Noviembre 2008 / NÚMERO 21

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José Arellano Rivas (1923-1956)

Dedicado a la labor social sin importar la enfermedad

Por más que tuvo problemas de salud y los médicos le dijeran que se cuidara, nada lo desmotivó a preocuparse por los demás.

Por Liza Díaz

José Arellano a los 14 años tuvo un tifus que le dejó como secuela una enfermedad renal por el resto de su vida. Ésta le provocó innumerables dificultades, pues en aquella época aún no se había introducido en Chile la diálisis renal. “Los médicos siempre le decían que cuidara su salud, por lo que sentía que le cortaban las alas en su vocación de servicio. No hizo caso y siguió con sus ideales hasta el final”, comenta Pedro, uno de los hijos del matrimonio Arellano Marín.

“Mi padre tenía una vocación de servicio impresionante. Él no sólo estaba preocupado de sus problemas y los de su familia, sino también el de los demás. Sin duda, en primer lugar hay que preocuparse por el círculo más íntimo que nos da Dios, es decir, la esposa y los hijos pero, no hay que quedarse encerrado ahí, pues hay un mundo al que puedes servirles”, expresa Pedro Arellano.

Según Arellano, cuando el cristiano desea encarnar su fe, tiene que ver más allá de sus fronteras con la idea de servir a los demás, así Dios lo tocará y multiplicará sus talentos, pues muchas veces las dificultades y problemas superan las capacidades y fuerzas personales, “mi papá era súper enfermizo pero, a los 33 años, edad en que falleció, ya se había dedicado mucho al servicio social, pues Dios se expresó en él haciendo fecundas sus acciones”.

José Arellano cuando estaba en el Liceo Lastarria junto con otros compañeros de curso constituyó la Juventud Estudiantil Católica, donde también participaron otros colegios fiscales de Santiago; colaboró con el Padre Alberto Hurtado en la Fundación de Viviendas del naciente Hogar de Cristo; fue alcalde de Cartagena y creador de la comuna de El Tabo; presidió la Asociación de Alcaldes de Chile y junto a su esposa Teresa Marín, formó el Movimiento Familiar Cristiano de los Grupos de Nazareth.

El Padre Alberto Hurtado casó a José Arellano y Teresa Marín en 1951. Su matrimonio duró sólo cinco años, ya que falleció a los 33 años por la enfermedad renal que lo aquejó toda la vida pero, pese a ello se dedicó siempre a cultivar el amor a su esposa, a sus hijos, a su familia y se entregó a los demás, en todos los cargos sociales que ocupó.