Junio 2009 / NÚMERO 28

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Rolando Medeiros, vicepresidente de USEC

Conservar el trabajo es el escenario ideal para seguir creciendo en la empresa

¿Cree que algunos empresarios o ejecutivos han aprovechado la crisis financiera para despedir a personas y tener menos costos? Si es así, cuál es su juicio ético al respecto. Si es no, por qué cree que esto no ha sucedido.

El empresario por vocación promueve el emprendimiento, la innovación y la creatividad, lo que conlleva la generación de puestos de trabajo. Es por definición, un generador de empleo y no de desempleo por lo que los despidos no son una oportunidad, sino el último recurso. De hecho, es un tremendo error que una empresa se desprenda de todo el talento y capital humano en el que ha invertido durante tanto tiempo, para resolver una situación de costos coyuntural.

En efecto, los despidos pueden deberse a situaciones muy particulares que es necesario analizar de manera independiente y en profundidad, por lo que no podemos generalizar ni menos asumir que se deban a una única variable.

Lamentablemente, y como una de las consecuencias de la crisis financiera mundial, hay gente que ha perdido su trabajo como lo refleja el alza que ha experimentado la tasa de desempleo en el último tiempo en nuestro país.

Hay empresas que se han visto impactadas muy fuertemente, en especial empresas manufactureras, industriales y de servicio que emplean gran cantidad de mano de obra,  las que como consecuencia de una menor demanda de sus productos, disminución en ventas y flujos de capital, se encuentran en una situación de riesgo y de peligro respecto de su sostenibilidad futura.

Ante este escenario, han efectuado ajustes en sus proyecciones y presupuestos, han implementado programas de reducción de costos y gastos y de optimización de sus procesos. Más aún, algunas incluso han debido paralizar faenas, líneas de producción,  importación de materias primas y ajustar sus expectativas de utilidad, entre otras. Desafortunadamente la actual legislación laboral, no ofrece muchas opciones de ajuste distintas a la desvinculación. En consecuencia, el empresario no ha tenido otra alternativa que prescindir, necesariamente, de algunos de sus colaboradores.

Esta situación no sería, bajo ningún aspecto, enjuiciable éticamente. En cambio, se da la situación opuesta de empresas que, por no ajustar responsablemente su dotación ante una situación de crisis, ponen en riesgo el trabajo de todos los miembros de la organización, lo cual si se puede considerar éticamente enjuiciable.

Y también es enjuiciable aquellos que se aprovechan de la crisis para hacer ajustes de dotación. Sin embargo, consideramos que estos casos –si existen—son excepciones a la regla, ya que esta conducta es algo que va en contra de la vocación empresarial: los empresarios son emprendedores y promueven  la generación de empleo, no el desempleo; los despidos son de esta forma un último recurso.

Por último, cuando no hay más remedio que efectuar despidos, éstos  deben efectuarse con mucho respeto, humanidad, responsabilidad y sentido ético cristiano, concientes de que además producen un impacto en todo el grupo familiar.

Quienes hemos sorteado otras crisis, sabemos que de éstas se sale, y que contar con el compromiso y lealtad de colaboradores y ejecutivos que apreciaron el esfuerzo y sacrificio que hizo el empleador por conservar sus trabajos y la delicadeza con que se enfrentaron los inevitables despidos, es el escenario ideal para seguir creciendo y trabajando.

 

¿Cuáles son los principales conflictos éticos que han enfrentado empresarios y ejecutivos durante esta crisis?

Más que conflictos éticos, prefiero enfocarlo como desafíos éticos, ya que comportarnos de acuerdo a nuestros valores y convicciones personales no es una situación de conflicto, sino un incentivo a ser coherentes y más íntegros.

La sostenibilidad de las empresas, tanto en tiempos de crisis como de bonanza, debe guiarse siempre por la capacidad de conocer oportunamente las necesidades y expectativas de todas las personas con las que interactúa. Por tanto es clave mantener en equilibrio sus intereses –tanto económicos como sociales, culturales y espirituales— y tenerlos presente en cada decisión ejecutiva. El desafío ético en este caso, es hacer prevalecer el bien común por sobre el bien personal o de unos pocos.

Esto no debe perderse de vista, puesto que la mejor forma de enfrentar las dificultades es a través de un equipo humano unido y cohesionado.  Para esto es necesario generar un compromiso real de todos quienes componen la organización, en relación a lo cual se presenta otro desafío ético, cual es considerar a nuestro prójimo igual en dignidad, derechos y deberes a nosotros.

Esto da cabida al diálogo honesto, permanente y constructivo, en un ambiente de confianza, con sentido de comunidad, ya que las empresas son, en definitiva, una comunidad de personas que conforman una cultura organizacional única que persiguen un objetivo de bien común.

Si esta cultura es una cultura de colaboración, solidaridad, honestidad, cercanía, excelencia y creatividad, entonces ya se ha avanzado más de la mitad del camino para sortear de buena forma una crisis, cualquiera sea esta, puesto que todos los miembros de la organización harán los sacrificios que sean necesarios para sacar adelante la organización.  

Otro desafío ético está relacionado con la austeridad y el desapego adecuado de los bienes materiales. Un año de crisis es una oportunidad para centrarse en lo simple y esencial, además de ejercer la soberanía de nuestra voluntad frente a esta suerte de “dictadura materialista” en la que todos vivimos sumergidos y que no se condice con los valores cristianos que encontramos en el Evangelio.

   

¿De qué manera cree que la Iglesia Católica ha acompañado a empresarios y ejecutivos durante esta crisis?

La Iglesia, por medio de sus enseñanzas contenidas en la Doctrina Social,  representa para nosotros una brújula moral y espiritual que nos señala el camino a seguir. Los principios y valores que de ella emanan permiten que nosotros, los católicos, seamos o no profesionales, encontremos un sentido profundo a la dificultad y adversidad, que se presenta,  incluso como una oportunidad, de madurar, de crecer en sabiduría, en solidaridad, en fe y en caridad.

Creemos que los empresarios y la jerarquía de la Iglesia debemos seguir creando instancias de acercamiento y diálogo, para aunar visiones y una mayor comprensión de nuestras respectivas realidades y necesidades.

Nuestro sueño es contar algún día con una “Vicaría Pastoral de la Empresa”, en la que tengan cabida todos los distintos grupos humanos que componen una empresa. Dado el rol de privilegio social en que se sitúa la empresa y la gran responsabilidad que por ende tiene, es fundamental formar en la fe, la doctrina, las enseñanzas sociales y las virtudes cristianas a todos quienes forman parte integral de ella. Y esto no lo podemos lograr sin el apoyo de la Iglesia y sus representantes.

Por otra parte, los laicos profesionales ofrecemos nuestras capacidades a la Iglesia para colaborar con la tarea evangelizadora, especialmente, en el medio empresarial. Los empresarios y ejecutivos cristianos queremos ser discípulos y misioneros en el ambiente en el que nos desempeñamos a diario, para lo cual, debemos trabajar alineados con nuestros pastores, de manera de unir esfuerzos y ser fiel testimonio de Cristo en nuestras vidas.

 

¿Cuáles son sus recomendaciones para que la comunidad de empresarios y trabajadores enfrentara lo que queda de crisis?

Frente a la crisis es necesaria la unidad entre quienes conforman la empresa y generar un verdadero diálogo social.

Es necesario evitar alarmismos, secretismos, rumores, la desconfianza y el temor. El temor a la crisis puede ser incluso peor que la crisis. Para lograr este clima organizacional, se requiere una comunicación y diálogo fluido basado en la confianza mutua y transparencia en la toma de decisiones.

El testimonio y ejemplo de los líderes de la empresa es siempre el argumento más elocuente frente a los demás. Un ejemplo que transmita austeridad, moderación y serenidad, será mejor que cualquier discurso.

Incentivar y destacar iniciativas solidarias también es importante que se den al interior de la organización. Para ello, es necesario dar espacio y tener la disposición para que éstas se manifiesten. Recordemos que la solidaridad, así como muchas otras virtudes, es contagiosa.

El diálogo entre empresarios y sindicatos debe ser protagonista en tiempos de crisis. Ojalá predomine en éste el ánimo a ser respetuosos y constructivos, estando cada parte dispuesta a hacer algún tipo de sacrificio que sea razonable por el bien de la empresa. Cuando hay una parte que conversa sin estar dispuesta a ceder en nada, no hay diálogo constructivo tal como lo entendemos. También es importante que los dirigentes sindicales se preocupen efectivamente de velar por el bien común de todos los trabajadores y no sólo de algunos grupos dentro del sindicato.

Finalmente,  confiar en Dios ayuda a superar cualquier crisis,  con la certeza que después de la tempestad, siempre viene la calma, y si hemos sido fieles a nuestros valores y convicciones, seremos mejores personas, mejores profesionales y mejores cristianos.