Entrevista

La familia, fundamental para crear lazos de confianza

Entrevista al psicólogo social de la Pontificia Universidad Católica, Jorge Manzi, Doctor en Psicología de la Universidad de California, Estados Unidos.

 

¿Qué aspectos gatillan en las personas actitudes de desconfianza?

La confianza-desconfianza es una de las dimensiones más básicas de las relaciones interpersonales. De hecho, en las impresiones que nos formamos de otros la confianza aparece entre los primeros aspectos que juzgamos. Se basa primordialmente en la interpretación que hacemos de las conductas de otros. La confianza se genera cuando otras personas nos transmiten la sensación de credibilidad (cumplen con lo que prometen), de competencia (nos parece que son capaces de hacer lo que prometen) y de benevolencia (interpretamos sus acciones con un fin positivo hacia nosotros u otros). La desconfianza se produce a partir de lo opuesto, pero especialmente a partir de una percepción negativa sobre la benevolencia. La desconfianza surge cuando interpretamos que la conducta de otros no tiene una intención positiva (o es definitivamente malintencionada). Es importante agregar que una vez que una persona o institución dejan de inspirarnos confianza, se torna difícil recuperar la confianza, pues cuando tenemos una impresión negativa de las intenciones de otros tendemos a interpretar incluso conductas positivas de ellos en forma negativa (como comportamientos poco auténticos, manipulativos o simplemente forzados por las circunstancias).
Así como es difícil generar confianza (una vez que se desconfía), es en contraste más fácil que se genere desconfianza, incluso cuando se confía en otros. En muchos casos basta una conducta en que se violen expectativas positivas o compromisos para que se cambie una impresión favorable sobre otros. Más aún cuando quienes cometen tales conductas son percibidos como representantes de grupos o instituciones, es fácil que se generalice la desconfianza hacia el grupo o institución al que pertenece la persona.

¿Cómo se puede crear confianzas a partir de la familia?

En la familia es donde las personas experimentan las formas más fundamentales de relaciones interpersonales y donde se establecen las primeras relaciones de confianza o desconfianza. Los psicólogos le han otorgado especial importancia a las relaciones tempranas de apego entre padres e hijos, pues la investigación ha mostrado que tales relaciones (que pueden comunicar seguridad o inseguridad, es decir, confianza desconfianza), tienden a proyectarse hacia las relaciones que establecemos con otros incluso en la vida adulta. En este sentido, lo mismo dicho en la pregunta anterior es fundamental: que los padres comuniquemos una confianza básica hacia nuestros hijos a través de relaciones basadas en la benevolencia (amor y cuidado por el bienestar de nuestros hijos) y en la credibilidad (en el cumplimiento de lo que les prometemos).

Existen todavía actitudes de confianza en los barrios, por ejemplo, aún quedan almacenes que venden fiado. ¿Cómo multiplicar estas experiencias y cómo extrapolar estas actitudes a la sociedad, a nivel macro?

Las relaciones de confianza son frecuentes en instituciones primarias en nuestra vida (como la familia), y muchas veces se extienden a otros contextos en los que ocupamos una porción significativa de nuestro tiempo (como nuestro vecindario inmediato). En estas situaciones las personas parecen más inspiradas por motivos benévolos, lo que crea círculos virtuosos en las relaciones. En lugar de orientaciones interpersonales basadas en el intercambio (donde se espera que otros nos “paguen” a cambio de lo que hacemos), se espera que la base de las relaciones sea la consideración por las necesidades de los otros (se da sin esperar una retribución a cambio). En la vida social subsisten espacios, típicamente acotados en tamaño, donde es posible que se mantenga este tipo de relaciones. Sin embargo, las reglas de la vida social en lo que se llama el mundo moderno (o postmoderno) privilegian formas de intercambio que no son compatibles con ejemplos como el indicado.

Es difícil imaginar que en contextos sociales progresivamente más individualistas se creen condiciones para mantener conductas como las indicadas en la pregunta. Solo la promoción activa de la cooperación y la conciencia activa de la interdependencia (desde el hogar y la escuela), pueden atenuar tales tendencias. Hoy sabemos más que nunca que la mayor parte de los dilemas sociales que enfrenta nuestra humanidad solo pueden superarse mediante la cooperación (entre personas, grupos, instituciones o naciones). En contraste, la mayor parte de las personas recibe una socialización (en el hogar y la escuela) que le hace pensar que su bienestar depende principalmente de su esfuerzo personal y de la competencia con otros.

Esta asincronía entre la naturaleza objetiva de nuestra interdependencia y la socialización que recibimos debe ser corregida especialmente en la formación escolar, fomentando la conciencia acerca de estos dilemas y promoviendo actitudes y habilidades que nos ayuden a resolver tales dilemas en forma cooperativa.

¿Hasta qué punto son reversibles los niveles de desconfianza que se han instalado en Chile, que afectan a instituciones históricas como son los poderes del Estado, las fuerzas de Orden y Seguridad y la propia Iglesia Católica?

Ya he mencionado que la recuperación de la confianza es cuesta arriba. Es fácil perder la confianza y difícil recuperarla. Esto lo está viviendo muy dolorosamente la Iglesia Católica, así como lo vivieron en otros tiempos otras instituciones. La dinámica de la pérdida de la confianza es casi siempre equivalente: se comienza con unos pocos casos que reciben mucha atención pública (pues se trata de casos que conllevan una violación directa de las expectativas positivas asociadas a la institución, como es el caso del abuso sexual por parte de sacerdotes). Una vez que se instala una expectativa negativa, los nuevos casos reciben menos atención, pero sirven para alimentar la desconfianza ya creada. Por tratarse de instituciones que son percibidas como muy homogéneas, es muy fácil que se generalice desde los individuos hacia toda la institución de la que son parte. 

Lo descrito corresponde a la creación de un estereotipo negativo (que en el caso de la Iglesia, contrasta con el estereotipo positivo que ha existido mayoritariamente en nuestra sociedad). Los psicólogos sociales han constatadoque aunque es difícil cambiar estos estereotipos, ello es posible cuando se consideran las siguientes reglas básicas:

En primer lugar, se requiere una actitud pública de reconocer las violaciones cometidas, manifestando una clara comprensión y empatía hacia las víctimas, y formas activas de reparación del daño.

En segundo lugar, se requiere una disposición sistemática para sancionar los casos demostrados y para prevenir nuevas ocurrencias, haciendo visible que lo sucedido es incompatible con la naturaleza de la institución.

En tercer lugar, se requieren ejemplos y gestos consistentes que comuniquen la identidad y valores que inspiran a la institución. Cuando se ha instalado un prejuicio, no bastan unos pocos gestos; se requieren testimonios sostenidos en el tiempo, que demuestren la voluntad de la institución para recuperar la confianza de la sociedad.


 

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