Julio 2010 / NÚMERO 41

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Monseñor Carlos Pellegrin:

“Como educación católica podemos aportar compartiendo nuestras experiencias”

El obispo de Chillán y presidente del Área de Educación de la Conferencia Episcopal de Chile aboga por una formación integral de calidad y llama “a nunca olvidar que el colegio es una comunidad educativa”.

 

Desde la mirada de la Iglesia, ¿qué elementos debe contener una educación de calidad?

La educación de calidad tiene que apuntar a nunca olvidar que el colegio es una comunidad educativa, es decir, todos los estamentos del colegio –alumnos, que son la razón de ser de la escuela, profesores, apoderados, administrativos, personal auxiliar, directivos- son importantes. Cuando se crea una buena red de apoyo, de comunicación y colaboración entre todos estos actores, los que van a ser favorecidos son los propios alumnos. Yo diría eso como un primer pilar. En segundo lugar, tener un ideario pedagógico claro, un proyecto educativo claro, que sea conocido y que sea asumido además por todos los que son parte de esta familia educativa, que cada uno asuma su responsabilidad para que ese proyecto dé sus frutos y sea una realidad. Y que tiene que necesariamente evaluarse anualmente, que tiene que renovarse en función a las realidades que se viven de acuerdo a los cambios sociales y de la educación chilena. Yo diría que si avanzamos y mejoramos esos dos pilares, estamos en buen pie.

 

Colegios católicos y el compromiso con la excelencia

En el Chile de hoy, ¿cuál es la contribución que pueden hacer los colegios de Iglesia al tema de la calidad de la educación?

Para nosotros lo primero es mirar hacia adentro de nuestra comunidad y preguntarnos si estamos cumpliendo fielmente la misión que tenemos. Nuestra misión no solamente es alcanzar buenos resultados académicos o una buena organización de la escuela, sino que fundamentalmente transmitir valores y principios fundados en Jesucristo y en las enseñanzas de la Iglesia. Habiendo dicho eso, tenemos que reconocer que no podemos cerrarnos a la innovación y a la búsqueda de nuevos caminos para educar, y en eso tenemos cierta experiencia que ha sido exitosa en mayor o menor grado, y pienso que es la gran riqueza que tenemos para construir. Como educación católica podemos aportar compartiendo nuestras experiencias y mostrar cuál ha sido la génesis de nuestras actividades pastorales, de nuestro acompañamiento a los profesores, de su perfeccionamiento docente, la selección de profesores y la integración de la familia en la escuela, que es el gran problema. Creo que en todo eso podríamos hacer una contribución importante. En esa línea, también señalar como algo central que mejorar la educación es tarea de todos y compromete a la sociedad en su conjunto; si este tema es una prioridad nacional, ciertamente los buenos frutos para el país van a llegar.

 

Hace poco hemos conocido los resultados del Simce, que nos han demostrado una vez más que aún hay mucho por hacer. ¿Cómo están abordando hoy en día los colegios católicos el aspecto académico? 

Los resultados del Simce en general a nivel del país no son todo lo bueno que esperábamos que fueran, pero hay colegios católicos que han logrado mejorar muchísimo los niveles académicos. Ahora, todavía queda mucho, y para nosotros hay inmensos desafíos y algunas responsabilidades, como la selección de los profesores, la implementación de la evaluación docente, que se tiene que hacer de una manera que no afecte la estabilidad laboral de los profesores, sino que se asuma como algo que es una convicción personal que permite ser mejor profesor; es decir, no es que dicha evaluación me va a perseguir, sino que me va a enriquecer como educador. Ahí tenemos una gran tarea. Y también yo creo que nos queda todavía la misión de poder compartir un poco más la experiencia de cada colegio dentro de las mismas unidades católicas de educación. Por ahí va el camino: aprender, escuchar, compartir, no tener miedo a dar pasos nuevos, incluso a cambiar de rumbo donde sea necesario, para poder alcanzar ojalá esa excelencia académica, en el marco de una formación integral. Tenemos que ser colegios de excelencia, esa es la meta que nos pone Cristo y que nos pide la Iglesia.

 

En la discusión sobre la calidad de la educación en Chile, se pone mucho el énfasis en la formación de los profesores. ¿Cuál es la propuesta de la educación escolar católica en este tema?

A ese respecto, la propuesta pasa por revisar los proyectos de formación inicial de los profesores. Hay muchos cursos que están dando diversas universidades en Chile, pero que desgraciadamente no tienen el nivel que requiere el docente del presente y del futuro. Y ahí creo que hay una responsabilidad del Estado, pienso que debe ser el ministerio de Educación el que se involucre en esta tarea, y cuando el nivel de enseñanza que se imparte para preparar docentes no alcanza lo que Chile requiere, no debería haber esas facultades de Educación. En segundo lugar, yo creo que pasa también por apreciar lo que significa la vocación docente, y eso implica un respeto muy grande al profesor, y asimismo pasa por la revisión de las remuneraciones que ellos reciben. Entre aquellos que postulan a estudiar pedagogía hay muchos por vocación, pero desgraciadamente también hay muchos que lo hacen porque es la alternativa que tienen como fuente laboral de futuro, y no debería ser así, debería ser por vocación. En ese contexto obviamente la parte material, la parte remuneración, es importante.

 

¿Cuál es la importancia del currículum evangelizador en la educación católica, para la formación integral de niños y jóvenes?

La transversalidad de la comunicación del mensaje de Jesucristo es lo fundamental para la Escuela Católica. Eso quiere decir que en cualquier asignatura, actividad y situación que viva la escuela, tiene que estar presente el mensaje de Jesús. Los niños aprenden no solamente cuando están frente al profesor recibiendo la instrucción de una asignatura, sino también en el patio compartiendo fraternalmente, pidiéndose perdón, aceptando el perdón del hermano, viviendo en comunión con aquellos que son parte del mundo adulto también. La transversalidad de la comunicación del mensaje de Jesucristo en todas las instancias de la escuela debería ser la columna principal que construyamos todos.