Octubre 2008 / NÚMERO 20

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Monseñor Andrés Arteaga, Obispo Auxiliar de Santiago

¿Cuál es el valor que debiera tener la fe en un servidor público?

La fe no suplanta la naturaleza humana, entonces una persona que cree debiera tener mucha mayor lucidez sobre la vocación humana, personal y social. Como punto de partida es muy importante tener esa claridad para saber que la persona no se debe utilizar para un fin, sino que tiene un valor sagrado y esta persona sólo se puede desarrollar si vive en sociedad. Un cristiano, mediante la fe, descubre con luminosidad esta vocación al darse, al bien común y a desarrollarse plenamente. También descubre que esta vocación humana y social tiene un origen divino y un destino trascendente. Ahí hay dos cosas: descubrir la verdad de lo humano y que el hombre está hecho para Dios: el mundo para el hombre y el hombre para Dios. Una cosa va más por la razón y otra por la revelación, son cosas que no se oponen como dice el Papa Juan Pablo en Fides et Ratio, son dos alas del proyecto humano. Muchas cosas de la fe se pueden encauzar por la razón. El cristiano debiera tener una mayor lucidez, fundamentación y radicalidad de consecuencia.

 

¿Cuál es su opinión respecto a los alcaldes que entregan la píldora del día después?

Por un lado hay una presión del partido y del Estado que es inmoral a la conciencia de las personas, un alcalde no puede decidir si hay luces rojas o no, no puede decidir si va a haber o no carabineros, menos puede decidir sobre cosas más delicadas. A veces se les carga a los alcaldes con decisiones que no corresponden a la autoridad civil. Cuando el Estado quiere imponerse como poder absoluto, hay que responder con fuerza diciendo que sólo Dios es Dios, sólo Dios puede tocar el corazón de las personas. Un alcalde tiene que tomar decisiones, pero no de ese tipo.

También hay ejemplos de personas consecuentes a costa incluso de su posible re elección.

Pero no es un asunto de consecuencia con la propia conciencia, porque probablemente los genocidas son muy consecuentes con lo que piensan, entonces la coherencia no es el valor más absoluto, la coherencia debe estar adecuada al bien. Un asesino, un terrorista, probablemente es lo más consecuente que hay, pero no se trata de eso, en la escala de valores, la coherencia no es lo único, la coherencia tienen que estar sujeta a principios y valores cristianos en el caso de los creyentes.

 

¿Cuál es el valor del servicio público en la vida social?

Es enorme porque estamos hechos para darnos, en todo orden de cosas, por la vida familiar, por el trabajo, el ser humano no está hecho para vivir encerrado, entonces el servicio público es una vocación. Todos tenemos una dimensión social y colectiva por vivir en sociedad, pero hay algunos que están llamados a un servicio más efectivo y más consagrado y profesional en ese campo y es noble. Un médico, un sacerdote, las fuerzas de orden, los políticos, es grande la cantidad de personas llamadas a interactuar con otros y a preocuparse por el bien de otros. Eso se basa en la naturaleza humana, somos seres sociales, y también es la vocación  cristiana. En Novo Milenio Inneunte el Papa Juan Pablo II habla de la espiritualidad de la comunión, el otro no es alguien que me molesta, que impide mi desarrollo, sino que es alguien que me pertenece, por lo cual tengo una responsabilidad. Vivimos en una sociedad donde todos somos responsables de todos. A veces pasa que la gente dice que no es autoridad y que no dependen de ella las políticas públicas. No es así. No se es alcalde ni legislador ni político, pero sí es habitante y las formas de vida cotidiana son parte de la cultura. La esclavitud y las cosas más importantes no se cancelaron por decretos ni por leyes, sino por actitudes concretas vividas. Por tanto estamos todos llamados al servicio público y no todos estamos llamados a la actividad política militante. Todos tenemos esa dimensión social que es esencial al ser humano y la misión del cristiano es hacerla más luminosa.

En el Evangelio de ayer se hablaba del amor a los enemigos o sea el amor no tiene límites. Los cristianos debemos dar testimonio radical de perdonar a los que nos hieren, de quebrar la cadena del mal. El Papa Juan Pablo dice que el mal tiene límites, Dios los puso y se llama misericordia.

 

¿Cuáles son los criterios para votar bien?

En esto hay que ser muy delicado y no pecar de clericalismo. Primero hay que votar, hay que participar, no es un derecho sino un deber, esto es votar informadamente y adecuadamente. Hay que votar informadamente y de manera adecuada a los valores que las personas sustentan. Es importante ver lo que hacen los candidatos, qué dicen, cómo votan, buscar el bien integral de la persona y de la sociedad. Hay personas que sostienen iniciativas u opiniones radicalmente contrarias a  los cristianos y en eso hay que ser coherentes y tomar conciencia que no da lo mismo. Tampoco se puede ser presa del juego político, del cálculo en el voto. Hay que tomar conciencia que se trata de algo serio.

 

¿cuál es su opinión sobre el descrédito de los políticos por parte de los jóvenes?    

A veces prefieren la gestión a la actividad legislativa o política, pero aquí (en la UC) hay gente que se forma políticamente. Tienen la duda sobre la gestión por la municipalidad, la empresa privada o el Estado. La corrupción o espectáculos difíciles o dolorosos que uno ve en la política hacen que los jóvenes se alejen. Sin embargo, soy optimista, la apatía es un reclamo a la clase política, pero la culpa la tenemos todos, no la tienen sólo los partidos.