JULIO 2007 / NÚMERO 5

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Chile: un país mariano

Somos un país mariano. Eso nadie lo discute, aunque pocos conocen el origen de la devoción a la Virgen del Carmen, popularmente invocada como nuestra “Reina y Patrona”. Por eso, a las puertas del Bicentenario, no está demás echar una mirada a nuestras raíces para reencontrarnos con esta tradición de identidad nacional.

Aquí, desde la óptica de la Historia, Pilar Hevia expone el cómo y por qué de este fervor.

La devoción mariana llegó a Chile con los primeros conquistadores españoles en el siglo XVI. La Armada española está consagrada a la Virgen del Carmen, y no es de extrañar que la práctica de dicha piedad se haya difundido en tierra americana teniendo especial arraigo en nuestro país. Cuando Pedro de Valdivia llega a Chile en 1540, traía en el arzón de su montura una pequeña imagen de la Virgen del Socorro, la cual aún es venerada en el altar mayor de la iglesia de San Francisco en Santiago. Junto con fundar dicha ciudad en 1541, señaló el lugar donde se edificaría la primera iglesia de nuestra nación, que corresponde a la Parroquia del Sagrario.

Fueron  misioneros españoles, particularmente los padres Agustinos, quienes introdujeron en Chile, a fines del siglo XVI, la devoción a la Virgen del Carmen. En 1643 fundaron la primera cofradía del Carmen en el Convento de San Agustín en Concepción. Cada 16 de julio, sacaban en procesión la imagen de la Virgen recorriendo las principales calles de la ciudad. Los fieles se preparaban rezando la Novena y pidiendo por diversas intenciones comunitarias. Desde la llegada a Santiago de las religiosas Carmelitas Descalzas, a fines del siglo XVII empezó a extenderse el culto y su devoción en la capital.

Pero fue su presencia en el Ejército permanente de Concepción lo que permitió difundir su culto a lo largo del país. Si bien se trataba de una devoción importante, en esa época la principal advocación mariana en el Chile colonial era la Virgen de la Merced. La fiesta de la Virgen del Carmen, el 16 de julio no era fiesta de tabla ni se prescribía la asistencia de las autoridades.

Con las guerras de la Independencia, la Virgen del Carmen adquirió gran fuerza y se transformó en un símbolo cívico-religioso de alcance nacional.

Desde aquellos tiempos se le saluda como Madre y símbolo de nuestra nación; su culto se extendió y su figura quedó para siempre asociada a nuestro patriotismo y ligada al destino del país. El nacimiento de la patria independiente se adjudicó a la acción intercesora de María bajo la advocación del Carmen

Bajo la protección de María

Los próceres de la Independencia recogieron las formas heredadas de España. Conscientes de que no se podían hacer modificaciones estructurales incorporaron a los distintos estamentos de la sociedad, principalmente a través de las fiestas, crearon símbolos patrios con los cuales se identificaría la población: una bandera, escudo, pabellón y mantuvieron la devoción a santos y vírgenes patronas.

La apelación al pasado llevó a tomar conciencia de la necesidad de traducir lo nacional en prácticas cotidianas en la sociedad. La génesis de esta mutación está en la derrota del ejército patriota en el Desastre de Rancagua, en octubre de 1814. Parte de las tropas vencidas, encabezadas por O’Higgins, debieron emigrar a Argentina. Los patriotas chilenos exiliados, colaboraron en la preparación de una expedición libertadora que tendría como misión derrotar a las tropas realistas establecidas en Chile.

Los patriotas se abocaron a encontrar una patrona a la cual encomendarse. Con este fin, realizaron una votación secreta en la que fue elegida la Virgen del Carmen como Patrona del ejército. Sus imágenes comenzaron a ser rodeadas por una simbología militar.

La victoria del Ejército Libertador sobre los realistas en la Batalla de Chacabuco, en febrero de 1817, fue gracias a la intercesión de la Virgen del Carmen. Unos meses más tarde, cuando la amenaza de las tropas realistas era inminente, las autoridades civiles y eclesiásticas, con el concurso de los vecinos de Santiago, elevaron en la Catedral de Santiago un voto, por el cual se comprometían a erigir en el lugar donde se diera la próxima batalla, un Templo a Nuestra Señora. De esta forma, la imagen de la Virgen del Carmen adquirió un rol protagónico.

Fue O´Higgins, el 20 de noviembre de 1819, quien declara que “El Estado de Chile es deudor de la protección de la Madre de Dios bajo la advocación del Carmen, en la victoria de Maipú. Ella nos salvó del mayor peligro que jamás se vio. Confiesen los enemigos de la libertad de América que hemos contado y contaremos siempre como verdaderos católicos con la protección del cielo”. Luego, él y San Martín colocaron los muros históricos que están delante del Templo Votivo.

En la Guerra del Pacífico

Si la Independencia había representado un primer momento de devoción nacional a la Patrona, el segundo gran momento en que desplegó su influencia fue durante la Guerra del Pacífico.  Este conflicto representó un hito trascendental para la difusión y alcance que adquirió su devoción que fue patrocinada e institucionalizada con más fuerza por los administradores del aparato estatal chileno.

Por su carácter de Patrona del Ejército y de Chile debía ser venerada en todo el país. Por lo mismo, las autoridades políticas y eclesiásticas se preocuparon de colaborar con la difusión de su culto y propiciaron el que cada una de las ciudades y localidades de la República contase con una imagen de esta devoción.

Después de la Guerra del Pacífico, el 14 de marzo de 1881, el General Manuel Baquedano concurrió ante la imagen del Carmen y colocó su espada victoriosa en sus manos, ante las aclamaciones de una gran multitud. Igualmente, durante la revolución de 1891, Monseñor Ángel Jara (autor de la tradicional oración a la Virgen del Carmen por Chile), convocó a los habitantes de Santiago a postrarse delante de su Patrona e implorar la paz.

Reina de Chile

Se venera a la Virgen del Carmen como Patrona de Chile desde el  24 de octubre de 1923, por decreto vaticano emitido por el Papa Pío XI. En el Breve apostólico se declaró: “A la Bienaventurada Virgen del Monte Carmelo, Patrona Principal de toda la República Chilena, concediéndole todos los privilegios y honores que a los principales Patronos de los lugares por derecho competen”. En esa fecha en la Plaza de Armas, por medio de Monseñor Rafael Edwards, se le hizo juramento nacional de fidelidad. Tres años después, en una ceremonia en el Parque Cousiño, se coronó solemnemente a la Virgen como Reina de esta Nación.