Julio 2008 / NÚMERO 17

volver

Ponencia de don José María Mardones. CSIC. Madrid

SEMINARIO SOBRE PASTORAL DE MEGÁPOLIS

Santiago de Chile, 11 al 13 de marzo de 2003.
Organización: Consejo Episcopal Latinoamericano Celam.

La Cultura Actual y la Gran Ciudad

Existe un fuerte vínculo entre la cultura actual y la gran ciudad: la cultura actual es urbanita, crece y se desarrolla mirando hacia la ciudad. Incluso podemos decir que la ciudad actual es un reflejo y hasta un símbolo de la Modernidad tardía de esta globalización neoliberal en la que nos encontramos.

Pretendo mirar la cultura y la sociedad actual con este sesgo hacia la gran ciudad. Mi mirada está situada y condicionada por mi ubicación hispano-europea; siempre hay una cierta hermenéutica geográfica inevitable. Con estos condicionamientos miro hacia Latinoamérica. No hace falta decir que toda generalización socio-cultural es un intento por captar algo acerca de las tendencias actuales que empujan nuestra sociedad y cultura, siempre mucho más rica, plural y compleja, que lo cualquier esquema , como el que aquí se presenta, pueda ofrecer.

1. La fascinación de la ciudad.

La ciudad moderna, especialmente la gran ciudad, aparece ante los ojos de la inmensa mayoría como el lugar de la conjunción y realización de todo lo que promete la sociedad moderna actual, la sociedad y cultura. Decir sociedad y cultura moderna y decir ciudad es casi equivalente. En la ciudad está la modernidad, la tardo-modernidad o postmodernidad; si no está ahí no se halla en ningún sitio. De ahí que la ciudad se muestre con la fascinación numinosa y terrible de lo sacro. En ella está el atractivo y también el peligro de nuestra sociedad y cultura.

1.1. El lugar de las oportunidades.

La gran ciudad es el lugar donde, se dice, las posibilidades son ilimitadas. Aparece -sobre todo a los ojos o impresión psicológica del que procede del medio rural o de la pequeña ciudad- como el lugar de las inmensas posibilidades. La gran ciudad reúne comercio e industria, enseñanza y ocio, espectáculos y servicios, desde sus grandes anuncios parece ofrecer a todos, especialmente al recién llegado, la ocupación, el trabajo o el disfrute que le es negado o escasea en otros ámbitos menores o rurales.

Ser el lugar de las posibilidades equivale también a decir que la ciudad aparece como el lugar de la realización personal y colectiva. El lugar para ser hoy y para realizarse como persona en la sociedad actual.

Lo que a menudo se oculta tras esta primera fascinación de la ciudad como lugar que reúne prácticamente todo lo que se puede desear para ser, es que sólo unos pocos lo alcanzan. La mayoría tiene que pagar un alto precio de renuncia, soledad, disciplina, dureza de vida y, frecuentemente, de exclusión social.


1.2. El ámbito de la libertad irrestricta.

La ciudad fascina, especialmente al joven, porque aparece como el lugar por antonomasia de la libertad, entendida como no control y amplitud de movimientos. Aquí se pierde el control social tradicional del vecindario o barrio. Especialmente en los grandes condominios actuales predomina el anonimato. Nadie parece tener rasgos definidos para los demás. Cada cual puede hacer de su vida personal lo que quiere. La vida personal se privatiza. La sensación de libertad irrestricta es grande, sobre todo, para quien ha vivido "protegido", "vigilado", por el círculo familiar o del medio rural. Los comportamientos se pueden mostrar más desinhibidos y "libres", es decir, en público, precisamente porque no rige el control social tradicional. En estas circunstancias el individuo puede ser más el mismo, pero también naufragar más fácilmente ante los reclamos de los comportamientos masivos.

De nuevo, la otra cara de la moneda de esta "privatización de la vida" es la fuerte institucionalización de la vida social y de trabajo, mucho más reglamentada y dura que la rural o tradicional, y el anonimato y abandono que puede sentir el "individuo en medio de la masa".

1.3. La ciudad "sociedad de sensaciones".

G.Schulze ha denominado a nuestra sociedad actual "sociedad de sensaciones", es decir, lugar donde los individuos viven en medio de un haz de degustaciones de vivencias que golpean incansablemente su paladar vital. La cultura de los "medios de comunicación de masas", de la "sociedad de la información" y del espectáculo, ofrecen modas, gustos y sabores que uniforman nuestro mundo en una suerte de globalización cultural. Es una cultura de tono juvenil y trivial, hecha alrededor de divos y canciones, "hit-parades", "blue jeans" y hamburguesas, modas de usar y tirar. Una auténtica "Mcdonaldización " de la cultura que se visualiza y tiene su lugar de representación más claro en la gran ciudad.

La mayoría de la juventud -con estratos y participación diversa en cantidad y cualidad- está presa de este tipo de "cultura". Favorece las sensaciones más que la reflexión; crea una suerte de individuo acostumbrado a la visualización o percepción sensitiva y emocional de las cosas. La rapidez y cambio- o variaciones sobre lo mismo- de divos, canciones, modas, etc. crea la sensación de que estamos ante la novedad inagotable de las cosas. Se ha llegado a decir (K. Lehmann), que estamos por primera vez ante la posibilidad de ahogar la insatisfacción inherente a la condición humana en la perspectiva de la degustación indefinida e inacabable de novedades. Una verdadera revolución antropológica y alternativa a la religión mediante lo que podemos denominar una "estetización presentista"; una "religiosización secular", consumista, que adopta versiones elitistas en las clases altas e imitaciones en las más bajas, pero que produce por doquier desideologización y escapismo existencial en el consumismo de sensaciones y juega peligrosamente con la vida en el experimentalismo con la droga.

Más claro aparece, con todo, que esta cultura típica de la sociedad actual y de la globalización cultural, roba la capacidad de reflexión y de distancia que posibilitan la crítica, el discernimiento y la asimilación personalizada. No hay tiempo para el discernimiento, se vive presa del alud de sensaciones y del torrente de emociones y novedades. Desde este punto de vista este tipo de cultura de consumo de sensaciones es radicalmente "in-trascendendente", es decir, idólatra, en el sentido de que las cosas quedan en el juego de los espejos de las imágenes de la inmanencia, sin permitir que pasen o caigan más allá de sí mismas.

Desde este punto de vista la cultura de "la sociedad de sensaciones" que predomina en la ciudad es poco propicia para la profundización humana, consiguientemente para la religión, y predispone a un tipo de religiosidad muy centrada en el individuo y de la degustación de lo sagrado.


1.4. El "centro comercial" como metáfora
de la sociedad y de la ciudad actual.

Si hay una imagen que sintetice la "sociedad de sensaciones" y que ofrezca una especie de espejo reducido de la fascinación de la gran ciudad es "el gran centro comercial": desde la exhibición de objetos, productos, símbolo de la sociedad capitalista y del consumismo actual, hasta la implícita exaltación del "tener" como realización de la persona, todo nos indica que estamos en el corazón del sistema.

Aquí, además, se realiza la libertad del individuo en su grado máximo: "elija, la vida es elección" (consumista), parece decírsenos. El estamos "condenados a la libertad" sartriano se ha trocado por el estamos condenados o tenemos la libertad de elegir/ consumir lo que queramos. La elección consumista de objetos, según algunos estudiosos, como Z. Bauman, está pasando a ser el modelo o paradigma de un comportamiento más general que se instala en el corazón y la cabeza. La moral y el pensamiento, parece sugerirse, es cuestión de elección en el mercado inmenso de sensaciones o posibilidades de esta vida. El individuo elige, él determina desde su gusto lo que le conviene o desea. El consumismo elevado desde estilo de vida a criterio de vida.

Este estilo de vida consumista que expande el "Centro comercial" alcanza no sólo a las clases medias y altas, las consumidoras por definición, sino también a las clases populares y aún desposeídas, que sienten la fascinación y atracción de este estilo de vida y son contaminadas por él. Lo cual conduce a una serie de tensiones e incluso a la búsqueda ilícita de los medios para alcanzar lo que la sociedad les niega por los medios ordinarios. La criminalidad de las grandes ciudades tiene este trasfondo de enorme desigualdad ante las presuntas posibilidades de posesión y consumo que ofrece la ciudad y que se exhibe "impúdicamente" en los Grandes Centros Comerciales, como al alcance de todos.

1.5. El lugar del pluralismo.

Pasear por una gran ciudad es percatarse inmediatamente de la pluralidad de individuos, comportamientos y formas de vida. Lo variopinto de la especie humana se advierte en la gran ciudad. La gran ciudad es el espacio del pluralismo, uno de los rasgos más característicos de la sociedad y cultura actuales. La llamada "cultura copulativa" o de la "y" (Kandinsky) se visualiza en la gran ciudad: coexisten no sólo diversos estilos y formas de vida, sino diversos estadios culturales, pre-modernos o culturas tradicionales, modernos o culturas industriales o incipientemente industriales y postmodernos o formas de vida novísimas.

Aquí se palpa la pérdida de uniformidad cultural de la sociedad moderna tardía. No solo los modos de vestir y las formas de comportarse son varias, sino que los imaginarios son totalmente diferentes. Esta situación facilita la tolerancia de hecho hasta el límite de la hipertolerancia o el prescindir del otro. Un caldo de cultivo para el pluralismo ideológico, cosmovisional y moral que, de hecho, alberga la gran ciudad. Finalmente, lo que es un hecho se presenta y justifica como algo deseable y un derecho fundamento de la democracia: la posibilidad del individuo actual de elegir su propia biografía entre las diversas orientaciones posibles.

El pluralismo percibido y vivido en la ciudad prepara también el sesgo relativista que posee la cultura de la tardomodernidad o postmodernidad. Ante el pluralismo de creencias, visiones, comportamientos, surge la pregunta más o menos explícita ¿Qué es lo objetivo o verdadero? ¿Dónde está? Y la inclinación hacia un suave subjetivismo típico de este momento y de la "sociedad de sensaciones" se hace tendencia predominante. Con naturalidad -sin necesidad de planteamientos filosóficos- el joven y adolescente de nuestras grandes ciudades son relativistas ideológicos y morales. Una especie de escepticismo generalizado frente a las grandes palabras y propuestas crece en este tipo de cultura postmoderna de la gran ciudad. Los llamados "grandes relatos" o visiones pierden fuerza y validez y son sustituidos por visiones de "bricolaje" temporales y rescindibles en cualquier momento. El pluralismo cultural que alimenta el relativismo y el consumismo de sensaciones conduce peligrosamente hacia un escepticismo a-ideológico y descomprometido.

Y comprendemos que, en esta atmósfera cultural, se preparen las contra-reacciones. No todos los individuos viven a gusto y satisfechos en el relativismo y el experimentalismo vital; no todos, están a gusto en medio de la "libertad" de opciones. Algunos experimentan la "sobrecarga de la elección" y quieren que se les den orientaciones y soluciones. Estamos ante la preparación de tendencias reactivas por parte de los mayores y de los mismos jóvenes que ansian más "paz" y "tranquilidad interior", más seguridad existencial. Las tendencias religiosas neotradicionales y aún los sectarismos fundamentalistas se alimentan reactivamente de esta situación. La sociedad postmoderna es también la sociedad del neotradicionalismo y el fundamentalismo. Y la sociedad de la tolerancia es al mismo tiempo la sociedad de la intolerancia, la xenofobia y los exclusivismos. Estamos ante la mezcla de elementos presuntamente opuestos polarmente, de los que se pueden encontrar fácilmente ejemplos en las sociedades latinoamericanas y europeas.

Otro problema que surge en las grandes ciudades de la cultura pluralista es la sensación de pérdida de identidad y el desarraigo experimentado por los emigrantes y recién llegados a la ciudad. El anonimato y la "libertad irrestricta" se trueca desvalimiento y pérdida de orientación hasta el grado de turbar su identidad personal. El individuo entra en crisis y tiene que reelaborar su identidad. La gran ciudad impulsa hacia la reconstrucción de la identidad de una forma más compleja y compuesta. De otro modo, surgirán las estrategias de defensa que conocemos: la búsqueda de los afines, de la misma región o nacionalidad, la creación de grupos que recuperan en las grandes ciudades sus costumbres ancestrales o bien tradicionales, o el refugio en comunidades-hogar que les den calor y protección aunque sea al precio de su libertad. Los jóvenes se reúnen en bandas o "tribus urbanas" - neotribalismo- marcando con signos de vestir, tatuajes, estilo de peinado, referencias futbolísticas o musicales, etc., unas señas de identidad que quieren ser "propias" y distintivas.

El sectarismo nace en este clima y engorda ante el desvalimiento y la crisis de identidad de los individuos. También las iglesias de los barrios pueden y deben ejercer, como las "parroquias flotantes o sin limitación geográfica" de determinados grupos de emigrantes, la función de agrupamiento, comunidad, protección, orientación y calor que necesita el individuo ante la dureza y frialdad de la gran ciudad.

1.6. La gran ciudad lugar actual
donde se visibiliza la exclusión social.

Ya hemos efectuado breves indicaciones en los apartados anteriores acerca del "revés de la trama" que supone todo hecho social y cultural. La gran ciudad fascina pero también repele o muestra su faz terrible y repulsiva, inhumana y bárbara. El creyente en Jesús de Nazaret debe ser muy sensible precisamente a este rastro o detritus de sufrimiento e inhumanidad que provoca toda presunta obra humana, aunque venga vestida con los ropajes de la civilización. La barbarie está en el corazón mismo de toda empresa cultural y social, dada la irrebasable ambivalencia de todo lo humano.

La gran ciudad es hoy el escaparate donde podemos ver más claramente la miseria humana y , sin duda, las consecuencias "no deseadas", "colaterales", "incontroladas e imprevisibles" del tipo de sociedad y cultura que estamos construyendo.

Latinoamérica muestra para el visitante europeo una configuración urbana llamativa: por una parte está la maravilla de la ciudad colonial, las impresionantes y modernísimas avenidas de la expansión moderna o las lujosísimas mansiones de los colonias especiales, por otra, contrasta la enorme extensión de las zonas muy populares de los recién llegados, de los asentamientos en los extrarradios de la ciudad o en los lugares más inverosímiles dentro de la propia ciudad. Diríamos que la distribución y ubicación del espacio cumple lo que la sociología urbana ha dicho repetidamente, que expresa y manifiesta las diferencias sociales y hasta la exclusión social en la que viven muchos de los habitantes de las grandes ciudades. La gran ciudad revela plásticamente las enormes desigualdades sociales de este mundo. Queda puesto de manifiesto que esta sociedad en la que vivimos crea no sólo integración sino exclusión social A veces he escuchado que si R. Dahrendorf calcula alrededor de un 15% de "excluidos sociales" en las sociedades del llamado primer Mundo, habría que contar con al menos un 40% de excluidos sociales o cercanos a ello en Latinoamérica.

Más aún, la pobreza del excluido social de la gran ciudad tiene rostro y nombre femenino. Es una mujer que vive sola, a veces hasta enferma, y al frente de un "hogar" con varios hijos que tiene que sostener. La exclusión social penaliza más a la mujer.

2. La gran ciudad, símbolo socio-cultural de la Modernidad tardía.

Las breves consideraciones anteriores ya nos indican el fuerte ensamblaje que existe entre la cultura tardo-moderna y la gran ciudad. Se estrechan mutuamente. Si lo que hemos ejemplificado mirando hacia la gran ciudad lo generalizamos ahora desde el punto de vista del análisis socio-cultural, obtenemos los rasgos característicos de la llamada cultura actual en esta modernidad tardía, segunda modernidad, postmodernidad o modernidad líquida. Veámoslo sucintamente a través de algunas teorizaciones culturales de este tipo de sociedad y cultura.

2.1. La sociedad y cultura del riesgo.

U.Beck ha acuñado el término de "sociedad del riesgo" para apuntar a un tipo de sociedad y cultura que se está fraguando y extendiendo por doquier en esta etapa de la llamada "segunda modernidad o "modernidad reflexiva". Es decir, la constatación de que los principales dinamismos de la llamada sociedad moderna, díganse ciencia, técnica, economía, industrialización, burocratización, democratización, etc. manifiestan una profunda ambigüedad. Se presentan radicalmente bifaces o con un rostro ambivalente que tanto puede generar bienestar y seguridad como peligro y ruina. Por ejemplo, el desarrollo tecno-económico e industrial y la expoliación de la naturaleza que pone hasta en peligro la vida misma de la biosfera y la subsistencia sobre la tierra. El problema ecológico nace de aquí. O refirámonos a la gentecnología, la energía atómica, la guerra bacteriológica, sin descuidar la emigración, el problema del tráfico o circulación, las minorías no integradas, el narcotráfico o el tráfico de armas.

La sociedad y cultura muestra el peligro generalizado en que vivimos los seres humanos actuales, merced no a amenazas "externas" de la naturaleza, sino engendradas o radicadas en el tipo mismo de sociedad y cultura que estamos creando. El peligro es endógeno y está generalizado. De ahí el nombre de "riesgo". Vivir en esta sociedad -donde la gran ciudad es el ejemplo más manifiesto- es un riesgo permanente. Un riesgo inevitable, para el que no hay "medidas técnicas" ni compañías aseguradoras, ni capacidad para desplazar el problema hacia otra parte u otro colectivo humano, como sucedía todavía en la época de la primera modernización industrial. Hoy hasta los ricos de Miami Beach o de Montego Bay pueden tener un cáncer de piel.

Esta sociedad del riesgo aparece como una sociedad incontrolada. El ser humano actual hace la experiencia de la contingencia. De nuevo y de manera muy distinta al de la Edad Media o la América prehispánica, el hombre palpa su finitud y su limitación. Hace la experiencia del aprendiz de brujo que no puede controlar lo que él mismo ha producido. Hay vivimos en lo indisponible.

Esta situación socio-cultural está llena de consecuencias de diverso tipo. Sugiero nada más el giro en la problemática socio-política y religiosa.

Estamos asistiendo a una conciencia creciente de que la política de las grandes ideas y planteamientos ha naufragado con la llamada "revolución de terciopelo" y caída del Muro de Berlín. Es el fin, dirán algunos, de la política de la "filosofía de la historia" de las grandes ideologías. Hoy estamos viviendo -salvo en la renovación del llamado "choque de fundamentalismos" el de mercado vs el islamista- un desfallecimiento ideológico y utópico. Pero parece surgir una "nueva política" que se fragua alrededor de las cuestiones culturales y éticas: de la ecología, las minorías, la gentecnología, el feminismo y las cuestiones de género, el pacifismo, el antimilitarismo y los Derechos Humanos. Una política que tiene en los llamados "Nuevos Movimientos Sociales" (ecologísmo, feminismo, pacifismo, Derechos Humanos,...) sus impulsores sociales. Politiza cuestiones hasta ahora no tenidas por tales y supone un protagonismo para la "sociedad civil". En el fondo, como señala C.Offe, impulsa una regeneración moral de esta sociedad. Sin elevación moral, responsabilidad y colaboración de todos los ciudadanos los problemas de esta sociedad no se pueden resolver, desde la circulación hasta la etización de la globalización. Sin un cambio cultural y moral no podremos cambiar de estilo de vida y sin este cambio no habrá soluciones verdaderas. Ahora comprendemos que se propongan estilos de vida de no mayor crecimiento sino de menor crecimiento y de crecimiento sustentable.

La religión en esta sociedad del riesgo y la experiencia de la contingencia e indisponibilidad, adquiere una relevancia nueva: cuando fallan los controles humanos el hombre busca el dominio de la contingencia en el "más allá". De ahí que sea tiempo de credulidad y magia, de esoterismos y de seres celestiales protectores. La religión se mezcla con la magia y la superstición. Entramos en el re-encantamiento esotérico del mundo. Flaco servicio a la religión y a la solución de las aporías de esta sociedad. Estamos más bien ante un pacto conformista y miedoso que no ofrece alternativa alguna a esta sociedad. Una ocasión para el cristianismo solidario y lúcido, experiencial y festivo.

2.2. Sociedad y cultura de la modernidad tardía.

Ha sido A.Giddens quien ha acuñado este término que pone el énfasis en el carácter que dice "reflexivo", es decir, de consciencia en que vivimos actualmente respecto a una serie de circunstancias estructurales. Hoy somos más conscientes que nuestros padres que vivimos en una sociedad plural, de la diversidad cultural que nos hace tomar conciencia del "provincianismo" de toda situación socio-cultural. Aunque se haya nacido en N.Y. o México DF, se es provinciano, es decir, de un determinado nicho cultural. Más aún, tomamos conciencia de que hemos sido socializados en determinadas tradiciones, que hubiesen podido ser de otra manera. Así somos argentinos, mexicanos, ecuatorianos, españoles, franceses o estadounidenses con peculiaridades y "tradiciones" diversas que marcan nuestro comportamiento, sensibilidad y religiosidad.

Estamos ante una situación socio-cultural del relativismo de las tradiciones. Las tradiciones ya no se presentan -como para todavía, quizá, nuestros padres y mucha gente sin conciencia "moderna- como una necesidad que se impone, como algo que tenía que ser así , sin más. Esta objetividad la ha perdido la tradición y con ella su fuerza orientadora y normativa. Ya , cada vez más, la tradición sólo es una tradición más.

Con ello hay una pérdida de memoria en esta cultura de la modernidad tardía actual. Lo pasado se presenta con menor capacidad de orientación y sentido. Hay que justificar más a los jóvenes y niños actuales por qué las cosas que decimos desde el punto de vista religioso o ético son o tienen que ser así. Crece la necesidad de argumentar y justificar más. La personalización de las cosas se imponen en estos ámbitos, pero también el relativismo amenaza, como ya indicamos, al joven de nuestros días.

Claro que en esta situación surge la corriente que quisiera "seguir interpretando tradicionalmente las tradiciones". Estamos ante los diversos neotradicionalismos y fundamentalismos. La iglesia es y será solicitada en este clima cultural a ofrecer seguridad y refugio en interpretaciones y estilo de vida. Malos tiempos para arriesgar proféticamente, lo cual sería necesario a la vista de los desafíos actuales. Algunos analistas llaman a nuestra cultura actual "postprofética" y más bien "sapiencial", escéptica, escarmentada y miedosa.

2.3. La sociedad de la modernidad líquida.

Otra forma de tratar de apresar algo de lo que sucede en la cultura de este momento moderno o postmoderno es la denominación de Z. Bauman, "modernidad líquida". Con ello se apunta a un fenómeno que vemos circular en nuestras sociedades y entre nuestro contemporáneos: esta especie de pérdida de dureza y consistencia de las estructuras orientadoras y de sentido; la denominada superación de los grandes relatos, de las objetividades y verdades inconcusas, el relativismo postmoderno se situaría en esta referencia. Una especie de sociedad y cultura donde, como dice este autor, parece que estamos condenados a "acabar rápido y a empezar de nuevo desde el principio", independientemente de nuestra voluntad al respecto.

El mundo que viene y se apunta aquí -y que la economía actual sobrevalora mirando hacia los trabajadores - es el que viene caracterizado con las palabras versatilidad, flexibilidad, adaptabilidad, y facilidad para aceptar un cambio de escenario o para irse sin un murmullo cuando no queda más que hacer. La vida entonces aparece como un proyecto transitorio, rescindible, que siempre se puede romper. El compromiso a largo plazo es una carga insoportable, lo que apela hacia una liberación de todo compromiso. La vida aparece cada vez más como una serie de nuevos comienzos y se transforma en una experimentación continua de nuevas opciones, estilos sin probar y oportunidades inexploradas. Como siempre , los jóvenes de hoy expresan y viven este estilo de vida, pero los maduros son cada vez más contaminados por esta especie de "consumismo de oportunidades fugaces".

Las consecuencias para la vida religiosa y ética están a la mano. La lealtad ya no es un valor, ni el compromiso a largo plazo, ni la responsabilidad basada en convicciones. Prima una suerte de "ética del depende" o del gusto. La incidencia sobre las vocaciones consagradas, religiosas o sacerdotales, es previsiblemente negativa.

2.4. La sociedad y cultura de la información.

M. Castells ha denominado así nuestro tiempo dominado por el influjo de la llamada revolución electrónica aplicada a las medios de comunicación. Está transformando nuestro mundo. Y está sólo en sus inicios. Bajo su influencia el trabajo, la economía, el ocio y la vida entera se va reconfigurando.

El impacto electrónico cambia el poder y las relaciones que se hacen menos visibles, menos piramidales y más ramificadas, en red. Cambia nuestro concepto del espacio y el tiempo. Todo se vuelve más cercano y a mano. Exige un tipo de persona flexible, donde no valen tanto los conocimientos almacenados como la capacidad para el aprendizaje y la adaptación continuas. Los medios de comunicación, internet, etc. están creando una ciberesfera de información, de acceso indiscriminado a todo un mundo no estructurado de información que tanto posibilita al individuo como lo desorienta. El desafío actual radica más que en la cantidad de información en la calidad o capacidad para orientarse en medio de una selva de datos.

La sociedad de la información con un gran concentración de aparatos y acceso a la información señala también las diferencias que se establecen en la globalización: hay globalizados y globalizadores; países que están en la cresta de la ola y otros que desconocen todavía la existencia. Las grandes ciudades son un lugar donde se visibiliza estas mismas diferencias de acceso a la información entre el mundo de los conectados y los lejanos a él. Así mismo donde se advierte la mundialización cultural desde idénticos spots publicitarios prácticamente en todo el planeta.

La industria cultural se expande desde los centros de producción estadounidenses o europeos que se concentra en pocas manos. Se están creando "nuevos señores del aire" (J.Echeverría). Se crea así una dependencia cultural de una serie de estereotipos, de modas, gustos, personajes que uniforman nuestro mundo mediante una suerte de cultura mundial de tono juvenil, consumista y trivial. Frecuentemente mediante publicidad y cuotas de mercado predominan productos culturales muy mediocres entre los más vistos. Estamos ante la mundialización-basura. Al mismo tiempo, la versatilidad de estos medios posibilitan la hibridación con formas autóctonas creando así una cultura hasta cierto punto "glokal".

Más profundo es el impacto de esta "sociedad de la imagen" sobre dimensiones como la simbólica tan decisiva para la religión. La apoteosis de la imagen en la que vivimos ofrece el señuelo de que todo es visible y visualizable. Una especie de cartesianismo visual que incide sobre la "cultura oral" arrumbándola o minusvalorándola. La realidad de las imágenes -virtual- parece sustituir a la realidad misma. No se respetan las dimensiones "interiores" y de lo radicalmente oculto o ausente - el Misterio de Dios- que sólo se puede sugerir, evocar, mediante el símbolo. La imagen devora al símbolo (G.Durand). La imagen devalúa la cultura hablada y la tradición trasmitida "ex auditu".

Nos encontramos en la sociedad de la información con enormes pasibilidades para la evangelización como muestra el mundo evangélico y pentecostal y con grandes desafíos para el fondo y la forma de la transmisión de los contenidos religiosos. El mundo católico parece estar bastante rezagado en el uso de estos medios.


3. Conclusión: crítica y resistencia cultural.

Una primera y muy importante conclusión se deduce de lo dicho: la cultura actual muestra la ambivalencia de nuestra sociedad. Frente a ella la postura creyente no puede ser ni de sacralización ni demonización, sino de asunción y vigilancia crítica. Hemos visto que existen suficientes datos e indicios como para ejercer, en algunos casos, como mínimo una denuncia y rechazo y, en otros, una resistencia cultural.

En la situación actual podemos advertir una llamada a la iglesia a una inculturación dentro de los modos actuales. Es una exigencia del carácter encarnado de la fe cristiana. Pero también está llamada a ejercer una crítica y una denuncia desde las víctimas que propicia este sistema cultural. Elementos como el consumo de sensaciones y el consumismo en general que propicia un materialismo práctico y evasionista de hecho, un estado de pasividad y desinterés por el entorno, tienen que ser enérgicamente denunciados. La resistencia cultural frente a la orientación acrítica de la información y la mediocridad de los productos es un deber de ciudadanía y humanismo.

Es importante , con todo, desde la educación y la catequesis ayudar a formar espíritus atentos y vigilantes, con capacidad de juicio y discriminación. Para ello una religiosidad profunda y formada será la mejor manera de efectuar una asimilación creativa y positiva.

4. Algunas sugerencia pastorales.

En la brevedad de lo expuesto ya vemos cómo la gran ciudad es hoy el expositor más claro de la cultura actual con su desafíos y tareas, posibilidades y miserias.

Con un tanto de atrevimiento e ingenuidad me permito, antes de acabar, sugerir algunas ideas que, sin duda, algunas estarán ya realizándose y otras exigirán mayor adecuación. Lo hago mirando hacia la pastoral en general.

4.1. La creación de unidades pastorales móviles y flexibles.

a) La gran ciudad es una receptora masiva de emigración. Al mismo tiempo veíamos genera problemas de identidad y de raíces. En el caso de diversos grupos étnicos la iglesia pudiera ayudar a su recomposición y a facilitar su asentamiento de una manera menos traumática mediante la creación -cuando el caso lo exija- de "parroquias flotantes" o sin circunscripción específica donde se facilite la reunión y atención de estos grupos.

b) Los grandes asentamientos humanos de la periferia de las grandes ciudades serán el lugar donde se juegue posiblemente el futuro de la fe de los cristianos. Sobre ellos, especialmente los jóvenes, incide con toda su novedad e impacto desestructurante la cultura moderna. De la atención, ayuda a la integración y reivindicación social, dependerá la credibilidad de una fe que dice estar con los menos favorecidos.

Así mismo, crecientemente, la labor de la iglesia católica se verá ahí más desafiada y hasta suplantada por la presencia de otras confesiones.

c) El centro de la gran ciudad o zona comercial es frecuentemente la más visitada en los domingos u días festivos. Consiguientemente los templos, a menudo "clásicos" de estas zonas suelen ser muy frecuentados para el culto en esos días. Convendría tener presente estas demandas pastorales de tipo coyuntural y adecuar la atención a esos momentos.

4.2. La formación de agentes pastorales.

a) Urge en la formación pastoral de los sacerdotes y religiosos/as dar una visión del tipo de mundo y cultura que tenemos y se nos avecina y prepararles intelectual y espiritualmente para él.

b) La diversidad de mundos y "culturas" presentes en la gran ciudad hacen que haya una real diversificación de planificación y formación de los agentes de pastoral. Los extremos suelen los más difíciles de atender: tanto el mundo necesitado y culturalmente tradicional y pre-moderno de los asentamientos, como el mundo bienestante y universitario, requieren tratamiento específico. Exige agentes con formación adecuada para cada caso.

Las enormes necesidades sociales y pastorales de los asentamientos, ¿no está exigiendo la creación de "nuevos ministerios" o de equipos de laicos, sacados a veces de entre ellos mismos, y dedicados de forma permanente a su atención y evangelización?

El mundo de la mujer pobre es un mundo especialmente sensible que la iglesia debiera cuidar sobremanera en la gran ciudad. Proporcionar autoestima, ayuda y sentido religioso a esta mujer es un factor de desarrollo, estabilidad y mejora familiar, etc.¿no podría promocionar más sistemáticamente la iglesia -mientras el Estado o la sociedad civil no lo haga- Centros de Formación y Ayuda a la Mujer?

4.3. Sobre el estilo de religiosidad.

a) La diversidad humana y cultural exige una diversidad de acentos. Por ejemplo, ante la penetración pentecostalista ¿no se debe plantear el tipo de culto que se da en los diversos ámbitos, especialmente en el mundo más sencillo? ¿No podemos aprender algo del tono festivo, musical, gestual e incluso de interiorización de nuestros "hermanos separados"? El momento requiere mucha creatividad litúrgica.

b) Se ha hecho un gran esfuerzo por acercar la Biblia, el Evangelio, al pueblo. Pero es necesario proseguir en el empeño, más cuanto que los diversos grupos evangélicos hacen de la Biblia su bandera. La promoción de Escuelas de Formación Bíblica para la formación de seglares y catequistas y la posterior atención a grupos bíblicos parece una tarea importante de una pastoral con futuro.

c) Una fe sin experiencia no tiene atractivo. En este sentido la promoción de Escuelas de oración, Grupos o círculos de cultivo y formación a la experiencia cercana del Dios de Jesucristo, parece urgente y con mucho futuro, máxime en una sociedad dura e inhóspita ,necesitada de calor de "hogar", como es la de la gran ciudad actual.

Religiosos/as y sacerdotes debieran ser un poco "gurús" o maestros espirituales en la iniciación al Misterio. Y conviene que cada vez más laicos se sumen a esta tarea.

d) El pequeño grupo de fe es, parece, uno de los medios mejores para ofrecer acogida, ayuda práctica, acompañamiento y protección a la persona y a sus dificultades personales e interiores en la gran ciudad. Desde este punto de vista hay que entender la parroquia como comunidad de comunidades. La promoción de grupos de fe será un modo muy práctico de efectuarlo, al mismo tiempo que se crea un ámbito de autonomía y adultez laical. Ahí se puede compaginar la experiencia de Dios, la solidaridad, la fraternidad y la formación.


NOTAS BIBLIOGRÁFICAS

1. U. Beck, La sociedad del riesgo, Paidós, Barcelona, 1998
.idem, La invención de lo político, FCE, Buenos Aires, 1999.
2. J. Baudrillard, El paroxista indiferente, Anagrama, Barcelona, 1998
3. .Z. Bauman, Globalización. Consecuencias humanas, FCE, Brasil, 1999.
4. Z. Bauman, K.Tester, La ambivalencia de la modernidad y otras conversaciones, Paidós, Barcelona, 2002.
5. Z. Bauman, Liquid Modernity, Polity Press, Cambridge, 2000.
6. M. Castells, La era de la información, Alianza, Madrid, 1998, 2001(3ªed.)
7. R. Dahrendorf, La cuadratura del círculo. bienestar económico, cohesión social y libertad política, FCE, México, 1996.
9. J.Echeverría, Los señores del aire: Telépolis y el Tercer Entorno, Destino, Barcelona, 1999
10. C. Furtado, El capitalismo global, FCE, México, 1999.
11. J. Gray, Falso amanecer. Los engaños del capitalismo global, Paidós, Barcelona,2000.
12. A. Giddens, Un mundo desbocado. Los efectos de la globalización en nueStras vidas, Taurus, Madrid, 2000.
13, idem, con W.Hutton (ed.), En el límite. La vida en el capitalismo global, Tusquets, Barcelona, 2001.
14. J.M.Mardones, Neoliberalismo y religión, EVD, Estella, 1998
15. idem, En el umbral del mañana. El cristianismo del futuro, PPC, Madrid, 2000.
16. C.Offe, La gestión política, Ministerio del Trabajo, Madrid, 1992
17. I. Ramonet, Un mundo sin rumbo. Crisis de fin de siglo, Debate, Madrid, 1997
18. J. Stiglitz, El malestar en la globalización, Taurus, Madrid, 2002.
19. A. Touraine y F. Khosrokhavar, A búsqueda de sí mismo. Diálogo sobre el sujeto, Paidós, Barcelona, 2002.