ya teniéndola a ella, no podía ser un personaje en la tele y después llegar a la casa y ser otro. Entonces eso también me hizo muy bien, porque me hizo darme cuenta de muchas cosas que tienen que ver con asumir que uno tiene una responsabilidad también como comunicador y que eso también marca la diferencia. Al final a través de la pantalla estás educando aunque sea un poquito. A nosotros nos ven muchos niños y tengo muy claro qué tipo de televisión quiero que vean mis hijos y qué tipo de televisión no quiero que vean mis hijos.

¿En cuál programa te has sentido más cómodo, más tú, o más cercano a esta visión?

Hoy día Calle 7 es un programa que tiene todo lo que habíamos hablado antes. Además, los muchachos que tenemos en los equipos se han ganado un lugar súper importante en los medios, pero sin escándalos y eso es más difícil. Y el Último Pasajero es un programa que a mí me ha identificado mucho, porque era un programa que le iba muy bien en sintonía pero además juntaba a toda la familia, que educaba, entretenía…

¿El ser viñamarino ha influido en tu forma de ser? ¿Has sentido un choque con Santiago?

Los que somos más “provincianos”, aunque Viña está al lado de Santiago, tenemos una cultura un poquito menos competitiva y más sana. En las regiones también se privilegia la vida familiar, algo que tiene que ver con las distancias y creo también que son vidas menos materialistas. Creo que en Santiago hay una vorágine que ciega un poco a la gente y que es propia también de una capital. Pero a mí me influyó mucho eso, y bueno, al principio yo era mucho más pavo y pollo de lo que soy ahora. Me he ido poniendo un poquito más santiaguino también. Pero me gusta que exista esa dualidad, no me considero un tipo fragmentado, solamente una cosa.

¿Qué te gusta tanto de ser animador?

Me gusta tanto esta pega porque puedes ser muchas cosas a la vez, y cuando tienes tantos intereses pero ninguno en particular, por ejemplo, yo podría ser bueno para actuar pero nunca iba a ser un buen actor; para la música, pero nunca iba a ser buen músico, y me di cuenta que juntando todas esas posibilidades se arma una buena cazuela y te puedes convertir en un buen animador.

¿Cuáles son tus proyecciones a futuro?

Las carreras de los animadores son bien particulares. Uno creo que llega a la madurez como conductor cerca de los 40, yo partí muy joven, creo que mi madurez va a llegar a esa edad. Uno trabaja máximo a mediano plazo y en términos de que te vaya sorprendiendo también tu pega. En marzo voy a ir a animar un programa en Paraguay y vamos a ver qué va a pasar por allá. Como idea, me gustaría hacer un programa, algo que tuviera un impacto grande a nivel social.

¿En la televisión masiva?

Claro, que sea entretención, pero que tenga un impacto social, que se conversen temas interesantes a nivel familiar cuando se haga ese programa; ir viendo el desarrollo; no tengo grandes metas más allá que ir desarrollándome y, digamos, seguir creciendo. Creo que también hay cosas con las que la vida te puede ir sorprendiendo.

Planifico a mediano plazo: lo que estoy haciendo ahora es lo que pensé hace 2  o 3 años y lo que haré en 2 o 3 es lo que planifico ahora. Pero esperando que la vida te sorprenda, a veces vienen éxitos inesperados, a veces aparecen fallas, programas que no van bien, que te trancan un poco el caminar, pero que también son parte de tu biografía profesional.

¿Sientes que la vida te ha sido fácil?

Yo diría que no, para mí la vida ha sido súper difícil en términos laborales y también en términos  familiares, pero quizá la gracia que he tenido es que soy muy constante en lo que hago, y me pongo metas muchas veces en silencio. Además, desde muy chico tengo claro lo que quiero y eso sí es un regalo de la vida. O sea, a los 18 años tenía muy claro qué tipo de familia quería tener o con qué tipo de mujer me quería casar. Y a los 21 ya  sabía que quería ser animador. Esa sensación de saber a qué te quieres dedicar o qué quieres construir, te permite avanzar más rápido. También he sido muy afortunado de haber encontrado a mi mujer, para mí ella ha sido muy importante en mi vida; he sido también afortunado al tener mis padres con vida y personas muy inteligentes, muy poco superficiales, lo que no quiere decir que sean fomes, pero sí personas muy simples, personas que te enseñan cada día que la vida va más allá de una pega. En ese sentido me siento afortunado.

¿La perseverancia es una de tus virtudes?

Absolutamente. Soy muy constante en lo que hago, o sea, yo puedo fallar una, dos, tres, cuatro, diez veces en el mismo tema e insisto aunque sean veinte veces más. Me da lo mismo si es que me caigo cien veces en algo y aunque me demore años. Por eso nunca digo la palabra fracaso, porque creo que no existen, creo que son experiencias y hay mucha gente que cuando falla en algo desiste, por miedo al comentario, al ridículo, a volver a equivocarse y yo en ese sentido soy al revés. En ese sentido pienso más como los gringos, que privilegian el equivocarse.

¿Cuál es tu relación con la trascendencia?

Soy un tipo de fe, católico, aunque de mente muy abierta que acepta todo tipo de pensamientos y que se junta con todo tipo de personas. Me importa mucho que mis hijos tengan fe, porque creo que la fe es un tema que se trabaja desde niño, que es un músculo que hay que hacerlo trabajar y que es un don que hay que ponerlo en práctica permanentemente. En ese sentido soy muy agradecido de la vida, porque creo que igual uno está de paso acá y que tiene que dejar algo, así como también creo que el infierno y el cielo están en la Tierra… Pero, sí, claramente tengo un sentido de la trascendencia y nunca pensaría que esta vida no tiene ningún sentido.

¿Sientes la compañía de Dios?

Por supuesto, siempre. Y siempre me encomiendo. Ante cada cosa importante que hago rezo harto, ¡esa es mi cábala!, rezo todas las noches, agradezco, pido también, hay períodos en que pido más que agradezco y otros en que agradezco más que pido. Ahora estoy en el período de agradecer. Pero tengo una relación muy cercana con Dios, aunque a veces uno se pone flojo… Yo diría que ahora estoy en un período de mucha cercanía porque también la vida te cambia muy rápidamente en un minuto, así que pienso que nada está comprado y generalmente uno se acuerda en los momentos más difíciles de Dios y creo que eso es injusto. De hecho me casé por la Iglesia y para mí fue mucho más importante el matrimonio por la Iglesia que el civil, lo otro era firmar un papel, no tenía mayor relevancia. Eso es.