Edición NÚMERO 57
Noviembre 2011

Testimonios:


Solange Osorio, 19 años, estudiante de Preuniversitario Esperanza Joven, Cerro Navia:

Los jóvenes de ahora son más libres por el hecho de no vivir con la represión que había un tiempo atrás.  La familia  cumple un rol esencial. Yo tengo la fortuna que mis papás siempre me han apoyado en todo lo que pienso y hago, pero no a todos les toca la misma suerte. Pucha, de repente los papás no pescan a los hijos. Los papás antes querían que uno fuera como ellos quisieran. Los papás han perdido como su poder en ese sentido.
La sociedad en que vivimos es complicada, es injusta, porque unos pocos manejan mucho y unos tantos se tienen que partir el lomo para tener un plato de comida en la casa. Entonces, esa es la justicia que uno tiene que ir buscando al final cuando se educa: crear una conciencia social en los jóvenes, en las carreras que se imparten, para poder ser mejores. Uno más uno y así empiezan a crecer mejor las cosas. Venimos de un movimiento estudiantil que ha causado mil millones de dolores de cabeza y aun no lo solucionan. Eso es la participación, la conciencia que uno debe crear en los más pequeños para hacer una sociedad mejor porque hasta el minuto es injusto que unos pocos reciban mucho y unos tantos se tengan que partir el lomo por un plato de comida.

La Iglesia como institución a mí no me gusta. Pero en sí yo me creo una persona católica. Creo mucho en Dios, en la Virgen, en los santos, pero como institución no, porque he visto muchas personas, hombre y mujeres, que son malas. Hay de todo. Nunca fui de ir todas las semanas, pero iba a encuentros juveniles, a la iglesia, hice mi primera comunión, mi confirmación, y eso mismo me hizo ver otras cosas. También toda mi vida, desde kínder, fui a un colegio católico. Es complicado cuando uno se da cuenta de las cosas y se va decepcionando.

Les pediría que ellos fueran más justos y que seleccionaran mejor a la gente que entra. Lo justo se refiere a que repartan más, que den. No me parece justo que el Papa tenga un anillo de millones de dólares cuando en África se están muriendo millones de niños por hambre. 


Paola Capdevila. 27 años, periodista y productora,  Las Condes:      

Es difícil generalizar y hablar de la vida de los jóvenes en toda su extensión, porque todos son diferentes y sus anhelos también.  Me parece que la mayoría de ellos están aburridos del sistema excluidor que se ha formado a lo largo de los años. Muchos se han dando cuenta que no tienen cabida en el sistema, ya sea por donde viven, como se visten o a la tribu urbana a la que pertenecen. Sin desmedro de esto, se han creado grupos que los acogen y donde pueden ser ellos mismos. Toda esta división social ha existido siempre, lo que sucede es que ya llegó a un límite. Creo que siempre la juventud ha tenido las mismas inquietudes, lo que faltaba era un canalizador y un grito interno del legítimo derecho a la igualdad de oportunidades,  educación, salud etc. Creo que por primera vez, la juventud está siendo el reflejo de lo que no pudieron hacer  sus padres, abuelos y tíos por condiciones económicas, sociales o políticas. Lo que menciono, no es más que un grito eufórico  al gobierno de turno, para que sientan  como viven día a día y lo injusta que puede llegar a ser la sociedad con quienes se sienten excluido.

Pienso que la sociedad en la que vivimos, hablando sólo del caso de Chile, es o somos absolutamente discriminadores, miradores en menos y prejuiciosos. Me incluyo porque unos más u otros menos, cometemos los mismos errores. Tengo la convicción de que cada día vivimos más encerrados, llenos de miedos, y hacemos menos vida de familia. Claro está que la premura nos tiene en esta condición, porque si no trabajas no tienes plata y si no eres exitoso en tu trabajo, a la larga no serás nada. Este discurso se ha puesto de moda con los años, no sé  cómo y dónde  nació, pero se instaló como un dogma.
Me produce indignación  y una profunda tristeza ver un campamento al lado de una moderna carretera o autopista, tratando de mostrar una imagen país que no somos. Entiendo que tratamos de tapar nuestras miserias con el progreso del país, para que quien pase por ahí diga: que avanzado estamos.  Creo que esa no es la forma de hacer gobierno ni construir una sociedad más justa y en lo posible humana. Tengo la convicción que hace mucho tiempo la gente no tiene derecho a expresarse libremente, a decir lo que piensa sin ser atacado por otro compatriota, me parece que eso nos hace mucha falta: Dialogar y Conversar.

La percepción que tengo de la Iglesia Católica, es que en los últimos años ha tratado de acercar a los jóvenes a sus filas. Me parece que esto sólo quedó en buenos deseos, porque se percibe, no lo sé estadísticamente, que los jóvenes y marginados cada día están más lejos de la iglesia como institución. Este fenómeno viene de adentro de la institución, pero los católicos han aportado bastante a la rigidez con la que se mueven los cánones morales. Hay principios básicos en la biblia y bastante sencillos de entender: Todos son bienvenidos a la cada de Dios. Esto no se cumple, porque basta que un homosexual se acerque a la iglesia para que todos lo miren mal y casi se sienta arrepentido de su condición. Lo que menciono es algo que me molesta muchísimo, porque siento que no están siendo cristianos al excluir a la persona que se ve diferente.

Creo fehacientemente que la iglesia ha cometido errores muy grandes al no dar a conocer abusos sexuales por parte de sacerdotes en contra de niños. Sería totalmente honesto aceptar que se ha cometido un error, y no echarle tierra  para que la verdad no salga a la luz. Creo que una reforma a la institución católica, sería un gran paso para construir una nueva iglesia.

Yo le pediría a la iglesia la no exclusión verdadera de las minorías sexuales, aceptación de posturas diferentes a las de ellos, pero igualmente válidas y saber la verdad con respecto a caso de abuso sexual contra menores. Mi religión es Católica, creo en Dios, La Virgen y los Santos. Respeto la institución católica, pero no comulgo con la mayoría de sus postulados. Vivo y siento la fe en mi interior y quien desee escucharla, no tengo ningún problema en trasmitirla. 



Paulina Ruiz, 27 años, socióloga, Providencia:


La vida de los jóvenes hoy incluye muchas posibilidades de expresarse. No puedo evitar relacionar la vida de los jóvenes chilenos con las movilizaciones estudiantiles que muestran que no hay miedo a expresarse, somos una generación que hemos crecido con canales de expresión, comunicacionales, digitales y presenciales. También creo que las vidas de los jóvenes son muy diversas, dependiendo de donde vivan, del origen socioecónomico del que provengan. Si bien creo que hay más espacios para desarrollarse, también hay más presiones sociales y económicas para hacerlo. No para todos la vida es tan sencilla, para algunos, incluso no tan jóvenes, la vida puede ser bien difícil.

Creo que vivo en una sociedad muy desigual, pero donde todos queremos ser iguales y mejores. No se valora lo propio lo distinto, no hemos aprendido a convivir con lo distinto y con lo nuestro. Al mismo tiempo, creo que vivimos en un país lleno de anhelos, con gente buena onda, con rica fruta, con rica comida, con entretenidas fiestas. Nos falta querernos y creernos más el cuento (pero no el del tío…).

No soy creyente, la verdad no sé si agnóstica o atea, creo que da igual. Creo en que hay que ser buena persona y creo que todo ser humano es capaz de eso. Creo que cualquier Iglesia tiene que hacer de sus fieles buenas personas, tolerantes, comprometidas con los suyos y los otros. 

 


Joaquín Hernández, 27 años, estudiante de Magíster en Estudios Latinoamericanos, Providencia:

Difícil es no mirar a los jóvenes desde la coyuntura del presente. Hace algún tiempo la juventud era sinónimo de indiferencia y narcisismo. Para muchos  “joven” era simplemente  un “target” comercial, ávido de productos e imágenes identitarias. Creo que las movilizaciones de los últimos meses han revelado lo que realmente somos la juventud: una fuerza impetuosa que mira desde otro modo las cosas, que aun no define el marco de lo imposible, y que por lo mismo, siempre aspira a más. Creo que los jóvenes -y en especial los más jóvenes que yo- viven con menos miedo, son más seguros, se atreven a usar los espacios públicos (y no sólo para marchar).

La sociedad es compleja, exigente, pero ante todo injusta. La injusticia, en especial la social, es probablemente lo que más choca, lo que más perturba. Uno ve que a pesar de los múltiples intentos de muchos sujetos y agrupaciones, siguen existiendo campamentos, paupérrimas condiciones laborales (trabajo sin contrato, trabajo infantil, excesivas horas de trabajo), un sistema credicio semi-formal y usurero, y la explotación sin mesura de los recursos naturales que deberían pertenecer a todos. Sin embargo, siento que cada vez más personas se van sumando a las causas que buscan cambiar la sociedad, y estamos experimentando un despertar cada vez mayor de los ciudadanos. Esto se ve en las calles  en donde se está pidiendo una educación mejor y más igualitaria, que también se exige un mayor respeto por los recursos ecológicos. Hay una mayor conciencia y un diagnóstico de nuestra sociedad que no es favorable para muchos, y estos muchos, desde distintos frentes, están buscando como mejorarla. Creo, y tengo fe en ello, que es una sociedad que está empezando a cambiar para mejor.

Mi percepción de la Iglesia es doble. Doble pero para nada ambigua. Para mí la Iglesia tiene una faceta en donde ha luchado y sigue luchando por los que más lo necesitan, por los que, sin tener poder, son pisoteados por los poderosos. Una Iglesia abocada a lo social, con conciencia de comunidad, preocupada de sus bases, y a mi parecer, preocupada de llevar las enseñanzas del Evangelio a la vida misma, a su realización en sociedad. Pero por otro lado esta otra Iglesia -que es la que ha logrado la mayor atención mediática últimamente- que,  por un lado es acusada moralmente, mientras por otro también acusa a la sociedad. Una Iglesia cuyo eje es el tema sexual y reproductivo, y no social.

Yo le pediría a la Iglesia que retome con mayor fuerza su rol y vocación por la sociedad, que centre su discurso en la justicia social, y que ejerza ese discurso con fuerza. Que en las parroquias más acomodadas no se dé una versión anestesiada del Evangelio, sino que se llame a construir una sociedad más igualitaria, compartida, menos segregada, y que haga patente las injusticias del presente. Que vuelva a ser una Iglesia liberadora.

 


Manuel Órdenes, 27 años, geógrafo, voluntario en la Vicaría Pastoral Universitaria, Puente Alto:

Siento que estamos viviendo momentos socialmente bien complejos, pero más allá del tema estudiantil… Si de por sí el joven es un poco rupturista con los esquemas y con lo establecido, hoy día mucho más cuando nos damos cuenta que esos esquemas, que la sociedad que se ha construido no responde a nuestras necesidades y mucho menos a lo que queremos. Una sociedad de igualdad, de justicia, de respeto, de solidaridad bien entendida, es decir, donde uno entiende que tiene que asumir la responsabilidad social.

El joven no tiene nada que perder no tiene miedo a hacerlo, pero como no tiene nada todavía, sueños nomás. No tiene miedo, pero nos falta el discernimiento. Y creo que eso en general, como Iglesia, como sociedad y como jóvenes. Si no discierno las cosas y solo las hago por buena voluntad yo estoy respondiendo a mi interés y no el interés que tiene Dios de mí. ¿Y por eso la importancia de discernir? Si hay algo que nos falta como Iglesia hoy día es el discernimiento.

La iglesia es una pero somos todos distintos, creo que reconocer nuestras diferencias y derribar esas barreras absurdas que nos mantienen en grupitos pequeños. Si derribamos esas barreras, si dejamos ese sectarismo de lado y si reconocemos estas diferencias, pero más que reconocernos, que yo reconozca que tú eres distinta a mí, y que el que el de al lado también es distinto a mí, llegamos a una verdad en común pero para diferenciarnos sino para entender que llegamos a una verdad en común y construir algo. Y está bien que uno reconozca su carisma por medio para buscar santidad, para buscar la perfección, pero si en ese reconocimiento de las diferencias… si ese reconocimiento no va de la mano de una verdadera comunión construimos una iglesia como la que tenemos hoy día.

¿Qué le pediría a la Iglesia? Al laico que asuma su responsabilidad, entendiendo que tenemos vocaciones distintas con un consagrado, y al consagrado mayor austeridad. A todos, Discernimiento, consecuencia y sencillez, porque nuestra Iglesia es muy poco sencilla”.


Jonathan Díaz, 24 años, estudiante CFT, dirigente JDC, empleado municipal, Puente Alto:

Somos felices los jóvenes pero tenemos que estar preocupados de mucha carga, como el tema de los estudios, de tener que apoyar a tu familia. Cuando vives en la clase media popular o baja, tienes que saber sacar adelante a tus padres, apoyarlos, tener que ver como resolver los conflictos día adía, entonces igual eso influye en cómo los jóvenes nos desarrollamos hoy. Esa carga extra y el tema son las oportunidades, nacemos con una responsabilidad grande que es sacar nuestros estudios adelante a costa de trabajo o de endeudarte en un crédito, entonces es igual complejo. Te complica las posibilidades, te coarta, porque tú tienes que salir a trabajar o endeudarte a futuro para poder estudiar algo. Muchos jóvenes desde la media ya trabajamos para costear las necesidades personales y aliviarles un poco el peso a los papás.

Vivimos en una sociedad que gira en torno al mercado y el egoísmo. Faltan más trabajos voluntarios, falta la preocupación por el prójimo. Preocupados del materialismo, de ser exitoso en la vida, pero no mirar a tu vecino que quizá está pasando por un mal momento y no preguntarle el cómo estás. Cada uno vela por sus intereses. Eso es el general. Creo que hemos dejado seguir el ejemplo de seguir el ejemplo que Cristo nos dejó en la tierra que es el amor al prójimo, trabajar por los demás sin, ver por los demás. Le pediría a la Iglesia que volvamos a reencantar a los jóvenes, que aprendamos de los grandes líderes o próceres que hemos tenido y seguir con ese ejemplo y con el ejemplo de Cristo en la tierra, de preocuparnos por los demás, de tomarnos los espacios como cristianos, como católicos. Oro, pido por los más necesitados pero también hago algo por ellos, que es lo que nos falta.

 


Jazmine Sotomayor, 27 años, un hijo, estudiante CFT, trabajadora en una pizzería:

Por lo menos la mía es una vida muy complicada, siempre ha sido así, la vida de los jóvenes de clase media siempre está llena de preocupaciones. Hay varios de mis compañeros que también tienen que estudiar, trabajar y casi no ven a sus hijos. Todo ese sacrificio para salir adelante y tratar de darle a mi hijo un futuro mejor que el que yo tuve; si conmigo no pudieron hacerlo, yo tengo que tratar de hacerlo. 

El papel de la Iglesia en Chile, con todo lo que ha salido de los curas pedófilos, como que se ha ido desvalorizando. Si bien cobró harta relevancia en la época de la dictadura con la Vicaría de la Solidaridad, después terminó la dictadura y se fue desvalorizando porque se empezó  a ver el tema de los abusos a menores. Además hay muchos que critican a la Iglesia porque aunque uno entiende que tienen cosas antiguas, están llenas de riqueza, y uno escucha cómo hay tanta plata aquí y afuera hay gente que no tiene comida. Si bien la iglesia siempre ayuda, tiene hogares y todo, no se ve el papel de la Iglesia, se ha ido desvalorizando. De hecho los jóvenes están poco interesados.

Yo le pediría a la Iglesia que trataran de hacer misas más alegres para atraer a los jóvenes y, sobre todo, que fueran un poco más tolerantes. Cuando yo fui a bautizar a mi hijo, porque soy católica, qué no me pidieron porque era mamá soltera. Hay muchos jóvenes que por lo mismo no se acercan a la iglesia, porque te critican mucho. Si dicen no al aborto y que sí a elegir la vida, que te abran los brazos.



Jorge Encina, estudiante de Diseño en la Universidad de Chile, 22 años, Puente Alto:


Cuando Jorge Encina se titule de Diseñador de la Universidad de Chile deberá alrededor de 20 millones de pesos por el arancel de su carrera, ya que el 70% de ella tuvo crédito Fondo Solidario. Eso tendría que suceder el 2013. En dos años más deberá empezar a pagar este crédito lo que significará hipotecar su futuro y sus ganas de tener una vida más independiente, “tener mi casa, por ejemplo”, dice.

Vive junto a su madre, sus dos hermanos y un sobrino en una casa ubicada en el patio interior del hogar de su abuela en Puente Alto.  Después de sacar el primer puesto durante la enseñanza básica decidió postular al Internado Nacional Barros Arana porque o si no “se iba a perder”, como recuerda su madre. Tuvo una beca de materiales por su buen rendimiento y en cuarto medio decidió prepararse para la PSU sin ayuda de un preuniversitario. “Sentía que tenía las herramientas para dar una buena prueba” y así lo hizo y entró a la carrera que quiso desde pequeño.

“No teníamos computador, así es que postulé a la universidad y a las becas en el ciber”, rememora Jorge. Así logró que el 70% de su arancel fuese cubierto por el Fondo Solidario y el otro 30% por una beca de la Universidad de Chile que no tendrá que reembolsar; además le dieron la beca de alimentación.

Luego comenzó a sufrir por la cantidad de dinero que necesitaba para hacer sus trabajos. “La primera semana tuve que gasta 30 mil pesos”, asegura. El monto lo reunió gracias a tíos, amigos y rifas. Del mismo modo junta cada año el dinero para la matrícula. “Le debo a muchas personas mi carrera, no es que me hayan pedido que les devuelva la plata, pero mucha gente me ha ayudado”. A esta situación se suma el aprieto financiero en la que estaba su familia tras la trombosis que sufrió su mamá, jefa de familia, y la dejó sin poder trabajar durante varios años.

“Jorgito es mi orgullo”, dice su madre entre sonrisa y lágrimas. “Uno sin carrera no puede aspirar a mucho”, sostiene “y él hoy estudia por su esfuerzo”.  Cuando se le pregunta por las principales características de su hijo manifiesta: “Siempre le pido que me explique las cosas porque es inteligente”.  Agrega: “Es muy amoroso, tierno, tranquilo. Yo no he visto dos iguales”. 

La revolución pingüina pillo a Jorge en cuarto medio y el movimiento actual en cuatro año de la carrera. De ella dice que “es algo necesario, a pesar de que me perjudica”. Añade: “No quiero pecar de egoísta. Me encantaría volver a clases porque justo era mi último año, pero sé que es por un bien mayor, no se está peleando por un capricho. Quizás mi educación hubiese sido más fácil si no hubiese estado tan truncada por el tema de la plata. Sé que si me hubiesen quitado una de las becas no hubiese podido seguir estudiando. Me interesa que la gente que de verdad no puede pagar igual tenga la posibilidad de estudiar y que se garantice la calidad. Que la educación gratis no sea sinónimo de mala calidad como en el caso de los secundarios”.

Sobre el lucro su opinión es simple y clara: como un cuchillo puede servir para comer o para matar. Es una herramienta para la vida y depende de cada cual si la utiliza para bien o para mal.  En este sentido se parece a su concepción de la carrera: quiere quitarle el sesgo de competitividad para aprovechar su potencial social. Indica: “Me gustaría ayudar a través de mi carrera. He trabajado en propaganda para obras sociales, de mi pastoral, de la pastoral universitaria, de campañas. En eso siento que puedo ayudar, que puedo aplicar todo lo que he aprendido en cosas que a mí me interesan y no venderme al mercado”.  


Byron Gacitúa, 16 años, Parroquia María Reina de la Paz, Cerro Navia:

Quisiera que la Iglesia fuera más unida porque hay muchas personas que necesitan de Dios y tienen que tener la motivación para acercarse a la Iglesia y así poder alabar más a Dios. A los jóvenes los podemos motivar, por ejemplo, haciendo encuentros entre  todas las parroquias, más caminatas y actos. Yo la encuentro entretenida porque aquí se pasa muy bien y dicen que es fome y todo pero uno encuentra amigos y lo pasa muy bien.  


María José Martínez, 17 años, Colegio San Isidro, Buin:

Me gusta mucho cuando todos se manifiestan, pero falta más, no sé si apoyo de la Iglesia, pero sí unión de nosotros para  poder como expresar, que se crean la religión. Motivaría más este espíritu de fe que las personas sienten, ocupando las redes sociales, que es lo más amplio que hay y donde hay mayor movimiento, y tener más presencia en la televisión y en todos los medios. Así sería más atractivo para los jóvenes y a través de facebook, twitter y todo ese mundo más conocido.


Fernanda Líbano, 17 años, Colegio San Isidro, Buin:

Lo bueno de la Iglesia es la unión entre todos nosotros y que es abierta a todo tipo de personas. Ver como las familias y buscarle el lado positivo a las cosas y no viendo tanto como el punto negro, lo malo. Es el lugar donde llegar, si uno tiene problemas, la que te acoge. Habría que hacer más actos alegres y masivos, motivar a los jóvenes, porque los papás cuando están metidos, están, y cuesta ir en contra o pensar distinto, pero a nosotros nos cuesta más porque si no es con una amiga o alguien que te acompañe o no tienes como grupo que te apoye, te va a costar mucho más ir en contra o tener como argumentos para defenderte. Falta más compromiso.  


Ignacio Erices, 18 años, alumno Preuniversitario Esperanza Joven, trabajador en multitienda y jugador De Tenis:

Hoy en día la vida de los jóvenes es muy alegre, sacrificada y con ganas de ser una persona importante en la vida. No saben por qué  Iglesia guiarse y qué camino de fe tomar; dicen ser ateos pero en realidad sienten miedo de pertenecer a alguna iglesia en particular.  Pienso que en la sociedad en que vivimos está muy marcada por las masas, en que unos se siguen a los otros sin saber por qué y debido a qué.  Siento que en eso estamos fallando, porque uno tiene que pensar por sí mismo y aprender a guiarse solo.

La percepción que tengo de la Iglesia en estos momentos es que está muy dividida en las peleas de no saber por qué ocurren las cosas y de tanta información que se oculta. Me gustaría que fuera más transparente con todo lo que hacen y deshacen, y a la vez tratando de unir a las personas ya sea en cualquiera de las religiones que existen. 


Andrea Pastene, 22 años, estudiante universitaria, Pudahuel:

Como que estamos muy alejados de la Iglesia, tenemos distintas religiones. Mi familia es súper creyente, mi abuela reza todos los días el rosario y yo creo, pero desde que mi mamá murió hace 4 años no voy más a misa, no es necesario que vaya para estar con Dios.

De la Iglesia me gustan las misiones y me gustaría que tuviera más trabajos sociales. Me hubiera gustado trabajar en eso. Quisiera que unieran más a los jóvenes. Si hablan de moral, está bien, es lo suyo y cada uno sabe. Si yo no voy a la Iglesia no quiere decir que no sea creyente o que no crea en Dios. Porque igual yo puedo rezar y soy cercana a Dios rezando.  No es necesario que esté en la Iglesia para yo creer en Dios. Yo sí creo en Dios, yo tengo fe y rezo”.


Agustín Soto, 21 años, estudiante universitario:

Creo que hoy en día hay muchas más creencias que antes, ya sea de los grupos sociales, formas de vestirse también, uno se va modernizando, se van abriendo mentes para que la gente pueda elegir. Como que hoy en día se puede elegir en qué creer a diferencia de antes como que como yo creo que antes a uno como que lo guiaban  a una religión específica. Ya no somos tan fáciles de llevar, ya sea por los papás, por los colegios, por los profesores, por personas. Yo creo que ya somos capaces de formar nuestra propia opinión en base a lo también a lo que nos van enseñando también, y eso es bueno y diferente. Yo salí de un colegio católico y no me traumaron, pero desde que salí del colegio cero. No fui más a misa. No me confirmé, y como que me sentí lejano y no sentí la necesidad de seguir ese camino que me había dado el colegio. Y es raro, porque a veces como que me lleno de dudas, porque me siento lejano pero a la vez no me siento preocupado como que siento bien. A veces me digo estoy lejos de la Iglesia y de Cristo y todas las cosas, pero me siento bien, no siento como la necesidad de acercarme”.

Yo haría la Iglesia un poquito más libre y más austera. También con menos leyes o reglar, por ejemplo que la gente se pueda volver a casar. Hay detalles que no me parecen. Pero en el fondo igual bien porque hacen… en ese sentido la Iglesia es buena porque se preocupan de gente de escasos recursos, tipos de colecta, lo social, y eso es bastante bueno y eso se puede destacar.  


Catalina Thiele, 20 años, estudiante universitaria:

Creo que la Iglesia es demasiado rígida, tiene poca cercanía con la gente y quizá con los jóvenes. Tiene muchas normas que siento que ellos no las cumplen. Quizá por eso no voy a misa tampoco. Yo cuando chica me bauticé y en cuarto medio hice la primera comunión, de primero a cuarto medio iba todos los días a una capilla porque me gustaba ir, era como que llegaba la tranquilidad para empezar el día. Pero desde que salí del colegio no es lo mismo, porque me da lata ir a una iglesia con un cura que no conozco. Yo creo que el cura que había en el colegio era como más cercano y todo el ambiente que era como más social, era como más familia. Eso le falta a la Iglesia católica ahora, ser como una familia que no tenga tantas normas, que sea como más abierta a aceptar como más opciones.