Mayo 2010 / NÚMERO 39

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Natalia Cuevas y la “Caravana del Humor” en zonas afectadas por terremoto:

Una sonrisa para recuperar la fe 

La comediante participó en esta iniciativa que, bajo el lema “A reconstruir el alma”, llevó un poco de alegría a la zona centro-sur de Chile afectada por la catástrofe del 27 de febrero.

 

¿Cómo nace esta idea de la Caravana del Humor?

La primera llamada que tuve fue del Palta Meléndez. Él tenía la inquietud de que, como no hubo humor en la Teletón, hiciéramos algo para ayudar. Esta iniciativa nació entre Ricardo Meruane, el Palta; éste como que lo concretó, y me dijo, ‘sabes que me voy a dar una vuelta para allá –al Teatro Teletón durante la campaña “Chile ayuda a Chile”- porque tengo ganas de que se arme una cuestión potente. Hacer un llamado, no sé, hablemos en las radios, a ver quién se sube’. ´Vamos’, le dije yo, y fuimos.

 

¿Cuándo partió la Caravana?

No me acuerdo, el primer lugar que visitamos fue Llo-Lleo, antes de Semana Santa. Después pasaron como doce días y se retomó el lunes después de Semana Santa. Yo me reintegré el jueves antepasado (8 de abril) en Talca, y al otro día ya todos los días teníamos dos localidades y dos eventos diarios. Eso significa montar, desmontar, montar, desmontar. Yo era la única mujer. 

 

¿Cuántos humoristas participaron?

Iba variando, porque estuvo el Charola, el Memo, el Papo, el Pipo Arancibia, Willi Benítez, que estuvieron en la mayoría de los lugares, pero tuvieron que dejar el tema después por trabajo o por estudios. En total éramos unas 25 ó 30 personas, contando el equipo técnico.

 

¿Qué lugares visitaron?

Llo-Lleo, Paredones, Pichidegua, Pumanque, Curepto, Curicó, Talca, Quirihue, San Javier, Cauquenes, Parral, Cobquecura, Pelluhue, San Pedro de la Paz, Talcahuano, Lota y Constitución.

 

¿La Caravana del Humor va a seguir estos días para ir a los lugares donde no alcanzaron a ir?

Terminó este primer ciclo y me encantaría que se pudiese concretar la segunda etapa. Quedaron muchas localidades sin visitar, como Caleta Tumbes, Iloca, Dichato… Pero técnicamente no había los medios para hacer el show en esos lugares, no había donde conectarse, había mucha dificultad en esas zonas más afectadas.

 

Actuaban tres horas dos veces al día en dos localidades distintas. Debe haber sido agotador…

Físicamente súper agotador.

 

Y también emocionalmente súper fuerte ver toda la tragedia…

Pero fíjate que el hecho de ver el amor y la gratitud de la gente te volvía a levantar. En la mañana estábamos agotados, en calidad de bulto, pero igual hacíamos el trabajo con mucha alegría, con mucho gusto; sabíamos que íbamos a tener esa vuelta de mano, sabíamos que lo que íbamos a hacer iba a ser valorado con creces.

 

¿Cuánta gente iba a estos shows que ustedes hacían?

De 3 mil a 5 mil personas. Bastante gente.

 

¿Y actuaban al aire libre o en gimnasios, etc.?

Todo al aire libre por el miedo que existe de exponerse, porque en todas partes había réplicas; en la VII y VIII regiones hay todos los días réplicas…

 

¿Cómo costearon la gira?

El Palta es el que tiene la mayor información, nosotros muchos detalles no sabemos. Lo que sí sabemos es que él viajó a Antofagasta y Calama y recogió algunos recursos. Bueno, ayudaron Caritas Chile, Pullman Bus y Fundación Madero. Fue una cadena de solidaridad; también, por ejemplo, un caballero de una carnicería en Lota nos regaló carne para un asado, que fue el único asado de convivencia que hicimos los de la Caravana. El caballero tenía seis locales y fue saqueado completamente en cuatro de ellos. Por eso yo quisiera decir que, a pesar de todas las cosas malas que puede haber, siempre hay buena voluntad; siempre había una sonrisa, había un gesto de gratitud. Y nada, por todo esto dar las gracias a toda la gente que hizo posible esta locura, que era muy poco viable por las lucas, pero que se pudo concretar porque nosotros teníamos fe.

 

¿Qué fue lo más impactante que te tocó ver en las zonas devastadas durante la gira?

Yo creo que ver a los hombres llorar, porque en las mujeres eso también me impacta, pero somos un poco más lloronas. En cambio, de repente ver a un hombre, a un trabajador, así con la piel quemada, con las manos curtidas, y haciendo pucheros porque nosotros les fuimos a dar un momento de alegría, eso no lo puedo describir.

 

¿Cuál fue la sensación de ustedes como humoristas?

En un momento, fue como hartas veces, pero en un momento fue más importante, en Pelluhue, ahí yo ví a mis compañeros llorar en el bus, y a los chiquillos no les gusta que los vean como llorando, y yo ví llorar al Charola, a Ricardo Meruane, al Palta. La última noche lloraban a moco tendido, yo también lloré el último día. Llorábamos de gozo, de inquietud, de cansancio, llorábamos por una mezcla de muchos sentimientos. Porque, por ejemplo, en Constitución es una casa por medio que está en el suelo; yo fui al supermercado, el que fue saqueado, y los guardias andaban así como ojo al charqui, porque cualquier cosa podía pasar, ya que la necesidad está todavía. Lo que sí me di cuenta en muchas partes es que se necesita ayuda, muchas veces no se escucha el clamor de la gente, porque la gente es muy orgullosa, es muy digna, entonces no se andan humillando, por así decirlo, para conseguir una cosa.

 

¿Sentiste dolor?

Sí, sentí mucho dolor, sentí mucha pena, pero no podíamos ir en esa parada, nosotros íbamos en otra parada, de decirle a la gente, ‘la vida empieza ahora, ahora nosotros empezamos de cero, y tenemos que reírnos, tenemos que tener fe’, y nosotros siempre les decíamos ‘Jesucristo vive, Jesucristo es un Dios vivo y yo les invito a ustedes a que recuperen la fe y se vuelvan a reencantar y reenamorar de las cosas que no se destrozan y no se caen, como el amor de Dios’.

 

A propósito de eso, ¿cómo se apoyaban en su fe las personas que eran creyentes y que estaban viviendo esta catástrofe?

Como eran pocos los tiempos, no pudimos comprobar en qué parada espiritual estaba la gente. Lo que sí, por ejemplo, yo tuve una conversación con una señora que había perdido una amiga y el mar le había llevado dos casas, y le dije que no perdiera la fe, que ella tenía muchas cosas por las que gozarse, porque ella tenía a sus hijos y su casa bien, y ella estaba bien, podían recuperar su vida. ‘Gózate que tienes tu hijo vivo, que tienes tus piernas, tus manos buenas, tu vista buena para seguir luchando’, le decía. Pero tocar el tema no era fácil, sino que en general al momento de la despedida yo les decía ‘que Dios les bendiga, Jesús vive’.

 

Miedo y dolor en medio de los escombros

¿Cómo percibiste el ánimo de las personas afectadas por la catástrofe?

Hay gente que no tenía ganas de hacer nada, había gente que todavía estaba durmiendo en los cerros con sus casas en pie, con las casas sin destrozo, pero que tenían tanto miedo que todavía estaban durmiendo en carpas en los cerros, como es el caso de Cobquecura. Nosotros podíamos percibir el miedo de la gente.

 

¿Cómo se daban cuenta de eso?

No sé, en la mirada, en la reacción de la gente, en el ceño, en la cara de angustia, que se repetía, como una atmósfera un poco cargada de miedo. Aplaudían, se reían, pero no estaban muy relajados; se notaba en sus ojos que había pena, que había miedo, que si venía una réplica partían todos al tiro para el cerro.

 

¿Con quién se coordinaban cuando llegaban a una localidad, quién era su interlocutor?

El municipio gestionaba normalmente la recepción, nos recibía, no sé, gente del área de cultura, de bienestar. Normalmente nos recibían en el municipio, al frente de la plaza, y en la otra esquina está la iglesia, así como son las ciudades acá en Chile. En ese sentido, agradecemos a todos los municipios que estuvieron ahí.

 

¿Ustedes, por ejemplo, eran en cierto modo canalizadores de las inquietudes de la gente hacia el municipio?

No, porque nosotros nos relacionábamos directamente con la gente del municipio y los contactos con la gente eran más que nada sacarse la foto, el autógrafo, y alguna pequeña conversación, porque los tiempos no daban para poder sentarse a escuchar. Nosotros nos limitamos a entregar el humor para que la gente se relajara y se olvidara, ese era el objetivo, no revivir la pena, sino que se olvidaran un poco. Lo que sí, parece que no podemos dejar de pensar en todas las cosas.

 

El cariño y la gratitud de la gente

En ese contexto, la gira de la Caravana del Humor tuvo como lema “A reconstruir el alma”. ¿Cómo el humor y la risa ayudaron a esa gente a amortiguar ese sentimiento de pena y de miedo que tú percibiste?

Bueno, la risa, dicen los chiquillos humoristas con los que estuvimos en la Caravana, está comprobado que produce una sensación de más optimismo, endorfinas parece, por ahí anda la cosa. Es como veinte minutos de ejercicio aeróbico, y nosotros les dimos, compartimos más bien, tres horas de humor. Nos tocaba a veces poquito a cada uno, pero nosotros estábamos las tres o cuatro horas dispuestos para lo que se necesitara y si nos cambiaban, lo asumíamos con la mayor disposición. Nosotros íbamos a trabajar para la gente, nos sacábamos fotos antes, dábamos autógrafos.

Yo creo que el humor ayudó a la gente en el sentido de que el estado de ánimo es el que a nosotros nos permite hacer las cosas, o dejar de hacerlas. Si tu estado de ánimo está arriba empiezas a hacer las cosas; como dicen los siquiatras y los sicólogos, no tenemos que preocuparnos de las cosas, tenemos que ocuparnos de ellas, y hacerlas.

 

Y en general, ¿cuál dirías tú que es la importancia del humor en la vida?

Yo creo que el humor es vital para todas las personas. A mí por ejemplo, no me preguntes por qué, siempre me ha gustado romper los hielos, ver las cosas con humor, ver la mitad del vaso lleno, porque creo que amargarse, generar una discusión o enojarse por algo, implica que tienes que trabajar el doble, gastas mucha energía en enojarte y desenojarte. Entonces el humor sirve un poco para bajarle el perfil a las cosas que son demasiado graves. Creo que la energía uno debe canalizarla y debe ocuparla para crear cosas positivas, para crecer, para trabajar, para ser amigos, para ser asertivos, porque no siempre vas a decir cosas chistosas y alegres. Pero con buen humor vas como modelando el carácter, te vas poniendo como más templado, yo creo que uno va poniendo como en orden las cosas.

 

¿Qué significó para ti esta experiencia de la Caravana del Humor y el drama que viste en cada lugar?

Yo creo que fue para nosotros súper edificante, es decir, yo pude hacer esto con un rato de mi trabajo, una semana, dos semanas, yo pude hacer que esa señora que no se reía hace un mes y medio, pueda reír, mirar con más optimismo el futuro, sentir que teniendo vida y salud tienes todo por delante. Yo sé que tener sus cosas a la gente le cuesta tanto, por eso nosotros sentíamos que teníamos el compromiso de decir ‘oye, aquí están pasando cosas, aquí no está llegando la ayuda’.

Yo creo que después de un golpe fuerte, como vi en una película que me marcó mucho, nadie vuelve a ser el mismo; después de la muerte de un ser querido, de una enfermedad, de un golpe traumático, nadie vuelve a ser igual, y uno se afana en recuperar esa persona que fue y no la puedes encontrar. Uno se va transformando.

Por otra parte, esta experiencia me permitió ver lo mejor y lo peor de nosotros, porque vi cosas verdaderas, vi dolor verdadero, vi necesidades verdaderas, pero no tuve largas conversaciones con los afectados, solamente pude ver a la gente reírse, y eso para mi fue maravilloso. Lo peor, las consecuencias que dejó este terremoto y maremoto, pero también vi lo mejor de la gente: el cariño, la gratitud, el abrazo verdadero, la lágrima verdadera, todas las bendiciones que nosotros recibimos, yo a toda la gente que saludé le dije que el Señor le bendiga, y eso para mí fue maravilloso, porque daba, y recibía, compartíamos. Creo que para nosotros esta experiencia fue extraordinaria.

 

Y ver que la gente valoró la presencia de ustedes…

Sí, en general demostraban mucho cariño, mucha alegría, mucha euforia, sobre todo la expectativa de los niños, los jóvenes, los cabros. Otra  percepción era que mientras más afectados, más afectuosos, una sensación de decir ‘no estoy solo o sola, hay alguien que pensó en mí´.

 

¿Qué lección te queda de lo vivido en la zona afectada por la catástrofe?

Es fuerte, porque nosotros a veces nos quejamos, no sé, porque estás resfriado, porque debes la cuenta del gas, y acá nos topamos con gente que no tiene nada, que lo único que tiene es la esperanza, y nosotros apelábamos a eso. También fue una forma de comprender y de recuperar la humildad. O sea, reconocer el verdadero tamaño que tiene uno ante Dios. Eso yo creo que es lo más importante que debemos rescatar, porque yo creo que el terremoto de alguna u otra manera nos afectó a todos.