Lo que da sentido a la vejez

 

Entrevista a Marión Rothgiesser, quien estuvo casada durante 56 años, hasta que enviudó. A punto de cumplir 86 años de edad, tiene tres hijos vivos, dos de esos casados, 4 nietos y 12 bisnietos. Escribe poemas y cuentos cortos, de los cuales ha publicado varios libros; ha sido traductora de inglés, francés y alemán. 

Desde hace 9 años trabaja en la pastoral social de la Vicaría Cordillera del Arzobispado de Santiago a cargo de los adultos mayores. Mensualmente se reúne con cerca de 40 representantes de alrededor de 20 clubes de adulto mayor de todas las parroquias de esa zona.

 

¿Por qué optó por los poemas?

El poema tiene la gran ventaja sobre al prosa que sintetiza los sentimientos y las ideas en una forma muy hermosa. En la prosa usted necesita muchos párrafos para llegar a lo que uno quiere decir, en tanto que en un poema eso está muy sintetizado.

 

¿Cuál fue su estilo de trabajo cuando empezó con los adultos mayores?

Traté de ir un poquito más allá de sólo tomar onces. Empezamos a rezar antes de tomar té y a tener en cada reunión un motivo más espiritual de reflexión, basado en la Biblia o en el Evangelio. Por eso me llaman “la teóloga”, porque no las trato como en el kindergarten, sino que les exijo un poco más, las ayudo a pensar. Son temas que trabajamos junto con  Caritas y también con la colaboración de la Vicaría para la Familia.

 

¿Qué sentido tiene la vida para un adulto mayor, de la tercera o cuarta edad?

El sentido de la vida más importante es encontrase con el Señor, que nos indica cuál es el camino que nos queda por llevar. Yo me pregunto a mí misma qué hago aquí todavía,  que estoy en edad de irme en cualquier momento Si  el Señor me tiene aquí es por algo, Y eso se lo repito a las otras señoras, si están aquí es porque tienen algo que hacer todavía y ellas son las encargadas de ver qué es lo que tienen que hacer. 

En primer lugar, buscar al Señor dentro de ellas mismas. Una vez producido ese encuentro con el Señor, la cosa va caminando solita, no hay mayor problema, hay mas aceptación, no hay aburrimiento, nos damos cuenta que los hijos no nos pertenecen; que cada uno tiene su vida y que no hay que tener rencores, porque la nuera o el nieto no llamó. Que si queremos una comunicación, tiene que partir de nosotros y no de ellos.

Lo mismo respecto de la Iglesia. Si queremos una relación con la Iglesia tiene que salir de nosotros. No tenemos que quedarnos esperando que venga de afuera. 

Lo que tratamos de hacer es recalcar la importancia de la humildad, porque uno no puede envejecer de buena forma si no tiene una cantidad enrome de humildad.

 

¿Qué le diría a quienes llegan a una edad de adulto mayor y sólo se les ocurre sentarse a esperar el fin de sus días?

Esa gente es un clavo para su familia. Para empezar, son muy difíciles de convivir, porque, por un lado, se hacen las víctimas y, por otro, son muy exigentes. Y esas dos cosas, sentirse víctimas y ser exigentes, no andan juntas. La persona que deja de interesarse por el prójimo y deja de participar, está muerta espiritualmente, a no ser que tenga una vocación  de meditación  y de oración, pero eso no es lo corriente.

Siempre se puede hacer algo, escribir un poema, decir una palabra amable, sonreír a alguien, hacer un queque.

La gente anciana tiene que recibir amor, pero también tiene que dar amor, tiene mucho que hacer todavía.

 

¿Cómo ve usted que la sociedad valora hoy a los adultos mayores?

Encuentro que ha habido un cambio enorme. Lo veo con la amabilidad con que se trata a los ancianos que ocupamos el metro. Cómo ayudan a los ancianos. La gente está muy pendiente de los viejos.

 

¿Y en cuanto a las posibilidades laborales?

No hay. La persona de edad es difícil que cumpla un horario, aunque pude hacer muchas cosas en casa. Muchas de las mujeres solamente están trabajando en sus casas y eso es un gran trabajo. Y si pueden seguir haciéndolo, bendito sea el Señor, porque es un trabajo muy fuerte y sacrificado.

 

¿La muerte?

No tengo apuro, pero tampoco le tengo miedo.