Edición NÚMERO 45
Noviembre 2010

Madre mía, ¡qué Bicentenario!

Rafael Silva Soler, del equipo responsable de la Misión Continental en Chile, escribió la siguiente reflexión acerca del recorrido que hizo por el sur, norte y centro del país la imagen de la Virgen del Carmen Misionera, regalada por el Papa, y que ahora recorre Santiago.

Nos preparábamos a celebrar; todos soñamos y pensamos un Bicentenario de fiesta, de encuentro entre los chilenos, de memoria agradecida por nuestra historia y gente, de reflexión también para asumir los desafíos pendientes; nuestros pobres, los grandes temas nacionales que debemos asumir para que todos vivamos mas conforme a la común dignidad de hijos de Dios.

Y vino el terremoto y maremoto; y tú con generosidad, prontitud y audacia fuiste donde nuestros hermanos. En tu imagen de Virgen del Carmen Misionera llevaste consuelo y esperanza. Fuiste a cada rincón de Chile,  y trasladada por nuestros hermanos de Iglesia llegaste para acompañar; llevando el mejor regalo: a Jesucristo en su palabra. Cada lugar del Sur del país azotado por la tragedia fue visitado por ti

Tu paso presuroso y alegre, tocó también a nuestros pueblos originarios; en especial  las comunidades mapuches vivieron la maravilla de tu presencia, compartiendo con ellos sus dolores y preocupaciones. No seguiste de largo. Querías encontrarte con ellos, manifestarles el amor que siente por ellos su Iglesia y decirles que la vida de su pueblo, sus anhelos y dolores, los entiendes, los asumes y quieres caminar junto a ellos.

Pronto viviríamos otro impacto nacional y también mundial: 33 mineros quedaban atrapados en la mina de San José, en Copiapó. Y allá fuiste a servir, apuraste el paso y te hiciste presente con fuerza de Madre, con cariño maternal, acompañando y mostrando a tu hijo Jesús, nuestro hermano, quien sabemos es el Camino, la Verdad y la Vida. Les dijiste que estás con ellos, sus familias y que harías todo para que salieran vivos y salvos. Muchos testigos hablan del impacto profundo que tuvo tu visita a este lugar; se habla con respeto de milagros que ocurrieron en tu estada.

Junto a tu Iglesia has peregrinado por Chile, con sus obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, con sus diáconos y laicos. Como Madre, Maestra y Misionera has sostenido su caminar en tiempos dolorosos de casos de pedofilia y abusos sexuales de algunos miembros de nuestra Iglesia, acogiendo el dolor de las víctimas, animándonos a continuar nuestra senda trazada en Aparecida, de renovación, perdón por nuestras faltas, y ayudándonos a vivir el nuevo Pentecostés, saliendo a compartir la alegría de nuestro encuentro con Jesús resucitado, y vivo entre nosotros.

Madre mía; ¡que Bicentenario!

Sin ti habría sido muy difícil.

La imagen que nos ha regalado el Papa Benedicto XVI ha llegado en el momento más oportuno. Nos ha permitido reconstruir nuestras casas, nuestras familias, nuestras vidas, y  nos ha llevado a trabajar para hacer de Chile una Mesa para todos. Ahora te recibimos en Santiago, visitando nuestra cuidad y su gente. Esperamos con esperanza y alegría el encuentro contigo.

Virgen del Carmen Misionera te esperamos, ayúdanos a ser una Iglesia en misión permanente, que seamos discípulos misioneros, al servicio de la Vida.

Siempre te hemos querido, has compartido nuestra historia, estando presente desde los tiempos de inicio de nuestra Nación. Gracias por tu amor de Madre, por no dejarnos desamparados, por caminar muy cerca  de Chile, en este Bicentenario de nuestra querida Patria.