JUNIO 2007 / NÚMERO 4

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Entrevista

Arzobispo de Santiago, Cardenal Francisco Javier Errázuriz:

Aparecida nos invita a encontrarnos personalmente con el Señor

El Arzobispo de Santiago, Cardenal Francisco Javier Errázuriz, presidente del Celam y uno de los tres presidentes de la V Conferencia de los Episcopados de América Latina y El Caribe, respondió la siguiente entrevista desde Aparecida para la revista “Encuentro” de junio, hacia el término de esa asamblea. El prelado se refirió a los aspectos centrales de la Conferencia y a su proyección futura.

En lo personal, ¿qué le ha significado ser uno de los Presidentes de esta V Conferencia?

“Ha sido una de las experiencias más hermosas de mi vida. Los tres presidentes nos propusimos abrir un espacio de comunión e intercambio, de libertad y de oración, de corresponsabilidad y de amor a Jesucristo, a la Iglesia y a nuestros pueblos. Hemos vivido en un ambiente de fraternidad en el cual todos hemos podido dar lo mejor de nuestras experiencias en un diálogo de gran realismo y profundidad humana y espiritual”.

¿Y no se producen tensiones entre los representantes de países tan diversos, cuyos gobiernos no siempre se entienden?

“La solidaridad que se da entre los obispos, los sacerdotes y los laicos es una promesa para nuestros pueblos. No hay animosidades ni incomprensiones. El hecho de querer vivir cerca de Jesucristo, tratando de construir su Reino de paz y verdad, de justicia, amor y santidad, buscando sobre todo el bien de los más débiles, nos acerca y nos hace soñar en la unidad y la colaboración que anhelamos entre nuestros pueblos y naciones”.

A propósito de pueblos, en su discurso inaugural el Papa se refirió a los pueblos indígenas, sus palabras despertaron reacciones negativas en algunas organizaciones y gobiernos. ¿Cómo percibió usted las palabras del Santo Padre?

“Es claro que el Papa no olvida el dolor y los actos de violencia que acompañó en muchos países la conquista de nuestros territorios. Así lo señaló explícitamente el miércoles pasado en la audiencia general. Pero él se refirió en Aparecida a otro tema: a la relación de Jesucristo con las culturas; también con las culturas precolombinas. Jesucristo, para quienes creemos en él, es el Hijo de Dios. Vino a este mundo a revelarnos el rostro del Padre, a hablarnos del amor de Dios, a proponernos que nos amemos los unos a los otros como él nos ha amado, a abrirnos el camino a una vida plena. Él mismo lo manifestó así en la parábola del Buen Pastor: He venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia. Todas las culturas, cuando lo acogen, se benefician, crecen en humanidad y solidaridad.

El Papa destacó la “notable madurez de la fe de muchos laicos y laicas activos” y la presencia de nuevos movimientos eclesiales, junto a “cierto debilitamiento de la vida cristiana en el conjunto de la sociedad” y que “ante la nueva encrucijada”, los fieles esperan de Aparecida una renovación y revitalización de la fe. A su juicio, ¿cuáles serán esos “nuevos caminos y proyectos creativos” que dijo el Papa podrían surgir de esta Conferencia?

“La Conferencia de Aparecida destacó la relación que se creó entre Jesucristo y quienes lo conocieron, lo escucharon, vieron su amor a los enfermos, a los hambrientos, a los que tenían hambre de Dios, y resolvieron seguirle como Maestro y Pastor. En la calidad y la profundidad de esos encuentros personales está la clave de una verdadera renovación de la vida cristiana. Sus discípulos, al conocerlo, quedaron llenos de asombro. Sintieron la atracción de su persona, de su sabiduría y su bondad. Por eso, le siguieron como discípulos suyos y más tarde como misioneros y apóstoles suyos. Quien ha experimentado que haberse encontrado con Cristo es la mejor noticia de su vida, quiere conducir hacia él a quienes todavía no lo conocen o no han percibido su amor.

Aparecida nos invita a encontrarnos personalmente con el Señor, a conocer su amor misericordioso y su sabiduría, a acercarnos a los Evangelios para aprender a ser discípulos y misioneros suyos, a crecer en la alegría de ser cristianos, y a imitarlo a él en su amor a los demás, sobre todo a los más pobres y desamparados”.

Benedicto XVI afirmó que “quien excluye a Dios  de su horizonte falsifica el concepto de ‘realidad’ y, en consecuencia sólo puede terminar en caminos equivocados y con recetas destructivas. ¿Qué ha surgido en la V Conferencia como respuesta pastoral frente a esas “tendencias dominantes” que pretenden “amputar a Dios de la sociedad?

“El Papa nos propuso que no achiquemos el horizonte de nuestra mirada y de nuestra vida, que no pensemos que lo real sea tan sólo la materia, lo perceptible de manera inmediata con los sentidos. Lo más real es la persona del Creador del universo. Él es la realidad fundante, por quien existimos y quien nos invita a la felicidad. Es claro, prescindir de él y de los caminos que nos ofrece para llegar a la paz y la felicidad, es lo más trágico que les puede acontecer a los seres humanos y a la cultura.

La Conferencia de Aparecida quiere acrecentar nuestra alegría de ser cristianos, de conocer a Dios, de amarlo, de vivir en su presencia ante la luz y la bondad de su mirada y de su corazón, colaborando con él en sus proyectos en bien de los hombres, sobre todo de los desvalidos. Si nuestro testimonio es convincente, nadie querrá amputar nuestra cultura, apartándola de su fuente y de su canto”.

¿Qué características centrales tendrá la gran misión que se supone surgirá como fruto de esta Conferencia para América Latina y El Caribe?

“Entre nosotros la idea de impulsar una gran misión continental despertó un gran interés. No una misión de pocos días, sino una misión que permanezca en el tiempo, de manera que a nadie le sea indiferente la suerte de sus amigos, sus conocidos, sus compañeros de trabajo y estudio, y la suerte de quienes aún no conocen a Jesucristo o no viven cerca de él.

Este gran proyecto es uno de los encargos que recibirá el organismo en el cual todos colaboramos, el CELAM. Tendremos, Dios mediante, nuestra próxima Asamblea, con la presencia de todos los Presidentes de las 22 Conferencias Episcopales de  América Latina y el Caribe en La Habana, en el mes de julio. Ahí será la elección de la nueva Presidencia, y definiremos este gran sueño, para que nuestros pueblos tengan la alegría de vivir en mayor plenitud por los caminos del Evangelio”.