Junio 2009 / NÚMERO 28

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Disfruta los carretes gracias a los límites

Entrevista a Jennifer Alarcón, 23 años, soltera, trabaja en un call center y en la pastoral juvenil de la capilla San Agustín, parroquia San Diego de Alcalá. Tiene congelados sus estudios de Educación Diferencial.

 

¿Cómo se divierten con  tus amigos?

Nos juntamos en las casas un grupo de la pastoral juvenil, generalmente la mía y tenemos un carrete en buena. Música de todo tipo, un asado o “choripán bailable”, bebidas gaseosas, cerveza y en ocasiones otros tragos, según el ánimo y el dinero disponible, entre las  22:00 y las 03:00 más o menos. Bromeamos, contamos chistes.

Conversamos de las cosas de la vida, del trabajo, de los sueños que tenemos.

No somos d andar peleando. Vivo en una parte donde se producen muchas rencillas entre grupos de villas, pero nuestros papás están muy tranquilos, porque nos conocen y saben quiénes somos y que trabajamos en la Iglesia. Saben que si andamos a las tres de la mañana yendo a dejar a alguien no vamos a pelear con el primer grupo que nos pille, sino que tratamos de cuidarnos unos a otros.

El grupo lo integran hombres y mujeres ente los 18 y los 24 años.

 

¿Se juntan  con otros chiquillos que no sean del grupo?

Sí, por ejemplo cuando nos empezamos a juntar para ir a Australia al Encuentro Mundial de la Juventud, había chiquillos desde los 14 años. Y la misma onda, conversar de la vida, contar la experiencia del viaje.

También a veces se incorporan chiquillos que no participan en la capilla o en cosas de la Iglesia, los pololos, por ejemplo, y se unen a los temas de conversación, participan igual del carrete y se sorprenden de que sea “en buena”, sin excesos. En una ocasión estábamos en un carrete con  algunos compañeros de la universidad y alguien dijo en voz alta que tenía rosarios para vender. Entonces mis amigos quedaron “p’adentro”. “¿Qué hace un rosario en un carrete?” Entonces les explicamos que estar en la Iglesia no significa dejar de hacer tu vida como joven. Después mis compañeros de universidad me preguntaban por el grupo, incluso uno me compró un rosario.

 

¿Con qué periodicidad se reúnen a carretear?

Una vez a la semana. No siempre para tomar alguna bebida alcohólica. Y eso para  nosotros es un carrete.

 

¿Conoces la otra forma de carretear, con exceso de alcohol, drogas, sexo?

Sí, en la universidad conocí mucho de eso, en las fiestas de mechoneo en el Cerro San Cristóbal, Parque El Ermitaño, mucha cerveza. Mucho vino, mucho alcohol. Para mí no tiene ningún sentido ir a un carrete y terminar muerto de curado, muerto de volado y que después me lleven a la rastra a mi casa.

 

¿Por qué crees que esos jóvenes carretean de esa manera?

Creo que tiene que ver con le sentido de la vida. Trabajar en la pastoral juvenil me ha formado muchos valores y me ha reforzado lo que me entregaron mis papás. Siento que los chiquillos que carretean en exceso no saben para dónde va la micro.

Creo que tiene que ver con los límites que a uno le imponen. Porque yo empecé a salir a los 21 años y ahora  conozco niños que tienen 15 años y andan en la calle a las 5 de la mañana. Yo a esa edad a las 12 de la noche estaba acostada. Es la base que recibí de pedir permiso para salir, de avisar dónde estoy y llamar por teléfono si voy a llegar más tarde, es parte de rol de la familia.

Ahora, puede ser que los padres pongan límites en la casa, pero está el problema de las redes sociales. Uno puede ir a carretear al Bella y se encuentra con un montón de cosas, de todo, peleas, mucho alcohol, cabros teniendo sexo en la calle, cosas que uno ve y se pregunta “en qué burbuja estoy”.

 

¿La fe de unos puede ayudar a los otros a cambiar de actitud?

Los chiquillos con los que trabajamos saben que nosotros carreteamos. Se trata de mostrarles una visión distinta de la vida. Hacerles ver que tú puedes carretear, pasarlo bien, sin excesos y no tomar hasta quedar muerto de curado.

 

En tu grupo de carrete ¿se les pasa también la mano a veces?

Sí, también se pasan, y cuando ya alguno empieza a marearse no falta alguien que le  dice que pare. Y aceptan esa ayuda, porque entre conversa y conversa los chiquillos dicen: “Uno se va en la volá y no se da cuenta”, pero el otro ayuda a parar de beber.

 

¿Qué papel juega la familia en al forma en que los jóvenes se divierten?

Un papel fundamental. Yo creo que uno es reflejo de su familia. Yo tengo muchos amigos y generalmente los llevo a mi casa, porque me gusta que mi mamá sepa con quién me junto. Creo que el relajo y la tranquilidad de nuestros carretes son porque los padres de nosotros son así. El rol de la familia es muy importante para cuando uno llega a ser mayor.