Noviembre 2008 / NÚMERO 21

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El matrimonio cristiano y la gratuidad del amor de Dios

Entrevista al Padre Gustavo Ferraris, salesiano, radicado en Chile desde hace 73 años; ordenado sacerdote hace 60 años. Fue párroco y director de colegios. Ahora está a cargo de la Fundación para el Crecimiento Matrimonial, FCM. Ha escrito varios libros sobre el matrimonio, el más conocido de los cuales es “Se casan creyendo que”. El religioso es fundador, asesor y orientador de la FCM.

¿Qué es el sacramento del matrimonio?

Yo partiría con el gran sacramento que es el Bautismo. Una vez, en un bautizo, el papá le preguntó a uno de sus hijos qué es el Bautismo, a lo que el niño respondió: “Es una gotita de amor que Jesús deposita en el corazón de mi hermano”. Yo creo que aplicado al matrimonio es lo mismo. Casarse es un manantial de amor que Dios deposita en el corazón de los novios si lo aceptan como Hijo de Dios y Esposo de la Iglesia, porque enseña a amar como Él amó, dando la vida cuando no era agradable darla. Las personas se casan porque es agradable casarse. Están enamorados y  los dos buscan el agrado de estar juntos, porque les gusta. Llegan las dificultades, no se gustan,  se disgustan y dicen ‘ya no vale a pena de estar contigo’. Es ahí donde Jesucristo promete dar, además del ejemplo, la energía vitalizante que llamó gracia, para ser capaces de transformar el obstáculo en peldaño para crecer o la dificultad en el desafío para ser mejores.

El matrimonio tiene objetivos muy complejos: dar vida a otros y realizar a la propia vocación de ayudarse mutuamente. Es aquí donde Cristo interviene. Si el matrimonio es presentado como un manantial que se le necesita cuando se le  conoce, aumenta las ganas de beber de él. Cristo, además de ser un modelo, está enviando una fuerza especial. Cuántos matrimonios me han dicho: ‘Yo sin Cristo no habría resistido. Soy feliz porque superé las pruebas, pero la superé  porque tenía fe en Dios, que me podía ayudar’.

La mayoría de la gente se casa por la Iglesia porque es bonito, porque es una tradición, por la fiesta en sí. Se fijan en eso, pero no conocen a Jesucristo. Cuando descubren el amor, que es Cristo, un amor verdadero, que se juega y no sólo que desea, les encanta esa manera de ser feliz.

¿Es lo mismo casarse o no casarse por la Iglesia? ¿Es lo mismo casarse, aunque sólo sea por el Civil, que no casarse?

No es lo mismo. El matrimonio civil la Iglesia lo valora y lo considera una necesidad para la sociedad. Pero, el Civil puede decir que “será uno responsable del otro Y si falla debe cumplir…”. Y se puede demandar. Pero la ley está fuera de la persona. A lo más, la ley puede demandar porque no le da la pensión alimenticia. Pero la ley no le da el amor. El sacramento del matrimonio es una nueva manera de tomar contacto con Dios. En el Bautismo toma contacto como hijo y heredero y empieza a crecer la fe.  El matrimonio cristiano da la gracia de amar “como Cristo amó a su Iglesia”, como dice San Pablo a los efesios. No es tanto sólo la primera parte que leen siempre: “Mujeres, estén sumisas a sus maridos”. Primero, Pablo dice: “Sed sumisos los unos a los otros” (Efesios 5, 21).

Ganas de ahorcar al otro

Si yo amo, hago lo que quiere el otro, porque lo quiero. No les cuesta nada a los pololos esperar hasta las diez de la noche para encontrarse porque el otro está ocupado, o ir a comprarle una medicina. Es normal. Pero en el matrimonio no es tan normal. Empieza  a faltar la energía para decir ‘te quiero a pesar de…’. Es bonito decir “Te amaré en salud o enfermedad, en la alegría o la pena”, pero qué matrimonio no tiene la tentación  a los 20 o 30 años de ahorcar al otro. Todos la han tenido. Y muchos la han superado y se amaron más, después de esa crisis.

Hay que descubrir el amor de Dios, que te ama por ser tú y no porque te portas bien, porque eres simpático ni porque tú vas a misa o porque rezas. Te ama por ser su criatura. Te ama desinteresadamente. Ese amor no brota del ser humano, que tiende de por sí a la reciprocidad. Pero Cristo me enseña a amar con un amor más grande. Que es mucho más que el sólo perdón, que ama de verdad y no mira lo que haces, sino cuánto puede darte para salvarte. Ese es el amor auténtico, eso lo da Cristo, no más. Ninguna ley civil puede dar eso. Hay que darse cuenta que ese amor es una gracia de Dios, no se merece, sólo se puede agradecer.

Hay una cultura católica subyacente en medio de una libertad desbocada en la que queda algo de seguridad, de valorar algo que es misterioso, que Dios hace bien las cosas, que no basta que el hombre y la  mujer digan ‘nos queremos’, sino supone una alianza, un lazo de amor que sea más fuerte que uno.

¿Qué le dice a las parejas que deciden no casarse, por ninguna ley, sino vivir juntos, nada más?

Que se exponen a las vicisitudes y la fragilidad del ser humano, porque mientras se gustan están juntos. Cuando a uno de los dos ya no le gusta más el otro dirá: ‘Nada me compromete, fue un ensayo”, y nada les vincula. Yo conozco la experiencia que en esa convivencia sin compromiso ni civil ni religioso, sin papeles, ‘lo que importa es que nos queremos’, el promedio es de 6 años, después empieza la crisis. Ella está siempre esperando que él se decida por ella y termina diciendo: ‘Me cansé de estar a prueba. ¿Valgo o no valgo? ¿Se la juega por mí o no?’. El ser humano necesita algo concreto, un compromiso sólido, de alguna manera, solemne, sea en la Iglesia o en la sociedad civil.

También las estadísticas dicen que en los casos de un matrimonio unido y un matrimonio desunido, divorciado, tienen más ventajas económicas para el futuro los que no se separan que los divorciados.

Si a un chiquillo en su casa siempre le dejaron hacer lo quisiera, come, no come, bebe, saca del refrigerador, bota, compra lo que quiere, no tiene ley. A los 18 años saca licencia de conducir ¿va a obedecer la ley? ¿Va respetar el Reglamento del Tránsito? ¿Luz Roja? Pasa, no más. ‘¿Quién me prohíbe a mí? Aquí mando como mandé siempre’. Si nunca estuvo sujeto a ninguna ley, incluso pequeña, en su casa, tampoco va  respetar la Ley de Tránsito.

¿Por qué los jóvenes hoy se casan  menos que antes, incluso por el Civil?

Porque, en el fondo, se ha desprestigiado tanto el matrimonio civil como el religioso. ‘¿Para qué me caso? Hay tantos fracasos de los que se casan por el civil como de los que se casan por la Iglesia. ¿Para qué hacer cosas que no sirven?’. Muchos de los que se casaron por la Iglesia lo hicieron por tradición, pero no por fe, por haber conocido a Jesucristo. Lo mismo pasa con el bautismo. La fe es una cosa viva.

Hay parejas que no se han casado por la Iglesia y pueden decir que les va bien en el matrimonio, que no les ha hecho falta el sacramento. ¿Qué opina?

El esfuerzo humano es válido. Primero, le diría: ‘Te felicito que te vaya bien’. Segundo, ¿quién te asegura que cuando venga una gran dificultad tengas fuerza para superarla, como una infidelidad de tu marido o tu mujer? Dirás, ‘Ah, no. No me quiere, y punto’. En cambio, en la otra parte (matrimonio cristiano), no te casas sólo con  tu marido. Te casa con tu marido en Cristo. Luego, son tres que se comprometen, no dos. Como el tercero, Jesucristo, está comprometido, te ayudará a realizar la tarea que te entregó. Es una misión, no estás solo, puedes pedirle. Ahora, si no le pides, no le conoces, para ti el matrimonio por la Iglesia es una ceremonia bonita, flores, música,  amistades, entonces te quedas con la cáscara. Muchos artistas chilenos han hecho grandes matrimonios religiosos, con la televisión alrededor, era un show. Se comieron la cáscara y no la pulpa.

¿Qué papel juega la comunicación entre los esposos?

La mayoría de las parejas hablan de lo que les pasó en el día, comentan lo que les pasó, lo que está fuera de ello. Eso es conversar. Pero cuando se dicen ‘me sentí solo. Te eché de menos. No sabes cómo me emocionó cuando me llamaste’, esto es comunicación. Es expresar la interioridad. Amar es hacer sentir al otro que es importante para ti.

Fundación para el Crecimiento Matrimonial

Esta Fundación cuenta con 27 grupos estables de matrimonios, de alrededor de 4 parejas cada grupo, que se reúnen periódicamente por las casas. Además, hay talleres, abiertos a todo tipo de interesados, incluyendo a quienes no piensan casarse por la iglesia,  y reuniones de preparación al sacramento, en los que se ofrece a los novios la posibilidad de seguir preparándose después de haberse casado.

La sede de la FCM está en Cruz del Sur 268, Las Condes, a una cuadra de la estación  Metro Escuela Militar., teléfono 228 9729.

Para consultas, contenidos de los libros del Padre Ferraris, temas diversos y detalles de la labor de esta  fundación, visite la página web www.fcm.cl.

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