NOVIEMBRE 2007 / NÚMERO 9

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Glosario

Sepultación
Los cuerpos de los difuntos deben ser tratados con respeto y caridad, en la fe y esperanza de la resurrección y por haber sido en vida templos del Espíritu Santo. Enterrar a los muertos es una de las obras de misericordia corporales. En cuanto al modo de enterrarlos, “la Iglesia aconseja vivamente que se conserve la piadosa costumbre de sepultar el cadáver de los difuntos; sin embargo, no prohíbe la cremación”, excepto cuando alguien pide ser quemado basado en razones contrarias a la fe y la doctrina cristianas (Código de Derecho Canónico).

Cementerios
En el mundo antiguo, los cementerios se llamaban “necrópolis” o “tanatorios” (lugar de los muertos). Los cristianos empezaron a llamarlos “cementerios” (dormitorio), ya que los cuerpos de los muertos “dormían” esperando la resurrección. Las catacumbas eran cementerios subterráneos cavados en las afueras de Roma y de otras ciudades del Imperio, donde los cuerpos de los primeros cristianos, y muy especialmente de los mártires, eran enterrados.

El suicidio
El suicidio es un pecado muy grave que atenta contra el respeto debido a la propia vida, parte integrante del quinto mandamiento. Con todo, la Iglesia reconoce que la responsabilidad personal de quien se suicida puede verse atenuada por particulares trastornos psíquicos (cf. Catecismo de la Iglesia Católica Nº 470). La Iglesia no niega el rito de exequias a quien se ha suicidado y tampoco pierde la esperanza de su salvación eterna. Sólo Dios es el que juzga, ya que sólo él conoce el fondo del corazón de la persona que se ha suicidado. En su oración la Iglesia los confía a la misericordia de Dios.  

Donación de órganos
La donación libre de órganos del cuerpo inmediatamente después de ocurrida la muerte de la persona es una hermosa forma de generosidad cristiana y una forma de dar vida más allá de la vida propia. La Iglesia no prohíbe ni rechaza estas donaciones. Todo lo contrario, la estimula.

Cielo
El Cielo es “el estado de felicidad suprema y definitiva. Todos aquellos que mueren en gracia de Dios y no tienen necesidad de posterior purificación, son reunidos en torno a Jesús, a María, a los ángeles y a los santos, formando así la Iglesia del cielo, donde ven a Dios ‘cara a cara’, viven en comunión de amor con la Santísima Trinidad e interceden por nosotros” (Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica).

Purgatorio
“El Purgatorio es el estado de los que mueren en  amistad con  Dios pero, aunque están seguros de su salvación eterna, necesitan aún de purificación para entrar en la eterna bienaventuranza” (Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica). Aun cuando los pecados hayan sido perdonados por el arrepentimiento y la confesión, el alma necesita muchas veces purificarse de todas las consecuencias del pecado, purificación que no siempre es perfecta en esta tierra. Ofrecer la Santa Misa, además de las oraciones y obras de caridad por los difuntos puede ayudar mucho a las almas del Purgatorio acceder pronto al Cielo. 

Infierno
El Infierno “consiste en la condenación eterna de todos aquellos que mueren, por libre elección, en pecado mortal. La pena principal del infierno consiste en la separación eterna de Dios, en quien únicamente encuentra el hombre la vida y la felicidad para las que ha sido creado y a las que aspira” (Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica).

Limbo
Antiguamente se consideraba el limbo como el estado de las almas de los niños muertos antes de llegar al uso de razón, sin haberse bautizado. Al no haber pecado personal, no estarían condenados. Sin embargo, al no haber sido perdonado el pecado original mediante el Bautismo, tampoco gozarían de la visión de Dios. En ese caso, el limbo consistiría en un estado de felicidad sólo natural. El limbo es sólo una hipótesis teológica, que nunca ha sido definida como dogma de fe. De hecho, el Catecismo de la Iglesia Católica no lo menciona. En la actualidad, la opinión teológica mayoritaria se inclina a pensar que también para estos niños hay un camino de salvación y pueden ver a Dios cara a cara. Cuando mueren, la Iglesia en su liturgia los confía a la misericordia de Dios.