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Los espejismos de felicidad atentan contra la familia: son frívolos y mentirosos

Entrevista a Ana María Yévenes, directora del Centro de Estudios e Investigación sobre la Familia, de la Universidad Finis Terrae

 

Las cifras del Censo 2012 no indicaron el crecimiento demográfico esperado para el país. A su juicio, ¿qué razones impiden que los chilenos tengan hoy más hijos?
Son múltiples los motivos y cruzan todo el ámbito de la vida social y personal. Van desde el retraso de la maternidad y paternidad al privilegiar una formación profesional a la escasez de recursos económicos y de tiempo para poder generar el contexto deseado para el crecimiento y desarrollo de los hijos; hasta las complejidades que hoy presenta la pareja y que inciden en la llegada de los hijos. No nos olvidemos que dos de cada tres niños nacen hoy fuera del matrimonio, lo que nos sitúa en un contexto país nuevo, y que el número de hijos que tienen las mujeres casadas también ha disminuido, entonces es posible hablar de un contexto que podría dificultar la maternidad y la paternidad deseadas.

¿Cómo se ha llegado a esa cultura?
Es consecuencia de una expectativa de desarrollo que no hemos discutido como meta y como estrategia para lograrlo. Lo que estamos viviendo es consecuencia de nuestras propias opciones como sociedad.

¿En qué medida influyen en la disminución de la natalidad en Chiles las políticas públicas sobre la maternidad, las dificultades de la mujer para combinar trabajo y maternidad y  las limitaciones para que el padre se involucre más en la crianza de los hijos?
Influye, pero no es la única clave. Me parece que para un mismo tema construimos respuestas disociadas. No hemos sabido integrar respuestas que integren lo normativo y lo funcional, con aquellas simbólicas, de sentido y significado.
Como dice la investigadora francesa Martine Segalen –una de las mayores conocedoras del tema- en tanto no seamos capaces de terminar con la visión de que la mujer que trabaja es mala madre, estaremos muy lejos de abordar el tema adecuadamente.
Nuestra situación, en comparación con la Francia de Segalen es aún más compleja: la maternidad es fuertemente castigada. El tema de las isapres, por ejemplo. El que las mujeres en edad fértil deban pagar más caro por sus planes de salud implica que el traer una nueva vida al mundo es su problema, su responsabilidad; no una riqueza y co-responsabilidad social. Hay un problema de normativa, de política  pública, pero sobre todo hay un tema de sentido y significado social. Incluso más de disociación entre lo personal y lo social: el hijo que para mí es lo más valioso, conlleva un castigo desde lo social.     

¿Qué proyecciones ve frente al problema de la baja natalidad?
A mi juicio el tema de la natalidad, paternidad y maternidad pasan por crear un contexto más sano para el desarrollo del ser humano en general. Y un contexto de esas características pasa por reconocer, identificar y proteger la vulnerabilidad que es común y transversal a todos los seres humanos. Todos sin excepción tenemos etapas de debilidad, en que necesitamos cuidado. El niño es vulnerable, la mujer embarazada o madre de niños pequeños es vulnerable, el anciano y el enfermo que deben ser cuidados por la mamá y papá que al mismo tiempo tienen niños pequeños, es vulnerable. La vulnerabilidad hoy no es un tema país –al país le gustan los exitosos, los mejores, los fuertes, los emprendedores e innovadores-, sino es un tema que enfrentan las personas y las familias en sus vidas cotidianas y eso es –desde el punto de vista social- la ley de la selva en que sobrevive el más fuerte.

Lo mismo desde el punto de vista de las imágenes que vamos construyendo. Hemos generado una imagen de felicidad y de éxito inalcanzable e irreal y todos corremos detrás de este espejismo. Cuando llega la enfermedad y la muerte nos damos cuenta que hemos enganchado en un discurso colectivo frívolo, mentiroso y sin sentido.
Si queremos enfrentar la ausencia de niños en nuestro país tenemos que hacer opciones y la opción básica no es sólo cambiar una norma o política pública, sino cambiar las lógicas en base a las cuales funcionamos.  

 

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