Septiembre 2008 / NÚMERO 19

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Ceferino Manuel Namuncurá

Nacimiento, bautismo y confirmación

Ceferino Manuel Namuncurá nació el 26 de agosto de 1886 en Chimpay, a orillas del río Negro, departamento de Choele—Choel, provincia de Río Negro, en la República Argentina. Su padre fue el cacique Manuel Namuncurá —hijo del terrible Cafulcurá— ya en paz con las armas nacionales; y su madre fue Rosario Burgos, nacida en Chile. Ceferino fue uno de los menores de los doce hijos del cacique.
Fue bautizado por el misionero salesiano Domingo Milanesio, llamado "el apóstol de los aborígenes" el 24 de diciembre de 1888, en una de sus correrías apostólicas por el río Negro, en Chimpay, a donde el cacique Namuncurá se había retirado después de haberse rendido al General Roca el 5 de mayo de 1 884. Aludiendo al bautismo de Ceferino, escribe Manuel Gálvez: “...ese 24 de diciembre será un día glorioso para las pampas, para los indios y para la Patria Argentina. Porque ese día queda marcado como cristiano, como hijo de Cristo, el más maravilloso y perfecto de los cristianos que ha habido en estas tierras”.
Y recibió el sacramento de la Confirmación siendo alumno del colegio salesiano “Pío IX’ de Buenos Aires, en la iglesia parroquial de San Carlos, el 5 de noviembre de 1899 de manos de Monseñor Gregorio Romero.
Por ley del Congreso Nacional del 16 de agosto de 1894, la tribu de Namuncurá recibe en propiedad 20.000 hectáreas de tierra junto al arroyo San Ignacio y al río Aluminé, en la provincia de Neuquén. Era sólo un pañuelo de tierra para quienes habían sido dueños desde siempre de millones de hectáreas... De Chimpay, Namuncurá se va con los que le son fieles a la región del río Aluminé, junto al Collón Curá, a un lugar llamado de San Ignacio. Allí Namuncurá y su gente son visitados en 1902 por su amigo Monseñor Juan Cagliero, Vicario Apostólico de la Patagonia con centro en Viedma, y por el padre Juan Beraldi, infatigable misionero salesiano, a quien Ceferino profesará gran afecto.
 

"¡Quiero ser útil a los de mi raza!"

La infancia de Ceferino transcurre normalmente en la toldería, junto a sus padres, a quienes ayuda en el cuidado de las ovejas yen otros menesteres domésticos. Sus pocos años no le impiden comprender el sufrimiento y la degradación en que viven los de su raza. Por eso, teniendo sólo 11 años, le pide un día a su papá que lo lleve a Buenos Aires a estudiar, porque —le dice— “quiero ser útil a los de mi raza.
No sin pena, accede el viejo cacique y acompaña a Ceferino a la Capital de la República, en donde tiene buenos e influyentes amigos. Por concesión del Ministro de Guerra y Marina, el General Luis María Campos, Ce-ferino ingresa el 1897 como becado en los Talleres Nacionales que la Marina tiene en el Tigre. Pero el ambiente de esta escuela no satisface las aspiraciones del indiecito, por lo que, llorando, después de tres meses, le pide a su padre que lo retire de allí.
Namuncurá acude, entonces, a su amigo el ex-Presidente de la República, el Dr. Luis Sáenz Peña, quien solicita al Provincial de los Salesianos, padre José Vespignani, acepte al indiecito en alguno de sus colegios. Finalmente, el 20 de setiembre de 1897, Ceferino y su padre son recibidos en el Colegio “Pío IX” del barrio de Almagro. “Ahí, sin duda, lo esperaba la gracia, para imbuirlo profundamente de las virtudes que convienen a los jóvenes cristianos. En efecto, este adolescente araucano, diferenciándose mucho de sus coetáneos, manifestaba un insólito vigor y agudeza mental, y se mostraba pronto para aprender y obedecer. Casi espontáneamente su corazón se sentía impulsado hacia la piedad para con Dios y hacia las cosas celestiales, prefiriendo el catecismo a todos los otros libros” (Decreto de Venerabilidad del 22 de junio de 1972).
 

En el Colegio salesiano “Pío IX” de Buenos Aires

Inscripto en la sección de los Estudiantes, Ceferino frecuenta los grados inferiores del externado y oratorio de San Francisco de Sales, ubicado calle de por medio al Colegio “Pío IX”. Más tarde será celoso catequista de este oratorio festivo.
Después de un año de constantes y empeñosos esfuerzos para aprender a leer y escribir y para corregir y encauzar sus fuertes instintos atávicos; después de prepararse con toda conciencia estudiando el catecismo y las nociones fundamentales de nuestra religión, Ceferino recibe, con singular contento y devoción, la Primera Comunión, en la iglesia parroquial de San Carlos, el 8 de setiembre de 1898. Tenía 12 años recién cumplidos. Y el 5 de noviembre del año siguiente —como ya dijimos— recibe, en la misma iglesia, el sacramento de la Confirmación.
Un consciente y visible fervor eucarístico caracterizó la vida del Indiecito a partir del día felicísimo de su Primera Comunión. Comulgaba todos los días con singular devoción, y en los recreos invitaba a sus compañeros a hacer alguna breve visita al Santísimo Sacramento.
Durante estos años de permanencia en el Colegio “Pío IX” Ceferino fue siempre un alumno ejemplar. Logró enseguida sobresalir entre sus compañeros —él, un pobre mapuche que había llegado sin casi saber hablar en español— en base a un constante y creciente esfuerzo por superarse a sí mismo. Así, pronto figuró entre los mejores alumnos de su grado y del Colegio, tanto por su digno y discreto comportamiento, como por su excepcional contracción al estudio y sus cualidades de compañero y amigo sincero y generoso.
Por estos años era también alumno del Colegio “Pío IX” el inolvidable cantor Carlos Gardel, que tan famoso sería después. Ambos juegan en los mismos patios y ambos integran el coro y cantan en la misma capilla del aquel antiguo Colegio de Almagro. Y ambos serán también, con el correr de los años, máximos ídolos del fervor popular.
 

“Príncipe de la Doctrina Cristiana”

Ceferino fue siempre un óptimo estudiante y un servicial, delicado y querido compañero. Hay al respecto muchos testimonios de superiores, educadores y condiscípulos que tuvo en Buenos Aires, en Viedma, en Turín y en Roma.
 A los 12 años, y mientras cursaba en aquel 1899 el segundo grado elemental, en el certamen anual de catecismo, Ceferino logra el primer puesto y es simbólicamente coronado “Príncipe de la Doctrina Cristiana” en un solemne acto presidido por el Arzobispo de Buenos Aires, Monseñor Uladislao Castellano, y por Monseñor Cagliero. Ya por esta época el buen Indiecito ardía en deseos de conocer a fondo la religión cristiana y las ciencias profanas para transmitírselas a los de su raza.
 Nunca ningún éxito o alabanza ofuscó la humildad y la sencillez de Ceferino. Se preocupaba por todos sus compañeros y los ayudaba en todo lo que podía, principalmente a los más necesitados. En la capilla era un serafín de amor eucarístico y durante el día vivía en continua unión con Dios, cumpliendo a la perfección todos sus deberes de estudiante. Sus educadores y condiscípulos del "Pío IX" lo llamaban "un nuevo Domingo Savio", "otro San Luis Gonzaga".
Así describe, en nítido retrato, un compañero de colegio a aquel Ceferino de 13 6 14 años: “De rostro bronceado, de grandes ojos; su mirar era apacible, con destellos de dulzura y con cierto dejo de languidez y melancolía. Era dulce, acompasado y calmoso en el hablar; de cabellera negra y recia; en su vestir era sencillo y en general conservaba en su porte y semblante un tinte majestuoso, como rasgos indelebles de su origen”.
 

Regreso a la Patagonia y viaje a Italia

A los 16 años Ceferino termina sus estudios primarios en el Colegio “Pío IX”, de Almagro, con el vehemente y decidido deseo de ser sacerdote para anunciar el Evangelio a sus paisanos. Su padre, ya anciano, se niega en primera instancia a tal decisión de su hijo preferido, pues otros eran sus planes. Pero luego, pensando bien las cosas y aconsejado por buenos amigos, asiente.
Lamentablemente, junto con tan altas ambiciones, la salud del adolescente mapuche iba desmejorando. Inútil resultó que lo llevaran un tiempo a la escuela de agricultura que los Salesianos tienen en Uribelarrea
(provincia de Buenos Aires), para que el aire puro lo tonificara. Por eso, en 1903, Monseñor Juan Cagliero decide llevarlo nuevamente al sur, a Viedma, con la esperanza de que el clima nativo y los solícitos cuidados del sacerdote-médico Evasio Garrone favorecieran el resurgimiento de la quebrantada salud de Ceferino.
En Viedma, en el Colegio “San Francisco de Sales” comienza los estudios secundarios junto con otros compañeros que pensaban entrar en la Congregación Salesiana. “Allí sobresalió en la práctica de las virtudes, especialmente en la caridad, obediencia, mansedumbre y una perfecta castidad, virtud ésta casi desconocida para el pueblo araucano” (Decreto de Venerabilidad del 22 de junio de 1972).
En julio de 1904 Monseñor Cagliero parte para Italia llevándose consigo a Ceferino, confiando, una vez más, en que un cambio radical de clima y la atención de los mejores médicos lograrían mejorar su salud y al mismo tiempo le permitirían proseguir los estudios eclesiásticos. El viaje de Viedma a Bahía Blanca lo hicieron en diligencia y pernoctaron en el Colegio “San Pedro” sobre el río Colorado, al lado del histórico Fortín Mercedes. En la pequeña y humilde capillita del fortín Ceferino oró muy emocionado, desahogando su llanto varias veces, ante la imagen de la Virgen, seguramente sin presagiar que unos años después sus restos mortales descansarían allí, bajo la sonrisa de la Madre de Dios y de los hombres. En Bahía Blanca el tren los condujo a Buenos Aires y, a bordo del vapor "Sicilia" arribaron a Génova el 10 de agosto de 1904.
 

En Roma con San Pío X

Después de estar unos días en la Casa Madre de los Salesianos, en Turín, Monseñor Cagliero acompaña a Ceferino a Roma y allí lo presenta a sus nuevos superiores y compañeros.
La prensa de Génova, Turín y Roma se ocupa de Ceferino y celebra al bronceado "Príncipe de las Pampas", al hijo del famoso y temido cacique Manuel Namuncurá. El Beato Don Miguel Rúa, Rector Mayor entonces de los Salesianos, quiere a su lado a Ceferino y departe con él frecuentemente con especial interés y afecto. Pero los honores no marean al joven mapuche, invariablemente suave y parco, humilde y gentil.
El 27 de setiembre de 1904 Ceferino es llevado ante el Papa Pío X por Monseñor Cagliero y un grupo de Salesianos. Ceferino pronuncia muy emocionado un breve discurso y obsequia al Padre Santo un hermoso quillango de su tierra. El Papa contesta también con visible emoción: “Bueno, hijo mío, te doy gracias por lo bien que hablas del Vicario de Cristo. Quiera el Señor puedas poner en práctica todo lo que has dicho: convertir a tus hermanos de la Patagonia... Yo te doy, de todo corazón, mi Bendición Apostólica, extensiva a tu padre, a su familia y a toda su gente...“ Todos los presentes se preguntan: “¿Qué llegará a ser este joven?’ Concluida la audiencia, San Pío X llama a Ceferino, lo lleva a su escritorio privado, lo sienta a su lado y le obsequia una medalla reservada a los príncipes.
 

Declinación y muerte

Ceferino prosigue sus estudios eclesiásticos y humanísticos en el colegio salesiano de "Villa Sora" ubicado entre las pintorescas colinas de Frascati, en las afueras de Roma. Un amplio y cómodo lugar, rodeado de árboles, de hermosos paisajes y de cielo nítido. “Tanto para los superiores como para los compañeros brilló aquí con el ejemplo de su bondad y virtud, pero sobre todo con el fervor eucarístico y el exacto cumplimiento del deber diario y por una maravillosa paciencia en soportar la tuberculosis de que estaba atacado” (Decreto de Venerabilidad del 22 de junio de 1972).
Como antes en Buenos Aires y en Viedma, también aquí en Roma se dedica en cuerpo y alma al estudio. Él mismo lo confiesa en una carta a Faustino S. Firpo, amigo de sus años en el "Pío IX" de Almagro. “No soy de los últimos en clase... Si no fuese por el idioma, sería el primero.
Entre tanto la cruel enfermedad avanza inexorablemente. En marzo de 1905 lo internan en el Hospital de los Hermanos de San Juan de Dios. Ceferino comprende que su fin se aproxima y su renuncia es entonces heroica. Él quería estudiar y ser sacerdote para llevar el Evangelio a sus hermanos mapuches. Pero Dios tiene otros planes, que Ceferino acepta, aunque con inmenso dolor: "¡Bendito sea Dios y María Santísima! Basta que pueda salvar mi alma, y en lo demás hágase la santa voluntad del Señor”.
Todos en el hospital quedan edificados de su temple espiritual. El doctor José Lapponi —médico personal de los Papas León XIII y San Pío Xº— lo visita dos veces al día. Monseñor Cagliero lo acompañó hasta el momento de su santa muerte, ocurrida el 11 de mayo de 1905, cuando tenía sólo 18 años, 8 meses y 17 días.
Las exequias de Ceferino fueron muy humildes. Acompañaron sus restos al cementerio general de Roma, en Campo Verano, algunos salesianos y estudiantes. Una simple cruz de madera con su nombre señala el lugar donde yacen sus restos.
 

En Fortín Mercedes

Cuando el viejo cacique Manuel Namuncurá se enteró de la muerte de su hijo Ceferino, visitó el Colegio “Pío IX” de Buenos Aires y expreso con inmenso dolor sus heridos sentimientos. “Mucho he sentido la muerte de mi querido hijo lejos de la patria, sin tener el consuelo de abrazarlo y darle el último adiós. Pero me consuela que lo ha hecho por mí el inolvidable amigo Monseñor Juan Cagliero y los Salesianos que lo asistieron. Resignado en mi dolor, acatando la disposición de Dios, no tengo sino palabras de reconocimiento hacia los Salesianos que lo educaron. Y lo mismo sus hermanos, mis hijos”.
Cuando le notificaron al Papa Pío Xº la muerte de Ceferino, exclamó: “Era una bella esperanza para las Misiones de la Patagonia, pero es ahora y será en adelante su más válido protector”.
En 1924 los restos de Ceferino son repatriados y llevados a Fortín Mercedes, en donde descansaron en la capillita del histórico Fortín, hasta 1991, cuando fueron trasladados al Santuario de María Auxiliadora de Fortín Mercedes. Desde entonces y progresivamente, la urna con sus restos es meta de incontables peregrinos que privadamente invocan la poderosa intercesión del simpático Indiecito y acuden allí para orar y para dar gracias por los favores recibidos.

Camino hacia el altar

El 22 de junio de 1972 el Siervo de Dios Ceferino Namuncurá fue declarado Venerable por el Papa Pablo VI, como etapa previa a su Beatificación. La de Ceferino fue, en su momento, la Causa de Beatificación más adelantada que teníamos en la Argentina, ya que él era en 1972 el único Venerable. Ahora hay varios más. Cerramos esta semblanza del “Lirio de las Pampas” transcribiendo la parte final del texto del Decreto por el que se lo declara Venerable:
“La fama de santidad, que adornaba al Siervo de Dios cuando aún vivía, se propagó ampliamente después de su muerte y fue confirmada por signos celestiales. Por ello, se empezó a tratar si había que decretarle Los honores de los altares. Instruidos los procesos ordinarios en la Curia del Vicariato de Roma y, mediante cartas postulatorias, en las Curias Eclesiásticas de Turín, Viedma y Buenos Aires, y una vez publicado el decreto sobre sus escritos, el Papa Pío XII aprobó con su firma la comisión de introducción de la causa el 3 de marzo de 1957. Se instituyeron luego los procesos apostólicos en las Curias de Viedma, Turín y Morón y en el Vicariato de Roma sobre las virtudes en especial, y el 29 de enero de 1962 salió el decreto sobre la validez jurídica de dichos procesos.
“Observado, pues, todo lo que debía observarse conforme al derecho, el 6 de abril de 1971 tuvo lugar una Reunión Especial de la Sagrada Congregación para las Causas de los Santos, en la que se discutió la duda:
“Si consta de las virtudes teologales: Fe, Esperanza, Caridad hacia Dios y hacia el prójimo, y de las virtudes cardinales: Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza, y de sus anejas, en grado heroico, en el caso y para el efecto de que se trata”. Esta duda fue nuevamente examinada el 6 de julio del mismo año, en la Congregación Plenaria de los Cardenales, siendo Ponente o Relator el Cardenal Luis Traglia, y todos con su consentimiento unánime respondieron afirmativamente.
“Después que el Cardenal abajo firmante hizo al Sumo Pontífice Pablo VI una relación de todos los antecedentes procesales en la Audiencia que le concediera el 7 de enero de este año 1972, Su Santidad ratificando el parecer de la Sagrada Congregación para las Causas de los Santos, ordenó que se preparara el decreto sobre la heroicidad de las virtudes del Siervo de Dios.
“Por último, en el día de hoy, el mismo Sumo Pontífice, hechos llamar el suscrito Cardenal Prefecto, como asimismo el Rdo. Cardenal Luis Traglia, Ponente de la Causa, yo —que soy el secretario— y los demás a quienes se acostumbra citar, en presencia de todos promulgó este decreto, declarando que: Consta de las virtudes teologales: Fe, Esperanza, Caridad hacia Dios y hacia el prójimo, y de las virtudes cardinales: Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza, y de sus anejas, en grado heroico del Siervo de Dios Ceferino Namuncurá, en el caso y para el efecto de que se trata.
Y mandó que se publicara este decreto y se incluyera en las actas de esta Congregación.
«Dado en Roma, el 22 de junio del año del Señor 1972”.

Cardenal Pablo Bertoli, Prefecto, Fernando Antonelli, Arzobispo titular de Idicra, Secretario.
 

Como dijimos, a pesar de que durante unos años el proceso de la Causa de Beatificación de Ceferino estuvo un tanto estancado, la devoción de la gente nunca se interrumpió y son muchos —dentro y fuera de la Argentina— los que han conseguido favores de Dios a través de la intercesión del Venerable Ceferino Namuncurá. ¡Ojalá pronto veamos al joven mapuche en los altares y podamos prestarle culto y aclamarlo públicamente como Beato!
 

Conclusión: conocerlo e imitarlo

Sólo es verdadero amigo y devoto de Ceferino quien conoce su vida y se esfuerza por imitar sus virtudes, a saber: su fervorosa oración de cada día; su ardiente amor a Jesús Eucaristía ya la Virgen Santísima; su heroico olvido de sí mismo para darse a los demás; su exacto y constante cumplimiento de todos sus deberes; el fervor y aprovechamiento con que a menudo se acercaba a los sacramentos de la Reconciliación y de la Comunión; su generoso perdón de las ofensas; su modestia angelical; su profundísima humildad; su extraordinaria fuerza de voluntad ante las adversidades y el sufrimiento espiritual y físico

Fuente: http://ceferino.dbp.org.ar/ceferino