Noviembre 2008 / NÚMERO 21

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La gracia que da el sacramento

En el matrimonio no estamos solos

Alejandra Krauss Valle, abogado, Directora General de la Corporación de Asistencia Judicial Región Metropolitana, ex ministra de Mideplan, y su esposo, Andrés Donoso Saint, también abogado, integrante de un estudio jurídico creen que sin la Gracia de Dios no se puede vivir el matrimonio. En Marzo de 2009 cumplirán 28 años de casados. Tienen Siete hijos, entre 10 y 26 años, 6 hombres y una mujer, la menor.

 

¿Por qué se casaron por la Iglesia?

Andrés: Yo no puedo concebir el matrimonio sin el compromiso ante Dios. Creo que él es el ordenador del Universo. Él puso en mi vida, en mi camino, a Alejandra y permitió que las cosas se dieran hasta que tomáramos la decisión  de compartir una vida con lo bueno y con lo malo, “con salud y enfermedad”.  Y este compromiso yo lo quise solemnizar ante el Señor, ponerlo a él como testigo y decirle a la Alejandra ante el Señor que quería compartir mi vida con ella ahora y siempre.

Alejandra: En nuestra época no se concebía no formalizar un compromiso de esta naturaleza. Además, nosotros éramos parte de una comunidad cristiana al alero del Padre Percival Cowley, por consiguiente, el tema de la fe y de los sacramentos era algo esencial. Yo vengo de una educación laica, que creo que es bueno, por una parte, porque no tengo la imagen de un Dios sancionador. Yo creo que Dios es esencialmente amoroso, protector. Pero, por otra parte, tenía una patita débil, que era mi de fidelidad a los sacramentos, a la fe. Eso no era parte de mí. Entonces, Andrés pasó a ser un  pilar en mi vida. Quien más me ha ayudado a ser fiel al Señor ha sido Andrés.

 

Con Dios en el centro

El sacramento del matrimonio es importante porque, primero, nos obliga a salir de nosotros. Hay un testigo, frente al cual nosotros damos cuenta. Hoy estamos todos muy inmersos en nuestras propias urgencias y necesidades y de repente nos olvidamos del otro. El Señor nos ayuda a dar testimonio y a ser fieles y coherentes frente a otros. Si a nosotros nos va mal, les va a mal a muchas otras personas. No estamos hechos para vivir solos.

Para mí ha sido clave  sentir que el Señor está al medio cuando hicimos el sacramento. No sólo veo una pelea o un arreglo entre Andrés y yo, sino que está el Señor, también. Hemos tenido problemas, dolores, tristezas, rabias, pero la fidelidad del Señor nos ha obligado a no dejarnos vencer.

¿Qué ha significado para ustedes haber recibido el sacramento del matrimonio?

Alejandra: Sin  duda, los siete hijos. Yo iba a ser la mejor abogado de Chile, estaba educada para batirme como abogado. El ser dueña de casa, madre y mujer lo fui de alguna manera desarrollando con la maternidad. La maternidad para mí fue el gran toque de gracia, me cambió el sentido de la vida y eso es un don. No estaba en mis planes tener siete hijos.

Andrés: Hemos tenido, como cualquier familia, dolores, fracasos matrimoniales cercanos a nosotros. Recuerdo una frase de mi sobrino mayor, después de sabido el fracaso matrimonial de sus abuelos: “Tío, por favor, no nos defraude. Ustedes están en la primera línea”. Eso  a mí me marcó. Y he visto la presencia del Espíritu Santo, que te da una fuerza, te permite sobreponerte cuando estás con  algún grado de duda respecto de determinados hechos que van ocurriéndonos a todos; te permite seguir siendo fiel al compromiso que asumiste frente al Señor.

En cuanto a los siete hijos, no los programamos, vinieron.

Alejandra: Pero nos fueron pasando hechos. Murió la Francisca, la hija de mi hermana, de cuatro meses, cuando Andresito, el hijo mayor nuestro, tenía un mes y medio. No hubo ni un cimiento nuestro que no se estremeciera. Mi hermana había nacido para ser mamá y yo había sido educada para ser profesional. Empecé a mirar a mi hijo mayor de manera distinta. Después, José Tomás, el cuarto hijo nuestro, nació con upgar 1, muriéndose, el 15 de agosto, día de la Asunción  del Virgen. Y yo le decía, “por, favor, no te lo lleves”. Uno tiene todo ordenadito en  la vida y pasan acontecimientos que remecen el piso. Y ahí tú, de alguna manera, vuelcas lo esencial.

Si hay algo en que me he sentido plena es siendo mamá.

¿Estuvieron  los dos de acuerdo en abrirse a la vida?

Alejandra: Absolutamente, en el plan de Dios. Dejar a Dios que actúe en mí y eso me libera. “Señor, haz que yo discierna cuál es tu voluntad, hazte cargo de mí”.

¿Han logrado pasar la fe a los hijos?

Andrés: Es complicado. La mejor formación de los niños es la consecuencia de los padres. En la medida en que te vean siendo fiel a lo que tú postulas creo que no hay que hacer nada más.

En las peleas o discusiones matrimoniales, ¿ven la presencia de Dios que, a través del sacramento, les ayuda a reconciliarse?

Alejandra: Yo creo que en el momento de la pelea, Dios se nos pierde, pero aparece en el momento de reflexión. En las peleas o encontrones con los niños, de repente  yo puedo ser mucho más dura, tajante, pero en otras oportunidades, Andrés.

Andrés: Los momentos de conflicto existen, pero hay que minimizarlos en el tiempo. Es bueno el conflicto para sacar todo lo que uno tiene dentro. En lo que viene después yo veo la presencia del Señor, en la capacidad de perdón que se va generando. Yo trato de ejercitarme en el perdón y reconocer que me sobrepasé, que dije algo de mala forma. Este es un ejercicio permanente, que pretendo seguir haciéndolo por mucho tiempo, porque los conflictos van a seguir, tanto con  mis hijos como con  mi mujer.

Si no hubiera sido por el sacramento…

Alejandra: Creo que con Andrés  somos de una generación tremendamente privilegiada, probablemente por el momento histórico de nuestro país, nos conocimos en la época de la dictadura. Por lo mismo nuestro encuentro, nuestra opción  fue a través de la Iglesia. Nos obligó a reflexionar mucho más, más profundamente, nos jugábamos por ideales que no decían relación  con nuestras propias vidas. No sólo somos la familia Donoso Krauss. Somos parte de una Iglesia y, por tanto, nuestro compromiso no es sólo la fidelidad entre nosotros dos, es una fidelidad mayor. Esa es la importancia del sacramento, que nos hace parte de una Iglesia. De no estar el sacramento, no sé si estaríamos diciendo hoy día “hemos recorrido un camino bueno, que vale la pena”. El sacramento del matrimonio no es un evento, nos ha ayudado. Nos ha ayudado a hacernos cargo de nuestras propias debilidades.

Andrés: Ha sido un proceso en alza, de un  encuentro más profundo. Si miro mi relación actual con mi mujer y esta misma relación hace 20 años…

Alejandra: Si nos hubiéramos quedado en eso no estaríamos juntos.

Andrés: Es mucho mejor ahora. Hay una mayor profundidad en la comunicación…

Alejandra: En la necesidad del otro. Andrés viajó fuera hace poco durante dos semanas y media y, de verdad, uno no concibe la vida sin el otro. Yo, siendo súper independiente, no concibo mi vida sin Andrés, siendo los dos exitosos en nuestra profesión y súper autónomos.

Mostrar un mundo de esperanza: la deuda

¿Por qué creen ustedes que hoy muchos jóvenes deciden no casarse, al  menos no por la Iglesia?

Alejandra: Creo que por miedo. Les hemos presentado un mundo que los agobia. Todos los estudios indican que la familia sigue siendo lo que más valoran los jóvenes. He escuchado a algún estudiante decir que lo que más añora es que sus papás se hagan cariño. Siento que los adultos, la instituciones les hemos presentado a los jóvenes un mundo que da susto, un mundo del tener, que si no cumples determinadas condicionantes básicas no vas a ser feliz. El susto a educar para tener hijos y no saber qué vida les vas a entregar. Los chiquillos hoy día tienen susto. Y creo que ahí estamos todos en deuda. No de darles un mundo de Bilz y Pap, sino que un mundo de más esperanza, que no les tengamos miedo a los dolores, al fracaso. Son niños a los que les hemos dado todo fácilmente. Ahí estamos todos en deuda. No es que los chiquillos no quieran casarse, sino que tienen miedo.

Andrés: Yo echo de menos la audacia. El matrimonio no es un camino resuelto, se va construyendo a diario. Hay heroísmos,  hay penas, pérdidas. Pero es un camino fascinante. Y yo tengo la sensación de que se están perdiendo algo espectacular. Puede ser miedo, pero que creo que va un poco más allá, en algo más interno. Hay que ser más osado, atreverse a dar el paso, a marcar la pauta para las generaciones que vienen. Porque hay que pensar qué va a pasar con los nietos, con los hijos de ellos, qué les estoy enseñando en esta materia. Hay sectores de la juventud que hacen cosas espectaculares, pero en esto (del matrimonio) no tengo claro por qué se “amojonan”.

La trascendencia de la familia

¿Qué les dicen a los jóvenes frente al matrimonio?

Alejandra: Yo creo que es mi mejor proyecto en la vida, en el que he sido absolutamente plena. Yo soy de alguna manera marcada por esto de ser “hija de”. Pero en esto, es mi proyecto junto a Andrés. Uno puede llegar a ser ministra de Estado o Presidenta de la República. Qué más orgullo llegar a un cargo así. Sin embargo, lo único por lo que trascendemos, al final, es a través de nuestro marido, nuestra mujer y nuestros hijos. Mi mayor sueño en la vida es que una nieta o bisnieta mía, aunque yo ya no esté en esta tierra, hable de su abuela o bisabuela que se jugó por cosas. Es mi mejor proyecto de vida y vale la pena. Con dolores, con sufrimientos, con ganas en un momento dado de tirar todo, todo, por la borda. Pero al final, no concibo mi vida sin Andrés.

¡Vale la pena!

Andrés: Yo les diría a los chiquillos “¡adelante, den el paso!”. Ahora, este es un tema que está indisolublemente unido al tema de la fe. Ese paso, que a lo mejor por temores no se está dando, si tú tienes fe el Señor, el Espíritu Santo va a estar presente y no te va a dejar abandonado. Es así de cierto. Es así como el Señor se ha manifestado en nuestras vidas miles de veces. Estamos preocupados a veces de cómo “parar la olla” y llegó algo y se paró la olla. Yo creo que me va a  faltar tiempo en la vida para disfrutar el matrimonio. Vale la pena formar una familia, de uno, dos o más hijos, porque al final es lo que perdura en el tiempo. Todo lo demás pasa.