Julio 2009 / NÚMERO 29

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Acogen sin juzgar a madres que han abortado

Entrevista a Ulrike Baader, orientadora familiar, casada, tres hijos, miembro del directorio de la Corporación Proyecto Esperanza, con personalidad jurídica canónica desde 2006.

La entidad trabaja con las vicarías para la Familia de Santiago y San Bernardo y otras vicarías, con el Movimiento de Schoenstatt, Chile Unido, Unidad de la Familia de la Corporación Municipal de Puente Alto, en Coyhaique, además de su expansión en el extranjero, donde entregan capacitación.

¿Cuál es el objetivo de este proyecto?

Nuestro objetivo principal es el acompañamiento pastoral a personas que han abortado

en forma provocada o también de abortos espontáneos, pero nuestro objetivo está más bien orientado al aborto provocado, donde las consecuencias son muy grandes. Es una pastoral cristiana, abierta a todas las otras religiones y a personas arreligiosas.

¿Cómo se contactan con ustedes las interesadas en su asesoría?

Las personas llegan a través de los sacerdotes. También a través de la fundación  Chile Unido, que tiene un programa “Acoge una vida”, para adolescentes con embarazo en riesgo. Nos dimos cuenta que había una necesidad que no estaba cubierta, la personas no tenían a dónde ir para hablar sobre un aborto provocado. Nos juntamos un grupo y dijimos “aquí hay algo que cubrir”. En Chile no había nada, ni a nivel de salud mental ni a nivel pastoral para esta problemática. Empezamos a investigar. Nos contactamos con Estados Unidos y México, que tienen un proyecto que se llama “Raquel”. Trajimos el programa. De a poco fuimos pesquisando personas que nos prepararon en el tema para acompañar a las afectadas, sacerdotes, psiquiatras, abogados y abordamos todas las áreas, todo en forma voluntaria. Con el tiempo nos fuimos especializando.

¿Cuál ha sido su experiencia con este trabajo?

En 2000 empezamos a atender personas. Ha sido un trabajo arduo, lento, pero muy enriquecedor. Cuando uno ve las personas cómo llegan, en un estado de destrucción, algunos con patologías siquiátricas complejas y hemos aprendido que muchas patologías se dan porque ha habido un aborto en algún minuto de su vida y eso ha ido generando todas las problemáticas posteriores. Es impactante cómo se van después del tratamiento. Uno concluye que sólo somos un instrumento de Dios. Es algo que se me grabó a fuego. Cada persona que llega a nosotros es un misterio. No hacemos juicio sobre las condiciones en que se dio (el aborto) si bien tenemos una postura el respecto. Es impresionante cómo renacen,  cómo cambia la actitud de vida, cambia la relación con el entorno.

Las personas que llegan tienen la sintomatología posterior al aborto provocado. En un principio no asocian esos síntomas al aborto. Llegan con depresiones o están conflictuados o siente vacíos muy grandes o ansiedades, empiezan a tener sensaciones y emociones muy fuertes, reactivas. Pasa mucho que cuando nace una guagua en la familia les produce mucha emotividad, ansiedad, tristeza y al principio no lo asocian con  el aborto. Nosotros les hacemos descubrir estos conectores que tienen  y que se deben a que hubo un aborto en el pasado. Ahí se dan cuenta del impacto que tuvo ese hecho en su vida. Hemos atendido a personas de todo rango etáreo y socioeconómico.

Para nosotros ha sido bien impactante que el hombre también sufre los síntomas, sobre todo cuando ha estado involucrado directa o indirectamente. El hombre vive la situación  del aborto provocado desde su perspectiva masculina, de su rol paterno, de la frustración de la paternidad, la culpabilidad de haber inducido o de haberse hecho el tonto, “yo te acompaño, haz lo que tú quieras”.

El tratamiento dura alrededor de cuatro meses, con sesiones semanales, diez sesiones. Con flexibilidad según la realidad de cada uno, porque hay casos en que se necesita más tiempo para equilibrar emocionalmente a la persona que ha abortado.

¿Quienes han abortado, se sienten muy culpables?

Primero, en los casos de personas cercanas a la Iglesia nos acompañan sacerdotes. Muchos experimentan un quiebre con la Iglesia, porque dicen “Yo no merezco el perdón de Dios”. Y se alejan, porque piensan que no tienen derecho a ir a la Iglesia, “con qué cara” si han cometido algo tan grande. Sienten que no merecen ser perdonadas. Entonces una de las metas que ellas mismas se perdonen, perdonen a los demás que de alguna forma estuvieron involucrados y que acepten el perdón de Dios. Es todo un trabajo psico espiritual. Es un ministerio, no una psicoterapia, aunque utilizamos algunas técnicas de psicoterapia. Nuestro trabajo está más bien orientado al plano del acompañamiento pastoral, recuperar a la persona para que vuelva a llenar de nuevo ese vacío existencial que se produce con el aborto.

Trabajamos imaginería, con cartas, les hacemos escribir muchas cartas, a través de  la

escritura se vuelcan al exterior y se desahogan. Se revive el pasado, la historia de vida, los pololeos, todo el aborto; se trabajan las rabias, porque hay muchas rabias contenidas por las presiones del medio a tomar una decisión que quizás no habría tomado si hubiera tenido el apoyo. Por eso nosotros hablamos que la mujer es una segunda víctima, porque muchas veces ella no quiere abortar, sino que el entorno la presiona fuertemente para que tome una decisión y bloquea todas las emociones, los sentimientos por la maternidad, que es propia de la mujer. Una niñita de 15 o16 años que se embaraza tiene a todo el mundo en contra.

¿Cuál es el efecto del aborto en una mujer que frustra su maternidad por esta vía?

Hay varios efectos, primero que todo hay efectos con hijos posteriores, con los que puede haber una sobre protección enorme. También se busca un embarazo de reemplazo, se dan nombres a un segundo hijo que no se pudieron dar al hijo abortado. Les ayudamos a ver que el hijo que se abortó es un hijo con identidad propia, que tiene un  nombre propio, un alma propia, que no está, que está en el cielo.

A la larga, también mucha rabia contra los hombres, en general, aparte de la sintomatología propia: ansiedad, depresión, malas relaciones con el entorno familiar y con la pareja  o parejas posteriores. Efectos en el trabajo, muchos cambios de personalidad. A veces infertilidad posterior por un aborto practicado en forma muy rudimentaria en el que quedan secuelas como perforación de útero u otras.

¿Hay algún elemento que pudiera disminuir los efectos graves del aborto en  la madre, como, por ejemplo, pensar que el hijo viene enfermo, que es un hijo no deseado que hay problemas de salud de la madre?

La intensidad de los efectos de un aborto se da a partir de una conciencia moral. En la medida en que la persona tenga más o menos conciencia moral va a ser más o menos intenso el síndrome post aborto, porque en la medida que yo sepa  qué es lo que está bien o está mal, voy a tener mayor conciencia de lo que estoy haciendo. Eso es lo más importante. Hay mujeres que no tiene absolutamente síntomas posteriores. Lo que sí pasa es que casi todas las mujeres salen afectadas después de un aborto, aunque no lo manifiesten. Hay un silencio. Es un duelo que llevan por dentro. Hay un silencio, porque los medios lo minimizan, “tú tienes derecho sobre tu cuerpo”, por lo tanto, se cree que lo puede hacer. Es un duelo que llevan por dentro, no lo pueden expresar, sucede el acontecimiento y nadie más habló del tema, mientras ella sigue rumiando el problema. Es tan fuerte el impacto psicológico que ella lo niega, hay un bloqueo emocional, psicológico frente a las emociones que les pueda producir y lo borra de la mente. Con el tiempo o puede no causar efecto o, si hay conciencia moral fuerte, de repente, después de un tiempo empiezan a aparecer los efectos negativos.

Desde su experiencia, ¿hay alguna razón  que podría justificar un aborto?

No. Ninguna. Ni siquiera la violación, ¿por qué? Porque se ha visto que a la violación, que es un hecho tremendamente traumático, se le agrega el trauma del aborto. Entonces, son dos traumas juntos que en algún minuto van a potenciar secuelas. No es justificable el aborto, por todo lo que hemos visto, los casos que hemos atendido, de todo tipo, y con todo tipo de posturas frente al aborto, incluso de personas que estaban convencidas absolutamente de que el aborto era la mejor solución, pero que de repente empezaron a sentir los síntomas (post aborto) y se dieron cuenta de que estaban equivocadas.

Creo que nada justifica el aborto, ni siquiera cuando el niño viene enfermo, no hay derecho sobre esa vida y la madre tampoco tiene derecho, es una vida ajena a ella, se gesta dentro de ella, pero ella no es dueña de esa vida. Desde la naturaleza del ser humano, ni siquiera de la religión, ella es cuidadora de esa vida, pero no es dueña. Se han visto tantos casos de niños que vienen enfermos y después se revierte la situación.

Cuando las personas que llegan a ustedes terminan el tratamiento, ¿cómo salen, en comparación a como llegaron?

Se van tremendamente en paz, con una visión  de la vida distinta, les cambia el switch. Crecen como personas y sienten al final una tremenda necesidad de reparar, y nosotros les damos la posibilidad de ayudar a otros, en distintas formas, según las posibilidades y los tiempos de cada uno. Es una doble recompensa, por un lado ayuda y, por otro, ellas sienten que son útiles, porque en este problema la autoestima cae hasta el pozo. Al terminar sienten que tienen que devolver algo. Cambian las relaciones familiares, hay reconciliación con la madre, que muchas veces son las que presionan por el aborto. Es muy reconfortante.

¿Cuántos y cómo trabajan?

Trabajan alrededor de diez personas, voluntarias, cinco de ellas a tiempo completo, más otros voluntarios, que reciben una capacitación especial, personales vinculadas a la Iglesia y profesionales como sicólogos, orientadores, asistentes sociales y sacerdotes. Las atenciones las hacen en sedes de la Iglesia, no tiene una sede propia para este trabajo. La atención es totalmente gratis y los favorecidos a veces hacen aportes voluntarios.

Necesitamos urgentemente algún tipo de auspicio para papelería, trabajos de escrituras, etc.

 

Contactos: Obispado de San Bernardo, teléfono 858 7354.

Vicaría para la Familia de Santiago: 790 0641

Sitio web: www.proyectoesperanza.cl

 

Ulrike Baader: 09-530 9940; 242 2186