SEPTIEMBRE 2007 / NÚMERO 7

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Un hogar para la esperanza

Por Paz Escárate

Ubicada a un costado de la Vega Central, el Hogar de la Fundación Santa Clara para niños enfermos de Sida atiende a catorce pequeños entre los 2 y los 13 años que sufren esta enfermedad. Así lo hace desde 1994, cuando acogió a los niños que, debido a la enfermedad y muerte de sus padres, se encontraban en la indefensión absoluta. En esta casa se hacen cargo enteramente de ellos: de su alojamiento, comida, de la educación, de sus remedios y de todo el amor que requieren. Los primeros niños que albergaron ya partieron a la Casa del Padre, como recuerda la hermana Nora Lara, franciscana misionera de Jesús y presidenta de la Fundación. El desafío de hoy es darles calidad de vida, ya que el Sida hoy no es una condena a muerte, sino que se puede asumir como una enfermedad crónica, gracias a los avances tecnológicos. Además, aproximadamente 64 niños, retiran mensualmente alimentos para ellos y sus familias. Y cuando les faltan remedios, no pueden pagar una cuenta o cuando necesitan trasladarse a algún lugar, la Fundación también les tiende su mano. Son familias de extrema pobreza que, por causa del Sida, los padres han perdido sus trabajos y no pueden asumir toda la carga de tan penosa enfermedad, explica la religiosa.    

Casa nueva, vida nueva

Ya que los padres de muchos niños fallecieron, las religiosas buscan padrinos que cumplan la función de padres y que, luego de un proceso, obtengan la adopción legal del menor. Así ha sucedido con seis pequeños. “Aquí es bienvenido a todo aquel que quiera hacer el bien”, dice la misionera franciscana. Por tanto, quien no se sienta llamado a ser padrino, puede ser voluntario y ayudar, desde su profesión o en tareas sencillas. Otra manera de contribuir es incrementando la red de socios para el mantenimiento del Hogar. Su costo mensual es de 17 millones y tienen seguros sólo 6 de subvención estatal más un millón de aporte de los socios. Todos los días en este Hogar se ruega para que no falte nada y, efectivamente así es, sin embargo la campaña actual quiere ofrecerles mayor certidumbre a los pequeños y también construir una nueva casa en Quinta Normal para poder acoger a más niños. Existen siempre aproximadamente 50 en lista de espera.

El amor sí se contagia

“Sandra” es una adolescente de 12 años que cursa sexto básico en un colegio católico y que vive hace casi 10 años en el Hogar de la Fundación. El año pasado ya no pudo más y le contó a unas compañeras que tenía Sida. La noticia se difundió entre todo su curso y luego se enteraron los apoderados, quienes hablaron con la dirección para saber si le cancelarían la matrícula. Una semana duró la deliberación. Finalmente Sandra se quedó en su colegio, los profesores recibieron información y capacitación de parte de expertos de la Fundación y ellos trabajaron el tema con los apoderados. “Nos llamó la atención que sus compañeras lo asumieron muy bien, con mucha solidaridad. Fueron los adultos los que en esta situación rechazan”, comenta la hermana. En este sentido invita a “que la sociedad deje de tener miedo, que se preocupe de informarse más sobre la enfermedad”. Añade: “Antes de cualquier enfermedad tenemos la dignidad de ser hijos de Dios (…) la enfermedad en sí es una carga muy pesada de llevar y si a eso le agregamos la discriminación de su entorno, es doblemente pesada”.

Si la labor de esta Fundación le devolvió la esperanza y quiere colaborar, lo puede hacer en la cuenta del BCI Nº 11399503. Más información en www.fundacionsantaclara.cl

Sin daños a terceros

Respecto a la campaña de prevención del Sida emitida por el Ministerio de Salud, la hermana Nora opina: “Hay que hacer campañas para que los jóvenes aprendan a cuidarse, pero de la manera en que propone la Iglesia: ser responsable, cultivar el cariño, el amor fiel, cuidar a su pareja. Eso le va ayudar a no contagiarse, a no dañarse a sí mismo y no dañar a otros”.