Testimonio

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Testimonio de la hermana Arulmary Durairaj, religiosa de la India, perteneciente a la congregación Franciscanas Misioneras de María.

Privilegiada por ser misionera

“Para mí ser misionera significa vivir la fidelidad al mandato de Jesús “vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos” (Mateo 28, 19)
En la etapa de mi formación inicial soñaba ser misionera, ir a las tierras lejanas y compartir la alegría de vivir la fe en Jesucristo y ayudar a los pobres y necesitados. Cuando al hacer los votos perpetuos me dieron el envío a misionar en la provincia de Bolivia – Chile, salté de alegría, ya no eran solamente un sueño ahora ya va ser una realidad.  Entre 27 hermanas que hicimos los votos juntas, sólo 7 fueron enviadas a la misión “ad extra” y yo fui una de las privilegiadas. Digo, privilegio, porque no a todos Dios da esta gracia.  Yo lo considero como una gracia, y un compromiso y una  responsabilidad a corresponder a este amor y gracia que Dios me ha dado.

Hablando con la mano en el corazón  tengo que admitir que sinceramente me ha costado mucho.   Dejar mi tierra, mi familia, todo aquello que ha formado parte de mi vida y historia hasta los 30 años. Es como una invitación a volar a la otra orilla. He vivido una lucha entre las alas y las raíces.   Las alas que me tiraban hacia arriba para  volar con el anhelo de responder a la misión universal y las raíces de mi tierra que me ha visto nacer y  crecer me tiraban para abajo. Viví realmente una lucha entre las alas y las raíces. Finalmente la alegría de anunciar a Cristo y sembrar la paz, el amor y la esperanza a otros pueblos me dio la calma y con la gracia de Dios pude abandonar todo y lanzarse a los confines de la tierra desconocida. 

Como franciscana misionera de María tengo una familia grande extendida en todos los continentes.  Vaya donde vaya, una franciscana misionera de María se siente en casa porque se encuentra hermanas allí donde va. Esto ha sido una bendición muy grande en esta aventura misionera. Fui a España para aprender el español para misionar en América Latina.  Mi experiencia en España ha sigo demasiado buena por la acogida, cercanía, preocupación de las hermanas para que mi estadía sea la más provechosa y agradable y me ayudaron mucho en el aprendizaje del idioma.  De España fui a Bolivia, a la ciudad de El Alto Paz situada a los 4.300 metros de altura. El viaje por tierra desde Arica hasta La Paz en el ferrobus en el año 1994  sí fue una lucha entre la vida y la muerte.  Atravesar la cordillera  en un viaje de 12 horas en el bus era matador, por la falta de oxigeno.  Sufría, peleaba con el Señor que me llamó a estás tierras y le preguntaba en mi angustia Señor, venía con tanta ilusión y no me dejarás ver mi tierra prometida que es Bolivia. Me respondió que sí en el fondo de mi corazón. Llegando al Alto La Paz, la lucha para sobrevivir a esas alturas continuaba, seguí orando en mi angustia Señor qué hago, será que puedo soportar vivir aquí y como a San Pablo también a mi me respondió “te basta mi gracia”.  Cuando aprendí abandonarme en sus manos veía que Él me llevaba, me dejé conducir por sus caminos.  Tuve la dicha de entregar lo mejor mi vida para la promoción de la mujer aymara en la dirección de un Instituto Técnico en la Ciudad del Alto La Paz por 9 años. Si alguien me ha visto en mis primeros meses de mi vida en el Alto, diría como fue posible que vivió 9 años. Yo diría que para Dios nada es imposible.

Una segunda etapa de mi vida misionera la vivo en Chile.  Hace 9 años que  el Señor me llamó de nuevo dejar todo aquello que fue parte de mi primera misión en Bolivia y me llamó a sembrar esperanza,  levantar y construir vidas de las mujeres migrantes en Chile. Sigo entregando lo mejor de mí en esta misión con alegría.  Para mí ser misionera ha significado responder a una llamada misionera me ha enseñado a  confiar en el único que puede todo. En muchas ocasiones he experimentado que es El quien conduce mi vida.  Todas las mañanas al salir a mi trabajo con las migrantes continuo orando la plegaria Eucarística que dice: “Señor, dame entrañas de misericordia, ante toda miseria humana, e inspírame la palabra oportuna frente el hermano sólo y desamparado”. Estoy feliz de poder entregar mi vida a la misión como hija fiel de la Madre Fundadora, Beata María de la Pasión, quien decía, y quiero decir con ella,  “mi patria es el mundo entero”.    
 

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