Edición NÚMERO 51
Mayo 2011

Entrevista a monseñor Fernando Ramos, rector del Seminario Pontificio de Santiago

Resguardar la dignidad de la persona

“Estamos en el momento de la toma de conciencia de un problema que se ha suscitado con algunos clérigos, pero es un problema que también está en nuestra sociedad chilena. Constantemente nos estamos enterando que hay abusos de menores por parte de distintos tipos de profesionales. Recientemente nos hemos enterado del caso de un fonoaudiólogo, por ejemplo. Nos estamos enterando de situaciones que ocurren al interior de familias. Estamos en la fase de percibir que es un problema real, que nos atañe también como Iglesia y que hay que enfrentarlo”, dice el rector del Seminario y miembro del consejo nacional para la prevención de abusos contra menores y acompañamiento de víctimas.

Concretamente ¿qué se está haciendo en prevención?

En algunas partes se han implementado programas que apuntan a crear ambientes que sean seguros para todos los que participan allí; pueden ser parroquias o colegios que procuren no tener espacios donde puedan ocurrir posibles abusos. Eso en el aspecto físico. Los estamos implementando, pero todavía hay mucho por hacer. También avanzamos en (lo relativo a) programas de educación de niños, adolescentes y jóvenes para poder percibir un eventual abusador que pueda acosar. Por otra parte tenemos que implementar algún nivel de preparación e instrucción a adultos que trabajan con niños, adolescentes y jóvenes que puedan percibir situaciones de otros adultos que puedan presentarse como abusadores y también que sean capaces de reconocer en estos niños, adolescentes y jóvenes síntomas de eventuales abusos que podrían estar sufriendo.

¿Es un problema sólo de la Iglesia?

Este es un problema de la sociedad, que afecta a mucha gente. Como Iglesia tenemos que generar una cultura de protección, de cuidado, de resguardo de todos los menores y de toda persona que puede ser vulnerable. Incluso puede haber adultos vulnerables. Adultos que están enfermos también puede ser víctimas de algún tipo de abuso. Estamos tomando conciencia que debe ser una praxis establecida en la Iglesia la de generar un sistema de protección para estos niños. Quienes pueden ser abusadores pueden ser clérigos o cualquier persona. Esto no está referido sólo a clérigos. Efectivamente ha habido casos muy notorios, muy dolorosos, pero no son los únicos y están lejos de ser la mayoría.

¿Qué hay tras la decisión de resguardar a los más débiles por parte de la Iglesia ?

Detrás de esta indicación está resguardar la dignidad de cada persona. Todo ser humano tiene una dignidad que es intocable, sagrada y más aún aquellos que están en una situación objetiva de mayor fragilidad que son los niños, los adolescentes, los jóvenes, que todavía no son adultos, que no tienen todas las herramientas para enfrentar la vida, que requieren de apoyo de la sociedad y de los adultos en su proceso de desarrollo. También algunos adultos que pueden estar pasando una situación de vulnerabilidad o son permanentemente vulnerables como personas minusválidas o con sus facultades mentales perturbadas. Detrás está resguardar la dignidad de esas personas. Cuando digo nosotros hablo como Iglesia y como sociedad. Tenemos que hacernos cargo de la fragilidad humana y resguardar su dignidad. Y eso es parte de nuestro mensaje y de nuestra misión como Iglesia: anunciar el Reino de Dios a todas las personas y que se consagra en esta forma. Incluso Jesús dice ‘Dejen que los niños vengan a mí’. O sea, hay una especial sintonía de Jesús con personas que puede ser consideradas más frágiles o más débiles.

¿Qué aprendizajes tuvo a este respecto tras el viaje a diócesis estadounidenses?

Estuvimos visitando algunos lugares significativos donde ya han implementado sistemas de protección y creación de ambientes sanos y seguros para niños, jóvenes y personas vulnerables desde la Iglesia. Estuvimos en Washington DC visitando la Conferencia Episcopal. Visitamos la diócesis de Arlington, luego en la diócesis de Tulsa en Oklahoma, visitamos una institución con una serie de programas de prevención en esta línea. Luego visitamos dos diócesis: Tucson en Arizona y Spokane en Washington, donde tienen programas implementados de protección muy desarrollados y bien armados. Quedamos muy impresionados de la manera en que la Iglesia norteamericana está enfrentando esta situación que explotó el 2002. La Iglesia norteamericana dijo ‘tenemos que tomarnos en serio este tema y entre otras cosas generar un sistema de protección’. Hoy en buena parte de EEUU todos los agentes pastorales, todas las personas de la Iglesia Católica que están en contacto con niños o personas vulnerables, reciben un adiestramiento adecuado en estas materias.

Nosotros deseamos poder encaminarnos en esa línea. Queremos que de aquí a una cierta cantidad de años todas las personas que participen en nuestras instancias pastorales y que tienen contacto con este tipo de personas enfermas o vulnerables puedan recibir una preparación adecuada para generar una cultura de protección a los niños.

¿Cuál es la señal tras la reciente declaración del episcopado?

Desde el punto de vista operativo lo nuevo y positivo es que la Conferencia Episcopal se compromete a constituir un organismo que va a reflexionar y proponer políticas concretas que se implementen en cada diócesis. Eso es bastante significativo. La Conferencia Episcopal da una señal muy clara y precisa de hacerse cargo de este tema.

En este sentido, ¿qué se está haciendo en la formación de sacerdotes?

Respecto a la formación de sacerdotes hay muchos aspectos. Primero está todo el proceso formativo, que es muy complejo. Son 8 años y medio donde confluye una serie de factores para que, desde el punto de vista humano, el seminarista tenga la madurez suficiente y que corresponda su edad; que desde el punto de vista espiritual sea una persona profundamente enraizada en Jesucristo; que desde el punto de vista doctrinal tenga una buena formación intelectual y desde el punto de vista pastoral tenga la actitud de Jesús Buen Pastor. Para cada una de estas dimensiones hay una serie de factores que está interviniendo y que sería muy largo de enumerar, pero entre otras cosas estamos tratando este tema con los seminaristas. También tenemos instrumental para el momento de seleccionar a los candidatos al sacerdocio de manera que cuando ingresan hay informes psicológicos y entrevistas. Hace muchos años que lo hacemos. Yo estoy tranquilo porque las personas que entran al Seminario son personas normales que no tienen distorsión o patologías. Toda formación implica un proceso, hay gente que tiene procesos más intensos que otros, hay que ver las particularidades de cada uno. Creo que hemos estado usando todas las herramientas de las que disponemos desde el punto de vista psicológico, humano, también de las ciencias sociales para dar una muy buena formación a quienes van a ser sacerdotes.

¿Cuál es el rol de los padres en la prevención?

Creo que los papás tienen que estar muy cerca de sus hijos. De los programas que manejan en EEUU tienen 5 sentencias que son claves para graficar pedagógicamente cómo los papás deben prevenir estas situaciones. Una es que tienen que estar cerca de sus hijos, saber los lugares y las personas que frecuentan sus hijos y eso implica tiempo; también implica crear un ambiente de confianza porque un niño cuando vive una situación que no le calza, la cuenta, pero si no tiene el espacio para ser escuchado, nadie se entera. Hay veces que los niños están solos. En EEUU se dice que el 95% de las acusaciones de niños que involucran a adultos en materia de abusos son verdaderas. Es muy raro que un niño mienta. Lo primero es cercanía y confianza. Lo segundo es creerle a los niños porque cuando no se les cree el problema se les duplica, porque el niño vive una contradicción muy grande, por un lado tiene una experiencia traumática y por otro lado las personas que están cuidándolo no lo escuchan, así es que vive una especie de esquizofrenia. Por el contrario, hay que educarlos en el sentido que hay espacios y partes de su cuerpo que nadie tiene derecho a intervenir ni a violentar. Es muy importante que los papás vayan educando para que los niños también tengan algunos elementos de reacción en situaciones de riesgo. En EEUU hablan del ‘Say no’, ‘go or run’ y ‘tell’. ‘Di no’, ‘ándate o corre’ y ‘cuéntalo’. Esas son las tres claves para los niños y en varias partes lo vi. Es un modo muy fácil para que los niños tengan herramientas, de acuerdo a su edad, para poder enfrentar este tipo de situaciones, que ojalá no les toque vivir.