Ambos aparecen en el libro Almácigo, editado por Luis Vargas Saavedra, en base a escritos inéditos de la poetisa.
TODAVÍA (fragmentos)
Los pies de Cristo van por la Tierra,
caminan y no están rendidos.
Van por salinas, van por dunas
y por peñascales andinos,
y la hoja doble de las huellas
todos alguna vez la han visto.
…
Sólo los pasos que atrás dejara
para mí también, Jesucristo,
y los otros que lo siguen
sin final y sin principio.
MIENTRAS OTROS VAN CANTANDO APRESURADOS
Mientras otros van cantando apresurados
y ardientes estrujando un obsceno cantar encanallado,
yo sigo rezándote, Dios mío,
con mirar, con decires y actitud.
Yo te pido, Maestro, que me mires
como te estoy rezando a muchos años
con mirar y actitudes y decires.
Cristo, te contaré, se van tornando
tanto tu suave hechizo fue ganando
mis sangrantes entrañas.
Tan llena de temor voy caminando,
tan fría apretada es la tiniebla,
tanto se entró en mi entraña,
todas mis suaves hablas, oraciones,
entre labios un temblor eterno,
que como van al son de sus canciones
los otros mis hermanos, yo voy, Cristo.
Los dichosos nunca conocieron
ningún cristal tan bueno para verte
que estos tibios cristales de mi llanto.
Yo no sé otra actitud que esta
Con la faz en el polvo y la mirada sencilla
buscándote rendidas las rodillas
y la boca de oraciones apretadas
para estirar mis brazos hacia ti.
Tú me pondrás sobre tus hombros finos
alredor de tu cuello delicado
cuando no pueda más por los caminos
mi pie de toda marcha maltratado.
Tú apretarás tus vendas amorosas
sobre el borde encendido de mis llagas
cuando se me vayan las linfas de la vida.
Me darás tu calor para mi frío,
la suavidad sobre mi crispadura,
y la leche de tus ojos como luna,
después me darás, oh! Cristo mío,
la almohada de tu pecho, la segura,
y ha de dormirme tu canción de cuna.
Yo soy, Señor, la espiga sazonada
buena para tu viento y para tu hoz
a todo ardor de angustia madurada
buena para la tierra y para voz.
Vácia mi harina suave entre las hierbas
y lo demás que hay esparcido en ella
recóbralo del modo que Tú sabes
a tu manera silenciosa y bella.
Dame la muerte dulce, silenciosa
de las aguas que se mueven
sorbidas por el sol de suave labio,
entrar en Ti con la perfecta calma
del río hondo en los mares
y que me sorbas como un par de labios.
Dame el dulce morir, el darte el alma
como se diera un beso sin zozobra,
sin esquives y sin agravio.
Tú enséñame a ofrecerte el alma mía
con el gesto sencillo del que alarga
a su dueño una fruta o una flor.
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