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Edición NÚMERO 61
Marzo 2012

Un periodista cura para entregar la Buena Noticia

Diego Enrique González Ruiz es periodista, trabajó en La Segunda y ahora es uno de los nuevos alumnos del Seminario Mayor de Santiago. Quiere ser sacerdote para anunciar la Palabra de Dios. Así lo cuenta en esta entrevista.

Cuéntanos algo de tu familia
Mi papá se murió de cáncer el año 2007 y vivo con mi mamá y mi hermano más chico, Cristóbal, que entró a la universidad. Yo soy el tercero y tengo dos hermanos más grandes, Pedro, que es médico, y Macarena, que es parvularia. Yo tengo 26 años.

¿Cómo descubriste esta vocación al sacerdocio?
Se hizo muy palpable en el colegio, cuando tuve que leer el libro “Las llaves del Reino”, de A. J. Cronin, que cuenta las peripecias de un cura que lo mandan a China. Luego, más allá del libro, que es muy bueno, me empecé a cuestionar qué hago yo por Cristo, cuál es mi vocación, qué tengo que hacer yo. Empecé a ir a misa todos los días, solo, a los Dominicos, y ahí comenzó a fluir el tema. Después estuve en el Opus Dei, hasta el segundo año de universidad, y luego tuve un bajón, hasta que se murió mi papá y sentí como un remezón, que tenía que despabilarme. Mientras estudiaba Periodismo tuve que entrevistar a monseñor Jorge Medina, para un ramo y le conté de mis cuestionamientos Me ayudó muchísimo, me hizo quitarme muchos miedos que yo tenía y por él llegue al movimiento Sodalicio, donde tuve un encuentro con Jesucristo muy fuerte, con gente muy santa, pero común y corriente. Pero me di cuenta que mi vocación no era en Sodalicio, sino una vocación diocesana, no en un grupo determinado, sino donde Dios quisiera, donde la Iglesia me necesitara.
Ya no pololeaba y  había terminado la Universidad. Entonces volví a don Jorge (Medina) y me dijo que entrara al seminario. Era un poco obvio, si yo sentía ese llamado.

Antes de leer a Cronin, ¿cómo era tu relación con la Iglesia, con la  fe?
Mi familia era cristiana, de misa ocasional, con una vida religiosa normal, de Primera
Comunión, Confirmación; pero era la misa y nada más, con oraciones mínimas.

¿Para qué quieres ser sacerdote?
Creo que es para anunciar la Palabra de Dios, imitarlo y tratar  de salvar a la más gente posible.

¿Qué necesidad veas tú que tiene el mundo de los cristianos?
Identidad. La gente y especialmente la juventud hoy día no sabe quién es. No se preguntan quiénes son. Falta la trascendencia de preguntarse el por qué de las cosas, por qué Dios me dio esta familia o me quitó esta familia.

¿Cuál es la identidad que la Iglesia, los cristianos, pueden aportar?
La identidad de Cristo, como salvador nuestro, como repuesta a todas nuestras dudas.

¿Y cómo mostrar esa identidad a un mundo que no la quiere, que se aleja de Dios?
Con el ejemplo, el testimonio, demostrando, no sólo los sacerdotes y religiosas, sino todos, que cuando uno se entrega a Dios es feliz. El segundo paso es el apostolado, ir al encuentro del otro.

¿Pololeaste?
Sí, cuando chico, y “anduve” dos veces.

¿Cómo enfrentas el celibato?
Reconozco que me da susto. Me hubiera gustado mucho tener una familia, que es lo más natural del ser humano, pero son entregas que hay que hacer y que entiendo perfectamente. Yo no concibo la vida sacerdotal con una familia. El corazón estaría muy dividido. Si Dios me está llamado, me imagino que me dará su gracia también para sobrellevar el celibato.