Julio 2008 / NÚMERO 17

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+ Andrés Arteaga Manieu
Obispo Auxiliar de Santiago
Vice Gran Canciller  Pontificia Universidad Católica de Chile

La ciudad: una en cuerpo y alma
Una propuesta desde la fe cristiana

Mesa 3: Propuesta Ciudadana en Camino al Bicentenario
II Congreso Iberoamericano. Católicos y Vida Pública
8 de junio 15:30 hrs.

Hace pocos días el Santo Padre Benedicto XVI, en el mensaje al II Congreso Mundial de movimientos eclesiales y nuevas comunidades (fechado el 22 de mayo y publicado el 31 de mayo), que tenía el lema La belleza de ser cristiano y la alegría de comunicarlo, les recordaba a los fieles que “en Cristo se encuentra la belleza de la verdad y la belleza del amor”, “Cristo es la belleza de toda belleza… que se hace presente en el corazón del hombre y lo atrae hacia su vocación que es el amor. Y gracias a esa extraordinaria fuerza de atracción, es que la razón se puede sustraer a su debilidad y abrirse al misterio. Se revela así la belleza suprema del amor misericordioso de Dios, y al mismo tiempo, la belleza del hombre, creado a imagen de Dios, es regenerado por la gracia y destinado a la gloria eterna”. Sobre esa vocación y destino ha reflexionado amplia y acertadamente en su reciente encíclica sobre el amor cristiano, Deus Caritas est. En ese mensaje a los movimientos y nuevas comunidades, el Santo Padre impulsaba a los fieles laicos a llevar la luz de Cristo a todos los ambientes sociales y culturales en donde viven: “Iluminad la oscuridad de un mundo trastornado por mensajes contradictorios de las ideologías. No hay belleza que valga si no hay una verdad que reconocer y de seguir, si el amor se reduce a sentimiento pasajero, si la felicidad resulta esfuerzo inalcanzable, si la libertad degenera en puro instinto”. Invitaba así a vivir la caridad para un orden social más justo y construir una civilidad capaz de replegar las fronteras de la barbarie. A construir un mundo mejor según el ordo amoris en el que se manifiesta la belleza de la vida humana.

Ahora, los sueños de la humanidad y de la vida social se cuajan en la edificación de las ciudades. Para la antropología cristiana la persona y la sociedad, por lo tanto tiene alma y cuerpo, y según la acertada formulación del Concilio Vaticano II en la Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo, el ser humano es uno en alma y cuerpo, contra todo dualismo y contra todo materialismo y espiritualismo[1]. El ser humano no tiene sino es cuerpo, no tiene sino es alma: uno en alma y cuerpo. Esto se proyecta a la vida social y podemos decir que la ciudad que deseamos construir es una en alma y cuerpo, allí se debe realizar el ordo amoris. Tiene un cuerpo que necesita espacio, tiene un alma, que es el principio vital. De eso hablaremos en esta mesa, del alma de la ciudad y de la ciudadanía, del corazón de la ciudad que es la familia (Lucía Santelices). Una realidad muy concreta. Y del cuerpo de la ciudad, que debería ser un trozo del cielo (Miguel Laborde), un adelanto de la ciudad eterna y definitiva, una ciudad nueva (Jesús Ginés).

En estos años la Iglesia en Chile nos ha invitado a un proceso de encuentro, reflexión y propuestas en vista del Bicentenario del 2010. A partir del documento de la Conferencia Episcopal de Chile En Camino al Bicentenario (septiembre 2004), se ha iniciado una reflexión, animada y coordinada por Walter Sánchez y un grupo de colaboradores. Para ‘sopesar las propias responsabilidades en la construcción del futuro’. Permítanme señalar algunos apuntes del estado de avance de esta iniciativa y luego terminar con unas reflexiones sobre el aporte de la teología a la edificación de la ciudad.

1. La iniciativa En Camino al Bicentenario

Es una iniciativa lógica por la cercanía de la Iglesia católica  a la vida de la gente y a la historia de la Patria en estos siglos. También por razones teológicas profundas: por la encarnación y por la ‘teología del tiempo’, que propone a Jesucristo como centro del tiempo y de la historia humana. Jesucristo que es rostro humano de Dios y rostro divino del hombre sigue alumbrando la vida al alba del tercer milenio.

Es una iniciativa principalmente de laicos aunque integra a toda la Iglesia, apoyada y algo acompañada por pastores. Es en los laicos en quienes, concientes de su identidad cristiana trabajan en el mundo, donde ha prendido más fuertemente esta iniciativa (arte, patrimonio, comunicaciones, educación, familia y desarrollo). La esperaban hace tiempo y alienta a algunos. De largo aliento (2004-2010), lo que nos descoloca pastoralmente pues se desenmascara algún pragmatismo e inmediatismo en nuestra tarea pastoral habitual.

Nos ayuda a todos y a cada uno a tomar conciencia de las propias responsabilidades en la construcción de la sociedad del futuro sin fatalismos deterministas y sin ingenuidad. No es fácil el tema de la identidad católica en tiempos de pluralismo liviano y totalizante. Es uno entre otros proyectos pastorales. No es ni reactivo ni alternativo a las iniciativas oficiales. Es un aporte propio y original e insustituible, al que no podemos renunciar y que es necesario. Queremos volver a la plaza, no queremos que la fe y sus consecuencias queden arrinconadas en la vida privada y personal-individual. La fe tiene repercusión social, y política en definitiva. Y eso es un aporte en una sociedad que quiere ser pluralista. El aporte del Santo Padre en su carta sobre el amor cristiano es notable al respecto, sobre las tareas propias y específicas de la Iglesia y de la política, en la construcción del futuro.

Ha sido ya preparado por varios años y tiene tres etapas: unos años de difusión (2005-2006), otros de trabajo intenso, de mesas de esperanza y encuentro (2007-2008) y unos de celebración y de recogida de propuestas y frutos (2009-2010). Es un proyecto muy abierto no cerrado ni dirigido totalmente (en sus objetivos y metodología), abierto a ambientes y constructores diversos de la sociedad.

Ya hay logros en algunos temas, en algunos movimientos y en instituciones (Universidades, Canal 13, Centro Manuel Larraín). Otros en perspectiva (jóvenes, discapacitados, migrantes y mundo del dolor), también con apertura latinoamericana. A pesar de estar lanzado hace ya dos años es un proyecto que aún está poco difundido y menos abordado en profundidad. Debemos pedir a la Santísima Virgen que nos ayude a hacer fecundo y concreto este proyecto.  Y se espera hacer algo importante en este sentido durante el mes de María. El futuro esperado de este proyecto es un salto de calidad en nuestra pastoral, una fe más adulta que se hace cultura entre nosotros. Trabajar por una tierra de hermanos, motivados por nuestra fe católica. Que nuestros sueños de Chile puedan concordar con los sueños que Dios tiene para nosotros. Y esto proyectarlo a América Latina. Se coordina de manera natural con el urgente llamado de la Iglesia en América Latina, a ser discípulos y misioneros para que nuestros pueblos, en Jesucristo, tengan vida abundante.

2. El aporte de la teología a la construcción de una ciudad digna del hombre

Ya el Concilio Vaticano II, al describir la condición del hombre en el mundo de hoy, en la exposición preliminar de la Constitución Pastoral Gaudium et Spes acerca de la Iglesia en el mundo actual, señala que en la sociedad industrial, “aumentan la civilización urbana y el afán por entrar en ella, bien por el crecimiento de las ciudades y sus habitantes, bien por el movimiento que extiende la civilización urbana a los agricultores”[2]. Esto afecta a las naciones desarrolladas pero también afecta a los pueblos en vías de desarrollo que buscan los “beneficios de la industrialización y urbanización”. ¿Qué puede aportar el pastor y el teólogo al respecto[3], tienen algo propio que decir desde su perspectiva? La gran ciudad ¿es un obstáculo o una gracia para la predicación del Evangelio?[4] ¿Qué dice Dios acerca de la ciudad? ¿Qué afirma la revelación y la tradición cristiana? ¿Podemos amar una gran ciudad como Santiago?[5]

Una respuesta a estas cuestiones nos lleva inevitablemente a una polémica de los años 60 que debemos releer a casi 40 años de distancia[6]. Una obra que no se puede dejar de evaluar es la Teología de la Ciudad de Joseph Comblin[7], que hace concreto e intenta superar la ideologización del tema de la abstracta relación Iglesia y Mundo[8]. Reconoce que aún no se ha realizado una teología de la ciudad y este pretende ser un primer esbozo (de 493 apretadas y densas páginas), que el teólogo puede decir una palabra porque la ciudad es una realidad humana[9]. Para eso propone algunos principios de método teológico para comprender lo que la Biblia dice a la ciudad de hoy. Se trata de los principios de la pedagogía divina, la dialéctica y la tipología. Con ellos hace una “historia teólogica de la ciudad” según los datos de la Sagrada Escritura. Allí aparece la ciudad de Dios y la ciudad de los hombres, las relaciones entre la Iglesia y la ciudad, y una pista del camino de la ciudad hacia Dios. Su lectura es provocadora. Utiliza no sólo estudios de urbanismo e historia de la ciudad, sino se intenta una síntesis bien pensada de lo que la revelación afirma sobre la ciudad. Además se intenta pasar revista a los proyectos pastorales y evangelizadores de la ciudad moderna del último siglo, hasta fines de la década del 60 en que fue escrita la obra.

La ciudad está ligada a la esencia del hombre, tiene un carácter profundamente humano, la revolución urbana ha cambiado no sólo el paisaje sino la forma de vida del hombre sobre la tierra y se trata de un fenómeno irreversible[10]. La ciudad es civilización. La contestación al fenómeno urbano desde diversas perspectivas se debe no tanto al concepto mismo de ciudad sino a su desarrollo anárquico y opresivo[11]. Los desórdenes que acompañan al hecho de la urbanización ni lo condenan por si mismo ni lo hacen menos irreversible. La urbanización empezó hace miles de años, “las ciudades aparecieron en  la historia del hombre en un período relativamente tardío, después de largas etapas en que la especie se movilizó por la superficie del planeta y se organizó en asentamientos que son por ello, también, un ‘invento’. Obedecieron a leyes básicas de la mejor supervivencia económica y ambiental de la especie humana”[12]. “La nueva ciudad de este final de siglo aparece enmarcada en una fase dinámica de evolución ecológica y técnica, en un proceso cada vez más global de cambios, sobresaliendo por la extensión y el alcance de las comunicaciones, por el desarrollo de los procesos transnacionales centralizadores, de dirección y control económicos y administrativos, por la obtención de nuevas formas de energía...Se estaría cerca de la total urbanización del planeta”[13]. Se advierten para el presente inmediato y el futuro nuevas formas de asentamiento urbano, las conurbanizaciones, los exurbios, las megalópolis y eperópolis, en definitiva la ecumenópolis, la ciudad global del planeta. Y esto no por la escasez de territorio o por exceso de población, sino por una tendencia de la sociedad contemporánea.

La historia de la salvación comienza en un jardín, en el campo o en el desierto y termina en una ciudad. La ciudad ocupa todo el arco de la historia de la salvación. Las Escrituras hablan con pasión (amor-odio) de la ciudad. Según Comblin, es posible creer que la descristianización urbana, es en parte el precio de la ausencia de una visión teórica y de una actitud concreta de la Iglesia hacia el fenómeno urbano, que solamente ha sido atendido por los cristianos en los últimos 40 años. Tal vez los cristianos hemos abandonado la ciudad de Santiago a su suerte, no hemos realizado un aporte que nos es propio. La ciudad no puede ser abandonada a las ciencias exactas, su problema no sólo es cuantitativo. Pues la ciudad es más que un habitat que responde a necesidades mensurables. Desde los orígenes la ciudad ha estado comandada por los mitos. En la ciudad se ha proyectado el cosmos y el lugar que el hombre tiene en él.

Propongo que una reflexión acerca de la ciudad debería integrar una teología de la gran ciudad[14]. Además, de parte de los misterios de la revelación cristiana, hay algunos aspectos que nos puedan ayudar a la reflexión. Sobretodo de eclesiología. A partir de la eclesiología del Vaticano II, se ha redescubierto que la Iglesia es un designio eterno de Dios, de salvación en comunidad de la humanidad. Si la vocación humana tiene un carácter comunitario en el plan de Dios[15] y hay una interdependencia entre la persona y la sociedad humana[16], también eso caracteriza el proyecto de la salvación de Dios. La Iglesia es misterio y sacramento, comunidad espiritual y visible, pueblo peregrino y estructurado. Ahora la salvación, realizada plenamente por Cristo, espera la consumación. “La espera de la tierra nueva no debe debilitar, sino más bien avivar la preocupación por cultivar esta tierra, donde crece aquel cuerpo de la nueva familia humana, que puede ofrecer ya un cierto esbozo del siglo nuevo”[17].

La estructuración de la Iglesia no puede pasar por encima de la realidad de la ciudad, sus características y procesos de evolución. La salvación pasa por la ciudad, es en la ciudad (1), crea una ciudad nueva (2) y va más allá de la ciudad terrena, a la ciudad celeste, la que llega “desde arriba” (3). Una dinámica de encarnación, de transformación profética y de superación escatológica. Así ha sucedido desde los comienzos de la vida de la Iglesia[18]. Tenemos hoy nuestra tarea.

La acción y las estructuras pastorales de la iglesia local deberían estar adecuadas a la realidad urbana (encarnación), deberían crear una realidad urbana nueva, más humana, más cristiana (transformación profética), y deberían prepararnos para la ciudad eterna (superación escatológica). No se pueden plantear las acciones y las estructuras pastorales como alternativas a la ciudad o a espaldas del fenómeno urbano, ni tampoco a merced del fatalismo urbano. Las acciones y estructuras pastorales nos deberían ayudar a vivir mejor en la ciudad, y a que la ciudad tenga más auténtica vida humana. Esto exige un diálogo interdisciplinar entre urbanistas, sociólogos y arquitectos, educadores y sicólogos, quienes conocen la ciudad por una parte; y los pastores y los teólogos, que conocen e implementan el designio de Dios para la ciudad, el peregrinar hacia una ciudad definitiva[19].



[1] “Corpore et anima unus” (Gaudium et Spes, 14).

[2] “Similiter vitae urbanae cultus ac studium augentur sive per urbium earumque incolarum augmentum, sive per motum quo vita urbana ad ruricolas dilatatur”  (Gaudium et Spes, 6).

[3] Utilizo aquí un artículo anterior, De Babel a la Jerusalén Celeste pasando por Santiago, La Revista Católica 102(2002), 24-28 y una parte del discurso de incorporación de O. González de Cardedal como académico de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas de España, El lugar de la teología, Madrid 1986, 122ss., acerca de La palabra específica del teólogo en la ciudad. “Toda sociedad necesita ser claramente consciente de su funcionamiento, fundar la legitimidad moral de sus acciones, hacer patente su coherencia interna; y en medio de todo ello abrirse y permanecer abierta a aquel orden de realidad, que no siéndole del todo ajeno no puede del todo dominar, y que sin embargo necesita y espera: la trascendencia. Con discursos funcionales no se responde a las verdaderas necesidades del hombre” (ibídem, 122). “El teólogo tiene sobretodo que hablar de Dios. Y de él sólo puede hablar a partir del mundo, desde dentro de la sociedad,  y en palabras de hombre” (ibídem, 123).

[4] Cf. T. Mifsud, La gran ciudad: interrogantes y propuestas éticas, en La Revista Católica 103(2003), 115-129;  J. M. Mardones, La cultura actual y la gran ciudad, en Revista Católica 103(2003), 134-146.

[5] Cf. C. M. Martini, Amar la ciudad, en  Mensaje 470(1998), 49-50.

[6] Cf. A. Morin, La ciudad en la Biblia, en Medellín 16(1990), 362-395. Sintetiza la polémica y los acalorados debates sobre la ciudad en la Biblia analizando algunas obras paradigmáticas de tres autores: J. Ellul, Sans feu ni leu. Signification biblique de la grande ville, Paris Gallimard 1970 (The Meaning of the City, Eardmans, Grands Rapids, Mich. 1975 en la versión inglesa); Harvey Cox, The secular City. Secularization and urbanization in theological perspective, SCM, London 1968; J. Comblin Théologie de la ville, Editions Universitaires, Bruxelles 1968. El único católico es Comblin. Son intentos de evangelización del hombre moderno, urbano y secular, que parten desde perspectivas y experiencias diversas, tradiciones espirituales incluso contrapuestas. También se pueden consultar con provecho los artículos de M. Breneman, Las ciudades del mundo bíblico, en Misión 8(1989), 26-31; I. Storniolo, A cidade e sua torre. Bênção ou castigo, en Vida Pastoral 31:152(1990), 2-7; F. Bertelloni, La Ciudad: Espacio territorial o modo de convivencia? (Reflexiones sobre las causas de las ciudades), en Revista Católica Internacional Communio (Argentina) (1997), 22-34; J. B. Libanio, La Iglesia en la ciudad, en Selecciones de Teología 146(1998), 113-126; Aa. VV., La ciudad de fines de siglo, dossier publicado por la Revista Universitaria 60(1998). Recientemente M. Eckholt, J. Silva han editado Ciudad y Humanismo. El desafío de convivir en la aldea global. Para el Intercambio Cultural Latinoamericano-Alemán en sus 30 años, Universidad Católica del Maule-Intercambio Cultural Alemán Latinoamericano, Talca 1999. De allí  considero especialmente importantes para nuestra perspectiva los artículos de M. De la Maza, Ciudadanía. El concepto y los desafíos actuales; F. Berrios, Trabajar en la gran ciudad. Reflexiones teológicas;  C. Casale, La ciudad como posibilidad de espacio del espíritu; J. Silva, Cultura urbana: La tendencia al encierro en la inmanencia del mundo y E. Arens, Ekklêsísa Katholikê: de los pueblos galileos a las urbes postmodernas.

[7] Hay una traducción española condensada de la obra (sin notas ni referencias bibliográficas, realizada por  J. Calvo, Verbo Divino, Estella.

[8] De utilidad es la tesis doctoral de M. Buvinic, Iglesia y ciudad en América Latina, Università Pontificia Salesiana, Roma 1993.

[9] “Science, technique, industrie, socialisation, démocratie, liberté, tous les signes de notre temps sont réunis dans la ville. La ville, c’est l’incarnation de touts ces signes” (Théologie de la ville, 15).

[10] Cf. G. Munizaga, Las ciudades y su historia: una aproximación, Ediciones Universidad Católica, Santiago 1997. Además en la misma colección de textos universitarios ha publicado Diseño Urbano, Teoría y Método (1992) y Tipos y Elementos de la Forma Urbana (1993).

[11] Una reflexión filosófica negativa del fenómeno urbano de H. Neira, La urbe como espacio infeliz,  en Cuadernos Salmantinos de Filosofía 24(1997), 247-261.

[12] G. Munizaga, Las ciudades y su historia: una aproximación, 33. “En un primer ciclo pre-urbano, entre un millón y seiscientos mil años atrás, y paralelo a la invención de la agricultura, se produjo la evolución y organización de los primeros grupos y poblaciones humanos. Nuevos factores y grados de desarrollo en los asentamientos más permanentes llevaron a una siguiente etapa ya propiamente ‘urbana’, la ciudad Paleotécnica, en que estos aspectos se dan ya en forma elemental desde el 10.000 a.C.. Después de diversas etapas de transición que culminaron con la revolución Industrial, en el siglo XVIII, se llegó a un tercer período fundamentalmente distinto que aparece iniciado el siglo XIX, el ciclo neo-técnico, que se desarrolló por todo el planeta. Especialmente desde fines de la II Guerra Mundial, se entró a una etapa contemporánea radicalmente innovada por la tecnología, el transporte, las comunicaciones y las ciudades metrópolis” (ibídem, 35).

[13] Ibídem, 198. “Nuestra época está abocada al fenómeno de la ocupación completa del territorio del planeta lo que, sin embargo, no implica una condición de mayor civilización del mismo” (ibídem, 206). También hoy es urgente pensar la ciudad. En esto la perspectiva de la fe tiene una palabra que decir.

[14] La articulación de lo doctrinal y lo pastoral es una característica propia del método del Concilio Vaticano II. Se puede entender el postconcilio desde la clave del método teológico-pastoral que la Iglesia ha practicado.

[15] Gaudium et Spes, 24.

[16] Gaudium et Spes, 25.

[17] Gaudium et Spes, 39.

[18] A. di Berardino, I cristiani e la città antica nell’evoluzione religiosa del IV secolo, en Cristianesimo e Instituzione Politiche. Da Constantino a Giustiniano, dir. por E. Dal Covolo-R. Uglione, LAS, Roma 1997, 45-79.

[19] Cf. C. Caltagirone, Magistero e città. Interventi episcopali sul tema della città (Síntesis e Proposte). Centro Studi Cammorato, San Cataldo 1998.