Marzo 2009 / NÚMERO 25

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Entrevista al doctor Iván Pérez, Magíster en bioética y presidente del Comité de Ética Asistencial Hospital Clínico UC

La vida, el primero de los derechos

Doctor, como primera aproximación, ¿qué es la eutanasia?

El término eutanasia en principio significa “buena muerte, muerte dulce” y se identifica con el buen morir; sin embargo, en estricto sentido la eutanasia desde el punto de vista

ético se refiere a una acción u omisión que en su naturaleza o en su intención tenga como finalidad provocarle la muerte a una persona para aliviarla de graves sufrimientos. Tiene que haber en la persona que ejecuta el acto una clara intención de causar la muerte. Es importante esta definición, porque parte de la discusión que se produce en la actualidad sobre el tema de la eutanasia, se debe en parte a una confusión de quienes estamos de acuerdo que como personas tenemos derecho a una muerte digna, pero tener derecho a una muerte digna no significa necesariamente el derecho a disponer de la propia vida o de de la vida de los demás. Significa asumir la muerte como una instancia muy especial y muy importante de la vida de la persona, y que de alguna manera se puede asumir con un grado de libertad y de responsabilidad por quien está en el acto de morir. O sea, el morir se constituye, de alguna manera, en un acto en el cual el ser humano, las personas tenemos la posibilidad de sentirnos partícipes, el acto de morir es un aspecto muy importante del vivir.

¿Cuál es la diferencia de este buen morir con la eutanasia?

El respeto a la vida significa respetar a la persona y a la vida de esa persona hasta el momento de su muerte natural. Esto implica por un lado no anticiparse a la muerte natural, donde podría estar el homicidio, el suicidio asistido o la eutanasia, que son actos que buscan directamente causar la muerte antes del momento natural de la muerte de esa persona… el respetar el momento natural de la muerte significa no adelantarla, pero también significa no retrasarla más allá de lo necesario o de lo lícito (empecinamiento terapéutico u obstinación terapéutica), lo que consiste en que con los adelantos médicos, con las tecnologías modernas de alguna manera tenemos una ilusión y es que en cierto modo creemos que podemos luchar contra la muerte y creemos que podemos emplear toda la tecnología en situaciones en que claramente la enfermedad está muy avanzada y los tratamientos que estamos aplicando no son de un real beneficio para el paciente, o sea, el costo, el esfuerzo de implementar ciertas terapias significa mucho más sufrimiento y dolor que el verdadero beneficio. Entonces probablemente a estas situaciones son a las que más teme la gente verse enfrentada y por eso surge el tema de la eutanasia… Nunca desde el punto de vista ético hemos estado de acuerdo con la obstinación terapéutica, por lo tanto uno debe entender que hay una serie de situaciones en los pacientes donde debe optarse por la limitación del esfuerzo terapéutico. Es válido que en una serie de situaciones médicas ciertos tratamientos no se indiquen o se suspendan cuando claramente no están contribuyendo al bien del paciente, y esto significa limitar el esfuerzo terapéutico. También podríamos llamarlo dejar morir. No es lo mismo esa acción que la eutanasia, la cual tiene como fin adelantar el momento de la muerte y la intención del médico es causar la muerte. Yo pienso que muchas personas tiene un temor a verse obligadas o sometidas a tratamiento inútiles o a prolongaciones de su sufrimiento conectados a múltiples máquinas y es por eso que tienden a confundir equivocadamente y a apoyar a quienes están de acuerdo con la legalización o despenalización de la eutanasia.

Con los principios y los valores de la medicina que respetan la vida y la dignidad de las personas es posible hoy en día hacer un juicio de proporcionalidad terapéutica y decidir en  qué momento ciertos tratamientos ya no están contribuyendo al bien de la persona y no es bueno implementarlos, y eso no es eutanasia, eso es simplemente un buen actuar médico que respeta a la persona, respeta el momento el momento natural de la muerte.

¿Cuál es su opinión ética, moral y médica sobre la eutanasia?

Mi visión parte incluso antes de la fe o la línea de pensamiento de la universidad; parte básicamente en un convencimiento racional al cual podemos acceder todos los hombres de buena voluntad, que con nuestro raciocinio, con nuestra capacidad de reflexionar y de pensar podamos aceptar que la vida es un bien humano básico, es un don, es el primero de los derechos de las personas y que desde ese punto de vista como sociedad y como personas no podemos atentar contra la vida en ninguna de sus manifestaciones. Nosotros debemos cuidar la vida, particularmente los médicos, independientemente de las convicciones religiosas. Los fines de la medicina son salvaguardar la vida, cuidarla y tratar de recuperar al paciente de su estado de enfermedad, de modo que hay un convencimiento previo a los motivos religiosos. Sin vida no hay posibilidad de gozar de ninguno de los otros derechos, por lo tanto la vida es el derecho básico. Nadie puede arrogarse el derecho de quitarle la vida a alguien inocente o a alguien que no participa en esta decisión. ¿cuál es el problema de la despenalización o legalización de la eutanasia? -contra la cual yo estoy en desacuerdo- Es que incluso que si uno llegara a atender las razones iniciales por las cuales algunos países como Holanda deciden aceptar o despenalizar la eutanasia atendiendo a ciertos casos donde hay un dolor intratable, con el consentimiento del enfermo, etc., lo que ha pasado en la práctica en esos países es que a poco andar de puesta en práctica esta ley se ha extendido su uso y su aplicación mucho más allá del espíritu que originalmente la motivó. El ejemplo de Holanda es dramático, porque después de un tiempo de implementación se hizo un análisis de todos los casos de muerte relacionadas con eutanasia y en muchas de ellas no existía claramente un dolor intratable, más aún en muchas de ellas ni siquiera había consentimiento del enfermo ni de su familiares directos, eran decisiones tomadas sólo por el criterio médico. Entonces es tan compleja la situación que abrir un poco siquiera la puerta significa abrirse a la posibilidad de cometer atrocidades que uno ni siquiera se puede imaginar, como por ejemplo evaluar que una serie de personas no tendrían derecho porque su calidad de vida no es adecuada, niños con deficiencias mentales, etc. Una serie de personas que podrían ser consideradas a futuro como menos valiosas para la sociedad, desechables. Entonces detrás de todo está el valor de la vida. Ahora, si uno se remite al pensamiento cristiano, católico, la vida la concebimos como un don, como un regalo, no nos pertenece en estricto sentido, entonces la vida como un don sólo nos queda cuidarla y velar para que la vida y el momento de morir sean dignos, respeten la dignidad de las personas.

¿Qué opina sobre el proyecto de ley que pretende despenalizar la eutanasia en Chile?

Lo que yo veo en muchos proyectos de ley en diversos países que tratan de despenalizar la eutanasia es que tratan de rescatar un valor, un principio que es importante, que es el principio de libertad, de autonomía. O sea, que debiéramos respetar las decisiones libres de cada una de las personas. En eso se basan, por ejemplo, la aceptación de testamentos vitales, las decisiones anticipadas de las personas, o de permitir el suicidio asistido o en algún momento de aceptar la eutanasia, en el sentido de que si una persona en un momento pide que acaben con su vida se pudiera aceptar. Lo que está detrás de todo esto es poner la autonomía como un principio o como un valor que es jerárquicamente superior a otros, incluso por sobre el principio de beneficencia, de hacer el bien, o por sobre el principio de respeto a la vida y a la integridad física de las personas. Entonces no puede ser que la autonomía se entienda como que cada persona pueda hacer lo que quiera, y entender de esa manera la libertad. Eso es lo que está en el fondo, por eso es que de alguna manera hay que argumentar que la verdadera autonomía o el uso responsable de la libertad, que es uno de los atributos de nosotros como personas, no puede volverse contra el mismo hombre, no puede ser una libertad irresponsable. La libertad tiene que respetar principios y valores que son superiores a ella misma, como es el respeto a la vida y a la dignidad de la persona.

Cuénteme algún caso que le haya tocado en que algún médico que, si hubiese creído en la eutanasia, la hubiera aplicado…

Bueno, hemos tenido varios casos donde eventualmente pueden haber situaciones límite entre lo que significa, por ejemplo, el tratamiento del dolor y la mentalidad eutanásica. Esto no es algo tan infrecuente, es algo que se puede dar y es bueno que los médicos estemos atentos a no traspasar la barrera de la moralidad, de la licitud de lo que uno está haciendo. Por ejemplo, uno de los medicamentos más usados para calmar el dolor es la morfina, los opiáceos, y es frecuente que a los pacientes que están con dolores intensos o están en una etapa avanzada de un cáncer o de una enfermedad terminal, tengamos que administrarles morfina y me han tocado algunas situaciones donde aparentemente la dosis o la intencionalidad de quienes iban a prescribir ese medicamento pudiera ir más allá de la sola dosis analgésica necesaria, sino que existe por lo menos en el pensamiento o en la intención la idea de sedar al paciente hasta un punto que pudiera considerarse como adelantar el momento de su muerte. Entonces ese límite es muy delicado. Este es un caso que ocurre con cierta frecuencia, me ha tocado al menos invitar a los médicos a tener una reflexión profunda sobre esas situaciones. Invitarlos de alguna manera a que se nos haga evidente, reflexionemos sobre lo que estamos haciendo, o sea, es lícito calmar el dolor y si en ese proceso el paciente va a tener un compromiso de conciencia o si por calmar el dolor, que es nuestra intención, el paciente por ejemplo disminuye su actividad respiratoria o en último término fallece, la intencionalidad que teníamos era calmar el dolor y no adelantar su muerte. Ahora, si nosotros tenemos primariamente la intención de usar una dosis más allá de la necesaria para calmar el dolor, estamos hablando de eutanasia, y a veces sin darnos cuenta estrictamente. Entonces es bueno que los médicos reflexionemos sobre eso. En medio de la actividad asistencial es bueno detenerse a reflexionar sobre las decisiones médicas. Para eso existen en los hospitales los comités de ética que permiten tener un espacio de reflexión más tranquilo y más allá de la decisión rápida que el médico está tomando en la actividad asistencial.

A usted como médico tratante, ¿le ha tocado también estar en estos trances, de tener que administrarle morfina a un paciente?

Sí, me ha tocado, yo trabajé durante muchos años en unidades de cuidados intensivos, y de alguna manera nos tocó asistir y ver morir pacientes, y ahí entonces uno se plantea la pregunta de qué estoy haciendo. De alguna manera actuar de manera éticamente lícita o correcta, por lo tanto, evitando la intencionalidad, o asumiendo que la intencionalidad no es matar a la persona, sino simplemente darle los tratamientos necesarios o simplemente no indicar o abstenerse de implementar medidas que claramente parecen desproporcionadas a la condición del paciente, que son medidas que ya no son obligatorias como las proporcionadas, es decir, son extraordinarias, que en último término son optativas y, por lo tanto, uno podría abstenerse de ellas sin estar cometiendo un mal, porque no han demostrado un verdadero beneficio para el paciente.

¿Estamos en el caso de Eluana Englaro ante un caso de eutanasia?

En estricto sentido sí, porque el caso de ella es lo que podríamos llamar una eutanasia por omisión, o sea, a ella se le dejó de administrar hidratación y alimentación con una clara intencionalidad, que era que ella muriera y que eso ocurriera antes que su muerte natural. Ahora, este es un caso complejo, porque estamos todos de acuerdo en que los cuidados básicos de un paciente o de una persona siempre son obligatorios, es decir, todos los cuidados de confort, de aseo, de alimentación, de hidratación del paciente, independiente de su condición, de proporcionarle cariño, todas las medidas normales y básicas, que incluyen la alimentación y la hidratación, son obligatorias. El punto es que en el caso de Eluana y de algunos otros pacientes, estas medidas a veces implican cierta intervención médica, por ejemplo la instalación de una sonda. Ya no podríamos decir que son sólo medidas básicas, sino que en algunos casos podríamos hablar de tratamiento médicos. En todo caso, aún cuando hablemos de tratamiento médicos, parecen ser tratamientos bastantes sencillos, tratamientos que no implican hoy en día una dificultad mayor, menos en un país desarrollado como Italia. Aquí de alguna manera no podemos juzgar la intención del padre de Eluana Englaro o de los familiares más directos, creo que no nos corresponde. Mi opinión es más bien de tipo general, y es que no parece lícito suspender la hidratación y la alimentación a un paciente con la finalidad de causarle la muerte, en términos generales es así. Y hay otro punto acá, que es el rol de la sociedad en el cuidado de estos pacientes, porque lo que puede pasar con muchas de estas familias, que después de cuidar durante un tiempo largo a estos pacientes tienen  naturalmente un proceso de desgaste psicológico, y ahí cabe un rol social, o sea, la sociedad debiera probablemente asumir un rol en el cuidado de estos pacientes, en el apoyo de sus familiares, en ver qué está pasando con su situación económica, y el Estado probablemente o diferentes asociaciones pudieran asumir algún grado de acompañar, de ayudar o de estimular a los familiares para los que realmente es una carga pesada a veces estar acompañando por muchos años a pacientes en esas condiciones, pero uno debe mirar el problema desde el punto de vista de cómo podemos resolverlo sin atropellar la dignidad de las personas. O sea, de qué manera como sociedad podemos hacernos cargo de que cada vez vamos a tener más personas mayores, más personas con secuelas, más personas que a lo mejor van a estar postradas en cama, y que son personas con la misma dignidad que nosotros. Entonces cómo hacernos cargo de esas personas, de esos pacientes, sin causarles la muerte deliberadamente.

¿Aún habiendo manifestado Eluana su intención de que la desconectaran en caso de quedar postrada como quedó, eso tampoco exime del calificativo de eutanasia a este caso?

Claro, tampoco. Ahora, eso nos adentra en un tema que es complejo, que es el de las voluntades anticipadas, porque no es tan simple asumir como una voluntad cierta lo que se dice que ella dijo en algún momento respecto a su futuro. Es decir, hay experiencias en el mundo de que muchas personas que han dicho en alguna oportunidad que no quieren ser sometidas a determinados tratamientos, llegado el momento de la situación, aceptan ser ayudados porque todos queremos vivir, todos queremos cumplir nuestro proyecto. Entonces, con respecto a las voluntades anticipadas, habría que evaluar cuán válida es esta voluntad anticipada, específicamente cuánto tiempo antes la manifestó Eluana y de qué manera. Distinto es cuando se piensa la decisión en un momento concreto, cercano a la situación, bien informados, porque a veces la gente no está bien informada.

¿Qué lecciones éticas y morales podemos sacar del caso de Eluana Englaro?

Para mí una primera lección es que no tenemos que dejar de reflexionar en estos temas, son temas que vamos a seguir enfrentando como personas, como sociedad, en este caso como universidad; tenemos que seguir teniendo la posibilidad de debatir sobre estos temas, y debatir en base a argumentos, no a descalificaciones, para poder llegar a los mejores consensos en esta línea. Y lo segundo es que debemos evitar la descalificación o los juicios morales respecto a las personas; si bien estamos en desacuerdo con la eutanasia, así como estamos en desacuerdo con el aborto, es muy distinto juzgar desde tan lejos la decisión ética o moral, por ejemplo de los familiares de Eluana Englaro, concretamente de su padre. Yo creo que hay que separar los temas. Como sociedad tenemos que volver a poner el valor de la vida, la dignidad de la persona como puntos esenciales de la persistencia de la sociedad; las sociedades que se vuelven contra la vida de las personas, contra la dignidad de las personas, se van destruyendo a sí mismas. Yo creo que la gran enseñanza de estos casos es no dejar que las cosas transcurran, sino que tener la posibilidad de ponerse a reflexionar y de poder argumentar, y de poder hacer presente nuestras ideas con argumentos, con respeto para, por la vía de la convicción, llegar al mejor consenso como sociedad.