Septiembre 2008 / NÚMERO 19

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Entrevista al Cardenal Francisco Javier Errázuriz:

“Jesucristo es nuestro mayor tesoro”

Parte 1, lo personal: “Ser Obispo de una Diócesis como Santiago es una tarea muy hermosa”

1. En lo personal, ¿cuál es su ánimo al llegar a los 75 años realizando una labor tan importante como Pastor de la Iglesia de Santiago?

Siento una profunda gratitud por estos años como Pastor de la Iglesia de Santiago. Ser Obispo de una Diócesis como Santiago es una tarea muy hermosa.  Los días se llenan de encuentros constructivos, para hacer que la Iglesia sea casa y escuela de comunión, para acoger los carismas que Dios le entrega, para impulsar con mayor fuerza la formación de discípulos misioneros de Jesucristo, para alentar más iniciativas y proyectos a favor de los más necesitados, y en general, a favor de nuestro pueblo. Además las celebraciones litúrgicas en parroquias, capillas, movimientos apostólicos y colegios son una nueva fuente de alegría.  La misión de un Pastor lo lleva a un encuentro más profundo y personal con Jesucristo.  Nuestra oración, nuestra meditación y nuestra predicación esta centrada en Él.  He experimentado día a día que el evangelio es realmente una Buena Noticia para mí, para las comunidades y para todos los que acercan a Jesucristo. En fin, sería larga la lista que debiera hacer con los motivos de gratitud. Naturalmente no han faltado preocupaciones y algunas circunstancias difíciles, pero de modo alguno logran opacar el gran reconocimiento que le guardo a Dios y a los hermanos. En fin, como digo, lo que más siento es gratitud.

 

2. Luego de presentar personalmente su renuncia al Papa, dando así curso a lo que establece el Derecho Canónico. ¿Qué es lo que viene ahora para usted?

Efectivamente, el día 31 de agosto le entregué al Santo Padre la carta con la renuncia al cargo de Arzobispo de Santiago como lo establece el Derecho Canónico. Estoy muy de acuerdo con esa norma. Lo que más importa es el bien de la Iglesia y de quienes buscan a Dios.  Naturalmente, mientras el Santo Padre no acepte la renuncia y nombre a un sucesor, la tarea sigue siendo la misma. Es cierto, no conviene emprender iniciativas cuya realización en el tiempo ocurrirá en un futuro mediano o lejano.  Pero la dedicación a los sacerdotes, a los laicos, a la vida religiosa, a las comunidades, al bien del país seguirá siendo igual que antes.

 

3. Reportajes en diversos medios de comunicación han especulado sobre su sucesión en la Arquidiócesis. ¿Qué opina de estas informaciones?

Efectivamente, la palabra exacta es hablar de especulaciones. No existen rivalidades, como se ha escrito, tampoco lobby para ser el nombrado. Entre los obispos, al menos en nuestro tiempo, nadie busca mayores responsabilidades, o mayor “poder”.  Para nosotros ser Pastor es realmente un servicio.  El Santo Padre lo encomienda a la persona que él considera más apta para las circunstancias que vive la Iglesia en un tiempo y en una diócesis determinada.  Lo hace después de consultar la opinión de un gran número de obispos y de laicos. Normalmente estas consultas comienzan pocos meses antes de la fecha que él determina para la sucesión.  No comienzan cuando se ve en el horizonte que una persona está llegando a los 75 años, ni siquiera el día en que se presenta la renuncia. Por ahora, sólo hemos leído especulaciones.  

 

4. También se ha especulado respecto a su estado de su salud. ¿Qué le puede decir al respecto a los fieles de la arquidiócesis y a la comunidad en general?

Gracias a Dios, los exámenes de sangre ya no delatan los síntomas de la enfermedad que se detectó (irritación arterial). Las medidas actuales son más bien para prevenir. Fue un tiempo en que pude compartir con muchos enfermos el desconcierto que se da ante enfermedades poco frecuentes, cuyo remedios pueden provocar otras enfermedades. Son situaciones que invitan a abandonarse totalmente a los designios misteriosos de Dios, lo que hace mucho bien.

 

Parte 2, lo pastoral: Iglesia de comunión y participación

5. A su juicio, ¿cuáles son las principales fortalezas y la mayor debilidad de la Iglesia de Santiago que durante diez años le ha tocado conducir?

Una gran fortaleza de la Iglesia en Santiago ha sido la de vivir, de manera creciente, en comunión y participación. Me refiero a la comunión con Dios, que se expresa en la oración y la adoración al Santísimo, las celebraciones eucarísticas, celebradas con mucha alegría e interioridad, los retiros espirituales, el creciente lugar que ocupa la lectura orante de las Escrituras, el profundo amor a la Virgen y a nuestros santos, las peregrinaciones a los santuarios, el rezo del santo rosario, etc. Se expresa de manera privilegiada la comunión con Dios en la comunión y la reconciliación con los hermanos, en el servicio a los más marginados y desvalidos, y en el compromiso, aún débil, con la Doctrina Social de la Iglesia. Ha crecido la comunión en la Iglesia mediante el acogimiento de muchos movimientos, que se remontan a la originalidad de un carisma, es decir, de un don de Dios para la edificación de la Iglesia y para  el bien de la sociedad. También se han desarrollado los consejos pastorales y los consejos de asuntos económicos en las diferentes comunidades de la Iglesia, como expresión de corresponsabilidad y comunión. Con ello se ha ensanchado el campo de participación de los laicos en la vida de la Iglesia y su corresponsabilidad por la misión del Pueblo de Dios. Ha crecido también el espíritu misionero, que quiere incorporar a una comunión más profunda a personas y comunidades que han estado lejos de la vida de la Iglesia, sin haber perdido sin embargo su fe. Otra fortaleza son las instancias de formación, a la cual recurren espontáneamente los laicos para crecer en la fe. Pienso en las escuelas de verano e invierno, donde asisten a cursos unos 15 mil catequistas, pienso en el Instituto Pastoral Apóstol Santiago, y recuerdo con gratitud todas las iniciativas que ofrecen las universidades católicas y otras instituciones. La mayor debilidad está tal vez en no haber sabido llegar con el anuncio del Evangelio a muchos bautizados que han perdido su contacto vivo con las comunidades de la Iglesia, pero que aman a Jesucristo, que le tienen una gran devoción a la Virgen María, y que tratan de vivir conforme a las enseñanzas del Señor. También es una gran debilidad el hecho de no tener tantas vocaciones al sacerdocio como sería necesario para responder a las necesidades pastorales. Gracias a Dios, se han despertado muchas vocaciones al Diaconado Permanente, las que han sido una gran ayuda en el servicio pastoral.

 

6. Durante su gobierno episcopal  han tenido lugar  hitos muy importantes  que han marcado a los católicos de este tiempo, como el Encuentro Continental de Jóvenes en 1998, el Gran Jubileo del año 2000 y la canonización del Padre Hurtado el 2005. ¿Cuál es la herencia de estos acontecimientos para la Iglesia?

En realidad, el hito más determinante en el trabajo pastoral de estos años fue el Noveno Sínodo de Santiago, cuyas conclusiones fueron aprobadas por el Cardenal don Carlos Oviedo tres meses antes de renunciar a su misión pastoral por motivos de salud. Puse todo mi empeño en conducir a la diócesis, con la buena colaboración de los Vicarios Episcopales, por los caminos señalados por el Sínodo: caminos de espiritualidad, de comunión y solidaridad, de evangelización.

Al Encuentro Continental de Jóvenes había que subirse al galope. La preparación estaba en su fase final. Gracias a Dios, el equipo que lo preparaba era muy bueno.  Como los encuentros de jóvenes de Sydney, de Colonia, de Toronto, de Roma y tantos otros, la alegría de los jóvenes que llegaron y de quienes los recibieron, incluyendo a las familias que los acogían, inundó nuestra ciudad. Las parroquias se llenaron de una juventud llena de esperanza, con proyectos de futuro y con anhelos de santidad. El Encuentro Continental fue un gran impulso para la pastoral también en otros países, y para un encuentro más fraterno entre los jóvenes de países que han tenido dificultades y aun guerras en el pasado.

El Gran Jubileo del año 2000, y la Carta Apostólica que envió el Papa al término del Jubileo, fueron nuevos impulsos en el camino señalado por el Noveno Sínodo de Santiago. Son inolvidables las palabras con las cuales el Papa describió la experiencia del Gran Jubileo como encuentro con Jesucristo, de mucha comunión, que invitaba a la fantasía de la caridad. Inolvidable fue el encuentro mundial de la juventud en Tor Vergata, con esa gran delegación de jóvenes chilenos, siendo el símbolo de su presencia en Roma no sólo el mar de banderas chilenas, sino también esa bandera que una joven le entregó al Papa en plena plaza San Pedro. Al atardecer de ese sábado, a los chilenos nos emocionó escuchar con el Santo Padre el canto de Violeta Parra: Gracias a la vida. Recuerdo los temas de las catequesis, como aquella que alentaba a los jóvenes a ser los Santos del Nuevo Milenio.

Otras tantas horas de bendición fueron la canonización de Sor Teresa de Los Andes, y después de San Alberto Hurtado. Las vivimos en Roma y en todo Chile. Entró la Iglesia chilena en una nueva etapa de su vida: la de contar con santos nacidos en nuestra patria. Como herencia de estas canonizaciones quedó la amplitud de un horizonte abierto al cielo de la santidad, la importancia de la renuncia, la entrega y la cruz, pero asumidas con alegría y con voluntad de ayudar a los hermanos. Asimismo, no podremos olvidar nunca en nuestra patria el ejemplo del Padre Hurtado: la fuerza de su amor a Jesucristo, que lo condujo a su admirable compromiso con los más abandonados, que nos invita permanentemente a vivir de manera heroica nuestra vocación cristiana: con una fe muy firme en Jesucristo y en su Evangelio, con un gran cariño a la Virgen María, con la certeza de ser peregrinos hacia el cielo, y con un amor ilimitado, que no conoce fronteras ni escatima sacrificios, para entregarse a los demás.

 

7. En estos diez años a la cabeza de la arquidiócesis también ha vivido momentos dolorosos ¿Qué le dejaron estas situaciones de dolor pensando en el futuro de la Iglesia?

Son numerosas y variadas las circunstancias dolorosas que la Iglesia tuvo que enfrentar. Algunas, unas pocas, han sido por actuaciones de sacerdotes. Otras, más frecuentes, por incoherencias de laicos, ya sea en el seno de sus familias, en iniciativas comunicacionales o legislativas, en situaciones injustas en el mundo laboral, en resistencias a pedir perdón o a perdonar, etc. Es claro, los medios de comunicación han puesto un mayor énfasis en aquellas situaciones que en el pasado no aparecían a la luz pública, ya sea en delitos cometidos por sacerdotes, o en declaraciones imprudente hechas por algún sacerdote. Lo más importante es no perder de vista el dolor de las víctimas, como también  prevenir para que no vuelvan a ocurrir situaciones semejantes, si bien siempre pueden ocurrir, debido a la fragilidad humana. Pero no se trata de situaciones habituales y frecuentes. En lo que se refiere a los sacerdotes, seguiremos siendo muy cuidadosos en la selección de los candidatos al sacerdocio, buscaremos siempre los mejores formadores  para los seminarios, y promoveremos el apoyo mutuo que debe existir entre los sacerdotes, de manera que no caigan en la soledad que no conduce a Dios, sino deprime. Los sacerdotes gozan de la estima de la gente. Todos quieren encontrar en ellos a hombres de Dios, a personas que se han consagrado a él para dedicar toda su vida al amor a Dios y al servicio de sus hermanos, sobre todo de los más afligidos.

 

8. La V Conferencia de los Obispos de América y El Caribe, que a Usted  le correspondió preparar y organizar, ha llamado a realizar una gran Misión Continental con la finalidad de comprometer a los católicos en la misión evangelizadora de la Iglesia, convirtiéndose en verdaderos discípulos misioneros. ¿Cómo debieran ser los misioneros que necesita Santiago, esta gran urbe, para el siglo XXI?

La Conferencia de los Obispos en Aparecida se convirtió también para mí en un motivo de profunda gratitud y alegría. Todavía recuerdo el espíritu que animaba a sus participantes, las hermosas liturgias en el Santuario de Nuestra Señora Aparecida, y el espíritu visionario de los Obispos, de los laicos y sacerdotes que se reunieron para dar una respuesta pastoral de inmenso valor y de profundas raíces en el Evangelio a las situaciones que viven nuestros pueblos. Quisimos concluir la V Conferencia no con un documento escrito, sino con una gran acción evangelizadora que implicará un despertar misionero y permanente en todos los católicos en América Latina y las islas del Caribe.

En todo Chile vamos a dedicar todo el próximo año a la formación de los misioneros. Queremos que todos los bautizados que participan en comunidades de la Iglesia tomen conciencia de su vocación misionera y se preparen para misionar en los años siguientes. Ser misioneros, en primer lugar, es comunicar a otros el encuentro que uno mismo ha tenido con Jesucristo nuestro Señor, un encuentro que se ha convertido en el mayor tesoro de nuestra vida. Quisiéramos compartir esa alegría, esa gratitud, ese encuentro con Jesús. Por eso, buena parte del próximo año la dedicaremos a ir al encuentro del Señor en los distintos lugares de encuentro con Él: en la Biblia, sobre todo en los evangelios, en las celebraciones eucarísticas, en la peregrinaciones, en el amor a la Virgen María, en el servicio a los pobres, en ese lugar de encuentro que es la familia, y en la vida de comunidad, ya que donde dos o más se reúnen en su nombre, él está en medio de ellos.

El mismo Papa nos dijo que somos misioneros en primer lugar por la atracción que ejerce nuestra manera de vivir, de servir, de orar, de amar a los demás. Con el ardor del encuentro con el Señor, con un gran respeto ante las búsquedas de cada uno de nuestros contemporáneos, queremos que los misioneros compartan la gracia inmensa que han recibido de encontrarse con Jesús.

 

9. El documento de Aparecida también  llama a renovar las estructuras de la Iglesia, como la parroquia, por ejemplo. ¿Está la parroquia en crisis?

No diría que las parroquias estén en crisis. Por el contrario, si comparo la vida parroquial en Santiago y en las otras diócesis de Chile -con tantas iniciativas litúrgicas, sociales, de catequesis, de preparación para el bautismo, el matrimonio, la primera comunión, la confirmación, con grupos de pastoral vocacional, etc.- con la parroquias que conocí cuando era joven, y con parroquias de otros países del mundo, encuentro que las nuestras tienen gran vitalidad. Con eso no está dicho que nuestras parroquias no puedan profundizar su espíritu de comunión, no puedan ser más solidarias con la gente que está en mayor necesidad, no puedan ser más fraternas con otras comunidades cristianas,  y no puedan desplegar mejor su capacidad de ser escuelas de discípulos misioneros de Jesucristo. Es lo que más queremos. Lo esperamos como un fruto de la Misión Continental.

 

Parte 3,  lo social: “Mirar a los ojos el cambio de época”

 10. La sociedad chilena esta viviendo un importante cambio cultural, producto, entre otras cosas, de la globalización en que estamos insertos. ¿Qué de positivo y negativo tienen a su parecer estos cambios culturales?

No es fácil dar una respuesta a algo tan global en una entrevista tan  breve.  Es cierto que vivimos una etapa decisiva de nuestra historia, en parte debido a la globalización. El conocimiento y la interacción con otros sistemas de valores –que a veces nos atraen y seducen con sus grandes ofertas, y a veces llegan cargados de signos de una cultura de la desgracia y de la muerte, que endiosa la violencia y otras desviaciones nocivas para la convivencia social- provocan en nuestros países latinoamericanos una vacilación en lo que se refiere a su herencia cultural. Es más, no faltan tampoco quienes quieren ejercer una poderosa influencia para que este cambio sea acelerado, reproduzca tendencias de otros países, también tendencias decadentes, y ocurra negando valores que han distinguido a nuestros pueblos. Entre estos valores me refiero, por ejemplo, al respeto a la vida, a la estabilidad del matrimonio, a la identidad sexual, al valor de la maternidad, a la honestidad en el trabajo, a la sobriedad de vida, a la solidaridad, más allá de todo afán individualista o competitivo. El mismo hecho de vivir en una encrucijada, en la cual no tienen futuro los valores que se transmiten sólo por tradición, si no son asumidos con convicción y de manera personal, nos exige tomar opciones claras. Precisamente mirar a los ojos el cambio de época que vivimos, es un gran desafío. No podemos quedarnos dormidos. Los tiempos que corren exigen una decisión personal tanto acerca de la propia manera de vivir como del tipo de sociedad que queremos formar. Esta necesidad de optar, que desafía a los papás en su familia, a los jóvenes y los trabajadores, a los educadores, los políticos y los comunicadores sociales, es de gran importancia.

A los que estamos convencidos de que el Evangelio es buena noticia para la sociedad de todos los tiempos, nos corresponde presentar esta opción como un camino atrayente, abierto por nuestro Señor Jesucristo, que nos amó hasta el extremo y nos propuso permanecer en su amor y en su paz. Su camino nos da vida, nos ayuda a cargar con nuestros sufrimientos, y nos acerca a la verdad y la felicidad. Nos hace solidarios y despliega nuestra capacidad de orar y contemplar, de formar comunidad y de servir. Éste es un desafío que nos plantea la globalización cultural. Enfrentarlo y optar con libertad y convicción personal por lo que es bueno y ayuda a los demás, es algo sumamente positivo.

 

11. ¿Cómo explica usted que muchos valores que la Iglesia promueve y defiende, como por ejemplo en temas de moral sexual, no cuentan con la adhesión que se esperaría de una sociedad que mayoritariamente se declara católica? ¿Ha fallado acaso la formación desde la Iglesia?

El tema es más amplio. No se trata sólo de la moral sexual, se trata del derecho a la vida, del derecho a tener una familia estable y de tantos otros derechos. En la historia de los pueblos a veces ocurre que en ellos se abren espacio tendencias que son contrarias a la ética. En el tiempo actual esas tendencia son alimentadas fuertemente por ciertos programas comunicacionales, sobre todo a través de la televisión. Pueden ser tendencia que incita a la violencia y la deslealtad, también a la ganancia desmedida; o tendencias que impulsan un individualismo y egoísmo inaceptables, que favorecen el ejercicio desenfrenado de los apetitos, tales como el apetito sexual, la sed de beber alcohol sin medida, o de consumir drogas, lo que es un atentado  contra quien ha caído en tal adicción, etc. En tales situaciones, las personas fácilmente no siguen principios morales favorables a su felicidad y a su desarrollo personal, y se hace mucho más difícil la tarea de educar en la familia y en la escuela, la adhesión a una sana moral.

 

12. Las desigualdades sociales han estado también en el centro de preocupación de la Iglesia. ¿Cuán cerca estamos de reducir la brecha entre ricos y pobres?

Me atrevo a pensar que estamos más cerca que antes. En efecto, todos los grupos que dirigen la sociedad tienen conciencia de este problema. No hay ningún partido político que no se haya propuesto extirpar la miseria y reducir considerablemente la pobreza. Son numerosos los empresarios que asumen una verdadera responsabilidad social en su empresa, considerando que el bienestar del trabajador y de su familia es algo del todo necesario, también para el rendimiento de la empresa, siendo éste, el así llamado “capital social”, su recurso más importante. Cuando el Presidente de la Conferencia Episcopal habló del “salario ético”, en un primer momento se escucharon voces contrarias. Actualmente casi no se escuchan voces contrarias, después de que se ha entendido el sentido de sus palabras. No estaba propiciando que se impusiera por ley ninguna cifra. Estaba hablándole a la conciencia de quienes pagan salarios, ya sea en empresas estatales o privadas, para que, en la medida de lo posible, remunerasen el trabajo de manera que las familias de los trabajadores puedan vivir dignamente.

 

13. Respecto a la educación, Chile vive un momento clave con la tramitación de la LGE en el Senado. ¿Se explica las razones del rechazo que ha recibido este proyecto de ley, consensuado con los partidos?

Las personas que han estudiado la LOCE y la LGE, concuerdan en valorar el avance que representa este último proyecto de ley sobre el anterior.  El malestar ha venido mucho más porque esta nueva ley, que es una ley marco, no pretende resolver los problemas que deben ser abordados por otras leyes, por ejemplo, los éxitos y fracasos del sistema de enseñanza municipalizada, la reforma que debe hacérsele, las medidas que deben tomarse para mejorar la calidad de la docencia, sobre todo en los establecimientos subvencionados y estatales. Porque no ven que estos problemas ya estén resueltos en la LGE, reclaman contra ésta, sin descubrir sus ventajas sobre la LOCE, y sin focalizar las energías en la elaboración de las nuevas leyes que habrán de responder a los demás problemas.

 

14. La familia es uno de los pilares fundamentales de la sociedad en esta época de transformaciones, y es así como la aprobación de la ley de divorcio ha sido un gran dolor para la Iglesia. ¿Cómo debieran los católicos fortalecer la vida familiar y matrimonial? ¿Qué hace la Iglesia por apoyarlos?

La Ley de Matrimonio Civil, que contempla la disolución del vínculo, incluyendo el divorcio unilateral, plantea a la Iglesia ante un gran desafío. Ella propone el matrimonio como un sacramento en el cual los esposos se comprometen a amarse de la manera como Dios ama a los seres humanos y como Cristo ama la Iglesia, es decir, con un amor fiel, que supera las expectativas del otro porque es capaz de perdonar, de ser gratuito y sobreabundante, y de dar a los hijos un amor incondicional, que incluye su educación, siempre preocupado por el bien del cónyuge y de los hijos. Es claro, esta manera de contraer el matrimonio lo hace estable, lo hace un santuario de la vida y la felicidad, lo hace un espacio interior en el cual está presente Dios y el amor a los más débiles. Esta forma de contraer matrimonio corresponde a lo que Dios instauró en la humanidad desde un comienzo, y con mayor fuerza desde la venida de Jesucristo. Es una alianza entre los esposos que implica renuncias y sacrificios, pero que colma de paz el hogar, de respaldo familiar, de felicidad y de amistad a cada miembro de la familia, que enseña a ser ciudadanos comprometidos con el bien de los demás, capaces de construir la paz. Precisamente en los colegios católicos tratamos de formar a todos los estudiantes para que sean capaces de asumir este proyecto que es un camino de Dios, y de vivirlo en plenitud. También en todo el trabajo pastoral de la Iglesia buscamos salir al encuentro de los jóvenes para ofrecérselo, para prepararlos al matrimonio y apoyarlos en su vida matrimonial. Gracias a Dios, colaboran en este empeño numerosos movimientos de la Iglesia que buscan el bien de las familias. Aun existe un movimiento para aquellos esposos cuya convivencia fracasó por los problemas que surgieron entre ellos, y que se separaron, si bien quisieran reiniciar la relación entre ellos. Exitosamente este movimiento los conduce a una renovación fecunda de sus promesas matrimoniales.

 

15. Con el reciente compromiso de los partidos políticos por una amistad cívica se avanza en el pacto social planteado por los Obispos el año pasado. ¿Cómo espera que transcurran las próximas elecciones municipales, parlamentarias y presidenciales?

Fue notable el compromiso que firmaron los presidentes de los partidos políticos a favor de un trato mutuo que fomente la amistad y la confianza cívicas. Son primeros pasos. Esperamos que ellos involucren a las bases de los partidos políticos, sobre todo a los candidatos que van a las elecciones municipales, parlamentarias y, más adelante, presidenciales. Dependerá de los mismos partidos mantener vivo este espíritu y suscitarlo en sus candidatos. Sin lugar a dudas este compromiso puede ser ampliado, abarcando otros ámbitos de la actividad política. También sería importante que los medios de comunicación sellen un pacto con los principales responsables de la política, de manera que ambos colaboren en muchos campos, procurando el bien del país.

 

16. ¿Cómo ha sentido, desde su misión de pastor en esta gran ciudad, el sufrimiento de tantos santiaguinos con las serias dificultades que aún viven diariamente en el sistema de transporte público? ¿Qué podría decir desde la Iglesia  a esta realidad? 

De mi parte sólo le deseo éxito al Ministro René Cortázar en sus esfuerzos por mejorar el sistema de transporte público en Santiago. El sistema ha hecho progresos, pero debe seguir mejorando. Fue un propósito equivocado haber querido organizar todo el transporte público de Santiago, que había crecido de manera espontánea, buscando las necesidades de los santiaguinos en los diferentes barrios, desde una oficina de planificación, e implementar todo el plan de manera simultánea y sin los elementos necesarios.  Pero eso no significa que no había que abordar y solucionar problemas del sistema anterior, ya sea el de la contaminación de la atmósfera, el desorden de los recorridos, el atochamiento que provocaba en ciertas calles, etc. Había que abordar ese tema. Pero, ¿no será mejor un sistema mixto, que contemple una planificación centralizada, sin excluir ámbitos de iniciativas privadas? Así ocurre con el Transmilenium en Bogotá. Lo más importante, lo que más queremos, es el bien de los trabajadores y de sus familias. El mejoramiento del trasporte público es algo prioritario. Es un servicio que se presta a los usuarios. Que sea un buen servicio. Los trabajadores no pueden perder un tiempo enorme en el camino a sus lugares de trabajo, ni regresar a sus hogares agotados de cansancio por las deficiencias del transporte público, impidiéndoles preocuparse de sus hijos como ellos quisieran.

 

17. ¿Cree que el país está reconciliado luego de 20 años de democracia?

Pienso que el país esta más reconciliado que hace 20 años. Sin embargo, el proceso de reconciliación no solo jurídico sino también personal, que incluye tanto la justicia y la verdad como el perdón y la generosidad, no ha concluido. Todavía falta camino por recorrer. Es algo importante dar nuevos pasos, en uno y otro sentido, de tal manera que cuando Chile celebre su Bicentenario, sea un país más reconciliado.

18. ¿Qué regalo anhela usted para el Chile del Bicentenario?

Que apreciemos cada vez más a Jesucristo y su Evangelio como nuestro mayor tesoro, y que lo acojamos de corazón, como lo hizo la Virgen María, de manera que sea fuente de confianza en Dios, de alegría y de equidad, de espíritu de oración y de solidaridad, de compromiso con los más afligidos, de reconciliación y de paz.